Mucho macho mocho

21/10/2009
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  • Opinión
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Al parecer, todo comenzó en el Estado de Puebla, cuando un sacerdote, con su respectivo monaguillo, comenzó a moverse políticamente para introducir modificaciones a la Constitución de su Estado para “proteger la vida”, con todo lo que, ya se sabe, implica dicha frase dentro del clásico discurso conservador de México de los últimos dos siglos, por no retroceder aún más en el tiempo.
 
Y no es que sea escandaloso que un sacerdote pueda sacar su ente político para llevar a cabo acciones que le convengan en lo personal o lo gremial o “lo espiritual” –es algo común desde hace mucho, a pesar de que, como ellos, nos rasguemos las vestiduras–, lo escandaloso es que los medios no se escandalicen por este proceder en un país laico y democrático, pero sí lo hagan por los comerciales políticos de los políticos, o los del IFE, o con la actitud del SME, o que llenen de zozobra a la población al cubrir durante tooodo un día la muerte anunciada de un niño gringo que está en posibilidad de caerse a miles de metros de altura desde un globo aerostático, cuando ni siquiera se dignan a confirmar la información: el niño nunca estuvo en tal globo. Estaba en su casa. “¡Usted disculpará!”
 
Me llama poderosamente la atención el tratamiento de los medios ante el hecho noticioso. Por lo general, este hace gala de un autismo enorme por todos lados y en niveles importantes. Me representa una gran contradicción la crítica brutal de los mismos hacia el divorcio que observan entre la sociedad y su clase política, misma que se convierte en pueril a la hora de intentar establecer otro similar: el de ellos con la realidad.
 
Botón mejor no se podría encontrar a la hora de observar estas acciones para “proteger la vida”. La efectividad de un padrecito para modificar una ley importantísima, nada más ni nada menos que la Constitución del Estado de Puebla, les pasó de noche en cuanto a análisis y repercusión social en un asunto de tal envergadura. Les pasa de noche que en el Estado de Puebla, tan sólo en 2006, el 51.1% de la población (por encima del promedio nacional), a pesar de estar casada o en unión libre, ha sido objeto de violencia por parte de su pareja sentimental en turno en los últimos doce meses. Quizás porque son precisamente mujeres quienes abarcan ese porcentaje.
 
Ya no hablemos de que puedan hacer el esfuerzo de desglosar qué tipo de violencia se aplica a ese porcentaje, que siempre varía y casi siempre al alza: física, emocional, económica, sexual, psicológica… para obtener una radiografía, con moretones más que evidentes, medianamente objetiva sobre las madrizas, aquí sí, literales, que la democracia recibe día a día en México.
 
Estos madrazos no les interesan. Les interesa el discurso, les interesan las pláticas, les interesa el mundo parlamentario, les interesa descubrir una posible mentira, les interesa el morbo, les interesa la inmediatez, les interesa la mediocridad política, les interesa el perfil de la foto, los gestos, les interesa la especulación con los números, les interesan los debates entre su propio círculo, les interesa qué hace el vecino cuando sale del trabajo, les interesa el diputado más gritón, en resumen: no les interesa la realidad social ni su complicada circunstancia.
 
Tan es así, que, dentro de la crítica que ya he expuesto, no se dignaron tampoco a escandalizarse por la serie de movimientos que le siguió al realizado en el Estado de Puebla. El 21 de octubre de 2008, aquel movimiento político-pastoral se convirtió en ley estatal. Siguieron movimientos similares en Morelos, Baja California, Colima, Durango y Nayarit, produciendo otras iniciativas en el mismo sentido en el Estado de México, Guanajuato, Aguascalientes, Oaxaca, Veracruz, Querétaro, Campeche, San Luis Potosí Y Quintana Roo.
 
¿Y usted, querido lector, se enteró de dichos movimientos? Si su respuesta es no, es comprensible: no se hizo un gran escándalo, ni hubo correos masivos con caras de foquitas canadienses que salvar, ni toros ensangrentados que consolar, ni megamarchas de mujeres madreadas y tampoco se ligó esta brutal realidad a las nalgas mal operadas de Alejandra Guzmán, mismas que sí han logrado posicionar en el terreno de la salud pública una gran discusión tanto de los cirujanos chocolate, y sus sanciones judiciales, como de la silicona u otras sustancias mal administradas a chicas o señoras que quieren mejorar sus carnes.
 
Sin embargo, halando de sanciones judiciales, volver delito el aborto ha significado que las cifras oficiales de la Secretaría de Salud nos digan que en Puebla las muertes censadas por aborto sean: 8 en 2002; 5 en 2003; 4 en 2004; 6 en 2005; 2 en 2006 y 5 en 2007. De acuerdo con el Guttmacher Institute, la situación de la ilegalidad ha provocado que haya aumentado el número de abortos inducidos en 33%. Saque usted sus conclusiones.
 
Un hecho inobjetable ante esta realidad brutalísima es la participación del PRI, a través de sus bancadas estatales, para que estas iniciativas antiaborto sean una realidad. ¿Cómo es posible, si en agosto del año pasado el PRI llegó a “renovarse” cambiando sus principios de centro-derecha por unos socialdemócratas, según esto? ¿Cómo es posible si su dirigencia tiene vagina, usa huipil, aretes y maquillaje? ¿Cómo entender que esta realidad brutal que sufre el porcentaje más amplio de la población mexicana (es decir, quien puede decidir, sin más, el destino político del país), las mujeres, le sea indiferente a Beatriz Paredes, que, como cabeza de partido, cuyo poder de convencimiento y negociación es enorme, en todo anda, de todo opina y en todo influye? ¿Dónde están las mujeres del PRI y sus reclamos al respecto? ¿Son más los machos al interior del PRI? ¿Los hombres machos priistas definirán las políticas que incidan mortalmente en las mujeres en edad de procrear? ¿De nada sirve, entonces, que la población apueste por las mujeres en el poder, si al final, ellas mismas serán sus mejores verdugos a la hora de decidir sobre su propio cuerpo?
 
Y en los medios, ¿es tanta la hombría y la visión misógina que existe en ellos que por eso vemos a comunicadoras intentado, cada vez más, parecerse a Zabludovsky, a López Dóriga, etcétera? ¿No pueden incidir ellas, aunque sea un poquito, en pos de sus iguales? ¿No les duele miles de muertes al año por prácticas de aborto clandestino? ¿No ven el retroceso oscurantista que esto significa para la dignidad de las personas, de los seres humanos, de las mujeres?
 
Una última pregunta: ¿se hará conciencia sobre el aborto como un asunto de salud pública hasta que nos lleguen correos electrónicos masivos con mujeres metiéndose un gancho sucio por salva sea la parte?
 
Lo dicho. En política, en los derechos de las mujeres, aún con mujeres en puestos de poder, en nuestro país: ¡mucho macho mocho!
 
- Roberto Rueda Monreal es Politólogo y traductor literario.
https://www.alainet.org/es/active/33894?language=en
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