Los frikies al poder
08/08/2006
- Opinión
Muchos se preguntarán qué sucede en el Ecuador, para que el juego político haya desembocado en un bacanal con olor a letrina donde, todos contra todos, intentan formar parte del avispero que persigue hacerse con una curul en la ratonera parlamentaria. Los candidatos frikies o freakies (personas fuera de lo común, raras, estrafalarias), aparecen de manera incontrolable en nuestro país y la preocupación que se cierne en la escena internacional, de ninguna manera considera que se trate de un posible cambio ideológico, sino al contrario, evidencia más un desgaste de las formas y del contenido del quehacer político.
La máxima que habla de que las reglas se hicieron para romperlas, parece ser que se cumple a rajatabla en estas vísperas electorales. El convencionalismo ha sido desalojado por la trasgresión del sistema donde lo extravagante pide espacio en las próximas elecciones hasta convertirlo en un espectáculo circense; en la auténtica política de “tarima”, cuyo último espécimen vivo reside en Panamá y dice llamarse “El Loco”. Muchos factores han dado pie para que el hecho social toque fondo, pero los más evidentes señalan que se deba a una decadencia de la clase política tradicional, representada por los “profesionales” del parlamento; a una falta de confianza en el aparato democrático y, al aumento del populismo chabacano, que se halla dispuesto a llegar a su máxima expresión.
Sin intentar analizar a fondo la política de nuestro país en las casi tres últimas décadas, desde que afrontamos un retorno democrático; el sistema de elección que cuenta en Ecuador, ha hecho posible que nuestro representantes alcancen el poder de manera directa y casi vitalicia. La aparición del populismo con Abdalá Bucaram, sería el punto de partida de una estrategia que ha apuntado más a desvirtuar el verdadero fin de este fenómeno social y que, según los teóricos, centra su representatividad de las masas más desfavorecidas de la sociedad: obreros, campesinos y la conocida como clase media y estratos bajos. Los políticos de viejo cuño han sido desplazados por los improvisados y, otros como León Febres Cordero, han caído en algunos momentos en la práctica populista. Con una mezcla de demagogia, han jugado con la sensibilidad de las personas, promoviendo medidas dirigidas solamente para perpetuarse en el poder, aliviando temporalmente las crisis económicas. Pedir votos, a cambio de una libra de arroz ha sido el discurso de los “populistas”, que han perfeccionado su forma de entender la búsqueda del poder, con sentido empresarial y familiar.
Esta manipulación de intenciones ha generado la desconfianza del pueblo. La sociedad ecuatoriana ha sido testigo del descalabro institucional cargado de elevadas dosis de inmoralidad, nepotismo, abuso del poder y favoritismo político. Nadie cree en nada, ni en nadie y la caída libre del partidismo es tan evidente, que muchos incluso –y nos parecen bastante honestos-, se han negado a participar en las próximas elecciones por no encontrar las reglas claras y el juego limpio. Más que todo, no quieren manchar su profesionalidad reconocida por muchos años, a cambio de una supuesta honorabilidad presumida por los diputados, que no disponen de una ideología coherente.
Frente a una ausencia, o mejor dicho, a un desconocimiento de verdaderos cuadros políticos que puedan dirigir una nación, aparece el “populacho”, mal entendido como populismo. Este frikismo, dibujado a la medida por guardaespaldas, secretarias, deportistas, figuras de la televisión, cantantes, artistas, modelos, ex reinas de belleza; se apodera y fagocita la racionalidad y el sentido común. Un absurdo hasta cierto punto bastante denunciable que hace del Ecuador, un país del caos y el anarquismo. Era evidente que los grupos de poder busquen la manera de llegar al pueblo, con una pléyade de “figuras”, negándonos el derecho de ser respetados. La televisión es una fuente innegable de manipulación y la propaganda electoral causa un efecto alienante desproporcionado en las mentes más lúcidas. ¿Qué nos puede dar una persona como el ex arquero Carlos Morales, como diputado? ¿Cómo podemos fiarnos de una ex reina de Calceta, Sandra Rodríguez, como candidata a ¡Vicepresidenta!, que de paso, es esposa de un diputado y que su hija está candidata a concejal? ¿Qué programa político, y no de televisión, nos puede dar Jimmy Jairala y su animadora Gabriela Pazmiño? ¿Qué nos puede brindar la cantante Silvana, además de sus contorneados pechos, próximos a jubilarse? Y, por último, ¿qué reformas políticas puede darnos el Nine Kaviedes, cuando lo único que hace medianamente bien es patearle a un balón de fútbol?
¿Alguien nos puede decir qué podemos hacer para cortar de raíz este mal? Muchos de estos personajes nos dirán que tienen derecho a ser elegidos y a elegir. Tienen toda la razón. Lo que no pueden es pensar que el pueblo es ignorante y que todo está dicho. Afortunadamente, existen personas dispuestas a pedir reformas electorales importantes y actuaciones inmediatas, ante la epidemia que se avecina. Uno de los caminos es defendido por un grupo de personas, afincadas en todo el mundo y que llaman a sus familias, a una “desobediencia civil”, de manera pacífica y que perfile un malestar por la legislación electoral que vive el Ecuador. Se habla mucho de una campaña del voto nulo, que es un mecanismo efectivo si se cumple en un altísimo porcentaje de la población, pero que podría configurar una especie de anarquismo, porque deslegitima el mismo proceso electoral, algo que costó tanta lucha recuperarlo después de unas dolorosas dictaduras. Este sería un argumento poderoso para los mismos frikies, que pretenden conseguir un escaño, tal como está establecido en estos momentos en Ecuador.
Así estamos señores y el ejercicio político se ha centrado en “llamar la atención”, sea como sea. Poner imágenes en lugar de personas es indudable que busca la captación de ingenuos, y ahí sí que, una vez más, seríamos utilizados. Creo que es el momento que la gente se manifieste y vote por las pocas opciones que tenemos, sin apoyar un sensacionalismo barato. Y cuando ese alguien llegue a gobernar, lo primero que tiene que hacer es reformar la Ley electoral, suprimiendo el voto obligatorio y apoyando la revocatoria del mandato, para quienes no cumplan con la representación a las que fueron elegidos. Y, por supuesto, buscar nueva savia, porque los que tenemos ya resultan bastante casposos.
- Raúl Jiménez Zavala, desde Madrid.
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