Presos del trabajo forzado

Marionetas de la ilegalidad

23/12/2008
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  • Opinión
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En el siglo XXI la esclavitud sigue existiendo y es un flagelo que no distingue sexo ni edad. Las víctimas históricamente son las mismas: personas a las que el poder les da la espalda.

En 1789, producto de la Revolución Francesa, por primera vez en la historia comenzaban a pensarse los derechos que atañen a todas las personas. Se firmaba la Declaración Universal de los Derechos del Hombre y con ello se establecía que “todos los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos”.

Sin embargo aquellos principios revolucionarios parecen estar guardados en la profundidad de un cajón, por eso mismo hay que preguntarse si realmente vivimos en un mundo libre y sin sometimientos.

Es importante tener en cuenta que a nivel mundial se esta atravesando una de las crisis financieras más duras, lo cual inevitablemente derivará -en un futuro no muy lejano- en un aumento de pobres.

Recientemente, el secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Ban Ki-moon y la alta comisionada de derechos humanos, Navi Pillay, advirtieron que hombres y mujeres se encontrarán más vulnerables a caer en situaciones similares a las de la esclavitud.

Según Naciones Unidas, todavía existen en el mundo 27 millones de esclavos, obligados a desarrollar trabajos forzosos. A 60 años después de haber sido abolida -10 de diciembre de 1948- la esclavitud aún no ha sido erradicada.

La esclavitud sigue estando tan presente como entonces. Tanto es así, que la Organización Internacional del Trabajo (OIT), calcula que aproximadamente 1,3 millones son oriundos de América Latina. Posicionándose como la segunda región con más trabajo forzoso del mundo, después de Asia.

Las cifras son alarmantes, y si bien existen convenciones, y la mayoría de los países del mundo han firmado la Declaración de los Derechos del Hombre, la esclavitud, en todas sus formas, aumenta y poco -o casi nada para ser más precisos- se hace para ponerle freno a uno de los peores males del mundo.

La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), en el primer estudio sobre la “esclavitud histórica y contemporánea”, asegura que si bien “oficialmente” está prohibido que un individuo esté bajo el dominio de otro, perdiendo su capacidad de libertad, la esclavitud aun sigue siendo un “componente de la vida contemporánea ampliamente extendido y profundamente arraigado”.

Cuando en la actualidad se habla de esclavitud, se hace referencia al tráfico de seres humanos, la servidumbre sexual y el trabajo infantil. Aunque aun hay que tener en cuenta los sistemas de esclavitud históricos, donde los peones prestaban mano de obra sin salarios, legado de las colonizaciones que aun perdura.

En el continente, las principales víctimas han sido los campesinos, indígenas y los trabajadores emigrantes en situación irregular, que están obligados a desempeñar trabajos mal remunerados y sumamente forzosos.

Pero como si eso no fuera suficientemente humillante, deben cumplir sus labores sin quejarse ni causar “problemas” porque están bajo la amenaza de un despido.

A nivel mundial el tráfico de personas crece diariamente, tanto para prostitución como para labores inhumanos dentro de fábricas textiles. Lo más aterrador es que ese aumento se debe a que existen redes que operan bajo la protección de políticos y policías. Irónicamente, son estos quienes deberían luchar por frenar este flagelo.

Son muchas las formas de esclavitud, la sexual es una de las más violentas y denigrantes, porque lo psicológico toma un papel muy importante. Las mujeres y los niños son quienes sufren más esta agresión.

Como ya se mencionó, los niños son quizás los más perjudicados dentro de este mundo de injusticias. Según datos de OIT, 1 de cada 4 niños trabaja en el mundo empobrecido, lo cual se traduce -en forma aproximada- a unos 300 millones menores de edad son esclavos. En América Latina y el Caribe se calcula que el 8 por ciento de los menores trabaja.

Casi dos décadas atrás, en 1989 se firmó la convención sobre derechos de la infancia, en la cual se prohíbe de manera expresa el trabajo infantil. Sin embargo, prácticamente no existen sectores de la economía que no recurran a la “utilización” de mano de obra proveniente de menores de edad.

Un dato inquietante que deberían tener en cuenta todos los Gobiernos del mundo (quizá lo tienen), es que anualmente 1 millón de niños entran al infierno de la esclavitud sexual.

Según la Organización Mundial de Turismo, el 20 por ciento de los 700 millones de viajes que se producen al año en todo el mundo, tiene como motivación principal el sexo. Y de estos, el 3 por ciento explícitamente el sexo con niños.

Pero no basta explotarlos sexualmente. Muchos son reclutados como soldados, viéndose obligados a empuñar armas, y quedando expuestos a torturas, mutilaciones e incluso la muerte.

En el “mejor” de los casos -si se compara con las actividades mencionadas anteriormente- se los obliga a trabajar dentro de industrias manufactureras, talleres textiles y a brindar servicios domésticos: sector donde más prospera la esclavitud infantil.

Todos los niños tienen derechos, pero sólo el 15 por ciento de la humanidad puede disfrutarlos. Tal como aseguraba el ex secretario general de la ONU, Kofi Annan, “los derechos de la infancia, al tiempo que han sido reconocidos de manera casi universal, sufren violaciones sistemáticas y cotidianas en todo el mundo”.

Cuando se conocen estos porcentajes, que son mucho más que datos y números sueltos, queda a la vista que la vida de los seres humanos importa muy poco, sobre todo si esas personas poseen bajos ingresos. Se hace evidente la ausencia de políticas sociales, en temas delicados como son los derechos humanos.

Brasil, el gigante del sur, es uno de los países con más esclavos en Latinoamérica, y el gobierno es conciente de esto.

Se calcula que hay entre 20.000 y 50.000 personas explotadas a lo largo y ancho de todo el territorio, dato que el titular de la Secretaría Especial de Derechos Humanos del Gobierno brasileño, Paulo Vannuchi, reconoce y asegura que los datos "avergüenzan" al país.

Según investigaciones realizadas, los esclavos brasileños son reclutados en la Amazonia, una zona de difícil control, y suelen trabajan 12 horas por día, a cambio de un plato de comida.

Pero existe un dato fundamental que no debe olvidarse.

Las personas contratadas ignoran el hecho de que los alimentos sólo podrán ser comprados dentro del ingenio donde trabajan, a precios muy elevados, y además se les cobra el alquiler de las chozas de barro y paja donde viven. De esta manera quedan endeudados con los patrones y no pueden irse.

“La practica conocida como servidumbre por endeudamiento es una forma de esclavitud de la que son víctimas adultas, menores y mujeres embarazadas. Pese a las multas muchos de los empleadores piratas reinciden en este tipo de delitos, porque el medio social en que se mueven lo aprueba y porque la sanción económica es ínfima en relación con los beneficios que obtienen esclavizando a esa pobre gente”, señala Xavier Plasta, relator de la Comisión Pastoral de la Tierra (CPT).

Al conocerse la situación por la que atraviesan miles de personas en Brasil, la ONU comunicó al Ministerio de Relaciones Exteriores, la intención de enviar una misión para investigar casos de servidumbre. Al respecto, la relatora Gulnara Shahanian informó que se prevé que la misión comience sus actividades en 2009.

Argentina tampoco está exenta de estos delitos. Los derechos de los residentes bolivianos son pisoteados impunemente, ya que muchos son engañados para que vengan al país. Les prometen un mejor bienestar; trabajo y educación en la ciudad, pero finalmente terminan desarrollando labores insalubres y mal remunerados.

Pero eso parece no bastar. Incluso les exigen dinero para cubrir los pasajes desde Bolivia a Argentina y los gastos que, en teoría, se necesitan para realizar trámites de inmigración que permitan conseguir permisos legales para trabajar.

Una de las actividades más denunciadas en los últimos años es la vinculada a la industria textil. Grandes empresas de la moda, emplean mujeres que están obligadas a cumplir con una cuota de producción cada día -de no lograrlo son despedidas- y además están sometidas a una brutal violencia verbal, física, psicológica y hasta sexual.

En Centroamérica sucede algo similar y quizá peor. Existen fábricas que se han desarrollado aprovechando la diferencia salarial que existe entre el Norte y el Sur. (Ver: “Mujeres explotadas en el nombre de la moda”. APM 13/06/2008)

Los organismos internacionales se muestran preocupados por la situación que amenaza a tantos trabajados, y por eso han planteado la necesidad de erradicar la esclavitud para el 2015.

Pero mencionar la existencia de este problema no soluciona nada. Es necesario el compromiso de los gobiernos y de la sociedad en su conjunto, porque de lo contrario se hace imposible detener el crecimiento de la esclavitud.

Tal como asegura Ban Ki-moon, "se requiere una voluntad política más firme de parte de los gobiernos para introducir los cambios necesarios en la legislación nacional, hacer cumplir las leyes y desarrollar programas sostenibles que incluyan la educación de los funcionarios del orden y la lucha contra la corrupción”.

La OIT calcula que las ganancias generadas por el trabajo forzoso ascienden a unos 32 mil millones de dólares a nivel mundial. Estas cifras millonarias lamentablemente demuestran que mientras este trabajo siga siendo rentable, lejos va a estar el mundo de controlar el trabajo esclavo.

Con el Siglo XXI dando sus primeros pasos, muchas personas siguen viviendo en condiciones inhumanas. Lamentablemente el mundo parece no haber avanzado en materia de derechos laborales, porque tal como señalaba el “Código Negro” promulgado por Luís XIV en marzo de 1685 -104 años antes de la revolución francesa- parece que los trabajadores valen muy poco porque “los esclavos son bienes muebles”.

Aunque parezca mentira, los patrones movidos por los intereses personales y el egoísmo capitalista, siguen jugando con la necesidad y terminan esclavizando a personas que se encuentran en situaciones desesperantes. Y los gobiernos, como en tantas oportunidades, no hacen nada, y dejan que los hombres se conviertan en “títeres de sus amos”.

Fuente: Agencia Periodística del MERCOSUR (APM), Facultad de Periodismo y Comunicación Social, Universidad Nacional de la Plata,  Argentina.  

http://www.prensamercosur.com.ar


 

https://www.alainet.org/es/articulo/131583
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