La conspiración contra los cuerpos y el Nuevo Orden Poscapitalista
- Análisis
Una pequeña “teoría de la conspiración”
Partamos de una premisa básica: si en el organismo humano conviven o coexisten trillones de virus con trillones de bacterias y trillones de células, donde la cantidad de virus > bacterias > células (el símbolo “>” significa “es mayor que”), entonces esa relación de convivencia o de coexistencia entre virus, bacterias y células conforman un determinado sistema biológico en el cuerpo humano donde el equilibrio entre unas y otras es también una relación de fuerzas que se puede representar mediante indicadores: 1 célula por un determinado número de virus y 1 célula por un determinado número de bacterias. Según el Dr. Ayyadurai,[1] en el cuerpo humano cohabitan aproximadamente 380 trillones de virus con 60 trillones de bacterias y 6 trillones de células, lo que en términos del indicador la relación proporcional entre células y virus sería de 1:63 mientras que entre células y bacterias la proporción sería de 1:10. Estas proporciones resultan de dividir (6/380) trillones y (6/10) trillones por un factor común de 6 en el numerador y denominador (el número 6 representa los 6 trillones de células que habrían en el cuerpo humano). Aquí se recurre a la simple aritmética, pero todo esto puede incluso formalizarse con lenguaje algebraico (en términos de variables como x, y, z).
Nuestro sistema inmunológico dependería de una relación de fuerzas “en equilibro” (un escenario estático), donde cada una de las células tiene una capacidad (llamémosla de control) para hacerse cargo, junto con el apoyo de otras defensas, de cualquier posible expansión/alteración de los virus y/o bacterias, es decir, de mantenerlas “a raya” evitando su reproducción o multiplicación descontrolada, incluso invasiva sobre otras partes del organismo (como lo hacen las células cancerosas). La “capacidad de control” implica que hay un límite más allá del cual el equilibrio necesariamente se rompe con consecuencias para el resto del organismo, ya que este forma un todo a manera de un ecosistema complejo; y la salud de este ecosistema depende a su vez de como el individuo (o la colectividad a la que pertenece) interactúa con el mundo exterior en términos de estilos de vida, alimentación, estado mental y de la interacción con muchas otras circunstancias (relaciones en el trabajo, en la familia, círculos sociales, diversión, excesos o vicios, viajes, distracción, apegos, compulsiones, etcétera), todas las cuales están en estrecha correspondencia con un determinado sistema o régimen sociopolítico-institucional y económico, es decir, un patrón histórico de poder.
Entrando entonces en materia, la recepción de un virus nuevo (sea por contagio o propagación) será procesado en nuestro organismo generando diferentes resultados, dependiendo fundamentalmente de la edad de la persona afectada, de su estado de salud en ese momento (si es una persona convaleciente con alguna enfermedad previa o alguna patología severa), y de la condición socioeconómica. (Por el momento se hace abstracción de las condiciones en que se encuentre el sistema de salud de un país). Los diferentes resultados estarán asimismo en función del estado en que se encuentre nuestro sistema inmunológico, en el momento inicial en que el virus haya ingresado a nuestro organismo (el momento cero). Como se ha dicho y repetido reiteradamente, un buen sistema inmunológico, sano y fortalecido, procesará el virus como una “simple gripe” estacional; esto quiere decir que el virus ha podido ser controlado por nuestras células y mecanismos de defensa, de manera natural, sin haberse alterado el “equilibrio” al que se ha referido al comienzo, de manera que logramos pasar la prueba y pasamos a la categoría de “inmunes” o “asintomáticos” frente al virus, estableciéndose así un “nuevo orden” o un nuevo equilibrio teniendo aquí, por estática comparativa, un nuevo escenario. Esto, según se nos ha dicho, debe ocurrir en principio con el 80% de la población. La complicación viene con el 20% restante y el 5% dentro de este último porcentaje. Aquí cuenta la capacidad de atención o de respuesta del sistema de salud. Lo que todavía ignoramos a ciencia cierta es si este SARS-CoV-2 es o no es un virus mutante, es decir, si está conformado por una combinación de cepas, es decir, de secuencias de ADN de otros virus (¿fabricado entonces en algún laboratorio?), lo cual nos llevaría a situaciones más complicadas (relaciones de desequilibrio o de equilibrio inestable en el organismo humano).
Allí no queda todo, pues aun siendo la mayoría asintomáticos, estamos sometidos por la presión gubernamental a mantenernos en confinamiento o prolongadas cuarentenas (“¡quédate en tu casa”!), junto con la angustia (desesperación para muchos) de haber perdido los empleos, impedidos de generar ingresos para poder sobrevivir, sobre todo para quienes viven del “día a día”, cuentan solamente con su capacidad de trabajo, dependen del comercio o los servicios y son pobres, viven en las áreas periféricas de las ciudades, zonas rurales alejadas o comunidades aisladas, donde el Estado nunca ha llegado con servicios de salud adecuados. En América Latina constituyen la mayoría dentro de la mayoría del 80%.
La angustia y la desesperación afectan inevitablemente el sistema inmune de esa mayoría dentro de la mayoría, a lo cual contribuyen las muy precarias condiciones materiales de existencia. Al violar la cuarentena para salir en busca de medios de subsistencia, el contacto físico y la interacción en los mercados haciendo incluso caso omiso de la “distancia social”, aumentan lo que algunos médicos han llamado la “carga viral”. Entonces, un sistema inmune debilitado por la cuarentena y el miedo, junto con la carga viral que se recoge en las calles, mercados y plazas públicas (dependiendo de la frecuencia de las salidas y los espacios frecuentados), hacen que el virus continúe con su propagación aparentemente imparable (la famosa curva de contagios demora en llegar al “punto de inflexión” o a la “meseta”). Sin embargo, es necesario destacar en este punto que la letalidad no descansa en el virus en sí mismo (un “pinche virus” como sostuvo un médico de emergencias español) sino en UN SISTEMA INMUNE DEBILITADO (es decir, que nuestro sistema inmune se encuentre en desequilibrio permanente); debilitado además por las cuarentenas (en realidad encierro), algo completamente contrario a la intención oficial de “proteger” de esa manera a la población. Esto último denota lo pésimamente errado de la forma como se plantearon las estrategias para hacer frente a la pandemia, aplicando sin chistar los protocolos sanitarios de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Sin embargo, es necesario reconocer que no todos los gobiernos hicieron o aplicaron lo mismo.
Llevemos ahora esta “pequeña teoría” a otro plano: al de las relaciones del poder internacional/mundial/global. Lo que está permitiendo apreciar estos meses de “pandemia”, según sea la escala o magnitud de las infecciones y el país desde donde estemos situados, es el verdadero propósito de sus impulsores: contra lo que muchos podrían haber creído, disminuir la población mundial no es el principal objetivo ahora, aunque afecte principalmente a las generaciones con 70 u 80 años en adelante, siendo más bien las primeras y/o principales víctimas. El propósito no declarado con esta “pandemia” consiste en alterar y menoscabar en el tiempo nuestro sistema inmune; prepararnos física, psicológica y mentalmente para aceptar sin objeciones la llegada e inoculación obligatoria de las vacunas y, por extensión (o implicación), prepararnos como conejillos de indias para nuevas pandemias; para que las transnacionales farmacéuticas y las fundaciones que las sostienen o las financian hagan su multimillonario negocio.
Traduciendo todo esto en términos políticos globales, estamos inmersos en el tránsito (si es que no lo estamos ya) hacia un Nuevo Orden Poscapitalista basado en el biopoder y el dominio de las tecnologías avanzadas (5G, Inteligencia Artificial). Un nuevo sistema de esclavitud, como algunos intelectuales y médicos con conciencia crítica lo han venido advirtiendo. Aquí se encuentra el debate pendiente. No es “conspiración”, es un plan siniestro y criminal, siendo su plataforma esta plan-demia.
¿Dónde están las alternativas?, ¿también fueron confinadas?
Coronavirus, pandemias y "conspiracionismo". Algunas cuestiones para un Otro debate.
Quienes se refieren con desdén o sarcasmo a las "teorías de la conspiración" meten en el mismo saco a quienes denuncian las tropelías que se están cometiendo en contra de la humanidad por parte de los poderes que vienen manejando y dirigiendo la "pandemia" a nivel mundial, junto con todo tipo de "conspiracionistas" (por ejemplo, el Club Bilderberg), "conspiranoicos" y fanatismos. Sin ser partidario de estas, a las "teorías de la conspiración" son remitidas también todo aquello que se refiera al "Nuevo Orden Mundial", así como las distopías, supersticiones, vaticinios, profecías y todo de tipo de imaginería traída de la ciencia ficción (extraterrestres, reptilianos y otros seres alienígenas).
Recurriendo a un dicho muy popular, es necesario "separar el grano de la paja" para adquirir la necesaria claridad y poder discernir, libres de anteojeras, frente a lo que está aconteciendo. Hay muchas preguntas sin resolver, así como hipótesis sin poderse demostrar que han dado lugar precisamente a múltiples y variadas especulaciones. No es lo mismo la "demostración científica" en base a estudios y pruebas de laboratorio, que la demostración de un enunciado, una proposición, algún supuesto o juicio de valor formulados desde la politología y las ciencias sociales. ¿Por qué? Porque estas últimas no están sometidas a las condiciones de un laboratorio, sino que dependen de hechos, procesos, regularidades sociales y espaciotemporales, así como del comportamiento, reacciones y manifestaciones del poder en tiempo y lugar; todos los cuales solo podrían ser destapados, desocultados o revelados tras un largo y fatigoso proceso de indagación histórica, intercambio de información y debates inter/trans disciplinarios. Más aún si hablamos de eventos, acontecimientos, transformaciones a escala planetaria que comprometen a toda la humanidad, a toda la civilización actual, a todo un patrón de poder.
Precisamente en esa situación nos encontramos, porque la "pandemia" (venga de donde venga) ha trastocado y mandado a la cuarentena y al encierro no solo a la mayor parte de la población del mundo, sino también al sistema/régimen/modelo de producción y consumo del cual han dependido, desde los años ochenta en adelante, tanto la acumulación y reproducción capitalista como el metabolismo social; es decir, la "pandemia" ha sido y está siendo utilizada para resetear / reiniciar todo el sistema (económico, político, social, institucional, cultural) y su patrón de poder. Y la pregunta principal no gira tanto alrededor de "el regreso a la normalidad" sino, fundamentalmente, ¿hacia dónde estamos siendo conducidos? Una pregunta, pues, llena de incertidumbre que, desde el punto de vista de la humanidad, no desde los intereses de quienes la quieren seguir sometiendo y esclavizando con mensajes subliminales, puede resolverse a su favor si asume y construye su futuro auto organizándose y emancipándose de las cadenas visibles e invisibles.
Desde el punto de vista del trabajo, la "humanidad" son todos los trabajadores y trabajadoras del mundo, asalariados y no asalariados, trabajadores "libres", independientes, pequeños y microempresarios, informales, desocupados, subempleados, profesionales (el espectro es bastante amplio), empleados, amas de casa, trabajadoras del hogar, pequeños productores rurales, campesinos, pobladores andinos, amazónicos y afrodescendientes, cultivadores, migrantes, trabajadores ocupados en servicios diversos, trabajadores de empresas públicas, de cooperativas y asociaciones. En fin, son al menos la mayoría y es esta parte de la "humanidad" la llamada a construir un mundo nuevo, una nueva civilización que permita la preservación de nuestra especie y salvar nuestro planeta de la destrucción.
¿Es eso "conspiracionismo"? ¿Es "conspiracionismo" sostener que existen una o más conexiones entre los Estados Unidos y China, con relación a las decisiones tomadas en torno a la "pandemia" a nivel de sus altos líderes y dirigentes políticos? A otro nivel: ¿es "conspiracionismo" mostrar que ha habido conexión entre los Institutos Nacionales de Salud (NIH), el Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas (NIAID), ambos en EEUU, y el Instituto de Virología de Wuhan en China, con relación a las investigaciones sobre cultivos celulares para producir cepas de nuevos virus, y la OMS? ¿Es "conspiracionismo" señalar o postular la posible conexión de intereses entre los señores Anthony Fauci, Bill Gates y Tedros Adhanom? ¿Son "conspiracionistas" el investigador biofísico Andreas Kalcker, la doctora Chinda Brandolino, la bióloga molecular Judy Mikovits, el médico de emergencia Rashid Buttar y el virólogo Pablo Goldschmidt, entre muchos otros, por desnudar (denunciar) la "falsa pandemia" y defender alternativas de tratamiento que van contra los intereses económicos de las grandes transnacionales farmacéuticas?
¿Es "conspiracionismo" replantear o propugnar la reorganización del mundo sobre la base de otros principios, otra racionalidad, completamente opuestos a los que hemos conocido hasta hoy? Tampoco es "conspiracionismo" sostener que, si el estatus quo sigue igual, lo que salga después del reseteo de todo el sistema podría que resulte ser algo peor. Esta es la gravedad de lo que potencialmente encierra la situación presente. Vivimos una transición histórica donde el 1% de la población mundial (las élites) la quiere cerrar o salir de ella a través de esta pandemia. ¿Es o no es así? Esto es lo que hay que discutir y promover en todos los niveles, en todos los estratos sociales, no solo entre académicos y especialistas por muy "críticos" que sean. Que nadie quede excluido.
Cerramos estas reflexiones con una cita de Immanuel Wallerstein, el gran sociólogo historiador:
"[...] No presenciaremos un simple debate político que vuelva a lo anterior, una discusión amistosa entre angelitos. Será una lucha de vida o muerte, pues estamos hablando de sentar las bases para el sistema histórico de los siguientes quinientos años, y estamos debatiendo si sólo deseamos un tipo más de sistema histórico en el que prevalezca el privilegio y se minimicen la democracia y la igualdad, o si deseamos avanzar en la dirección opuesta, primera vez en la historia conocida de la humanidad".[2]
¿Estaremos pues en condiciones, y con la capacidad, de cerrar de otra manera -como diría Marx- "la prehistoria de la sociedad humana"?; ¿y de qué "prehistoria" estamos hablando? De 500 años de capitalismo, de 500 años de modernidad/colonialidad.
Lima, 30 de mayo del 2020.
[1] Declaraciones del Dr. Shiva Ayyadurai, recogidas y divulgadas el 24 de mayo por un canal de youtube, con el título de “Un prestigioso científico del MIT destapa toda la verdad” (www.youtube.com/watch?v=Z2RGkaJSqbM).
[2] I. Wallerstein, UTOPÍSTICA o las opciones históricas del siglo XXI, México, Siglo XXI Editores, 2003, p. 83.
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