Educación, generales y narcotráfico

07/06/2012
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A mis perseguidores. El verdugo de hoy, será la víctima del mañana.
 
Muy lejos de los escenarios alternos para la solución o control de la inseguridad en México o del narcotráfico, como los asuntos de carácter social y de justicia, el Ejército combate en una guerra sin sentido que dispersó y especializó al crimen organizado.
 
El precio, para las fuerzas armadas, criticadas y bajo presión por las graves violaciones a los derechos humanos cometidas en el marco de operaciones contra el narcotráfico, es demasiado alto porque además involucra en el narcotráfico a los generales diplomados de estado mayor: Ángeles Dauahare, Ricardo Escorcia y Roberto Dawe.
 
Así las cosas, la clave para entender el comportamiento castrense, reside en el sistema educativo, el agente básico del país para la profesionalización militar.
 
El Heroico Colegio Militar es el único y primer paso en un proceso bien establecido. Otras tres instituciones juegan un importante papel en el adiestramiento y proceso de socialización del Ejército y Fuerzas Aérea: las escuelas de aplicación, la Escuela Superior de Guerra y el Colegio de Defensa Nacional. Para los oficiales navales, la experiencia educativa es de algún modo menos homogénea, no porque la mayoría de los oficiales no pasen por el Colegio Naval, seguido por sus equivalentes a la Escuela Superior de Guerra, el Centro de Estudios Superiores Navales y el Colegio de Defensa Nacional, sino porque acepta la entrada lateral tanto para las filas de tropa como para oficiales del medio civil. (Ackroyd, William S. The Military in Mexican Politics).
 
El folleto de admisión del Heroico Colegio Militar de 1965, afirma que “el cadete desde su ingreso hasta su graduación como oficial del Ejército Mexicano, en todo momento, vive en un ambiente en el cual sus actividades han sido cuidadosamente planeadas para desarrollar las cualidades personales que la institución desea inculcar, particularmente la lealtad”.
 
El Heroico Colegio Militar es esencialmente una escuela de lavado de cerebro. Su objetivo más importante es producir oficiales sin pensamiento que obedezcan a la autoridad; realmente diría unos robots. Ackroyd señala que la función del Heroico Colegio Militar, pilar de la formación militar, “no es la educación per se, sino el desarrollo de un espacio común para que los oficiales compartan sus experiencias, contribuyendo así a la comunicación y la comprensión. La profundidad y el alcance de este sistema educativo van más allá que otros”.
 
Ackroyd agrega: “El cuerpo de oficiales en México, aun para los estándares del Ejército de Estados Unidos, está sujeto a una extrema regla de disciplina militar y autoridad. En el contexto mexicano, la disciplina militar significa no cuestionamiento, deferencia ilimitada y obediencia a los superiores, ninguna orden es cuestionada y ninguna acción es tomada sin la anuencia de un superior.
 
“Las características de procedimiento en la toma de decisiones internas en la milicia no sólo limita severamente la iniciativa de los oficiales, sino que refuerza la obediencia a la autoridad superior. Los oficiales que abiertamente cuestionan la decisión de un superior son calificados por tener una actitud problema. Tal calificativo puede obstaculizar toda su carrera y se resignan a aceptar la perspectiva de una carrera limitada”.
 
Roderic Ai Camp apunta que la contribución más significativa que ha hecho la Escuela Superior de Guerra a la formación del cuerpo de oficiales “es el fomento de la obediencia a la autoridad y a la autodisciplina”.
 
Así las cosas, el oficial que logra completar el programa en la Escuela Superior de Guerra, “es el que tiene voluntad para subordinarse totalmente al sistema, y tiene la voluntad de hacer hasta el último sacrificio, es un individuo que sabe qué recompensa tiene el sistema para ofrecerle”.
 
Los oficiales que se convierten en parte del sistema deben tener tres condiciones: El valor dominante debe ser la voluntad individual de subordinarse totalmente a los que tienen autoridad sobre él. La expectativa de que la sumisión será premiada y de que la independencia será severamente castigada; la motivación primaria, asegurar las recompensas que el sistema ofrece.
 
La influencia de los instructores en la Escuela Superior de Guerra es abrumadora. Una clase aprende pronto que todos sus miembros deben hacer sacrificios, como grupo, para asegurarse de que el instructor tenga hacia el grupo una actitud positiva. El trabajo de grupo y la trampa en los exámenes o en los proyectos escolares individuales son la norma más que la excepción, porque no se considera que eso sea deshonesto, sino que se interpreta como un medio de sobrevivencia.
 
La Escuela Superior de Guerra produce oficiales que obedecen órdenes sin cuestionarlas y sin pensar para nada en su legalidad. Un oficial describe: casi todos nuestros condiscípulos son inteligentes, profesionales, articulados en el hablar. El sistema los está puliendo (domesticando) hasta hacerlos servidores totalmente obedientes, incapaces de tomar una decisión, mientras los seduce con gratificaciones económicas. El producto es la lealtad al presidente en turno. El juramento formal que hacen los graduados de la Escuela Superior, como se expresa en los reglamentos de diciembre de 1987, establece que la lealtad, la honestidad, la dedicación y las demás cualidades de un oficial del Ejército debe redundar en beneficio de las fuerzas armadas, en primer lugar, y en beneficio de la patria, en segundo lugar.
 
José Francisco Gallardo Rdgz. / Reflexiones de un general posdoctorado
 
Fuente: Forum en línea
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