La seguridad social de los artistas, un pendiente, una exigencia
30/10/2014
- Opinión
Entrevista con Luisa Huertas
“Su jubilación fue el hambre y el olvido”, declararon algunos de sus antiguos colegas.
A Ramón Barragán, actor que vivió muy pobre en sus últimos años,
en un cuarto de azotea de la ciudad de México,
el mismo en donde encontraron su cadáver el 14 de octubre de 2014.
Ganadora del Ariel a Mejor Actriz de Cuadro en 1989 por la película Mentiras Piadosas y Mejor Actriz de Teatro por Antígona en Nueva York en 1998, entre otros premios, referencia obligada del cine y del teatro de calidad en México, a Luisa Huertas también le debemos deslumbrantes actuaciones en filmes como Historias Violentas, El Imperio de la Fortuna, Mentiras Piadosas, Cuentos de Hadas para Dormir Cocodrilos, La Máscara del Zorro, Párpados Azules, Hasta Morir, Sin Remitente, Enemigos Íntimos, Principio y Fin, Un Embrujo y El Crimen del Padre Amaro, por mencionar sólo algunos.
Su legado es muy amplio y seguramente necesitaríamos más de una entrevista para abordarlo a profundidad, como se merece. No obstante, nuestro objetivo para la ocasión es más humilde y concreto: hablar sobre un pendiente de la sociedad mexicana: la protección social para la comunidad artística del país planteada en la iniciativa de Ley de Seguridad Social para los Artistas.
Roberto Rueda Monreal (RRM): Agradeciéndote de antemano el espacio que nos has brindado dentro de tu apretada agenda para recibirnos y concedernos esta entrevista, comienzo preguntándote, tal como está la situación del país, en donde el activismo social y la exigencia de derechos parecen estar “pasados de moda”, ¿por qué involucrarse entonces en este tipo de luchas?
Luisa Huertas (LH): Pues… ¡por necesidad! Durante años, desde hace mucho tiempo. Y creo que tú me recordaste a uno de mis grandes amigos, Eduardo López Rojas, con quien ya desde entonces tuvimos que hacer conciencia sobre el problema de la salud de compañeros del arte y la cultura, pues él tuvo una terrible enfermedad, la diabetes, que hizo que le fueran amputando algunos miembros. Cuando él experimentó eso acababa de filmar en Estados Unidos y lo tuvieron que internar allá, lo cual hizo que se endeudara terriblemente porque, sin saber yo por qué, él no estaba asegurado allá. Se había ido para hacer My Family. La cuestión es que, sin ser él el inicio, pues no ha sido el primero ni el último que tuvo que pasar por eso, pero últimamente nos estamos enterando cada vez más y más de compañeros de todas las disciplinas, gente del teatro, del cine, de la plástica, de la literatura, de la danza, en fin, de todas, como fueron los más visibles, Amparo Ochoa, Rita Guerrero, Daniel Sada, el crítico cinematográfico Gustavo García, tan querido, etcétera, que sufrieron y están sufriendo enormemente por cuestiones de salud.
RRM: ¿Cómo actúa la comunidad artística al respecto? ¿Qué hace?
LH: En este sentido, no sé, a veces pienso que la comunidad artística está funcionando como una mutualista del siglo XIX, pues nosotros tenemos que abrir cuentas o hacer colectas u organizar funciones y bailes para juntar dinero para compañeros que están con enfermedades muy graves, como pasó con Carlos Cobo también. En fin, que esto nos ha sucedido con compañeros que no tienen atención médica o, si la tienen, no cubren los gastos de una enfermedad realmente grave.
RRM: Antes de que existiera esta iniciativa de ley, ¿quién se comenzó a preocupar por esta difícil realidad que aqueja a los artistas?
LH: Yo creo que ha sido una inquietud colectiva desde hace tiempo. Como antecedente te diría que, cuando lo de Eduardo, ya ni me acuerdo bien de la fecha, pero nosotros hicimos una campaña que se llamó “Un pesito por Eduardo”, y anduvimos hasta boteando como locos por todos lados, en la UNAM, en las calles, en los teatros, una serie de compañeros que nos juntamos para tratar de ayudarlo. En ese momento, hasta la Asociación Nacional de Intérpretes (ANDI) nos apoyó mucho para que hubiera un notario que diera fe del dinero que se había juntado, en fin.
RRM: ¿La ANDI no cuenta con herramientas que cubran la Seguridad Social de los artistas?
LH: Para atención médica concreta, no. En los últimos tiempos se ha dedicado de manera muy efectiva a convocarnos, por ejemplo, para que nos inscribamos en el Seguro Popular. De pronto, para que hagamos uso de los consultorios públicos que tiene el D.F, para realizarnos análisis, etcétera. Y bueno, esto es para que nos hagamos chequeos médicos, básicamente. Con la credencial de la ANDI podemos ir a estos consultorios ambulantes. De todo esto sólo sabemos los que somos actores y que estamos en la ANDI. Pero, por otro lado, una de las grandes pérdidas concretas que tuvo la Asociación Nacional de Actores (ANDA), fruto de toda una lucha, fue una clínica especializada, por lo que se motivó el movimiento del SAI.
RRM: ¿Qué es el SAI?
LH: El Sindicato de Actores Independientes, que dirigió en su momento Enrique Elizalde, en paz descanse también. Lo que pasó es que, como te decía, ahí perdimos una gran clínica. Nosotros teníamos una clínica especializada que nos brindaba todos los servicios, en donde… ¡hasta se nos podía operar! Además, fue una época en la que teníamos tienda, sanatorio y muchas cosas que se fueron perdiendo por la corrupción, como se pudo comprobar en una auditoria que se hizo. Por eso mismo es que vino una división con la que se formó el SAI. Este sindicato había sido lo más conducente en su momento, pero nosotros tuvimos que volver a la ANDA, aunque de manera organizada, pues nos encabezaba Claudio Obregón, Héctor Bonilla, “El Gordo” López Rojas, Ana Ofelia Murguía, Avelina Peláez y yo. ¿Por qué regresamos? Porque nos dimos cuenta de que la división tampoco ayudaría para nuestros derechos, pues precisamente de eso se aprovecharon las empresas para negociar de otra manera, para ir deshaciendo los contratos colectivos. En ese momento, David Reynoso era secretario general de la ANDA.
RRM: ¿Cuándo se dio la escisión?
LH: Fue en 1977. Y nosotros nos reunimos con Reynoso, ya cuando nos regresamos como unos ochenta compañeros a la ANDA en 1982, 1983. Sin embargo, tengo que decir que muchos compañeros se habían regresado por su cuenta mucho antes. Y es que nos cortaron muchas fuentes de trabajo. En muchos lados no nos contrataron por el simple hecho de ser del SAI. Tengo que aclarar que este grupo organizado que regresó a la ANDA no lo hizo por hambre, creo yo, sino por la claridad política de darnos cuenta de que la división del gremio sólo estaba beneficiando a las empresas, por lo que nos debilitaba. Esto te lo comento como antecedente porque varios compañeros, entre ellos Mario Casillas, el actual dirigente de la ANDI, que también perteneció a este grupo que regresó, hemos tenido la preocupación de la Seguridad Social desde entonces. Yo recuerdo que la primera vez que hablé sobre esto en la Cámara de Diputados fue todavía al lado de Víctor Hugo Rascón Banda, eso fue en 2002, en donde hicimos una marcha muy nutrida con gente de la cultura que llegó hasta la Cámara; Víctor Hugo marchó a pesar de estar ya enfermo de leucemia y fuimos a pedir más presupuesto para el ámbito cultural. Pero justamente, al día siguiente de que nos convocan para hablar del asunto, junto con el presidente de la Comisión de Cultura, que era el priista Florentino Castro, yo levanté la mano y dije que era importante también que se hablara de la protección de los artistas en cuanto a la salud.
RRM: Entonces, ¿podemos decir que fuiste tú la que comenzó formalmente a hablar sobre esta protección para todo el gremio?
LH: Digamos que sí, y hasta recuerdo que Víctor Hugo me calló, pues me dijo que no estábamos tratando ese tema. Y yo le dije “no, ya sé, pero tenemos que abordarlo pues es muy importante”. Y mira, yo no sé si fui la primera, igual ya alguien lo había planteado antes, no lo sé, pero ahí yo sí dije eso porque curiosamente estaba pensando en el mismo Víctor Hugo, ¡caray!, que se llevó todo su patrimonio en su enfermedad. Todo se fue, todo fue arrastrado por su enfermedad a pesar de ser el presidente de la SOGEM (Sociedad General de Escritores de México).
RRM: ¿Qué opinión te merece esta visión de una gran franja de medios de comunicación, en especial de la fuente de espectáculos, que presentan casi siempre al artista siendo únicamente un actor y siendo un personaje, ficticio o real, que no tiene preocupaciones, que no carece de nada y que lo tiene todo?
LH: Mira, tan sólo tengo que poner el ejemplo de Víctor Hugo, que tuvo que vender todo, todo lo vendió, para pagar sus tratamientos, sus hospitalizaciones, sus recetas. En esa época fue muy solidaria María Rojo, que le consiguió todo tipo de medicamentos, en fin. Los gastos fueron terribles y eso se puede ver y verificar en su libro ¿Por qué a mí? Diario de un Condenado, cuando escribe cómo le pasaban por debajo de la puerta la factura del hospital, y la angustia que le daba cada vez que esto sucedía. Yo sigo pensando que la comunidad artística, ¡toda!, tiene que poner particular atención en nuestra condición de trabajadores eventuales en el marco de la Ley Federal del Trabajo. Nosotros estamos considerados así, como trabajadores eventuales. Nosotros, como trabajadores de la cultura, no tenemos trabajo fijo. No lo tenemos, por lo tanto, no tenemos derecho a vacaciones, no tenemos derecho a aguinaldo, no tenemos reparto de utilidades, no tenemos servicio médico, no tenemos bonos de nada. No hemos tenido acceso a nada de esto.
RRM: Alguien te diría “¿No pueden contratar por su cuenta algún servicio médico privado?”
LH: Mira, el servicio médico particular es un verdadero robo, y así lo digo, abiertamente, ¡es un robo! Porque lo que cuesta $10 en una farmacia, como puede ser un tapabocas, por ejemplo, en la clínica privada te lo cobran hasta en $150. ¡Así!
RRM: Hay quien podría decir que en esa situación está la mayoría del país. Gente que sobrevive, que vive al día, que apenas tiene para comer y para salud con los programas asistenciales del gobierno. ¿Por qué sería importante proteger, entonces, a los artistas?
LH: Le das al clavo. Le das al clavo, ¿y sabes por qué? ¡Porque es un patrimonio! La cultura es un patrimonio que tenemos que defender. Por eso me parece injusto que todavía sea la hora de que no tengamos todavía una ley de seguridad social para la cultura cuando con júbilo recibimos la votación unánime del Senado, que fue una victoria de nuestra compañera María Rojo, a quienes todos apoyamos en 2011, cuando la acompañamos al Senado para celebrar que había pasado la iniciativa de ley con miras para convertirse ya en una realidad.
RRM: Antes de que pasara la iniciativa, ¿María Rojo los convocó para armar consensos al respecto o sólo la presentó ella?
LH: María nos mandó documentos por mail y nosotros dimos algunas opiniones. En fin, María Rojo siempre ha trabajado muy en conjunto con las bases, digamos. Ahora, yo quiero dejar bien claro que esto va más allá de los actores, su gremio natural. ¡Esto es para todos los artistas, todos los creadores! Y yo no pierdo la esperanza de que así vaya a suceder.
RRM: Al respecto, ¿cómo viste el primer informe de gobierno del presidente en relación con la cultura?
LH: El presidente Peña Nieto habla de la pensión universal, lo cual me parece bien. Pero me da la impresión de que la gente piensa que eso también nos cubre a nosotros, y para mí no es así. Él habló de quienes no estén inscritos en los sistemas de salud institucionales, el IMSS, el ISSSTE y en donde, por lo demás, el requisito para esto es que tengas 65 años, y nada, que hay gente joven que sufre enfermedades graves; luego está lo de las pensiones que ya no existen. Son cosas diferentes. Digo, a mí me da mucho gusto y aplaudo esta iniciativa, claro, y en cuanto yo cumpla los 65 me voy a inscribir. Pera estamos hablando de dos cosas distintas.
RRM: ¿Por qué lo mencionas?
LH: Porque quizá mucha gente piense que con eso nosotros ya estamos asegurados también, y perdón, pero no, no es así. Muchas de las cosas a las que se refirió el presidente tienen que ver con gente que trabaja en la formalidad, y es justamente nuestro gran problema, que nosotros no estamos trabajando dentro de la formalidad. Tenemos contratos sólo temporales y se acabó.
RRM: ¿Podemos decir que trabajan como si fuesen ambulantes?
LH: ¡Pues sí, pues sí! Y ni siquiera, porque nosotros sí pagamos impuestos, y un montón. ¡Y hay de nosotros si no los pagamos! Porque se nos persigue de inmediato. Nosotros, además, tenemos que pagar nuestra cuota sindical en la ANDA. En al ANDI también pagamos una cuota por los servicios que brinda esta sociedad en cuestión.
RRM: Por lo que se ha dicho en el Congreso, al parecer lo que se pretende con esta ley es crear un fondo, un fideicomiso, que sería administrado de manera tripartita.
LH: Así es, sería entre tres entidades: Hacienda, CONACULTA y el propio IMSS. Pero, pues, nadie sabe cómo va estar eso de un supuesto padrón.
RRM: Al parecer, es como un requisito, un documento previo con las listas o nombres de los beneficiarios para que lo tenga el secretario de Hacienda, Luis Videgaray, quien lo tendría que tomar en cuenta a la hora de que pase la iniciativa y se convierta en ley como tal.
LH: Y sí, pero se había dicho que ese padrón lo iba a hacer CONACULTA. Pero igual el FONCA podría hacer un esbozo de padrón con gente de la cultura, digo, porque hay apoyos para todas las disciplinas. Sin embargo, tenemos que reconocer que hay gente que comienza en la carrera y termina dedicándose a otra cosa, precisamente por las condiciones difíciles de trabajo. Hay gente que tiene la carrera, pero que ahora la alterna con algún negocio que abrió para no morirse de hambre. Por otro lado, recuerdo que un compañero de Coahuila me escribió indignado porque no había sido incluido en un padrón que se hizo allá, no sé si con miras a esto, la verdad no lo sé, pero me dijo que no había sido incluido y se estaba quejando en Derechos Humanos porque las instituciones culturales de su Estado no lo consideran artista, cuando él es gente de teatro. Entonces, tendríamos que cuestionar “a ver, ¿con base en qué se va a hacer ese padrón?” Y yo sinceramente opino que dicho padrón debe hacerse con base en el currículum real. Que todos presentemos nuestro currículum para ver cuántos años le hemos dedicado la vida a la cultura del país, en qué disciplina y qué obras de manera efectiva nos avalan.
RRM: Es decir, que los artistas que aparezcan en el padrón lo hagan por lo que de manera palpable se pueda comprobar que han hecho, que han trabajado, que han legado a la riqueza cultural del país.
LH: ¡Claro! Por supuesto. ¡Claro! Pero, también aquí tenemos que decir que hay mucha gente que trabaja de manera independiente. Y son grupos de enorme calidad artística. Y el hecho de que no sean famosos, ni reconocidos por los medios, ni por los críticos y que tampoco aparezcan en las listas del FONCA, por ejemplo, o del CONACULTA, no hace que en su medio sí se sepa que de verdad tienen una gran obra. Todo esto tiene que ser tomado en cuenta. No podemos hacer un padrón nada más así, con un perfil meramente institucional o con base en la fama o los círculos de amigos o conocidos porque, claro, van a surgir muchas estrellas reconocidas o conocidas o recomendadas que van a aparecer en todos los padrones habidos y por haber.
RRM: ¿Por qué lo mencionas?
LH: Porque hay gente que ha dado toda su vida, que se ha sacrificado verdaderamente en los Estados de la República montando obras, escribiendo, danzando, pintando, filmando, traduciendo, gestionando, haciendo música, realizando cómic, doblando, dirigiendo… en fin, hay Estados en donde no hay casi organismos que trabajen exclusivamente para la cultura. Existen los Institutos de Cultura en todos los Estados, pero de ahí a que realmente haya una gran actividad cultural hay mucha diferencia. En muchos Estados, por ejemplo, no hay ninguna escuela de arte, ¡ninguna! Es decir, si nos ponemos a ver bien, entonces la desigualdad existe en todos lados y también en la cultura. Hay Estados en donde se cuenta hasta con tres licenciaturas. Por ejemplo, de teatro. En otros no hay nada, sólo hay grupos pequeños y aislados que funcionan pero únicamente por sus ganas, su coraje, su empeño y su ímpetu, el ímpetu de sus integrantes. Uno que otro maestro de teatro forma jóvenes o abre uno que otro seminario, y eso cuando bien le va. ¿Me entiendes? Hay de todo, y como en todo, hay gente muy valiosa, muy talentosa, muy dedicada a la cultura y al arte, y también en todos lados hay gente que sólo se dedica al bluff y a tener más conectes y más círculos de amiguitos que talento de verdad o trabajo cultural en sí.
RRM: De ahí la importancia del currículum al que te referías.
LH: ¡Exactamente! Es decir, así como le piden a cualquier profesional su cédula profesional, a los médicos, a los historiadores… pues que se cree la cédula para el artista, pero para el artista que, con su trabajo, ¡ojo!, sólo con su trabajo, demuestre que realmente lo ha sido, que demuestre que realmente lo es. Por ejemplo, ahora, los actores y actrices que tenemos 40 años de carrera resulta que si no somos “licenciados” no podemos dar clase en ninguna universidad. Entonces, de pronto, así, de la nada, no puedes dar cátedra. ¿Te imaginas, luego de tantos? Lo que en otros países es casi natural e incuestionable, aquí es todo un impedimento. ¡Es terrible! Nos hacen a un lado como… como…
RRM: …como si no existieran, vamos.
LH: ¡Exacto! ¡Ándale! Como si por no haber un papel no existiéramos, como si nuestro trabajo no sirviera para nada. Entonces, ya ni en la Escuela Nacional de Arte Teatral (ENAT) ni en el Centro Universitario de Teatro (CUT) se están ocupando de verdad en resolver esta situación. Porque ahora resulta que un muchacho que acaba de egresar, y conste que lo digo con todo respeto, de una escuela de teatro, él sí puede ser contratado de inmediato por una universidad como profesor de actuación por el sólo hecho de tener un papel en donde dice que es licenciado, ¿pero en dónde está, entonces, la verdadera experiencia, que es fundamental para esta área del arte? ¿Qué enseñanza real tiene consigo? ¿Qué va a impartir? ¿Cómo va a poder formar a otros jóvenes actores cuando él mismo, siendo jovencito también, no tiene la experiencia, eso que nosotros llamamos “tablas”?
RRM: Alguien que tenga tablas, ¿así como tú, por ejemplo?
LH: Digo. Yo llevo 43 años ya trabajando profesionalmente, empecé a los 10 años a estudiar teatro. Si he de tomar el parámetro que ya te he mencionado, en donde no, yo no soy licenciada, pues, es como para preguntarse, “¡caray!, entonces, ¿dónde está mi vida en todo esto?, ¿dónde toda la aportación cultural a mi país?”
RRM: ¿Ya tuviste una experiencia al respecto?
LH: Pero por supuesto. Te digo esto porque ya me pasó, ya me pasó. Me ofrecieron una plaza en una universidad, por medio de un director de teatro que conoce muy bien toda mi carrera, todo lo que yo he hecho, y con el que trabajé; pues nada, que es maestro en esa universidad y me ofreció una plaza. Ok. Me hicieron llevar un currículum y toda una bola de papeleo peor que cuando presentas algo al FONCA para solicitar una beca, de verdad. Pero bueno, a pesar de eso, yo junté todo y de todo, y pasó después que ya cuando revisaron mis papeles, la plaza que me ofrecieron fue de mucho menor categoría que la que me habían ofrecido en un principio. Fue una lástima, porque en esas condiciones ya no valía mucho la pena para mí, la verdad. Pasó. Y digo, la intención con este maestro era precisamente que yo pudiera dar clases para tener seguridad social y todas las prestaciones de ley. ¿Te suena? Pero resulta que un buen día, me encuentro en la universidad en cuestión a un chico al que aprecio, aclaro, cuyo examen de actuación yo había presenciado dos años atrás, y le pregunto extrañada “¿qué andas haciendo por acá?”, y me dice “pues, entré a dar clases”. “Hombre, ¡qué bien! ¿Y de qué?”, que me contesta “pues me dieron una plaza de tiempo completo… ¡en actuación!” Y mira, la verdad… yo me quedé frí-a. Con esto te digo todo. Por eso insisto y espero que CONACULTA no nos vaya a pedir que seamos todos licenciados para poder estar en ese padrón. Porque hay mucha gente valiosa que estudiamos en los años 50, y todavía hay gente viva de la primera generación de la Escuela de Teatro del INBA, por ejemplo. Gente de los años 60, 70… ¿y vamos a quedar fuera por el único hecho de que no tenemos un papel en donde diga “licenciado”? No sería justo. Por eso será importante que también tomen en cuenta el currículum artístico, la experiencia, los años reales, comprobables, de la gente que ha trabajado en la cultura pero de verdad.
RRM: ¿Aquí no entraría el mencionado fondo para el retiro pensado para la gente mayor del ámbito cultural?
LH: Es que volvemos a lo mismo, y conste, esto es lo que yo creo, a lo mejor hay alguien que está mejor informado. Pero yo soy actriz y docente, e insisto en el siguiente punto: hay que revisar la Ley Federal del Trabajo, pues creo que es ahí donde tendría que añadirse un inciso en el que se incluyera a los trabajadores de la cultura. Tenemos que comenzar por ahí, porque si no, siempre seremos sólo gente con régimen especial.
RRM: Es decir, como los freelance.
LH: Así es. ¿Por qué no elaborar un inciso que hable de las condiciones inestables de trabajo de los trabajadores de la cultura? Y ya, que a partir de ahí se nos trate precisamente como eso, como trabajadores de la cultura, pintores, fotógrafos, escritores, bailarines, actores, guionistas, moneros, traductores, cineastas… somos muchos muchos. Ya Rascón Banda, el maestro, que tanta falta nos hace para dar estas luchas, de verdad, él llegó a afirmar que la cultura, después del petróleo y el turismo, aportaba el 6.7% del PIB, siendo la tercera fuente de ingresos más importantes de este país.
RRM: ¿Y no sería prudente mencionar esto ante Hacienda, investigando puntualmente, dado que los artistas, en ese sentido, también pagan impuestos?
LH: Por supuesto. Y claro que pagamos impuestos, aportamos a la economía formal de este país.
RRM: En ese sentido, ¿siente que a la comunidad artística se la trata como si fuese ilegal, como un parásito presupuestal, como una carga más que un gran activo?
LH: ¡Definitivamente! ¡Exactamente así! Es decir, estamos en la formalidad, porque entregamos un papelito, pero en realidad estamos también en la informalidad, porque no recibimos protección social. Porque para cualquier trabajo que hacemos entregamos nuestro recibo, y en el recibo vienen las retenciones, es decir, los impuestos que le dejamos al gobierno. Tanto a través del recibo como con las cuotas en la ANDA, ya estamos pagando impuestos y porcentajes, estamos cumpliendo como ciudadanos, pues. Es decir, estemos en una asociación o no, nosotros tenemos que dar recibo de honorarios. Y no sé, yo digo que el artista sólo tendría que estarse preocupando precisamente por ser mejor artista cada vez, y no estar pendiente de cómo llenar formas y poner números. Y ahí hay otro gasto, tenemos que contratar contadores para hacer todas nuestras declaraciones y demás. Por eso quiero aclarar que nosotros no somos un apartado ni un régimen especial que goza de ningún privilegio, ¡no! No somos ni una carga ni vamos a desfalcar al IMSS, como se anda diciendo también por ahí, incluso de otros sectores que también están luchando por lo mismo. Nosotros sólo estamos pidiendo que se haga efectivo nuestro derecho a la salud y a un retiro justo, y tal como le dijimos a los Senadores cuando pasó la iniciativa: La Ley de Seguridad Social para los Artistas tiene que dejar de ser vista como una petición de un grupo de ciudadanos de segunda porque no lo somos, somos como cualquier otro trabajador, ni más ni menos que eso.
RRM: ¿Quiénes estaban ahí cuando pasó la iniciativa?
LH: Estaba Mario Fanlio Beltrones, Carlos Navarrete y otros que eran Senadores en ese momento. Y no sé, para mí, en lo personal, fue gratificante ver cómo esa gente en su calidad de Senadores aprobaba esto. Y el diputado Arroyo Vieyra, en el periodo anterior, como presidente de la Cámara, nos dijo muy directo y claramente que había ciertas inconsistencias, tal como dijo Margarita Saldaña, y es que se había colocado esta ley en un paquete junto con otras relacionadas sólo con Hacienda, por eso anda atorada, porque está en medio de muchas otras de carácter económico y no del medio cultural, como en principio tendría que ser.
RRM: Pero supongo que precisamente por eso ustedes acudieron con los Senadores y los Diputados involucrados en la aprobación de esta iniciativa, ¿cierto?
LH: Sí, claro. Y eso mismo se lo hicimos ver al diputado Vieyra. A mí me da la impresión de que, en ese sentido, este diputado es un hombre sensible. Julieta (Egurrola) me decía que a ellos simplemente no les importa los demás. Pero yo creo que sí, y que, efectivamente, también es cierto que a veces observamos cómo estos funcionarios ven a la cultura, e incluso últimamente a la educación, casi como un adorno, como un gasto inútil, y tal vez por eso los trabajadores de la cultura llevamos ante la sociedad ese estigma, que somos sólo eso, un adorno, nada fundamental para la sociedad. Se considera clave, y lo es, la salud, la vivienda, los changarros, etcétera, pero al crecimiento intelectual y espiritual a través del arte y la cultura no se los considera clave, y el resultado ya lo estamos viendo: la cantidad de jóvenes que, por no tener acceso a la educación y a la cultura, se están dedicando ahora a ser sicarios. Y nosotros, los que pertenecemos, como en mi caso que soy miembro desde hace cinco años, al elenco estable de la Compañía Nacional de Teatro, tenemos plena conciencia de llevar el arte a toda la población sin distinción alguna. Existen muchos y diversos esfuerzos, como ahora en el del GDF en donde por medio de un programa piloto, en las escuelas de tiempo completo, los niños en la tarde volverán a tener educación musical, dancística, teatral, literaria, en artes plásticas…
RRM: ¿Los niños volverán a tener educación artística amplia en la capital del país?
LH: Así es. Y mira, te cuento una anécdota rapidito. Fui a que me entrevistara Televisión Mexiquense, y de regreso el taxista me contó que tenía una chiquita de cinco años que participaba en un coro, y que, de hecho, ya había cantado en Bellas Artes. El chofer me contó que él nunca había entrado a Bellas Artes, y que entró para ver a su hija. Pero lo más hermoso fue lo que me dijo de su hija, que es una niña muy disciplinada y con un sentido de la responsabilidad tremendo. Que una vez se agripó y tenía que ir a cantar a una iglesia, y que en vez de quedarse a reposar, ella se paró y dijo que no, que tenía que ir a cantar, pues tenía una responsabilidad y un compromiso muy grande con su grupo. ¡Así! Así de fuerte es la influencia del arte en la vida de las personas. El chofer me dijo varias veces cómo se sentía orgulloso de su hija, una niña muy diferente. Y yo pensé en ese momento pues que yo también había sido así, una niña diferente, y que por eso a los diez años quise estudiar teatro… porque viví rodeada de cultura desde siempre, rodeada de letras, de música, de poesía, de danza, de ópera, y es cuando pienso que todos los niños necesitan, como todos necesitamos, desarrollarse en medio de la cultura, de las artes. Es todo un medio de expresión que ayuda a mejorar el mundo en el que vivimos. Es lo que permite que se desarrollen las cualidades espirituales de un individuo; sin la cultura al lado de la educación habrá y seguirá habiendo enormes carencias en el crecimiento duradero y sostenido de México.
RRM: En este sentido, entonces, ¿qué le dirías a los legisladores que tendrán en sus manos la decisión de aprobar esta iniciativa y convertirla en ley, en un futuro no muy lejano, esperemos? Y tal vez, por qué no, incluyendo en este sentido al mismo presidente de la República. ¿Qué le podría pasar a México si no va de la mano de la protección al mundo de las artes, de la cultura y sus trabajadores, como les llamas?
LH: Pues yo creo que corremos el riesgo de ser únicamente un país de tecnócratas que sólo estará enganchado y muy pendiente de los índices económicos, por eso insisto en que no podemos olvidarnos de volver a poner la semilla que nos pusieron a nosotros cuando estábamos en la primaria. Esa semilla que nos hizo amar la música, la poesía, la danza, el teatro… ¡toda la cultura! La cultura tiene que ser rescatada en los programas de educación básica de todo el país, desde el kínder hasta las preparatorias, que ya son obligatorias según sé. Que el artículo 4 de la Constitución, consagrado a la cultura como un derecho para todos los mexicanos, se vincule con todas las reformas educativas que se pretendan hacer para que se garantice verdaderamente la educación artística en las escuelas. En todas las escuelas: públicas, privadas y especiales. Con eso estaremos propiciando, ayudando a educar a nuestros niños y nuestros jóvenes de una forma más sensible, de una forma más abierta a la naturaleza y al mundo. El que es sensible a la música, al cine, a las letras, siempre será sensible al mundo que le rodea.
RRM: ¿Crees que así esos niños serán mejores individuos? ¿Mejores seres humanos, mejores ciudadanos?
LH: ¡Completamente y en todos los sentidos! Por eso les pido a la Cámara de Diputados y al secretario de Hacienda no sólo que le otorguen más dinero a la cultura en sí, sino que vigilen esos recursos bien, que vigilen en qué se gastan esos recursos en las entidades federales. Porque no hay un seguimiento puntual. Que le hagan como cuando nosotros pedimos o concursamos por un apoyo para un proyecto cultural, en donde debemos justificar hasta él último centavo para ver en qué se gastó qué y para qué. ¡Todo! Eso sería lo ideal, pero que se haga con todos, con todos, desde arriba hasta abajo, porque luego resulta, y lo sé de cierto, tengo pruebas, que a la hora de apoyar a la cultura te dan una respuesta del tipo “no, este año no, estamos muy bajos de presupuesto para la cultura porque es año electoral”. ¡Perdón! ¿Qué tiene que ver eso? Yo creo que bastante dinero reciben ya los partidos políticos como para, encima, estar negando los recursos a sectores que lo necesitan independientemente de que haya elecciones o no. Que las instituciones culturales de los Estados emitan un informe puntual de los gastos, que se vea en qué se gasta realmente el dinero para la cultura, a qué grupos y a qué creadores apoyan, de qué manera lo hacen, y que observen también que la educación artística, que es como se le debe decir, no sólo tendría que depender del INBA sino que la responsabilidad puede repartirse entre muchas otras instituciones.
RRM: ¿Qué les dirías a los otros artistas, al resto de la comunidad, más allá de la actoral, a tus otros compañeros, pues?
LH: Yo creo que, en mayor o menor medida, hemos logrado un poquito de organización, pero lo que nos falta es precisamente eso: unidad y organización. Que todas las disciplinas se unan y organicen para armar lo que sería el gran gremio cultural y artístico de este país. Hay muchos compañeros muy desprotegidos, pero todos tenemos que entender que si no estamos unidos y organizados difícilmente podremos tener victorias que celebrar. Porque ya no hay Rascón Banda que se den en maseta, no hay Marías Rojo que se den en maseta… Y no sé, se me viene a la mente que ha sido la propia María la que nos ha convocado para que, en determinados momentos, la apoyemos, pero sólo ahí es donde más o menos sentimos que hay gremio, pero habría que ir más allá.
RRM: Hay artistas que hoy en día ganan mucho dinero, gente muy mediática. ¿Necesitarán ayuda y protección social?, la gente podría preguntarse esto.
LH: Ya he dicho cómo es nuestra situación en general y la gente no debe de vernos como un sector privilegiado, porque no hay nada más lejano a la realidad. Ahora bien, si hay quien se sienta o es un artista de excepción, un o una diva, por decir, pues que se autoexcluya, que no se inscriba en los programas que, en principio, nos darían seguridad social y todos los derechos a todos. Que no vaya si siente que le alcanza para todo y mucho más, pero que no interrumpa la inscripción del resto que sí cree que lo necesitamos. Nosotros necesitamos de un subsidio para dedicarnos de tiempo completo, en cuerpo y alma, a nuestro trabajo. Podemos estar especializándonos cada vez más para poder presentar productos cada vez de mayor calidad artística, y eso beneficiaría al público y la gente del país en general. En fin, lo que puedo concluir es que el que verdaderamente se dedica con amor y pasión a la cultura, en general, se lo pasa muy mal… ¡muy mal! Y a veces, voy a utilizar una palabra muy fuerte, el artista tiene que traicionar o prostituir su vocación artística para poder sobrevivir, para poder comer.
(Luisa comienza a sollozar al recordar a un ex alumno que vio en un festival en Guadalajara trabajando de botarga al que le dio apoyo moral en ese momento, aunque en el fondo se estaba desmoronando, pues le dolió ver cómo ese actor, talentoso, que había sido su alumno, tenía que estar saltando como pájaro de caricatura para sobrevivir).
RRM: No siempre uno se topa con una actriz de la talla de Luisa Huertas, sensible ante este tipo de realidades, para escuchar de su boca una postura así de firme y clara como la que has planteado. Otra razón más para admirarte. ¿Quieres añadir algo a esta entrevista?
LH: Pues mira, sólo volver a insistir en que la ley para la Seguridad Social de los Artistas no es un capricho sino un derecho al que nosotros como trabajadores de la cultura debemos acceder. Como mexicanos es un derecho, no una limosna, uno que pedimos como hacedores de cultura, como amantes de nuestro país y como los tercos que somos en preservar nuestra riqueza cultural, en abonarla todos los días. Queremos que se eleve a rango constitucional el derecho de todos los mexicanos a la cultura, de que nos brinden las condiciones para hacer cultura de calidad y llevarla a toda la población. Eso es lo que exigimos, ya no pedimos, ¡exigimos!
RRM: Con esa reflexión nos quedamos. Muchas gracias por esta entrevista, Luisa Huertas.
LH: Muchas gracias a ti, Roberto.
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Un llamado
Hace más de un mes desaparecieron 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa, en el Estado de Guerrero, México. No voy a escribir sobre esos macabros sucesos, ya ha corrido, sigue corriendo y seguramente correrá, mucha tinta al respecto.
Antes bien, quise detenerme y reflexionar sobre todo lo que desde hace décadas el Estado mexicano ha ido dejando de lado en cuanto las más mínimas cosas que tendrían, por principio democrático, que estar dentro de su abanico natural de obligaciones. Sobre esa ceguera de seguir a pie juntillas una agenda de perfil empresarial que, si bien es muy buena en ciertos terrenos, los suyos, los de la privada ganancia y la socialización de las pérdidas, puede ser de espanto a la hora de aplicarlo al desempeño de un gobierno federal como el mexicano que, en principio, tendría que velar por el bien público, el de esta ya de por sí compleja Nación que le brindó a América Latina su primera gran Revolución social.
En este sentido, tal pareciera que los artistas mexicanos nos están haciendo pensar en estas cosas al convocar a una gran manifestación y dar comienzo a una serie de reuniones, foros y marchas para no dejar de pensar, de reflexionar y, sobre todo, para no dejar de indignarnos ante la muerte violenta propiciada desde las oscuridades obscenas del poder real, esa que, últimamente, se pasea sin pudor y a sus anchas por casi todo el territorio nacional. La misma que muchos analistas retoman e insertan, conscientes o no, en sus escritos como si fuese ya algo muy natural.
Una gran convocatoria ha sido lanzada por dramaturgos como David Psalmon, Luisa Prado y Antonio Zúñiga en apoyo a los familiares de los desaparecidos y teniendo como estandarte la exigencia de que aparezcan con vida los ya mencionados normalistas.
Así las cosas, como ya he mencionado, no escribiré propiamente sobre eso. Antes bien, mi propósito es más humilde y, dado que han sido los artistas los que han convocado a que nos movilicemos para repensar un país, he aquí un granito de arena tan sólo para acercarnos un poco al panorama del gremio artístico y su (nuestro) derecho a la salud.
“Nadie tiene derecho a secuestrar y matar a sangre fría a ningún persona en ninguna parte del mundo.
A estas alturas de la historia, no necesito ley de ningún tipo para comprender que eso es humanidad”.
- Roberto Rueda Monreal es politólogo y traductor literario.
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