Una renuncia y varias lecciones

25/07/2008
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Por estas horas el gobierno de Cristina Kirchner busca recuperarse del tremendo cimbronazo que significó la renuncia del Jefe de Gabinete, Alberto Fernández. Durante los últimos cinco años, Fernández conformó junto a los Kirchner una suerte de ménage à trois que ejerció el poder absoluto de la Argentina política. Su partida priva al gobierno de un engranaje central en todo el accionar gubernamental, y de la principal espada mediática de una administración poco propensa a la atención del periodismo.

Las razones de la renuncia de Fernández son muchas. La radicalización del conflicto con el campo y la derrota en la Cámara de Senadores del proyecto gubernamental de aumentar las cargas impositivas a las exportaciones de granos fueron el golpe final para quien, desde hace meses, postulaba la necesidad de oxigenar al gobierno nacional con un recambio integral de ministros.

Con su renuncia, Fernández quiso marcar diferencias con los Kirchner y precipitar la partida de algunos funcionarios altamente cuestionados por la opinión pública y cobijados invariablemente bajo el ala del Ministro de Planificación Julio De Vido.

El enfrentamiento entre De Vido y Fernández tiene larga data. El primero representa a “la pingüinera”, los kirchneristas de paladar negro que acompañan a los Kirchner desde su paso por la gobernación de la gélida provincia de Santa Cruz. El ex Jefe de Gabinete, por su parte, apostó por los Kirchner cuando estos aún eran figuras ignotas en el resto del país y lideró, luego de su llegada al poder, a un heterogéneo grupo de funcionarios políticos que siempre ejerció el ala moderada del gobierno. Pocas semanas después de que el ministro De Vido presagiará que en Argentina no eran tiempos de tibios, el perpetuo combate entre halcones y palomas llegó a su fin con la partida de Fernández.

Aunque a los golpes, el gobierno tiene mucho que aprender de lo sucedido en los últimos meses. El extenso y desgastante enfrentamiento con el campo encontró un válvula de escape cuando la Presidenta decidió dar actuación al Congreso Nacional, el ámbito natural para la discusión de intereses diversos y muchas veces contrapuestos. Lo hizo en el día 96 del conflicto, cuando el gobierno ya se había expuesto a una absurda sangría de confianza social. Finalmente, la derrota en la Cámara de Senadores sólo fue tal porque el gobierno se mostró intransigente a la hora de incorporar las modificaciones que desde la misma bancada oficial se reclamaban. En los países con mayor tradición democrática el gobierno puede perder una votación legislativa importante sin por ello enfrentar una crisis política. En la Argentina podría haber sido así, pero el gobierno eligió exacerbar el conflicto y afirmar que en el resultado de la votación radicaba la estabilidad de la democracia y la continuidad del gobierno constitucional.

En pocos meses, el gobierno perdió su amplio crédito social y los ciudadanos de a pie comenzaron a perder la confianza en la economía. Con los recuerdos aún frescos de la grave crisis económica, social e institucional que vivió el país a fines de 2001, las comparaciones se hacen recurrentes. Lo cierto es que actualmente no existe ni el “vacío de poder” que experimentó la gestión de la De la Rúa, ni la extendida crisis social de aquellos años. Aún así, la renuncia de Fernández y el ocultamiento de las estadísticas oficiales sobre pobreza e inflación no hacen más que generar incertidumbres sobre el futuro del gobierno.

La irresponsabilidad de los Kirchner en el manejo del conflicto con el campo y las infundadas aseveraciones de que en el desenlace del conflicto radicada la estabilidad del gobierno han abierto la puerta a lo que el celebre sociólogo americano Robert Merton denominó profecías autocumplidas, donde una definición "falsa" de la situación genera un nuevo comportamiento que hace que la falsa concepción original de la situación se pueda volver "verdadera".

Los Kirchner están aún a tiempo de escribir su destino. El panorama internacional es provechoso para la Argentina y si el gobierno apela, como nunca antes, a una profunda dosis de sensatez, puede recuperar la confianza de la sociedad. En toda crisis hay una oportunidad, aprovecharla depende de ellos.

- Nicolás Solari es Politólogo (USAL). Analista Político.
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