Venezuela no es la misma

08/03/2004
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Confieso que hacía tiempo que había dejado de leer los artículos de Manuel Caballero, que para mí habían sufrido una cruel e inexplicable transformación, de sustantivos y enriquecedores a meramente adjetivales. Pero por esa inconsciente manía esperanzadora de ver si las personas retoman el hilo analítico racional, volví a leer uno de sus artículos hace algunos domingos, el titulado "Reelección y doble vuelta" y, ¡OH, Sorpresa! Encontré una idea que considero trascendental en estos tiempos, que si bien fue expresada tímidamente, como de refilón, quedó impresa, y no es otra que el reconocimiento que hace el historiador que "en las condiciones de la Venezuela actual, el regreso al statu quo ante no sólo es indeseable, sino que es imposible". Cuanto sufrimiento y cuanto tiempo perdido nos hubiésemos ahorrado los venezolanos, si a esa conclusión se hubiese llegado en el año 1998. La confrontación no hubiese sido entre los que propugnaban un cambio versus los que deseaban mantener o regresar a ese statu quo ante, representados en la alianza AD-Copei detrás del candidato Salas Romer. Y la grotesca dictadura de Carmona no hubiese sido posible, porque esa dictadura era eso, volver al pasado. Trataremos algunos aspectos destacados que nos permitirán entender estas nuevas "condiciones de la Venezuela actual". El primero los podemos extraer del análisis del llamado reafirmazo. En efecto, ese evento fue convocado y auspiciado por los sectores asalariados agrupados en la CTV; por los empresarios integrados en Fedecámaras; por la jerarquía católica; por la inmensa mayoría de los medios de comunicación social, tanto audiovisuales como impresos; por la casi totalidad de los colegios profesionales, de las universidades nacionales y de los profesionales ex-trabajadores de PDVSA; por numerosos partidos políticos, tanto tradicionales como de reciente constitución; y con el apoyo tácito de las principales potencias que hoy dominan el mundo, como Estados Unidos, Inglaterra y España, con la amenaza velada que ello conlleva. Y a pesar de esa "impresionante" coalición, el número de firmas recolectadas para revocarle el mandato al presidente Chávez oscila apenas entre un 18 por ciento según el gobierno y un 26 por ciento según la oposición. Es decir, tres de cada cuatro venezolanos no se sienten motivados para seguir los lineamientos de los organismos de dirección de los sectores que otrora fueron los más emblemáticos y representativos de nuestra sociedad. ¿Por qué esta situación? Para mí la clave está en la conclusión a la que llegó Ernesto Sabato acerca de la sociedad actual, y que expresó en su obra "Antes del fin". En la misma dice: "Son los excluidos, una categoría nueva que nos habla tanto de la explosión demográfica como de la incapacidad de esta economía para la que lo único que no cuenta es lo humano. Son excluidos los pobres que quedan fuera de la sociedad porque sobran. Ya no se dice que son sino . Son excluidos de las necesidades mínimas de la comida, la salud, la educación y la justicia; de las ciudades como de sus tierras. Y estos hombres que diariamente son echados afuera, como de la borda de un barco en el océano, son la inmensa mayoría" Y es que el fenómeno de los excluidos se hizo presente de manera determinante en nuestra realidad. Por ejemplo, si analizamos nuestra fuerza laboral, encontramos que poco más de 4 millones de personas trabajan en el sector formal de la economía, y gozan de sus respectivos beneficios laborales (seguros, pensiones, vacaciones, prestaciones etc.) y más de 7 millones engrosan las filas de los trabajadores informales y de desempleados y que están totalmente desamparados de dichos beneficios. A ojo de buen cubero me atrevo a afirmar que en nuestro país bastante más de la mitad de nuestras familias integran el sector excluido. Y si esos son los excluidos, ¿Quiénes son los incluidos? Aquellos sectores que disfrutan de bienes, servicios, remuneraciones y prestaciones continuas y estables en el tiempo, y que le garantizan un mínimo de seguridad social y personal. No tiene que ver con volúmenes de riqueza. Tan incluido es un obrero o maestro con salario fijo, asistencia médica, por más deficiente que sea, y con expectativas de tener una jubilación o pensión, que un pequeño comerciante, un gran empresario o un profesional liberal o profesor universitario. En otras palabras, la conocida "sociedad civil" que Miquilena no sabía como se comía. Estos sectores habían venido ejerciendo el protagonismo en el país en forma casi absoluta. Hoy dominaran apenas un 30 % de la actividad del país y cualquier paro o insurrección podrá ser derrotada. El desconocimiento de esta realidad ha hecho que la oposición se haya lanzado tres veces en una piscina sin agua en sus intentos por derrocar a Chávez, y lo que es peor, debilitándolos con cada derrota. Sólo queda una sombra de esa estructura social que funcionó para derrocar a Pérez Jiménez y para sostener a la burocracia puntofijista durante 40 años. La división social entre incluidos y excluidos es de muy reciente data, apenas se conocía hace dos décadas. En la medida que se ha ido expandiendo, ha ido modificando el mapa social venezolano y determinando los eventos electorales y políticos. En el 93 fue decisivo en los votos obtenidos por Caldera y Velásquez y en el 98, en el triunfo de Chávez. Esta situación presentaba una oportunidad excelente para que, a través de mecanismos para la inclusión de los excluidos, se potencie nuestro desarrollo. Pero en vez de aprovechar esta coyuntura, el desconocimiento, o mal manejo de esta realidad ha sido la verdadera causa de las incertidumbres y de los conflictos que vivimos. Por una parte tenemos al gobierno, que, aplicando teorías sociológicas tradicionales, interpreta nuestra sociedad como una exclusivamente dividida en clases. Es por eso que, para atacar los problemas de la desigualdad y la pobreza que encontró, planteó la redistribución de la riqueza entre ellas. De allí nace su prédica original en contra de los oligarcas y grandes capitales, ubicados en el tope social, a los cuales denominó escuálidos, porque realmente eran muy reducidos. Pero ésta prédica no fue captada así por muchos de los integrantes de los sectores catalogados como incluidos o de la sociedad civil, que entendieron, consciente o inconscientemente, que el mensaje gubernamental significaba en realidad que la situación de los excluidos se resolvería a costa de los bienes y beneficios de ellos. Se sintieron identificados con los adjetivos de oligarcas y escuálidos. Bueno, no sólo por el lenguaje oficial, sino también por el mensaje que la práctica gubernamental fue transmitiendo, percibido en eventos tales como: la toma de la UCV, que se visualizaba como una acción para desalojar a los estudiantes venidos de los sectores incluidos; la mudanza de la estatua de María Lionza, y de su cohorte de borrachitos y santeros, a un sitio que ha sido tradicionalmente refugio de la cultura y de las ciencias; la ocupación impune y descaradamente protegida de inmuebles de propiedad privada; la toma de aceras y bulevares de tradición comercial y de esparcimiento por verdaderos ejércitos de buhoneros, con su carga de deprimentes tarantines y fétidos olores, etc., etc. Esto provocaba entre buena parte de la sociedad civil, temor y rechazo. De allí que participaran masivamente en las marchas y eventos de la oposición, los cuales revistieron en muchos casos, conductas fascistoides. Y era así porque para ellos, estaban defendiendo sus propiedades, sus beneficios y estatus. Si yo percibiera que a mí, o a alguno de mis hijos, nos fueran a quitar la casa, el carro u otra propiedad, y me convenciera que para evitarlo debería caminar descalzo como un zombi hasta Miraflores, repitiendo improperios y sandeces, sin duda que también lo haría. El hábil aprovechamiento de esta situación permitió que resucitaran las podridas y corruptas organizaciones políticas del pasado, así como los agentes a sueldo de las potencias dominantes, que disfrazados de analistas o científicos sociales, preconizan el neoliberalismo como instrumento de esclavitud. Este histerismo tuvo su pico culminante antes de abril del 2002, cuando producto del desconocimiento de estas realidades por parte del gobierno, éste se limitaba a ejecutar políticas populistas, entendidas por todos como ineficaces. Posteriormente, y debido sobre todo a la promoción de las misiones educativas, de salud y de empleo que ha emprendido el gobierno, esta situación ha cambiado, ya que la mayoría de los sectores incluidos no se sienten amenazados con estas iniciativas a favor de los más desfavorecidos, entienden más bien, que son beneficiosas para el país en su conjunto, y los sectores excluidos las toman como verdaderas vías posibles de desarrollo personal, que es en definitiva, la ambición de cada excluido. Las causas de este renacimiento de la popularidad gubernamental, no han sido entendidas ni por la oposición, ni por el propio gobierno. Así hemos leído toda suerte de "profundos análisis", explicativos de este cambio, desde la ridícula presunción de que nuestro pueblo está en busca de un Mesías, hasta que Chávez tiene un pacto con el diablo, como leí en un reciente artículo de Isa Dobles en El Mundo. Esta transformación de la opinión ha tenido su lado bueno. Ha permitido que se caiga una conseja que de tanto repetirla se tomó como cierta, y es la de la conversión de hecho de los medios como verdaderos partidos políticos, basada en su "papel conductor" de movimientos de masas. En realidad, hasta febrero del 2003, los medios de comunicación lo que hacían era interpretar y canalizar un sentimiento de miedo generalizado dentro de densos sectores de la sociedad civil. Al irse diluyendo ese temor los papeles de agitadores y manipuladores de los medios han sido reducidos a una mínima expresión. Bástese ver cuan bestiales han sido las promociones para las últimas marchas y eventos de la oposición, y cuan reducida su asistencia. Incapaces de entender esta realidad, los medios achacan su fracaso a un "enfriamiento" de la calle. En mi opinión, solo tendrán un éxito perdurable en nuestro país, aquellos movimientos políticos que ofrezcan una política efectiva para incorporar a la inmensa mayoría de los excluidos, y una política de convencimiento dirigida los sectores incluidos de que eso es conveniente para ellos. A los que sé auto-denominan revolucionarios, es conveniente recordarles que las revoluciones exitosas han sido aquellas que interpretan la realidad de sus países y no aplican recetas del exterior. Lenin fue exitoso por que atrevió a realizar una revolución en un país atrasado, muy poco industrializado, cuando los grandes teóricos predecían que las revoluciones de realizarían en los países industrializados del occidente. Igual sucedió con Mao, que entendió que China era mayormente campesina y ese debería ser su soporte. En Venezuela la mayoría es excluida y corregir esa situación debe ser la base de cualquier desarrollo, llámese o no, revolución. Asimismo, cualquier movimiento continental que busque impedir la dominación neoliberal y lograr nuestra independencia económica, no debe cometer los errores de Venezuela de plantear las realidades como lucha de clases, sino plantearlas luchas nacionales y multinacionales, en donde la política hacia los sectores excluidos es clave.
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