Evocando a un poeta
Los tres Octavio Paz
31/03/2014
- Opinión
Recordado en el centenario de su natalicio, Octavio Paz el idealista, el poeta, el ensayista, el comentarista político es una personalidad –como muchas otras de su talla—cambiante en el tiempo y tornadizo en el espacio, veleidoso según las direcciones del viento. Hay, por lo menos, tres Octavio Paz en la vida del México al que, quiérase o no, en parte representa en sus transformaciones y en sus contradicciones, en su luz y en su sombra.
Uno es el joven estudioso, hijo de un luchador zapatista, el que en los años treinta, acorde con la tendencia romántica y socialista de moda en las consecuencias y en las secuencias de la Revolución Mexicana, se unió a la izquierda nacional e internacional opuesta a la amenaza nazi y centraba su afán en la lucha republicana de España. Elena Garro, a quien pese a la separación entre ambos no puede desligarse del Paz de aquella época, recuerda las estancias del poeta en Madrid, al lado de artistas e intelectuales como Silvestre Revueltas frente al embate del franquismo que sin embargo terminaría por aplastar a la República con el respaldo o la culpable indiferencia de las democracias occidentales. El Octavio Paz de esa etapa culmina con su obra cumbre, El Laberinto de la Soledad, alumbrada –según propia confesión-- por las luces de su maestro Samuel Ramos, pilar de la filosofía social mexicana.
El segundo Octavio Paz es el de la creación poética. Igualmente luminosa aunque ignorada, poco leída por la inmensa mayoría de los mexicanos que hoy la celebran sin casi conocerla. Porque la poesía es así en la realidad de México, reservada a las capillas y en general marginada por las grandes editoriales que no encuentran en ella las ganancias vertiginosas del best seller o el relumbrón de la novela y el ensayo político del momento. El Paz de esa segunda etapa termina con su renuncia a la embajada de México en La India que le dio notoriedad en el confuso torbellino de 1968.
El destino de Paz en el escenario del país parecía el de permanecer en un prestigio relativamente oscuro en el mundo intelectual y literario. Junto con él, la izquierda mexicana, como en el resto del mundo, abandonaba las rigideces del marxismo-leninismo y sus postulados de sustitución del capitalismo por la dictadura del proletariado que sería condenado como el “socialismo real” representado por la Unión Soviética y el régimen de José Stalin. Octavio Paz entendió este cambio de piel intelectual y literaria y lo llevó personalmente hasta sus últimas consecuencias para convertirse en acérrimo defensor de un nuevo orden mundial que ya se anunciaba en los prolegómenos de la caída del Muro de Berlín y el advenimiento del mercado.
Y fue ese nuevo orden, el del neoliberalismo y la globalización, el soporte que llevó a la edificación de un nuevo Octavio Paz, precedido de un prestigio que facilitó el enaltecimiento de un mito mediático de dimensión internacional. El indiscutible valor de su obra –no mayor al de otros poetas y escritores mexicanos—fue la piedra de toque para proyectarlo hacia el Premio Nobel de Literatura con la aureola, real o fabricada, de ser la conciencia crítica del tiempo mexicano. Cierto o no, es entonces un nuevo Octavio Paz.
La conmemoración del natalicio de Octavio Paz coincidió con la desaparición de su hija Elena, con la cual termina, más que una familia, la idea cambiante de una sociedad en busca de la identidad que el propio Octavio no logró definir y fijar en las evoluciones de su vida material.
Un galardón, un libro admirable, una obra ignota para la mayoría de quienes intentan exaltarla, son el legado del poeta, escritor y político Octavio Paz.
Salvador del Río
Periodista y escritor mexicano
https://www.alainet.org/pt/node/84429
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