Dilemas de la izquierda brasileña

21/10/2007
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Son varios, los partidos y movimientos populares de la izquierda latinoamericana que no logran comprender la coyuntura brasileña.  No es para menos.  ¿Cómo es posible que un líder popular y su partido socialista, después de veinte años proponiendo un programa, adoptan uno diametralmente opuesto, al llegar al poder? ¿Cómo se explica, por otro lado, que, no obstante esa evidente traición, siga elevado el apoyo popular a Lula y al PT?

Una historia de paternalismo

Para contestar estas dos preguntas, es indispensable comenzar por un examen de las características generales de la población brasileña.

Desde el periodo colonial, la sociedad brasileña se ha dividido en tres grandes sectores: los señores de la tierra, los esclavos y los hombres libres pobres, obligados a vivir del favor de los primeros.  La esclavitud solo ha sido eliminada en 1888 y no fue seguida por la reforma agraria, de modo que no hubo una modificación profunda en las características de la sociedad colonial

Así, el capitalismo brasileño heredó un vasto contingente de "sujetos monetarios sin dinero": personas que solo pueden sobrevivir en la marginalidad o bajo la protección de un poderoso.

Surgió de ese trazo estructural, "la cultura del favor".

Los brasileños pobres buscan desesperadamente un padrino poderoso, a quien recurrir para lograr un empleo, matricular el hijo en una escuela, internar un enfermo en los hospitales públicos.

Cuando esa cultura del favor se transplanta al nivel político, esos brasileños buscan un padre.  Vargas, Quadros, Goulart son ejemplos de liderazgo paternalista, fundado en la cultura del favor.

La psicología del hombre que vive del favor lo obliga a devolver  el favor con otro favor a su benefactor, porque esa es la forma de afirmar su valor.

Uno de los primeros actos de Lula, al asumir el gobierno, fue crear un programa de combate al hambre (Canasta Familiar) y un Programa (Sueldo Familiar) de distribución de un pequeño subsidio monetario a las familias pobres.  Actualmente, 11 millones de familias reciben mensualmente cuantidaes que varían entre 30 y 75 dólares.  Para esas personas, esto es un favor personal de Lula, a ser retribuido con el voto.

Este trazo cultural se refuerza con la visión del hombre pobre respecto a la posición que ocupa en la sociedad brasileña.  Para él, la sociedad se divide claramente en dos partes: "nosotros" y "ellos".  Por "nosotros", el entiende la masa de los pobres - los que "no ganan nunca"; por "ellos", los poderosos, los que pueden burlar las leyes impunemente, los que "ganan siempre".

Para los pobres, Lula pertenece a la categoría "nosotros".  Por esto, "ellos" no lo dejan hacer todo el bien que desea para el pueblo.  Si intentase hacer más de lo que está haciendo, "ellos" lo derrumbarían o lo matarían, como ocurrió con Vargas, Quadros y Goulart.

Es un verdadero "blindaje" que inmuniza al Presidente contra cualquier tipo de crítica política o ética.

El Partido de los Trabajadores (PT)

Contestada la primera pregunta, puede contestarse la segunda: ¿que pasó con Lula y el PT?

El PT nació como parte del gran movimiento popular por el retorno del poder político a los civiles y se formó a partir de tres corrientes políticas: los líderes de los sindicatos de la industria automovilística, bajo la influencia de Lula; los militantes de los movimientos cristianos, impulsados por la Teología de la Liberación; y un grupo numéricamente inferior de militantes marxistas, anteriormente combatientes de las guerrillas contra el régimen militar.

Como las dos mayores fuerzas eran muy poco politizadas, este pequeño grupo de ex-guerrilleros (bolcheviques, maoístas, trotskistas), distribuido entre varias corrientes internas, formó el núcleo del pensamiento estratégico y táctico del partido.  Ocupó también, aunque siempre en estado de tensión con las dos corrientes mayores, los puestos claves de su estructura.

En la primera etapa de su existencia (1980-1989), el partido no tenía mucha penetración en la gran masa del pueblo, pues su postura de confrontación abierta con el establishment burgués asustaba a la gran mayoría despolitizada.  Pero Lula, por su origen proletario y su carisma, comenzó a ser mirado por la masa como uno de "nosotros".  En 1986 fue electo diputado nacional con la mayor votación del país y en 1989 asombró al establishment con una estupenda votación.  Con esto, asumió en el interior del PT una fuerza desproporcionada en relación a las demás corrientes internas.

Entre 1989 y 1994, el PT sufrió tres formidables golpes: en 1990, la apertura económica realizada por Fernando Collor, que debilitó extremamente su brazo sindical, la CUT (Central Única de los Trabajadores); en 1991, la caída del "socialismo real"; y, en 1994, la abrumadora derrota frente a Fernando Henrique Cardoso.

Estos golpes eran ya el impacto del cambio neoliberal en todo el sistema capitalista mundial.  Para hacer frente a ellos, sería necesaria una nueva teoría de la revolución brasileña.  Esto significaría revisar la "estrategia democrática popular" que había constituido la base de los programas electorales del partido hasta entonces.  Pero ni la dirección ni las corrientes internas del Partido lograron hacer un análisis coherente de lo que estaba ocurriendo.  De allí resultó una conducta política errática hasta 1998, período en el cual Lula y la corriente Articulación cambiaron paulatinamente la estrategia del partido: de un partido anti-establishment, el PT se fue transformando, poco a poco, en un partido electoral.

Lula cede

En las elecciones de 2002, Lula tenía todas las condiciones para imponer al partido una alianza con sectores de la burguesía (su candidato a vicepresidente era el mayor industrial textil del país) y la contratación, para dirigir su campaña, de la principal agencia publicitaria hasta entonces al servicio de los candidatos de la derecha.

Ganó en la segunda vuelta, pero no sin pagar anticipadamente un precio que comprometió a toda su administración.

En septiembre de 2002, la derecha realizó una maniobra financiera para amenazar al país con el caos económico en caso de victoria de Lula.  Éste aceptó el chantaje y, en ese mismo mes, publicó la Carta a los Brasileños, en la que se comprometió públicamente a cumplir los acuerdos firmados por Cardoso con el Fondo Monetario Internacional.

En el gobierno, confiado en su arraigo popular, no le importó dejar de hacer todo lo que había prometido, pero cumplió con fervor de nuevo cristiano los compromisos con la derecha.

Este matrimonio ya dura siete años sin mayor turbulencia, lo que se explica por la conducta sumisa de Lula y por un clima económico internacional extremamente favorable a las exportaciones brasileñas, lo que proporciona al gobierno condiciones para mantener la inflación bajo control y para realizar su programa asistencialista.

Con bancos superando todos los records de ganancias; una promesa de "boom" de las exportaciones de alcohol; cincuenta millones de pobres recibiendo mensualmente una pequeña limosna; partidos de oposición sin alternativa de gobierno; y una izquierda simplemente destrozada, el buque lulista navega en aguas tranquilas, perturbadas solamente por los escándalos éticos que ya lo obligaron a defenestrar prácticamente a todos los miembros de su staff personal.  Pero esto no lo afecta.  Está "blindado”.

Los movimientos frente al gobierno

¿Cómo caracterizar esta coyuntura y cómo impacta a los movimientos populares?

La coyuntura es una especie de "neumonía sin fiebre"; en la superficie, no hay fiebre: crecimiento mediocre, pero continuado; inflación bajo control; capitales extranjeros entrando regularmente; desempleo atenuado por la asistencia social; en el subsuelo: desindustrialización; desnacionalización de la economía; empeoramiento de las condiciones de vida de los pobres (educación, salud, vivienda, principalmente); escalada preocupante
de violencia; pérdida de control sobre el crimen organizado en las cárceles y en las periferias de las ciudades medianas y grandes; deterioro acelerado del medio ambiente.

Ese contexto extremamente confuso y amenazante explica las posiciones de los movimientos populares combativos frente a la coyuntura política y, en especial, de los tres más grandes de ellos.

La CUT ha tenido una evolución muy similar a la del PT.  Sus dirigentes históricos, que se han destacado en el período heroico del sindicalismo, ocupan actualmente puestos elevados en la administración del Estado (Ministerio del Trabajo) o disfrutan altos sueldos en diversas sinecuras.

Los dirigentes actuales, desconocidos del público, se limitan a administrar una organización burocrática.

En el Movimiento de Trabajadores Rurales sin Tierra (MST) la situación es distinta: la dirección es crítica, pero hace una distinción entre la política económica del gobierno y la persona de Lula.  El argumento para justificar esa duplicidad es: "mal con Lula, peor sin él".

Pero la razón real es el peso de la "cultura del favor" en la masa campesina.  La capa dirigente del MST moviliza trabajadores rurales totalmente despolitizados, habituados al clientelismo y al paternalismo.  Mientras están ocupando tierras, se crea un clima artificial que les hace suspender temporalmente la cultura del favor y participar de las actividades que el MST realiza para concientizarlos.  Pero, una vez asentados en la tierra, el peso de la "cultura del favor" vuelve con toda la fuerza y lo hace agradecida a Lula.

Ciertamente puede criticarse los criterios de movilización y el contenido de las actividades de concienciación: una crítica que, sin embargo, no puede perder de vista la situación concreta de la lucha de clases en el campo, marcada por el fuerte peso de la despolitización de la inmensa mayoría de la población rural.

Contrariar abiertamente la cultura de esa masa, representa el riesgo de aislarse de ella y exponerse a la ferocidad del latifundio; no contrariar significa dejar de hacer frente a un problema real, lo que ciertamente debilita al Movimiento: un dilema que todavía no se ha podido solucionar.

Los movimientos que siguen la Teología de la Liberación se han dividido en relación al gobierno.  La mayor parte afirma que Lula está realizando silenciosamente una verdadera revolución social, en la medida en que transmite esperanza a los pobres.  Atacar a Lula es, por lo tanto, aislarse de la masa.  Además, afirman, exactamente como el MST: "no hay alternativa mejor".  Una minoría sigue siendo socialista y combativa, destacándose la Comisión Pastoral de la Tierra (CPT) y el Consejo Indigenista Misionero (CIMI).

Como puede comprobarse, la coyuntura no es nada alentadora para quienes sueñan con una revolución social.  Esta podría ser la conclusión lógica del análisis.

Sin embargo, aunque muy difícil, la situación no es desesperada: la izquierda socialista, aunque reducida a su expresión política más baja de toda su historia, no está muerta.  Partidos como el Partido Socialismo y Libertad (PSOL), el Partido Socialista de los Trabajadores Unificado (PSTU), el renovado Partido Comunista Brasileño (PCB) y movimientos sindicales nuevos como las centrales Intersindical y Conlutas siguen sustentando las banderas del socialismo.

Plinio de Arruda Sampaio es director del semanario Correio da Cidadania.  Fue candidato presidencial por el Partido Socialismo y Libertad (PSOL).

https://www.alainet.org/pt/node/126527
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