La pobreza es un polvorín impredecible
05/06/2003
- Opinión
El futuro gobierno de Nicanor Duarte, si bien representa una
recomposición parcial de un régimen político en crisis hace más
de dos décadas, es muy difícil que pueda cambiar su pésima
imagen ocasionada por la corrupción y los costosos escándalos
protagonizados por los componentes de la llamada "clase
política", al igual que el profundo deterioro económico y social
del país.
"Es como echar a andar un carro con dos cabezas", dijo un
analista político a una radioemisora asunceña al referirse al
trabajo que le espera al presidente electo en un ambiente en que
las divergencias surgen por todas partes a consecuencia de una
falta de consenso a nivel de los mas importantes bloques de la
clase dominante sobre un nuevo modelo de acumulación que permita
dar cierta tranquilidad a una institucionalidad que va de tumbos
en tumbos.
Duarte no podrá resolver la contradicción profunda que
desorienta a la mayoría de la población: ¿cómo es que 14 años de
apertura democrática luego de 35 años de dictadura no produjo
mejoría en el nivel de vida de la gente ni detuvo la
dilapidación de los bienes públicos?
Desde 1995 cayeron más de 30 bancos y empresas financieras cuyos
accionistas se alzaron con más de 800 millones de dólares, de
los cuales sólo podrá recuperarse alrededor del 50 por ciento.
El último caso ocurrió el 30 de mayo pasado cuando fue
intervenido por el Banco Central una entidad llamada Multibanco
(de capitalistas locales) que hizo operaciones fraudulentas con
el dinero de sus clientes, dilapidando 25 millones de dólares
del seguro social estatal que antes ya perdió varios millones
más en otros bancos.
El desempleo y el subempleo se encuentran entre el 21 al 34 por
ciento, la evasión fiscal es del 73 por ciento, el 30 por ciento
de la población no tiene cobertura de salud, el analfabetismo
funcional es del 60 por ciento y faltan más de 4.000 aulas para
atender la demanda de educación primaria. El salario mínimo es
de 148 dólares, pero lo percibe solo el 35 ó 40 por ciento de
los trabajadores.
El punto máximo de la crisis llegó en el año 2002 con un
decrecimiento de 4,4 por ciento del Producto Interno Bruto y la
amenaza creciente de una cesación de pagos del Estado.
Duarte representa al Partido Colorado, en el poder hace 56 años,
partido que se mantiene en base a lo siguiente:
- una articulación efectiva, aunque conflictiva, con los
principales grupos económicos (empresariales y mafiosos),
- una cooptación a través del Estado de miembros de la oposición
política y del movimiento popular en base a prebendas, impunidad
y cargos públicos,
- una alianza estratégica con los principales jefes y
comandantes de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional,
- una amplia clientela política con los empleados del Estado,
jubilados y sectores no organizados mediante una eficiente red
de locales partidarios en todo el país (llamados seccionales)
que durante la dictadura de Stroessner (1954/1989) colaboraba
con la represión.
En agosto, el cuestionado González Macchi dejará el mando a
Duarte sabiendo que deja el país en peores condiciones de las
que recibió luego de grandes manifestaciones y disturbios
violentos tras el asesinato del vicepresidente Argaña en un
atentado callejero en marzo de 1999, que arrojó un saldo de 8
jóvenes muertos por francotiradores pertenecientes a la entonces
fracción oviedista del Partido Colorado.
Una contradicción fatal
El esquema de poder político que representa Duarte tiene puntos
en conflicto con el neoliberalismo. Además del pago de la
deuda, el FMI exige cumplir con la última etapa de privatización
de empresas públicas y una mayor desregulación del mercado, por
lo que al presidente electo le quedan dos caminos: o repite la
historia de Menem como abanderado del neoliberalismo o mantiene
la política tradicional de su partido que siempre puso en primer
lugar el poder y después el resto.
Negociar con el FMI, articular alianzas con la oposición,
reducir el nivel de corrupción en el aparato estatal y negociar
los reclamos de organizaciones populares sin que se produzcan
desbordes y violencias, son tareas muy difíciles para cualquier
presidente.
La pobreza en un polvorin
El año pasado el movimiento popular logró un triunfo histórico:
mediante una movilización de masas logró revertir varios
proyectos de la política neoliberal del gobierno de González
Macchi, como la suspensión de la privatización de la empresa
telefónica, de la ley antiterrorista, la privatización de rutas,
la reforma de la banca pública y el IVA agropecuario, entre
otros.
Los organismos internacionales de control exigen la aplicación
de cada uno de estos puntos suspendidos el año pasado, por lo
que Duarte está en vísperas de una nueva batalla con las
organizaciones que defienden los bienes públicos como parte de
la soberanía nacional. El presidente electo ¿se prepara para
este acontecimiento o podrá evitarlo?
La tendencia se muestra clara dos meses antes de asumir el
gobierno. El 4 de junio pasado, campesinos del departamento de
San Pedro cultivadores de cedrón (un te medicinal) hicieron una
marcha y luego un bloqueo de ruta reclamando una indemnización
porque este año no hubo exportación a Europa. La protesta
derivó en un enfrentamiento con la policía, con un saldo de
varios heridos, dirigentes detenidos y un labriego muerto por
herida de bala disparada por la policía.
El agotamiento de un modelo político, el deterioro económico-
social, el desgaste de un sistema institucional bajo corrupción
y manipulación permanente, han dejado dramáticamente a la
democracia sin validez efectiva para una gran parte de la
población que cada día ve empeorar su nivel de vida y el aumento
de la inseguridad en todo sentido.
En Paraguay comienza un nuevo periodo, más difícil e incierto
que todos los anteriores de la época pos dictatorial.
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