Venezuela, la dignidad frente al chantaje

06/02/2019
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En plena normalidad transcurrió en Venezuela el 4 de febrero de 2019. Una fecha que tiene una importancia histórica destacada pues ese día, en 1992, fue el alzamiento militar que significó el nacimiento político de Hugo Chávez pero también este año era el día que habían señalado ingresaría al territorio, sin la autorización de las autoridades ni la revisión de los bienes, la ayuda humanitaria desde Colombia.

 

Para hacerla entrar, anunció el decadente diputado, harían uso de marines y hasta la Cruz Roja se horrorizó. Para hacerlo creíble bombardearon las redes con imágenes de un convoy que cualquiera hubiese validado sino fuera por la topografía o la presencia de una luna roja –y no la cruz roja- en la imagen.

 

Así que, pese a que aunque algunos pueden haber pasado el día anterior comprando linternas y latas de atún, como recomendaban las cadenas de Whatsapp, lo que se regó en la madrugada fueron imágenes de gente en el Puente Simón Bolívar que demostraban que nada ni nadie pretendieron entrar y en las horas siguientes lo que llegó de Colombia fue la noticia que llamaban a una especie de Teletón para que las buenas y caritativas personas acudieran ellas a donar lo que eventualmente alguien, en algún momento, enviará a Venezuela.

 

Ahora bien, el 4 de febrero si hubo un bombardeo sobre Venezuela pero no de cosas de distribuir sino de comunicados. Los primeros de Europa y el segundo, de nuevo, del Grupo de Lima. Los cuales, leídos en conjunto, vuelven a demostrar que muy poco le queda después del 11 de septiembre, de derecho, al Derecho Internacional.

 

La afronta a la soberanía que significa pedirle a un país que abandone su Constitución, que permita que soldados extranjeros entren a su territorio y que, un grupo tan importante de países demuestren que siguen las órdenes de Donald Trump ya nos demuestra que la idea de la capacidad individual de los Estados está altamente comprometida.

 

También vemos como la autodeterminación y el derecho a la existencia de los Estados no son un asunto que ocupe a las potencias, cómodamente instaladas en un orden mundial dictatorial sino que por el contrario, son las pequeñas y jóvenes naciones las que irrumpen para recordar su derecho a existir y a decidir. Por eso, vimos recientemente a los países del Caribe exigir que recordáramos que cuando habla Almagro, sólo lo hace un funcionario y no las 35 naciones americanas.

 

Pero el tema de la soberanía es un asunto que se ha ido desplazando de la actualidad del Derecho Internacional que cada vez se centrado más en la afirmación del individuo como sujeto y creado todos estos conceptos de softlaw o de justificación de acciones en aras de defender la vida de las personas.

 

En el caso de Venezuela, el asunto en este punto casi nos dibuja una estructura que busca chantajear a un Estado porque hay un juego tan importante de simulaciones que cualquiera puede perderse.

 

La causa social que se señala como justificación para intervenir en Venezuela está relacionada con la pobreza en la que se encuentra el país.

Los 20 años de gobierno chavista, se corresponden con el período de mejores indicadores sociales que conoció Venezuela, los cuales empezaron a decaer en la medida que las acciones de saboteo de la economía fueron arreciando. En un comienzo, a través de la manipulación de las operadoras de riesgo, luego, con acciones de privados como bancos o proveedores que retiraron sus servicios a Venezuela y finalmente con las sanciones, que hoy, han sido directamente señaladas como causa del empeoramiento de la situación hasta por la ONU.  

La causa política –y jurídica- estaría relacionada con la falta de legitimidad de origen del segundo gobierno de Nicolás Maduro Moros.

Los grupos que hoy han tomado acciones de desconocimiento del gobierno de Nicolás Maduro Moros habían anunciado, en 2018 que no reconocerían las elecciones que se efectuasen y construyeron una retórica que señala que el chavismo fue solo a las elecciones. En la contienda se midieron tres candidatos Nicolás Maduro, Henry Falcón y Javier Bertucci. Las leyes y las personas que rigieron el proceso electoral (CNE) fueron las mimas que se utilizaron para la elección de la Asamblea Nacional. La oposición solicitó que la ONU no enviara acompañantes a la elección que se realizó. En Venezuela, las elecciones se dan por mayoría simple, en una sola ronda de votación electoral y donde nadie está obligado a votar, por lo cual no participar es una alternativa para un grupo político y la abstención no invalida una elección. Tampoco existen actos de impugnación de los resultados de las elecciones en el país de los que se derive que exista otro candidato en disputa. De este proceso resultó electo, proclamado y juramentado Nicolás Maduro Moros como Presidente por lo cual es un mandatario en funciones y su gobierno no se encuentra en ninguno de los criterios para declarar que existe una falta absoluta, pues para ello tendría que renunciar, haber fallecido, encontrarse en una situación de salud certificada por el TSJ o haber sido inhabilitado por los procedimientos político-judiciales dispuestos en la Constitución.

Existe un “Presidente interino”, “una transición política”, “un vacío de poder”

Es importante ver que en Venezuela el vacío de poder no está contemplado en la Constitución, que señala que de haber una falta absoluta, el Parlamento debe colaborar nombrando un Presidente encargado cuya finalidad es llamar en treinta días a un proceso electoral para normalizar la democracia. Por ende, ni siquiera teóricamente vamos a ver esto de presidentes interinos ni transiciones políticas que puedan darse y menos prolongarse por un tiempo indefinido. Para que exista un Presidente encargado tiene que darse la falta absoluta y para que esta se declare y aquél se encargue se requiere una sesión de la Asamblea Nacional y una decisión de la plenaria de actuar de esta manera. También tiene que ocurrir que sea un Presidente en inicio de período porque si ocurriese la falta en una situación de continuidad, la jurisprudencia nacional señala que asume quien esté frente a la Vicepresidencia Ejecutiva. En el presente, nos importa ver que ni existen los términos en la Constitución, ni el artículo 233 dice nada que tenga que ver con esto como que no ha existido la sesión de la Asamblea Nacional juramentando un Presidente. Por eso, es que no existe ni siquiera una foto que no sea un montaje donde Guaidó use la banda presidencial.  

 

Usadas estas tres grandes líneas de argumentación la posibilidad de alguna forma de intervención militar de Venezuela se encuentra en la frase de Trump que tras años sancionando y amenazando, ahora señala que para “restaurar la democracia en Venezuela” ninguna opción va a ser descartada. Buscando, en primer lugar, convencer mediante campañas de terror, a los funcionarios de las instituciones que estiman fundamentales cambien de postura para poder consolidar el golpe, que es el tiempo de arrepentirse.

 

Para ello, se adelanta una campaña de criminalización de todos los sujetos que puedan tener algo que ver con el gobierno y en el extranjero, con Venezuela. Se les llama, a separarse del Estado a los militares, a la policía, a los jueces y más recientemente a los funcionarios del Banco Central de Venezuela so pena que en caso que no se “acojan a la amnistía” las consecuencias serán pagadas por los funcionarios, sus hijos y sus nietos. También se utilizan las redes sociales para decir “tic tac tic tac” el tiempo para arrepentirse ya se va a acabar.

 

Un hecho de esta misma especie, que fue muy difundido en redes, fue la negativa del gobierno de Colombia de permitir la entrada del merenguero Omar Enrique, tras acusarlo de tener nexos con el gobierno venezolano. Nos referimos en este caso a un personaje de la farándula, famoso por su música y absolutamente irrelevante en la vida política del país.

 

Así las cosas, Venezuela se encuentra sometida a una situación bastante particular pues se le castiga por las consecuencias de lo que los otros le hacen. Como por ejemplo, cuando se sostienen discursos que derivan responsabilidades por la precarización de los servicios públicos y prestaciones asociadas con los Derechos Sociales que se ha generado durante la vigencia y agravamiento de un bloqueo económico a Venezuela.

 

Igualmente cuando se le acusa por la falta de legitimidad al Presidente Maduro al tiempo que se reconoce la legitimidad de un acto realizado en una plaza, sin que exista ninguna norma que lo sustente y del cual se quieren derivar actos que contrarían el esquema republicano y presidencialista del Estado venezolano.

 

Sobre el tema de los derechos mínimos, de los cuales la paz es sin duda fundamental, debe leerse al lado de lo que significa la afirmación que para “restaurar la democracia” todas las opciones se encuentran sobre la mesa. En primer lugar, por lo que significan las invasiones así sean “puntuales” como la que se aplicó en Panamá; en segundo lugar, por lo que significa humanitariamente abrir la guerra, directa o mediante mercenarios, en los esquemas de Irak o Libia en el continente americano, y, finalmente, qué oferta significa ese “cambio de régimen” al sistema de derechos humanos en Venezuela.

 

¿Qué responsabilidad criminal universal puede darse a una población que en su peor momento político ha sumado seis millones de personas? ¿Qué significa amenazar con que hijos y nietos pagarán por sus padres o abuelos? ¿Qué significa que un agente del gobierno estadounidense señale que pagarán bajo sus leyes los funcionarios del Banco Central?

 

Se equivoca en el análisis quien piense que este es un momento donde todo se centra en Nicolás Maduro y en él se agota. También quien piense que sólo tiene que ver con Venezuela o que existe más allá de cazar a China y a Rusia o asegurar el suministro de petróleo, una intención noble en esta situación.

 

México, como lo hizo en el pasado, juega un rol importante en esta coyuntura pues estamos ante un debate de civilización o barbarie, igualdad de los Estados o colonización, en la capacidad de afirmar que un pueblo donde más del 80% de la población se pronuncia en contra de la guerra pueda tener un espacio para el dialogo lejos de estas simulaciones y chantajes que quieren convencer al mundo que necesitamos someternos a los designios del Capitán América.

 

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/197985
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