Cuando tú privacidad es motivo de ataque
- Opinión
Es lamentable asumir que vivimos en una sociedad donde una mujer –sobre todo cuando es joven– al ostentar un cargo de poder o relevancia pública está expuesta a ser atacada desde distintas vías con el propósito de hacerla desistir o simplemente para perjudicarle su trabajo, porque no debe o nunca debió acceder a esa posición.
Hoy en día, el internet se ha configurado como una realidad paralela de la vida de las poblaciones que constantemente estamos interactuando con este. Selene Yang y Belén Giménez explican que, -“el Internet es un espacio de disputa de poderes donde confluyen muchos intereses de quienes generan las diferentes conexiones, plataformas y accesos que tenemos para acceder, crear o difundir información” (2019:12). En este sentido, en el terreno de las agresiones hacia las mujeres y demás grupos excluidos y discriminados también se trasladan hacia el ámbito virtual, y de una manera mucho más agresiva que en la cotidianidad presencial, reproduciendo las relaciones de poder del mundo físico.
Constantemente se observan prácticas de exclusión, acoso, y expresiones de violencias situadas y selectivas; las cuales no tienen regulaciones explicitas ni para sus ejecuciones ni para sus sanciones, por lo menos en Venezuela. Esto ha generado que sea un espacio hostil tanto para la diversidad de grupos como para las individualidades que lo usan, y afecta directamente a las mujeres en su ejercicio político, empoderamiento, y cuidado propio y de lxs suyxs.
Dicho esto, quiero narrar una situación que he estado presenciando y acompañando de violencia machista hacia una colega, una amiga la cual fue víctima a través de este mundo paralelo.
Violencia digital hacia las mujeres
Hace varias semanas, desde el correo institucional en donde tanto mi amiga (mi jefa) como yo laboramos, enviaron un mensaje a distintas individualidades, instituciones con quiénes tenemos alianzas, al alcalde del municipio y a nuestros jefes directos, con un vídeo y foto íntimos de ella, en el cual se muestra su rostro claramente. Este no ha sido el primer ataque de este tipo que ella ha recibo desde que ocupa el cargo de directora de la institución, pero sin duda fue el más fuerte.
No está demás decir que la sorpresa, la indignación, la tristeza y la rabia que sentimos en ese momento nos superaban; a pesar de que no fui la víctima, lo sentía así.
Esto se conoce como violencias digitales contra mujeres, entiéndase: aquellas violencias basadas en los prejuicios de género pero mediada y/o potenciada, a través de las tecnologías de la información y comunicación (TIC’s). Éstas operan bajo estereotipos de género recurrentes, basados en ideas tales como: las mujeres no deberían opinar o participar en la deliberación pública, no deberían usar la tecnología, son ellas las culpables por las fotos y comportamientos que tienen en la red, entre otras cosas (Vela y Smith, 2016).
Puede parecer insignificante, pero no es así. O ¿Creemos que las víctimas de este tipo de agresiones no se ven afectadas y desestabilizadas? o ¿Creemos que estos hechos no pueden trascender del plano virtual y hacer que la despidan, se le cierren puertas a otros espacios, rompan alianzas, entre otras consecuencias?
Estas situaciones pueden provocar que las mujeres se autocensuren y que se abstengan de hablar libremente; ansiedad, estrés, o al deseo de retirarse de cualquier espacio o tipo de actividad en línea por miedo a seguir siendo atropellada. Además pueden tener impactos físicos como por ejemplo, dolores en el cuerpo, pérdida o exceso de apetito, tensión, angustia; en las emociones, angustia, ira, miedo, impotencia, frustración, depresión y paranoia; hasta temor a salir y exponerse, auto-limitación, sensación de constante monitoreo y vigilancia, etc. (León, 2019).
El atropello en el que se ha expuesto mi compañera es terrible en diversos aspectos. En términos institucionales es atentar con la imagen de esta, además del peligro de poder acceder a información correspondiente a su funcionalidad interna y a los datos de sus empleados y empleadas, la cual es de carácter privado y no deben ser arrebatados ni expuestos a ajenxs.
Además, es machista hasta la médula. El hecho de que se utilice la privacidad sexual de cualquier mujer para atentar contra ella misma, demuestra las valoraciones sexistas en el imaginario común de la población de lo que "debe ser una buena mujer", en otras palabras, “una mujer decente no manda desnudos", pero no solo es eso, sino que por eso no es apta para asumir cargos de responsabilidad y/o poder. Como si una cosa limitará su capacidad para la otra.
Otro aspecto que demuestra todo el engranaje sexista en el que estamos inmersxs, es en la institucionalidad de la justica. Los cuerpos de policía al momento de recibir la denuncia, lo hicieron a modo de burla, lo que implica una falta de seriedad y sensibilidad sobre estos casos, porque según sus ideas, es culpa de la víctima haberse fotografiado desnudos (revictimización). Y no solo eso, sino que en este caso en particular, accedieron a tomar la denuncia únicamente por estar involucrada la institución, entonces sí amerita una intervención; parafraseando uno de los detectives: "vamos a tomar la denuncia porque es institucional porque si no...".
Sumado a eso, la procesaron como "instigación al odio", no por violencia hacia las mujeres, como era el debe ser. Si bien en la Ley Orgánica sobre el derecho de las mujeres a una vida libre de violencia (2014) en Venezuela aún no está tipificado este delito, sigue siendo un ataque a su privacidad y la utilización de ella como medio para atentar contra su integridad moral, ética y hasta psicológica por motivos de género y esto se presenta como acoso u hostigamiento en dicha ley.
Un problema estructural
Nos encontramos con una serie de actitudes machistas en torno a una problemática delicada, deslegitimando y minorizando su importancia. Este tipo de ataques es sufrido por miles de mujeres en el mundo, sobre todo cuando son figuras públicas, y se basa en descalificativos hacia las mujeres en base a su apariencia física y condición de género. El cuerpo es usado como argumento y normalmente buscan degradarlas en su función social (Toledo, 2016).
El verdadero problema es que todavía vivimos en una sociedad que hace que este estilo de delitos sea permisible, porque se considera que la sexualidad y privacidad femenina no solo es un taboo, sino que además, es motivo de penalización y vergüenza para quienes nos sentimos libres y cómodas sobre nuestros cuerpos. Porque el cuerpo femenino si es de carácter público.
Hasta el presente, la denuncia sigue estancada, el detective no cumple con los tiempos preestablecidos ni le da continuidad al caso. No se han citado a los sospechosos, no se ha llevado el caso a fiscalía, a la espera que en cualquier momento vuelva a suceder, vuelvan a atacarla, como efectivamente sucedió.
Pero aun así, hay algo que quiero rescatar y es como el movimiento feminista y sororo en general en el país, se está gestando como una red de apoyo para el cuidado y apoyo entre las mujeres. Cuando manifesté este hecho todas extendieron sus manos, mostraron su solidaridad y sostén ante cualquier decisión que asumiera la víctima, y para mí fue muy hermoso.
- Ivel Urbina Medina, Antropologa, investigadora del Museo antropológico de Quíbor, Venezuela
Referencias:
Gaceta Oficial No. 40.548 (2014). Ley Orgánica sobre el derecho de las mujeres a una vida libre de violencia. Caracas, Venezuela.
León, Cristian (2019). Brecha digital y las violencias contra las mujeres. En Ignacio F. Lara (Ed.) Seguridad de las activistas. Asuntos del Sur e International Development Research Center.
Toledo, A (2016). Misoginia en internet: bombardeo a campo abierto contra las periodistas. Recuperado en: https://stats.karisma.org.co/misoginia-en-internet-bombardeo-a-campo-abierto-contra-las-periodistas/. Consultado el Oct-2020.
Vela, Estefanía y Smith, Erika. (2016). La violencia de género en México y las tecnologías de la información. En Internet en México: Derechos Humanos en el entorno digital. México: Derechos digitales.
Yang, Selene y Giménez, Belén (2019). Seguridad digital. En Ignacio F. Lara (Ed.) Seguridad de las activistas. Asuntos del Sur e International Development Research Center.
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