Pakistán: Por Allah contra todos

La inminente retirada de los Estados Unidos de Afganistán y el irremediable ascenso del poder talibán harán que la inteligencia pakistaní ocupe ese poder vacante.

21/04/2021
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Foto: sohail_shahzad_efe
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El lunes 12 de abril fue detenido en la ciudad de Lahore, capital de la provincia pakistaní de Punyab, el maulana (maestro religioso) Saad Rizvi, líder e hijo de quien fundara en 2015 el del partido Tehreek-e-Labaik Pakistan (TLP): se trata del clérigo ultra fundamentalista Khadim Rizvi, quien murió por coronavirus en noviembre del 2020.

 

Los Rizvi, junto a su partido, han encabezado desde finales de octubre del 2020 innumerables manifestaciones contra los intereses franceses en el país, y procuran la expulsión de su embajador francés y la ruptura de relaciones con París. Esto tras la nueva, torpe y estúpida provocación del semanario Charlie Hebdo, que en octubre del 2020 había publicado nuevamente imágenes que ridiculizaban al profeta Mahoma, volviendo a generar una sucesión de trágicas consecuencias. Algunas fueron la decapitación del Samuel Paty, un maestro de los suburbios parisinos, quien había exhibido esas imágenes a sus alumnos, muchos de ellos musulmanes, a la que le siguió una breve pero sangrienta seguidilla de ataques.

 

Por su parte el presidente francés Emmanuel Macron, tras defender el derecho de los franceses de publicar las infamantes caricaturas, acusó a los musulmanes, nada más que unos mil quinientos millones de habitantes de este planeta, de ser “separatistas” y “estar en crisis”. La declaración generó no pocas manifestaciones de repudio por parte de altos mandatarios de diferentes gobiernos islámicos, así como protestas alrededor del mundo islámico que llamaban a boicotear todo lo que huela a francés.

 

Desde la detención del nuevo maulana Rizvi las protestas se incrementaron y con mucha más violencia conforme se acercaba la fecha límite -20 de abril- para la expulsión del diplomático francés, el retiro del embajador de Pakistán en París y la ruptura de relaciones con Francia -fecha a la que se arribó durante las conversaciones de noviembre último entre el gobierno de Islamabad y los jefes del TLP-. La situación está lejos de resolverse y ha tensado la situación a extremos insostenibles.

 

Con la noticia de la detención del nuevo ameer (director) Rizvi, las protestas se intensificaron en las ciudades de Lahore, Karachi y Rawalpindi. En ellas participaron cientos de miles de personas sin distanciamiento social y sin tapabocas, lo que sin duda incrementará los casos de coronavirus de manera notoria en las próximas semanas -hasta ahora vienen siendo unos 6 mil al día-.

 

En esas multitudinarias marchas fueron atacados edificios públicos y locales comerciales, al tiempo que se producían numerosos bloqueos de rutas, entre ellas la que une Lahore con Islamabad, la capital del país. Mientras tanto la ciudad portuaria de Karachi, la más poblada de Pakistán, se encuentre prácticamente sitiada, mientras otros informes indican que el tránsito en las rutas principales de las provincias de Punjab, Sindh y Khyber Pakhtunkhwa se encuentra detenido, afectado el suministro de oxígeno a los hospitales donde se trata a los pacientes con Covid-19. La cifra total en el país supera los 700 mil infectados, mientras que los muertos se aproximan a los 20 mil. En este cuadro de situación y dada la escalada de la crisis de seguridad y el incremento de las amenazas contra ciudadanos franceses, París recomendó a sus ciudadanos abandonar el país centroasiático.

 

La situación ya ha generado cerca de una veintena de muertos, la mayoría militantes del TLP, los que según uno de sus líderes en Lahore, Muhammad Shafiq Amini, “no serán enterrados hasta que el embajador no sea expulsado”. Al mismo tiempo el dirigente dio un ultimátum al gobierno para que Rizvi sea liberado antes del día veinte. El último domingo se agravó el asunto cuando se conoció que los manifestantes habían secuestrado una docena de agentes de seguridad en Lahore -fueron liberados a las pocas horas- y robado dos camiones de trasporte de combustible, generando más inquietud en las autoridades que temían que el hecho pudiese ser utilizado para atacar a las fuerzas represivas. Las autoridades religiosas llamaron a una huelga general con cierre de comercios para el día lunes, la que fue acatada de manera dispar.

 

Este último lunes 19, en un discurso televisado, Khan pidió el fin de las protestas y sinceró su negativa a la expulsión del diplomático argumentando que: “Si expulsamos al embajador francés la pérdida sería para Pakistán, ya que a Francia no le pasaría nada”. Es claro que un quiebre con el Eliseo significa, según los estatutos de la Unión Europea (UE), el cerrarse todas las puertas con esas naciones. Esto podría conllevar no solo una drástica disminución de las exportaciones sino, además, el incremento del ya alto desempleo (28%), el cierre de fábricas, y el aumento de la inflación y la pobreza (66%) para los 210 millones de pakistaníes. Panorama que todavía se ensombrece más por la presión del Grupo de Acción Financiera Internacional (GAFI) para que Pakistán demuestre su no vinculación con grupos terroristas para poder acceder a diferentes créditos.

 

En vista de las presiones del GAFI, en una memorable pirueta de realpolitik, el Primer Ministro olvidó los tiempos en que siendo parte de la oposición al entonces gobernante partido de la Liga Musulmana de Pakistán Nawaz (PMLN) del ex Primer Ministro Nawaz Sharif, se alió con el TLP contra el gobierno. Amparándose en las leyes antiterroristas, el pasado día quince Khan decretó la ilegalización del TLP y la de otros partidos religiosos, así como decidió congelar sus activos. Esto se produjo al día siguiente de que las autoridades bloquearon las redes sociales durante al menos cuatro horas, en un intento de acallar el creciente malestar.

 

Más allá de cualquier intento de terminar con las manifestaciones y la violencia que están sacudiendo el país, Khan ha cedido frente a los reclamos, por lo que en las primeras horas del martes 20 se conoció una declaración televisada en donde el Ministro del Interior, Sheikh Rashid Ahmad, anunció: “Después de largas negociaciones entre el gobierno de Pakistán y el TLP, se acordó que presentaremos hoy una resolución en el parlamento para expulsar al embajador francés”. Se otorgaba así una muy peligrosa victoria a los fundamentalistas, por lo que el TPL llamó a detener las protestas.

 

Un barrio difícil

 

No es novedad la histórica alta conflictividad en que ha vivido la región desde los principios de los tiempos. Región que, con epicentro en Afganistán, siempre fue objetivo de los grandes imperios, quienes vieron sucumbir sus tentativas, el último de ellos los Estados Unidos.

 

Particularmente, y desde el comienzo de la guerra antisoviética en Afganistán, Islamabad fue un jugador fundamental en un conflicto que ganó por partida doble: evitando que un estado socialista se instale a lo largo de los 2.700 kilómetros de su frontera norte en el marco de la Guerra Fría; e impedirle a la India, enemigo jurado desde la partición de 1947 y aliado a Moscú, el que pudiera tener alguna injerencia en una nación que con la irrupción de los jóvenes talibanes había dado un vuelco total al fundamentalismo wahabita.

 

Para alcanzar la memorable victoria sobre el Ejército Rojo, Estados Unidos y sus aliados alentaron el crecimiento del Inteligencia Inter-Servicios (ISI), que, desde el corazón del ejército pakistaní, escaló hasta ser un poder autónomo dentro de la estructura del estado, lo que le ha permitido operar según sus intereses, en muchos casos incluso lejos de los de Islamabad. Por  eso se ha implementado en muchos casos una joint venture con los talibanes y otros grupos takfiristas que operan en India e incluso en Pakistán. El refugio de Osama bin Laden, en Abbottabad, a tan solo 120 kilómetros de Islamabad y pocos metros de una base y escuela militar; los ataques de Bombay en 2008; y las innumerables acciones terroristas en la disputada frontera de Cachemira, son solo unas pocas muestras de la alianza entre el ISI y los grupos fundamentalistas.

 

La inminente retirada de los Estados Unidos de Afganistán y el irremediable ascenso del poder talibán, sea por una guerra civil o por un acuerdo de paz, hará que la inteligencia pakistaní acceda a una parte de ese nuevo poder que los Estados Unidos dejaran vacante y que prácticamente en su totalidad ocuparan los mullah. Estos pagarán sus deudas con el ISI y los grupos fundamentalistas pakistaníes como el Tehreek-e-Labaik Pakistan que han colaborado en mucho a esa victoria. Así se sellará de manera casi definitiva la posibilidad de que India pudiera tener alguna influencia en Kabul, el principal objetivo de Pakistán, aunque por Allah deba estar contra todos.

 

Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC.

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/211908
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