Trump: todo por el poder, todo contra Irán

11/02/2020
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Desde la Convención de La Haya de 1907 quedó establecida en la ley de “Conflictos Armados”, ampliamente aceptados por todas las naciones civilizadas firmantes, la “prohibición de asesinar funcionario del gobierno extranjero fuera del tiempo de guerra”.

 

La decisión del presidente norteamericano Donald Trump, de asesinar al General iraní y comandante de su cuerpo de elite al-Quds, Qassem Suleimani, (Ver: Qassem Suleimani ¿quién detendrá a la muerte?), no solo se llevó por delante esa normativa, sino que inmediatamente Trump se jactó, por twitter de su decisión: “El general Qassem Suleimani que ha asesinado o herido gravemente a miles de estadounidenses durante un largo tiempo, y estaba conspirando para matar a muchos más... ¡pero fue atrapado! Él fue directa e indirectamente responsable de la muerte de millones de personas, incluido el gran número de manifestantes recientemente en Irán”, y el párrafo sigue insustancial y fabulando para justificar lo que a todas luces ha sido un magnicidio fuera de toda razón.

 

Rápidamente, funcionarios norteamericanos, en el intento de seguir justificando el crimen, informaron que el general iraní preparaba de manera inminente una serie de acciones terroristas contra ciudadanos estadounidenses. Más tarde, frente a la magnitud del hecho y las críticas que arreciaron sobre Washington, la Casa Blanca cambió su discurso agigantando la magnitud de las operaciones planeadas por Suleimani, hasta que Trump abandonó la justificación anterior y dijo que tenía un “pasado horrible”. Con ello, ha dejado en evidencia que mató por antojo, sin ningún atisbo de legalidad y solo para su propio usufructo. En su acción, Trump ha procurado generar más elementos que jugarán a su favor para superar el impeachment que ya tenía encima, y que acaba de superar sin ninguna consecuencia y se apresta a disputar la Presidencia en noviembre próximo, donde tiene muchísimas posibilidades de conseguir un nuevo mandato.

 

Además de las cuestiones internas, con esa decisión Trump pretendía dar un paso más hacia una nueva configuración del Medio Oriente, lo que incluye su plan de paz para Palestina e Israel (Ver: Palestina, hacer de puta y poner la cama), el que ya ha quedado absolutamente descartado. De la nueva estrategia de Trump para la región, no está exenta, la escalada bélica entre Damasco y Ankara, que, de fallar la diplomacia de Vladimir Putin, podría desatar una guerra del que en único beneficiado será el propio Donald Trump.

 

El último jueves seis, Medio Oriente tuvo un nuevo remezón, cuándo se confirmó oficialmente que otro dron norteamericano destruyó un edificio donde se encontraban un número indeterminado de miembros de al-Qaeda en el este de Yemen. Entre ellos estaba el yemení Qassem al-Raymi, jefe y uno de los fundadores, en 2009, de al-Qaeda para la Península Islámica, (AQPA), un hombre muy próximo a Ayman al-Zawahiri, líder global de la organización, fundada por Osama bin Laden, en Peshawar, Pakistán, en 1988. Algunas fuentes insisten en afirmar que al-Raymi era el gran candidato para suceder a al-Zawahiri.

 

Qassem al-Raymi planeaba convertir su facción en la más letal y peligrosa de todo al-Qaeda. En 2015, tras los ataques al semanario satírico Charlie Hebdo en Paris, se conoció que Saïd Kouachi, quien, junto a su hermano Chérif, ejecutó esa acción, había recibido entrenamiento en Yemen.

 

Qassem al-Raymi, de 41 años, era uno de los pocos emires de la organización cuyos antecedentes son anteriores a los ataques de septiembre de 2001, habiendo recibido su bautismo de fuego, siendo muy joven, en Afganistán.

 

La ejecución de al-Raymi podría considerarse una venganza por el ataque, el pasado diez de diciembre, a la Base Aérea Naval de Pensacola, Florida, del que al-Raymi se atribuyó la planificación. Allí, un cadete de origen saudita de la escuela de aviación, abrió fuego contra un grupo de militares que participaban de una clase de mecánica, matando a cuatro marineros estadounidenses e hiriendo a otros ocho, antes de ser ejecutado por la policía.

 

La acción en la base de Pensacola derivó en la expulsión de 21 cadetes sauditas, a quienes se detectó, en sus redes sociales, tener inclinaciones fundamentalistas y antinorteamericanas, y cierta predilección por visitar páginas de pornografía infantil.

 

Una vez confirmada la ejecución del jefe de AQPA, Trump, declaró lo obvio: “Estados Unidos y sus aliados están más seguros como resultado de su muerte. Continuaremos protegiendo al pueblo estadounidense rastreando y eliminando a los terroristas que buscan hacernos daño”.

 

Otra guerra en Afganistán

 

Estados Unidos sabe que la profunda herida que le abrió a Irán, con el asesinato del general Soleimani, no cerrará nunca, por lo que deberá estar atento a esperar más acciones de venganza en su contra, las que pueden provocar el suficiente daño, como para que las elecciones de noviembre no sean un paseo triunfal del actual presidente.

 

Quizás sea Afganistán, el mejor escenario para ello, (Ver: Afganistán, un espacio neutral para la guerra iraní-estadounidense), donde cientos de comandos de Teherán pueden colarse por la frontera de Irán y Afganistán de 1000 kilómetros para golpear las diferentes unidades de los Estados Unidos, localizadas en territorio afgano, y retirarse a su frontera o disimularse utilizando lo abrupto del territorio del país o utilizando la cobertura que les pueden brindar el talibán. Los rigoristas afganos y los militares iraníes, más allá de los abismos religiosos y éticos que los separan, habrían llegado a algún tipo de alianza, obligados por la agobiante presencia norteamericana, olvidando que en la década de los noventa, Teherán estuvo al borde de iniciar una guerra con el régimen talibán por sus ataques a la comunidad chiita.

 

Hoy esa alianza, sin duda, se ha conjurado dando como resultado el ataque que provocó la caída del avión de la CIA, en el que viajaba nada menos que Michael D´Andrea, jefe de la sección “Irán” de la compañía y estratega del asesinato de general Qassem Suleimani (Ver: Suleimani, un oscuro día de justicia).

 

En vista de que pueden ser posibles operaciones contra los 13 mil militares norteamericanos que todavía quedan en Afganistán, sin contar los pelotones de la CIA y los contratistas (mercenarios) de firmas privadas, el secretario de Estado Mike Pompeo advirtió a Teherán y al talibán sobre lo negativo que podría resultar para los muyahidines herederos del mullah Omar esa alianza, considerando que las conversaciones de paz, que, tras el abrupto corte de Trump en septiembre de 2019, se están retomando. Ahora si, tras la torpeza de haber asesinado a Soleimani, la retirada de los Estados Unidos se hace más difícil, dejando campo libre a la influencia iraní.

 

Aunque no es un secreto para nadie que Irán hace años inició un proceso de seducción para conseguir que el talibán se mantenga operando contra la presencia norteamericana, hoy el gobierno de los ayatolas está más afianzado que nunca en Afganistán, con importantes contingentes militares como las liwas (brigadas) Shim Fatemiyoun (internacional islámica), conformada por miembros de la comunidad afgana chiíta Hazara, retornados a Afganistán recientemente tras luchar junto al gobierno sirio y el Hezbollah libanes contra el Daesh y al-Qaeda y formaciones como la de Baba Alí Mazari, que, desde los tiempos de la guerra antisoviética, más allá de que su líder haya muerto en 1995, continúa su lucha contra los Estados Unidos. A ellos, se suman otras comandancias de la fuerza al-Quds, como la Dirección 06 o el Komitey-e Omour-e Vizheh (Comité Conjunto para Operaciones Especiales, JSCO), quienes habrían ayudado a formar el cuerpo de elite talibán conocido como Sara Kheta (Unidad Roja), a quienes, según fuentes norteamericanas, habrían provisto de rifles de francotirador, rifles guiados por láser, anteojos de visión nocturna, pequeños drones de vigilancia y equipos de comunicación

 

Un panorama que parece iniciar una nueva guerra en Afganistán de la que sólo es responsable la sevicia de Donald Trump dispuesto a todo por el poder, todo contra Irán.

 

-Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/204697
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