Megacorrupción y traición en Brasil

31/08/2016
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En la época en que Lula se hizo cargo del gobierno en el Brasil, se criticó su postura de transar con partidos de centro y de derecha. El justificó su comportamiento, indicando que él gobernaba para todo el Brasil, y no solamente para un sector. En ese contexto, el modelo económico implementado en el Brasil intentó equilibrar las necesidades de amplios sectores populares, y las necesidades del empresariado brasilero. O sea, se empezó a aplicar un capitalismo, matizado de tendencia social, con el objetivo puesto, a mediano o largo plazo, hacia un socialismo democrático. Este modelo que Lula y su equipo implementaron dio sus primeros frutos, a tal punto que Brasil, en el tiempo transcurrido, empezó a ser visto como una potencia mundial, con un desarrollo económico envidiable. Y se podría decir, que había dejado de ser un país subdesarrollado.

 

En estas circunstancias, el empresariado brasilero se benefició con mucho, y aparecieron “nuevos” millonarios, y los que ya lo eran, se convirtieron en multimillonarios. Los partidos políticos se robustecieron, y empezaron a generar planes de un mayor crecimiento, con la venia de una democracia equilibrada.

 

Después de las vacas gordas, el Brasil pasa a una etapa de crisis profunda a partir de una guerra económica dirigida por los países hipercapitalistas, donde el capitalismo salvaje hace de las suyas, en contra de todos aquellos que no siguen al sistema. USA y Cia., atacan con todo para que las nuevas economías emergentes decaigan. Estados Unidos y sus aliados no pueden permitir que Brasil, Rusia, India, China (BRIC) y otros países, se puedan mantener incólumes en un mercado global, que teóricamente sólo debía favorecer, en ganancias económicas, a los países que siguen a pie juntillas los lineamientos del FMI y del Banco Mundial.

 

Ante el peligro de que el BRIC y otras economías emergentes hegemonicen con sus productos y servicios en el mercado y tomen la batuta de la economía mundial, USA y sus aliados (ellos) declaran la guerra mundial económica, y lanzan sus dardos para acabar con sus competidores. Asimismo, ellos ejecutan políticas para acabar con los gobiernos progresistas de Latinoamérica, y desean dar un giro para que el “patio trasero”(de acuerdo a la percepción que ellos tienen de nosotros) vuelva a ser el patio trasero. Ellos crean “infiernos” en el medio oriente para mostrar su poderío militar, proteger a los sionistas, y justificar de lleno la carrera armamentista sin límites. La economía de “guerra” se impone ante la crisis del capitalismo.

 

En este contexto, el Brasil es atacado desde diferentes frentes, tanto externos como internos. En el ámbito externo, siendo una osadía que Brasil intente ser un competidor de USA en las Américas, el gobierno norteamericano lanza sus “misiles” en contra del gobierno de Dilma. La crisis económica se desata en el país, con la baja (planificada desde USA) del precio del petróleo y sus derivados. El empresariado brasilero, entra en pánico, y lleva su riqueza a los paraísos fiscales. En el ámbito interno, los partidos de derecha culpan a Dilma y al PT por los problemas económicos, y esto se agranda con elementos de corrupción emergentes, reales o supuestos. La democracia pactada en el Brasil desaparece, las polaridades emergen nuevamente, y la derecha saca su mascara y muestra su verdadero rostro. Asimismo, la moralidad y el sentido común desaparecen, y la derecha asume que la trampa moral es la herramienta a ser utilizada

 

En estas circunstancias, se observa que la derecha brasilera no tiene ningún escrúpulo para traicionar a su aliado de izquierda, y sorprende con el “impeachment”. Fruto de esta traición sale Rousseff del gobierno del Brasil. Y la derecha se encarama, con el pensamiento de destruir todas las medidas populares, en la medida que pase el tiempo. La obediencia al “amo” (el poder y la riqueza) se impone.

 

Si se puede “culpar” a Lula, a Dilma y a sus correligionarios es por su postura de credulidad frente a la moralidad de los partidos de derecha que teóricamente deberían respetar los acuerdos, y ser parte de una democracia equilibrada, donde los partidos de izquierda, centro y derecha convivan como hermanos. Asimismo, se les puede “culpar” de haber sido contemplativos con la corrupción, porque pensaron que la justicia brasilera iba a actuar de forma neutral y rápida con los casos de delito en distintas esferas del gobierno, en la cámara de senadores y diputados, y en otras instituciones estatales y privadas. Y eso no ocurrió. Entonces, cuando el gobierno de Dilma comenzó a presionar para juzgar a los corruptos, la derecha no titubeo ni un segundo para traicionar, puesto que sus intereses estaban en juego.

 

Hubo un tiempo en que los partidos de derecha defendían la democracia y se oponían a la posibilidad de gobiernos totalitarios de izquierda, hoy eso cambió, y estos partidos defienden los intereses de los grandes capitales, o sea defienden a los megamillonarios. Y por esto, no temen en hundirse en la corrupción, en la pérdida de valores, y asumir la traición como algo normal. Y por esto, en el presente, la corrupción se enseñorea en el Brasil y, una vez más el pueblo es engañado.

 

Iván Prado Sejas

Psicólogo, escritor, docente universitario y Presidente del PENCBA.

 

https://www.alainet.org/pt/node/179895
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