El nuevo orden

La nueva farsa de Huntington

15/07/2004
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El mundo en que vivimos está nervioso, tambaleante, preocupado. Parece que hemos regresado a la dualidad de potencias que ocasionaron el principal dolor de cabeza durante los años '60, con la guerra fría. Por aquellos días, los "americanos" buscaban las cosquillas a sus enemigos de turno: los izquierdosos tachados de rojos y que despedían un tufillo a vodka. Eran conflictos con una fuerte base económica, militar e ideológica, que provocaron una situación tan tensa que las alarmas nucleares podían saltar con un bostezo, como sucedió en la crisis de los misiles en Cuba. Hoy en día, las cosas van a peor. Los conflictos son muchos y, a los anteriores, se han sumado los religiosos. El 11-S significó un golpe fuerte al corazón del imperio, pero a cambio, contribuyó a su fortalecimiento, que veía amenazante cómo se erigían bloques que sectorizaban el poderío, lastrando su omnipresente unilateralidad. La Unión Europea, ya ha dado muestras de enormes diferencias y, los países árabes, no parecen apostar por un proceso de paz con Sharon y su muro de la vergüenza en el medio. Este cambio de la visión política internacional está representado por focos que simbolizan el canibalismo fundamentalista, cuyas heridas no terminan de sanar. Supuran desde distintos sitios: las estaciones de Atocha en Madrid, la zona cero en Nueva York, las tierras santas en Gaza y Palestina, las casuchas de Faluya, los caminos desérticos de Kerbala... Todo huele a sangre, absolutamente todo. Pero, ¿quiénes son los responsables de tanta masacre y tanta desestabilización? No cabe duda, que el paroxismo injustificable de los terroristas es el gran culpable de que este nuevo orden mundial se encuentre devastado. En muchos sitios del planeta, los radicalismos siguen pariendo fanáticos que venden su furia disfrazados de kamikazes cargados con explosivos goma-2, listos para hacerlos explotar en nombre de Alá, y llevarse consigo cientos de vidas inocentes, como en el 11-M. También brotaron otros culpables, que gracias a las dichosas guerras preventivas, se han escenificado a imagen y semejanza de los más sanguinarios dictadorzuelos, para convertir la famosa Hoja de Ruta, en un camino de sangre, con olor a petrodólares. En otros tiempos, el bien y el mal bebían del mismo vaso cuando luchaban contra los rusos en Afganistán o, para borrar la sombra amenazante del Ayatollah Jomeini, que reclutaba adictos anti- americanos; mientras Bin Laden se adiestraba bajo el paraguas de la CIA. Todo a cambio de repartirse el pastel de sus jugosos negocios y empresas. Ahora, los socios de antaño no se pueden ver ni en pintura y surgió una necesidad nauseabunda de crear otros enemigos, otras fronteras... Michael Moore nos da la razón en su Fahrenheit 911, a pesar de que la Warner le tiró las puertas en las mismas narices. La última aventura de Bush, donde miles de civiles han perdido la vida y que en lugar de armas de destrucción masiva se encontraron con un amasijo de pelos llenos de piojos, harapiento, humillado que decía ser un tal Sadam, ha servido para definir el nuevo mapa y conocer a ciencia cierta por dónde van los tiros. Éste es el nuevo orden donde vivimos y que nos enteramos todos los días gracias a Al-Jazeera y no como nos envía la FOX. La nueva amenaza En este contexto, lo más deleznable e hipócrita es mirar como ciertos teóricos vestidos con trajes de señoritos, nos venden desde reconocidos púlpitos harvadianos, apologías al racismo y la xenofobia. Uno de ellos es Samuel Huntington, que no se cansa de sembrar odio hacia aquellas civilizaciones que amenazan el sacro imperio yanqui. Si hacía algunos años, su diatriba se dirigía a estigmatizar al mundo islámico que amenazaba, según él, imponer su cultura en occidente, y que tuvo su apogeo después del 11-S; ahora se ha centrado en atacar sin compasión alguna a los hispanos; concretamente, a los mexicanos. En este choque de civilizaciones, todo el que no comulgue con la cultura americana, será considerado como enemigo de la raza blanca anglosajona. Para conocer sus mezquinas tesis, la edición española de Foreign Policy (abril-mayo 2004), publicó en sus páginas unas pinceladas de lo que será el nuevo trabajo de este politólogo asesor en relaciones exteriores estadounidenses. Una obra que habla de la "amenaza hispana" a Estados Unidos, y que plantea un análisis ante la supuesta resistencia de los mexicanos a "aculturarse", los mismos que no han sido capaces de soñar en inglés para conseguir el bienestar social vivido por los nativos. Para Huntington, este bienestar concebido desde el sur, no tiene nada que ver con el american dream que se vendía a los europeos al otro lado del Atlántico en los siglos pasados. Este artículo promulga la idea del otro hispano como amenaza y para ello se sirve de ciertos artilugios dignos de propaganda ultra conservadora en época de elecciones. Es ineludible la realidad de la presencia hispana, pero no es concebible el dramatismo de sus teorías. Muchos sabemos que las estadísticas plantean probabilidades en contextos diferentes y su utilización nos sirve como referencia. Pero, cuando los datos aproximados se usan con tintes sensacionalistas y parcializados, los lectores terminan confundidos en una telaraña de dudas o, porque no decirlo, engañados. En este artículo, el autor hábilmente hace una mezcla de porcentajes y cifras de inmigrantes para impresionar al lector sin cotejar con otros estudios. En lugar de insistir tanto en el hecho de que los mexicanos se concentran en EE.UU. con alrededor de ocho millones de personas; sería bueno que nos hable también de la realidad escrita por muchos de sus colegas y que Emilio Cassinello, lo explica claramente en su artículo "Estados Unidos de América: la realidad hispana" en las páginas digitales del Real Instituto Elcano. Este autor habla de las tres corrientes migratorias "que han alterado el panorama socioeconómico" de la gran potencia en los dos últimos siglos, donde la presencia europea era como la de los hispanos en los momentos actuales: "En el censo de 1990 cerca de 58 millones se consideraban descendientes de alemanes, 36 millones decían serlo de irlandeses, sólo 32 millones de ingleses, 14 de italianos, 10 de franceses y 9 de polacos" Todos ellos, junto con los nativos, los casi 40 millones de hispanos, la comunidad negra y los asiáticos conforman el famoso "melting pot" o crisol de culturas cuyo establecimiento estuvo marcado por brotes segregacionistas tan patentes en "Gansters en Nueva York", producto típicamente americano. También, para justificar sus tesis de fracaso en la asimilación por parte de los hispanos, nos presenta unos indicadores económicos que intentan reflejar que los mexicanos (6,3%) están por debajo de la media entre puestos profesionales y directivos, propiedad inmobiliaria e ingresos familiares, como los canadienses (46,3%) y europeos (38,1%) Lo que sería bueno es preguntarle al señor Huntington es sobre el porqué de estos datos y qué corriente migratoria es la afectada. Seguramente él conoce, pero no menciona, que los flujos jóvenes de personas son más susceptibles a la política de segregación que su país práctica por su condición administrativa. Ello ha permitido que los únicos beneficiados sean los grandes empresarios. Nada es gratuito y todo tiene un coste. Según el artículo sobre los Esclavos del Siglo XXI de la revista National Geographic (septiembre del 2003), el 80% del zumo de naranja estadounidense suministrado por Florida son el resultado de recolectores "inmigrantes y pobres, que ganan un promedio anual de 7.500 dólares por un trabajo arduo e insano" Las empresas tienen que mantener esas condiciones de trabajo para que los costes sean bajos y, ello redunda en los precarios salarios y condiciones de vida de los inmigrantes. Así, naturalmente que la política migratoria de EE UU, necesita mantener a "precios de rebaja" los salarios de los hispanos, para que sus campos produzcan al mismo tiempo que les impiden que ocupen altos cargos, dirigidos a personal especializado y cualificado. En contrapartida, los datos de Cassinello, verifican que al finalizar el año 2000, por lo menos un tercio de los hogares hispanos tenía rentas medias y altas, es decir "9,5 millones de hispanos tenían unos ingresos medios entre 40.000 y 140.000 dólares, mientras que medio millón superaba esa cifra". Otro dato que sirve como catalizador de la infamia de Huntington, se refiere al consumo hispano, que como todos saben, contribuye a la estabilidad económica del imperio: "se calcula que los hispanos tienen un poder de consumo de unos 500.000 millones de dólares cifra equivalente al PIB español". ¿Cuántas economías necesitarían a gritos de esta inyección en dólares? La nueva estupidez tiene respuesta. La amenaza hispana de Huntington, no tiene cabida en los EE.UU. Lo malo, es que se ha dado cuenta tarde porque esta comunidad ya tiene voz y voto, sino que le pregunte al mismo Bush porqué se empeña en tartamudear cuando dice hola amigo por televisión. Sin embargo, insiste en que las comunidades europeas que supuestamente respetaron el credo, lengua, cultura de una sociedad blanca, dignificados y predestinados para el trabajo fueron los únicos en concebir un "cielo en la tierra". Ellos sí que asimilaron la cultura de destino, mientras que los del sur del río Bravo, con su lengua, raza, cultura, han logrado conformar la nueva "división cultural entre hispanos y anglos que podría reemplazar la división racial entre blancos y negros como la fractura más seria en la sociedad de EE UU". Tamaña estupidez, más aún cuando leemos en el otro estudio (Cassinello) que Allain Rouquier, diplomático y tratadista francés, habla de los hispanos como el "lejano occidente" cercano al acervo europeo, con una importante masa crítica, heterogéneo y rico culturalmente. Cualquiera que lea o escuche a estos predicadores seguramente distinguiría el límite entre la opinión constructiva y la chapucera excluyente de sus tesis. En una cuestión se puede estar de acuerdo con su tesis cuando habla de la persistencia al emigrar porque, como el mismo lo señala, los mexicanos fluirán al otro lado de la frontera, tal como lo hicieron los europeos durante la revolución industrial en el siglo XIX, dando entender que por más que exista un desarrollo en sus países de origen, el sueño americano será más fuerte y pervivirá en sus mentes. Señor Huntington, no mezcle causas y efectos: el desarrollo proveniente de la revolución industrial dio lugar al nacimiento del capitalismo, el mismo que aumentó el afán mercantilista de los poderosos, provocó la acumulación de riqueza en bienes y empujó a otros al desempleo y a la pobreza. Los que no emigraron fundaron las bases de los movimientos sindicales y los otros se buscaron la vida a miles de kilómetros. Y, no eran hispanos. Mientras que los expertos aseguren que por "cada tonelada de maíz que importa México, dos mexicanos emigran"; mientras que los especialistas miren al TLC (Tratado de Libre Comercio) como la mejor estrategia del Consenso de Washington para empobrecer a los más parias y, mientras el mundo siga aguantando la antropofagia demagógica de Huntington, miles de espaldas mojadas cruzarán los ríos y mares para ser asimilados al otro lado del muro de una manera utilitarista, sin nadie que responda por ellos. * Raúl Jiménez Zavala. Portavoz de la Asociación Rumiñahui Hispano Ecuatoriana. Madrid.
https://www.alainet.org/es/articulo/110241?language=en
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