Dicen que se están embarazando
- Opinión
Un reportaje en una radio de Apurímac nos trae una noticia a Lima con la rapidez propia de estos tiempos. “Las mujeres se embarazan para recibir los 100 soles de Juntos” dice la versión periodística.
No es la primera vez que oímos esta suposición por decir lo menos. En Ayacucho, en Huanta y en
Este tipo de información tiene el efecto de evitar discutir los beneficios o los impactos negativos de las políticas públicas de lucha contra la pobreza y de plano invalidarla al sugerir que incentiva a las mujeres “no pensantes” a traer hijos al mundo para que sigan reproduciendo el círculo de la pobreza.
Un elemento que hemos levantado en las entrevistas y encuestas es que esta versión es también expresada por mujeres que no son beneficiarias del programa o a quienes se les ha negado la inclusión no siempre por razones valederas, pues en la implementación a nivel micro, pese a la existencia de los comités de vigilancia, se juegan una serie de factores que expresan relaciones de poder y exigencia de subordinación de las mujeres, representantes de las familias que son seleccionadas para recibir el subsidio.
Imaginémonos a cualquiera de nosotras decidiendo embarazarnos para recibir por 4 años 1200 soles para una familia de 5 o 6 personas, pues en el caso de Juntos no importa el tamaño de la familia, a diferencia de otros programas similares en otros países que sí consideran el número de hijos. No, a ninguna de nosotras se nos ocurriría algo semejante, pero sí hay mucha disposición a aceptar que las mujeres pobres, indígenas, campesinas podrían hacerlo. Y es que tras la aceptación de esa posibilidad está implícita la visión discriminatoria que se tiene de las mujeres pobres, casi como salvajes, dispuestas a todo por dinero, que fue la imagen que se impuso en la sociedad después de la bossificación de la televisión.
Por otro lado, en estos comentarios subyace también la rabia de mujeres que, al no ser seleccionadas, generan un mecanismo de alejamiento de las otras, lo que les posibilita percibirse como superiores a las que metafóricamente estarían dispuestas a “vender” su hijo o hija por los 100 soles. Soy diferente, piensan, sería incapaz de cometer una acción semejante, por lo tanto soy mejor que esas que no se merecen el subsidio. Borran así la noción de semejante, lo que facilita el juzgamiento de las otras, siendo cómplices de ese imaginario colectivo que, como lo señala Rocío Silva Santistevan (1), “vincula a la pobreza con una suerte de mendicidad moral.”
Pero supongamos por un momento que fuera cierto, que las mujeres están embarazándose y “llenándose” de hijos para recibir por mucho tiempo los 100 soles, suponiendo que no hubiera un tope para el subsidio. ¿Qué nos estaría diciendo de nuestra sociedad este “pragmatismo de la sobreviviencia”, como lo llama la autora mencionada? ¿Qué tipo de país, de sociedad, posibilita que se generen estas situaciones? ¿No están reflejando acaso una visión tutelar sobre el Estado y las políticas como acciones de asistencia y no de desarrollo? ¿No habría en este hecho una autopercepción de subalternos, carentes y mendigos, lo más alejado de la construcción ciudadana que en programas como Juntos se pretende aportar? ¿No sería por tanto una consecuencia de políticas públicas que mantienen enfoques asistencialistas, que no aportan realmente al desarrollo de las capacidades de los hombres y las mujeres? ¿Qué se está haciendo para profundizar la construcción ciudadana de las mujeres pobres, rurales, indígenas después del período fujimorista que potenció la percepción asistencialista que del Estado se tiene?
Porque en el caso de Juntos es cierto que muchas tienen temor de que se les quiten los 100 soles. También es cierto que las exigencias que se les impone en ocasiones no tienen mucho que ver con los criterios establecidos para continuar en el programa y son suspendidas sin que medie mayor explicación o análisis de la situación. Estas acciones precisamente sustentan la percepción de que los operadores del programa, representantes del Estado tienen el poder y control sobre sus vidas.
Si bien compartimos la posición del Presidente del Consejo Directivo de Juntos, que señala que es un insulto decir que se embarazan por los 100 soles, creemos que hay que leer lo que está detrás de estas percepciones y comentarios que se dan en diferentes lugares donde se implementa Juntos, y no sólo en Apurimac, analizando la dimensión simbólica de las acciones que se ejecutan en el programa. De esto podemos sacar importantes lecciones para evaluar las políticas y los programas públicos, aportando a su rediseño y mejor implementación, de modo que logren realmente el objetivo de cambiar las condiciones de vida de los hombres y las mujeres en situación de pobreza.
Nota
(1) Silva Santistevan, Rocío (2008) El Factor Asco. Basurización simbólica y discursos autoritarios en el Perú contemporáneo. Lima
Fuente: Asociación SER (Perú)
http://www.ser.org.pe/
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