No somos terroristas somos pueblos
- Opinión
“No somos terroristas, somos pueblo, pueblos indígenas que reclamamos nuestros derechos” dice un dirigente indígena amazónico, mientras otros gritan que la “tierra no se vende”, en una de las movilizaciones que en el marco del paro amazónico vienen realizando desde el 9 de agosto los pueblos indígenas, Wampis, Awajun y Shibibo, Machiguengas, Ashaninkas, Llanezas, Yine-Yami, Kakintes, entre otros.
Luego de múltiples esfuerzos por ser escuchados, los pueblos indígenas tomaron esta medida de fuerza como única vía para que los ojos del país y del gobierno se vuelvan hacia ellos y poder tener espacios para dar cuenta de sus propuestas y sus reivindicaciones.
Como en todas las regiones del país, las voces de los pueblos indígenas no tienen eco en la gran Lima sorda y ciega a la realidad del interior del país. Entonces como bien lo señala Rodrigo Montoya, luego de la lección aprendida con la rebelión de Moquegua, se toman las carreteras, se paralizan hidroeléctricas, se cierran estaciones que bombean el crudo, medidas que también afectan a los mismos pueblos indígenas, pero que serán transitorias en comparación con el impacto profundo que tendrían en su vida la aplicación de los decretos legislativos que originaron esta medida, que además de inconsultos podrían incluso ponerlos en riesgo de desaparecer.
El pronunciamiento de los pueblos Awajún-Wampís y mestizos de la provincia de Condorcanqui e Imaza Bagua, Amazonas, expresa claramente la razón y las exigencias de la protesta indígena al señalar: “Ante estas medidas violatorias de los derechos fundamentales, exige al Gobierno Peruano, abstenerse de estar vulnerando nuestro derechos Territoriales derogando los Decretos legislativos: 1015, 1073,1064, 994, 1020, 1081 y 1090, y archivando los cinco Proyectos de Ley: 840, 1770,1900,1992 y 2133, normas de orden económico que cambian el sistema de protección indígena, exponiendo de esta manera a nuestro territorio a ser vendido y comprado como cualquier bien material, hecho que a nosotros pueblos originarios de la selva nos indigna enormemente, puesto que, para nosotros la tierra es nuestra madre, es sagrada, porque se trata de nuestra vida, de nuestra existencia como pueblo.”
Es la vida y el futuro de los pueblos indígenas lo que está en juego en estas normas, y es la defensa de la vida de todos y todas, no sólo de sus pueblos, lo que está detrás de estas manifestaciones y eso debe ser comprendido y conocido. Mientras tanto, la mayoría de la prensa en Lima, y algunos de sus periodistas, impulsan una matriz comunicacional dirigida a exacerbar la imagen negativa que sobre los indígenas en general y los amazónicos en particular tiene la sociedad. Los salvajes, a los que hay que temer, los que comprometen el futuro del país al poner en riesgo las principales fuentes de ingreso, los perros de hortelano. Tenemos entonces las imágenes de sus rostros pintados, de sus largas lanzas de madera, de sus flechas, de su disposición al “ataque”. Nos preguntamos qué posibilidad tendrán con esas “armas” frente a las que portan las fuerzas de seguridad, que gracias a otro decreto podrían disparar a matar, más aun ahora que se ha roto el diálogo. Es por tanto necesario que todas las instituciones que garantizan y promueven los derechos humanos en el país estén alertas.
Los indígenas amazónicos han sido a lo largo de la historia los principales cuidadores del bosque, de los ríos, de la diversidad, un bien que es de todo el país y del mundo, “Amazonía pulmón de la humanidad” suele decirse orgullosamente. Ese esfuerzo le ha significado muertes y enfermedades, cuando las políticas impulsadas han facilitado la colonización y la extracción indiscriminada de los recursos naturales, como si ellos no existieran. Ellos y ellas han sido invisibles para los diferentes gobiernos, y ahora han dicho basta, y lo hacen si bien con arcos y flechas, y con sus rostros pintados —precisamente para ser vistos — lo hacen levantando sus voces para decirnos que existen.
Lo hacen con propuestas, lo hacen reclamando sus derechos plenos como ciudadanos y ciudadanas del Perú, lo hacen proponiendo el diálogo, el diálogo con decidores, no sólo con mensajeros sin capacidad de decisión.
La protesta indígena es un gran reto para la democracia, pues coloca en el escenario político nuevos actores, que aunque de eso no se hable mucho en la prensa nacional, tienen propuestas de desarrollo diferentes a las que actualmente se impulsan, propuestas que apuestan por la vida de las futuras generaciones indígenas y no indígenas, y que deberían ser escuchadas, reflexionadas, tomadas en cuenta, si queremos un país de ciudadanos y ciudadanas y no de súbditos de las grandes trasnacionales, un país en donde las nuevas generaciones tengan posibilidad de alcanzar el buen vivir, un país en donde todas las personas y grupos humanos sean visibles, sean incluidos con sus propuestas, modos de vida y diversidad. ¿Estará el país a la altura de este nuevo reto?
NOTICIAS SER
Del mismo autor
- Sexo, política y poder 10/02/2011
- Han silenciado nuestro quechua dentro del Congreso 16/06/2009
- Políticas interculturales y buen trato, “vacunas” contra la mortalidad materna 20/04/2009
- Encuentros feministas y debates actuales 19/03/2009
- Encuesta sobre la mujer: Hallazgos que sorprenden 12/03/2009
- Dicen que se están embarazando 22/01/2009
- Violencias cotidianas y silenciadas 25/11/2008
- No somos terroristas somos pueblos 19/08/2008
- Ni flores, citas, ni chocolates...un recordaris 05/03/2008