El orden de las cosas en la CUT

14/09/2008
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Con algún retardo, pudimos finalmente sacar en limpio los resultados de las elecciones del pasado 30 de mayo que dieron origen a la nueva dirección nacional de la Central Unitaria de Trabajadores - CUT. Del total de 21 miembros del Comité ejecutivo nacional de la central, 17 (el 80%) proviene del sector público, dentro del cual el magisterio es abrumadoramente dominante (14 miembros). La industria manufacturera sacó tres puestos (eran dos en la anterior dirección), la agroindustria bananera volvió a ocupar los dos que tenía y la salud que estaba ausente en el pasado comité ejecutivo, alcanzó uno. Desde la primera vez desde que se fundó la central, hace 22 años, los petroleros accedieron a participar en las elecciones, se aliaron con los mineros del carbón y obtuvieron un puesto. El nuevo cuerpo directivo da cuenta de la situación que vive el sindicalismo nacional: amplia supremacía del sector público sobre un sector privado drásticamente disminuido, y expresión de los sectores más activos en la actualidad: mineros del carbón, bananeros, petroleros, y por sobre todos ellos los educadores y los trabajadores de la salud pública.

En la composición del comité por sectores políticos también hubo cambios. Los Comunistas tienen cuatro casillas, el Moir tiene tres y el Polo Democrático, como tal, cuenta otros tres, a quienes se suman dos del grupo del senador Luis Carlos Avellaneda, dos del educador y senador Jorge Guevara, dos de Dignidad Obrera y uno del Partido del Trabajo (ex Moir). El Partido Liberal que en la anterior dirección tenía al presidente de la central (Carlos Rodríguez), ahora quedó representado por un componente del equipo de Piedad Córdoba. El senador Jaime Dussán, de larga trayectoria en Fecode, pareció haberse desentendido un tanto en esta oportunidad, diecinueve miembros del comité representan a la izquierda y los dos restantes, del poderoso sindicato del banano, salieron en las listas de Convergencia Ciudadana, grupo uribista comandado por el senador Luis Alberto Gil, ex dirigente de Fecode, actualmente bajo investigación judicial por parapolítica. El uribismo conserva así los dos escaños ganados en la anterior dirección nacional obrera. Para mayor novedad, Luis Alfonso Pedraza, que fuera presidente del legendario y ya extinto sindicato de Bavaria y que de vieja data ha mantenido estrecha ligazón con el sindicalismo norteamericano a través de la Federación internacional de los Alimentos, aparece ahora en el comité ejecutivo reforzando la representación de Convergencia Ciudadana, aunque él afirma que sus simpatías están por el PDA.

La mayor sorpresa para quienes no están cercanos de los sucesos sindicales puede ser la elección del nuevo presidente de la CUT, Tarcisio Mora, quien obtuvo la mayor votación, en unas elecciones caracterizadas, como las que la precedieron, por la alta abstención (alrededor del 50%). Según diversas fuentes, la escogencia del nuevo presidente —y, por supuesto, de los dos vicepresidentes— fue resultado de una alianza pactada entre comunistas, moiristas y tal vez otros sectores con Convergencia Ciudadana. Ningún sector partidista, por sí solo, tiene fuerza para imponer la dirección de la central, y siempre se presentan alianzas, de las “buenas” y de las “malucas”. Mora, tiene una larga trayectoria de dirigente sindical del magisterio, desde sus inicios como maestro de escuela de un pueblo cundinamarqués crudamente conservador: San Bernardo. Ganó prestigio por su participación en las luchas magisteriales y populares de la provincia de Gualivá y luego, ya fortalecido políticamente, ganó los escenarios departamentales, hizo la carrera de abogado, se graduó en disciplinas tan diversas como matemáticas y cultura física, se afilió al partido comunista y llegó a la presidencia de la Fecode. Abandonó las filas partidarias y fundó su propia organización, Nueva Opción, formó una cooperativa de crédito que funciona en dos edificios de Bogotá, cuenta con sede vacacional y tiene sucursales en varios departamentos. A diferencia de todos sus antecesores en el máximo cargo sindical del país, Tarcisio, desde los tiempos de San Bernardo supo ligarse activamente a las luchas cívicas y políticas de su entorno y para él no es nada nuevo aparecerse en las sesiones de las Asambleas Departamentales o los concejos municipales a debatir los problemas de la población trabajadora. Afirma que seguirá haciendo eso mismo, y que el futuro del sindicalismo está ligado a la decisión de romper las fronteras de la actividad netamente sindical y gremial y ganar los espacios de la deliberación y la movilización popular y social. No lo trasnocha saber que en caso de ausencia de su cargo será reemplazado en el mismo por un dirigente sindical de simpatías uribistas. El sindicato no es un partido político sino una organización social, y en ella no puede haber discriminación por motivos partidistas y menos por concepciones ideológicas.

Ahora bien, la gente se pregunta: ¿para dónde va la CUT? Esta organización es la única en el mundo que nombra sus cuerpos de dirección regionales y su órgano nacional mediante la elección directa de los afiliados a sus sindicatos. La tradición es que los dirigentes de cada sindicato se escogen en reunión de asamblea general o de asamblea de delegatarios, los de orden departamental en conferencias del mismo nivel y los de organismos nacionales en los congresos. Pero para la CUT eso terminó desde los años 90. La lucha de facciones políticas e ideológicas, evidente desde su creación en noviembre de 1986, condujo a idearse la votación directa por parte de los afiliados a fin de debilitar tales pugnas. En cada región se inscriben listas de candidatos para puestos regionales y para la dirección nacional, y el afiliado vota por la de su predilección. La Registraduría Nacional organiza los comicios y entidades sociales hacen la vigilancia de los mismos.

Pero, al parecer, esto no ha dado los resultados que se esperaban. Aunque el objetivo perseguido por la elección directa no ha sido el de extinguir tales discrepancias, que se presentan en todo cuerpo de elección democrática y que en el fondo son benéficas, las pugnas de los bloques partidarios no han cesado y en determinadas coyunturas el clima del debate se recalienta en las oficinas de la CUT. Los sindicatos no tienen dueños, cualesquiera que ellos sean. El problema es que la elección directa no ha elevado la democracia ni provocado una mayor eficacia de la organización. La alta abstención electoral dice a las claras que los trabajadores de base no confían en la nueva manera de escoger a sus líderes. La transparencia del voto tiene más credibilidad en un recinto cerrado, donde las personas se conocen unas a otras y prácticamente cada uno sabe por quién, vota su compañero que en pasillos donde se instalan mesas que reciben el voto secreto.

Sin embargo, eso parece que no es lo más notable. En el modelo antiguo los candidatos contaban solo con el reconocimiento de su trabajo cotidiano por las bases que votaban por ellos o contra ellos, en conferencias y congresos, prácticamente a mano alzada. Ahora cada uno de los candidatos debe formar grupos de apoyo electoral, idear el itinerario de su campaña, organizar y sobre todo financiar su gira regional o nacional: propaganda, pasajes y viáticos, como mínimo. Sin todo eso no hay voto.

En ayuda del candidato vienen, claro está, el grupo político al que representa y los sindicatos o grupos de sindicalizados que respaldan su candidatura. Y es entonces cuando se produce una partida de cobijas. No hay un control de tales fondos pero es aceptado que en algunos casos pudieron haberse gastado sumas importantes, que no estaban al alcance de los aspirantes con menor capacidad financiera. Fecode tuvo una contribución muy grande y en general se dice que ella es la que garantiza actualmente la marcha financiera de la CUT. Solamente unos pocos pudieron visitar las regiones más importantes del país, porque contaban con fondos y con organizaciones locales de apoyo electoral. Los de menor capacidad financiera se vieron precisados a viajar por tierra y no pudieron contribuir a los gastos de propaganda y movilización que exigen los actos electorales. Quienes contaban con amigos senadores fueron los mejor financiados. Algunos entregaron a sus grupos locales $500.000 o $300.000 para pagar propaganda, mientras otros no pudieron dar ni un peso. En las localidades los organizadores de los actos actuaban como los de cualquier candidato electoral tradicional: “¿Cuánto nos va a dejar para la propaganda?”.

La votación sindical directa desdibuja la naturaleza gremial, política, solidaria del sindicalismo. Vuelve, sin quererlo, electores a los sindicalistas. Trae a la memoria la escena del “manzanillo” tradicional al que rodean cuerpos y sonrisas ávidas de puesto público. Pero hay otra faceta de la brega del voto que un dirigente independiente nos resumió así: “La CUT está haciendo un trabajo político fuerte, pero a costa de debilitar su acción gremial, esto es, la defensa de mejores condiciones laborales para los asalariados, particularmente en dos pilares del asunto: negociación colectiva y estabilidad laboral”.

Algunos piensan que si las cosas siguen tal como van, la elección sindical directa tendrá que ser reconsiderada. En el peor de los casos puede llegar un momento en que los trabajadores pierdan la capacidad de visibilizar, prefigurar el tipo de personas que saldrán electas a los cargos de representación sindical. La plata se volvería decisiva para ganar poder, como ya ocurrió en Estados Unidos, México, Venezuela y Argentina. Que nuestra Señora de la Pobreza nos asista.

Septiembre de 2008

- Álvaro Delgado es Investigador del Cinep

Fuente: Semanario Virtual Caja de Herramientas
Corporación Viva la Ciudadanía. www.vivalaciudadania.org

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