Una visión de tantas para el debate
Las drogas, la felicidad y la población invisible
29/11/2010
- Opinión
Después de algunos malos entendidos, el presidente Felipe Calderón abrió una pequeña ventana para poner a discusión el tema del consumo de drogas y el narcotráfico, pero, dejando claro que, dada “la ventaja gubernamental” en su lucha contra el crimen, la legalización de las mismas es prácticamente imposible (demasiado adaptados a las políticas de Washington).
Hecha la acotación, nuestro mandatario pone sobre la mesa, pues, algunas de sus cartas e invita a otros a hacer lo propio. Le tomamos la palabra. He aquí una pequeña reflexión.
Después de recordar viejos coloquios especializados, pláticas, opiniones, volver a ver ciertas películas, y revisar bastante material al respecto –incluyendo el muy actual concepto de la recreación–, me sorprendí. Y es que hay de sorpresas a sorpresas. Si bien es cierto que el tema de las drogas ha sido incansablemente abordado, es desolador darse cuenta de que, también, la gran mayoría de las veces, ha sido cuadrada y dogmáticamente discutido.
Las comunidades que pertenecen al underground, por supuesto, son las verdaderas estrellas de todo lo que rodea al mundo del consumo de drogas, cuantimás si en él abundan fenómenos generadores de signos que delimitan a rajatabla lo privado y lo público (el pacheco nunca será lo mismo que el preparatoriano), como lo es el ghetto, el mismo que nos remite inmediatamente a códigos y formas de comportamiento bien ubicados, catalogados y “expertamente” manejados por miles de especialistas.
Partiendo del hecho de que se ha generalizado mucho más el consumo de varias drogas, sobre todo por el sector juvenil, quiero remitirme a un número específico de éstas, ya que son las más socorridas del momento. Estamos hablando de la mariguana, la cocaína, el éxtasis, la ketamina o K, el ácido GBH y el speed.
Ahora bien, como la cantaleta de la guerra, y posterior lucha, contra el narco reza que se está dando la pelea para que “la droga no llegue a tus hijos”, es natural que la asociación macabrona Drogas = Muerte pese de manera brutal en la mente del ciudadano común. Al igual que otras relaciones automáticas, toda persona medianamente informada sabe que detrás de estas igualdades existe un factor crucial uniformador: el prejuicio.
Existen tantos prejuicios como “condiciones” desde las cuales se discrimina a las personas: el color, la ideología, los ingresos, la cultura, la sexualidad, la religión, el vestido, la región, la nacionalidad, el acento, el idioma, el gusto, la complexión, el físico, la moral, etcétera. Tenemos entonces una amplísima gama de “condicionantes” para el prejuicio que, incluso ellas mismas, son prejuiciosas entre sí. Bajo ese tenor, la fórmula Drogas = Muerte me pareció tan prejuiciosa como aquella vieja campaña de TV Azteca llamada Vive Sin Drogas donde, en uno de sus muchos infumables comerciales, un muchachito moría ahogado después de haberse fumado un churro, cuando a todas luces era evidente que el mensaje encajaba mucho mejor con la promoción de alguna escuela de natación marca patito.
Así las cosas, me inyecté una buena dosis de dudas. ¿Hasta qué punto el mundo de las drogas –incluyendo guerras, capos, bandas, leyes y todo lo que se pueda relacionar con él– está siendo abordado, de entrada y a rajatabla, prejuiciosamente? Y en esa misma sustancia, ¿en qué medida las definiciones y conceptos que parten de esa percepción, más que ayudar a remediar males, son utilizados, a partir de prejuicios, para fortalecer un único y determinado circulo vicioso?
Planteadas las preguntas no hay más que dar el golpe e intentar poner estos colores raros, nebulosos y hasta nuevos, en unos más claros, definidos e identificables. Vayamos, pues, con las definiciones (contenidos) de las drogas que ya he mencionado –las básicas, ya que no es pretensión de este escribano especializarse en química o en medicina–, después de las cuales describiremos brevemente las posibles reacciones por su uso –las más generales–, en cursivas.
La marihuana: (Hispam.). *Cáñamo común. «*Hachís. Cáñamo indio». *Narcótico extraído de ciertas variedades de cáñamo. (V. «hierba» Cannabis.).
(En dosis pequeñas puede ser relajante o estimulante. Abre el apetito. En grandes dosis provoca alucinaciones. Sus cualidades curativas en personas con asma, glaucoma, cáncer y sida son producto de controversia, aunque ya se han demostrado algunos efectos positivos al respecto. Su mayor efecto negativo es que puede dar paso al consumo de otras drogas, característica que comparte con el tabaco.).
La cocaína: *Alcaloide obtenido de las hojas de la coca, que se emplea como *Anestésico.
(V. «cocainomanía, cocainómano».) Anestésico: (adj. y, en masc., t. n.). Se aplica a lo que anestesia, particularmente a los medicamentos. Anestesia: estado del organismo o de una parte de él cuando no tiene sensibilidad.
(Poderoso estimulante que inicialmente se usó para resistir fuertes jornadas de trabajo, pues aparte de administrar un gran vigor físico, también da enormes sentimientos de euforia. Si se inhala, sus efectos aparecen entre 15 y 30 minutos, no así cuando se inyecta, allí son inmediatos. Si se abusa de ella, causa ansiedad, paranoia, falta de apetito e insomnio, estados que, a su vez, pueden causar pérdidas severas de peso. Es común también la dificultad de respiración y ataques al corazón.).
El éxtasis o la tacha: (medicina). Sustancia que propicia la paralización o disminución anormal de la circulación de la sangre.
(Es popular porque provoca una sensación eufórica que reduce las inhibiciones, autoaceptación y aceptación de los otros. Causa sudoración extrema cuando se ha tomado y se baila, de tal suerte que se pierde mucha agua que, si no se reemplaza, origina fatiga, mareo, desorientación y desmayo.).
La ketamina, special K o K: Es un agente analgésico, usado principalmente en la anestesia pediátrica y veterinaria (se inmovilizan desde gatos hasta monos con ella). Soluble al agua, es posible subministrarla intramuscularmente. Por ello, se la utiliza también para atacar los dolores neuropáticos.
(Tiene toda una lista de efectos variables ya que influyen factores como el peso, la tolerancia y el uso de otras drogas del individuo que la consume. Sin embargo las alucinaciones son lo más frecuente. Esto lo sabe muy bien el consumidor, quien normalmente busca mezclarla. Esta mezcla alterará la sangre del cerebro, provocando cambios en la visión –se deforma indiscriminadamente– y la audición –se reduce–, percibiendo así un mundo muy distinto. Como los músculos se ponen rígidos, se puede llegar a perder la capacidad de hablar, durante la ingesta. Sed, náusea y vómito pueden presentarse cuando se está en esta parálisis. Sólo para reiterar la variabilidad, influyen los factores externos también, en donde una combinación leve puede anestesiar el cuerpo entero.).
El ácido GBH: Cuerpo *químico resultante de la combinación del agua y un óxido metálico. Óxido: (*química). Cualquier cuerpo resultante de la combinación del oxígeno con otro elemento, generalmente un metal. Particularmente, capa de ese cuerpo que se forma sobre los metales, por ejemplo el hierro, expuestos al aire o la humedad. Los óxidos se designan adjuntando al nombre «óxido» el del otro elemento, precedido de «de».
(Los usuarios describen la experiencia como un "viaje", porque es como un recorrido a otros placeres. Provoca alucinaciones. Un "mal viaje" se caracteriza por pánico, pérdida del juicio y del autocontrol, regresiones, sensaciones de parálisis, irrealidad y distorsión de las percepciones visuales.).
Heroína: *Alcaloide de la morfina existente en el hachís; es el más apto de los existentes en la morfina para crear hábito, por lo que su empleo y fabricación están prohibidos por acuerdo internacional.
(Derivado de la amapola, produce euforia y sensación de seguridad, además de que calma el dolor. En grandes dosis induce el sueño. Sus efectos negativos son un severo síndrome de abstinencia, nerviosismo, ansiedad, comezón y "carne de gallina", entre otros. Debido a que es altamente adictiva, el mayor peligro es la sobredosis. Si se comparten jeringas, se corre el riesgo de adquirir enfermedades como la septicemia –envenenamiento de la sangre–, hepatitis y el VIH).
El speedball o Cristal: Coctel (combinación) de heroína y cocaína.
(Ya describimos los efectos de la cocaína y de la heroína. También combínelos).
Una vez conocidas estas particularidades, me llama especialmente la atención una reacción común en casi todas las sustancias. La euforia o sensación eufórica, ya sea de manera inmediata, intermedia o lejana. Recurro al inseparable y profesional diccionario María Moliner y me encuentro con la siguiente definición.
Euforia (del gr. {euphoría}. No suele usarse como complemento). 1- f. Capacidad para aguantar el dolor y las adversidades. 2- En el lenguaje corriente, sensación de bienestar generalmente exteriorizado, producida bien por un estado físico perfecto, bien por alguna satisfacción material o espiritual. MED. Se emplea con el significado de {tendencia al optimismo}. Alegría, elación, entusiasmo, buen estado de ánimo, exaltación felicidad, ligereza de espíritu, optimismo, placidez, triunfalismo. Eufórico, radiante, rebosante, resplandeciente. Disforia. Feliz.
Es decir, conceptos que nos remiten de manera exclusiva al estado de ánimo más saludable de la tierra: feliz.
Con prescripción o sin ella
Claro que también entran a colación las alucinaciones, la paranoia, la ansiedad, el sueño y el resto de consecuencias que tienen que ver con la situación física. Sin embargo, y a riesgo de estar generalizando mal, me parece que, si hacemos una división clara entre aquellos que usan drogas por recomendación médica legal y aquellos que no, estaríamos identificando a los individuos que las buscan para hallar felicidad –con todo lo que eso signifique para cada uno de ellos; de tal suerte que lo que le pase al cuerpo, durante y después de la administración de la droga, es meramente circunstancial. Sería algo así como el precio a pagar. Como la cruda que los borrachos saben de antemano que sufrirán, sin que por ello dejen a un lado sus planes de juerga etílica. Esta situación de peligro o riesgo es la misma que puede aplicársele al que no se pone casco, al que corre en lugar prohibido, al que no usa condón, a la que usa celular al manejar, al que escala sin conocimientos, al que se avienta sin paracaídas, en fin, al que se arriesga.
Las drogas en el ámbito legal son asimiladas, comprendidas y suministradas desde un punto de vista médico. Así las cosas, una droga es una sustancia natural o sintética –de acción enérgica y para aliviar el dolor– que se emplea médicamente. Ahora bien, de ese universo se da una especial atención al estupefaciente, que es aquel que crea hábito y del cual resulta casi imposible prescindir, por lo que a los terrenos de la salud pública corresponde.
Cuando al consumo de drogas sólo se le aborda desde estos puntos de vista, entonces, el objetivo de la felicidad placentera y consumidora queda estrictamente fuera de su alcance y, por ende, de su comprensión. “Es una puerta falsa”, “no necesitas drogarte para divertirte”, “las garras de la drogadicción”, etcétera, son slogans extraídos de la vox populi más básica con los que se nutre el gobierno y con los que pretende justificar una lucha, cuya estela de terror y muerte ha fortalecido la narcótica situación nacional en la que ha salido peor el remedio que la enfermedad (han muerto a plomo más personas en dicha lucha que por sobredosis comprobadas).
Para el caso, los medios gubernamental y no gubernamental omiten por igual los conceptos felicidad y euforia (que, en general, son los objetivos del consumidor), para dar paso inmediato a la preservación y cuidado de la salud, por sobre todas las cosas. Proteger la calidad de vida y la vida misma de los ciudadanos, en nuestro nombre. Esto es lo legal, pero en este terreno entran drogas como el alcohol y el tabaco, por mencionar sólo dos de las drogas legales consumidas masivamente. Siendo así de directo y fuerte el discurso de la salud, ¿veremos, entonces, en los próximos años, la ilegalización de dichas drogas también? ¿Ya se están contando los muertos que tendremos, lamentablemente, por dicha acción?
A pesar de las estadísticas que ponen en primer plano al tabaquismo y al índice alarmante de alcoholismo, en todos los estratos sociales, como primerísimas causas de muerte, curiosa o sospechosamente, aquí el gobierno y sus campañas son demasiado laxos, persuasivamente hablando. De no ser así, ¿por qué, aquí sí, sólo apela al libre albedrío de millones de adultos, jóvenes y adolescentes en la rebatinga de lo malo y lo bueno en cuanto al consumo del alcohol y del tabaco? ¿La leyenda “este producto es nocivo para la salud” lo indulta?
Si las instituciones de salud pretenden, efectivamente, mantener a la población lo más saludable que se pueda, dado que, en estos menesteres, es su objetivo y razón de ser principales, ¿por qué no hacer una revisión muy puntual de las verdaderas motivaciones de la gente, más allá de un cuadro clínico legal, que es, precisamente, el que invisibiliza las particulares necesidades de una considerable parte de esta población consumidora?
Si nos atenemos a la máxima rousseauniana de que el objetivo supremo del Estado debiera ser la búsqueda de la felicidad de sus miembros, al ver las cifras cada vez más pujantes de consumidores de drogas que buscan un pedazo de aquel objetivo supremo, no queda mas que dudar de “la preocupación real” por parte del Estado que dice sí a algunas sustancias altamente adictivas y no a otras que son igual adictivas o que, incluso, ni siquiera lo son. A saber.
DOSIS EXTRA: Según la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), México sólo destina a la educación 1.1% de su presupuesto.
Por otro lado, los niños y adolescentes regresarán a sus colegios y seguirán comiendo comida chatarra.
Entonces, ¿dónde está la defensa de la salud y de los derechos de los niños y jóvenes, parapeto perfecto de nuestra lucha contra las drogas?
- Roberto Rueda Monreal es politólogo y traductor literario.
https://www.alainet.org/es/active/42637?language=en
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