La oposición y su dictadura autoimpuesta

28/05/2018
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Les dijeron tantas veces que venía la dictadura que hartos de esperarla, decidieron vivirla. Esta es la historia de no tan poca gente y puede ser leída en términos de Eduardo Galeano porque lo que veremos es un mundo al revés.

 

Según el Diccionario, la dictadura es el régimen político en el que una sola persona gobierna con poder total, sin someterse a ningún tipo de limitaciones y con la facultad de promulgar y modificar leyes a su voluntad.

 

Lo que supone que las personas pierdan los derechos políticos, quizás sus bienes de fortuna y en general, la sensación y realidad, de la libertad.

 

Así se los han prometido, veinte años seguidos. Si Chávez llegaba al poder, les quitarían los hijos, las casas, las elecciones, las acciones del club y sus partidos. Con Chávez mandando no les quedaría más que encerrarse en su casa, tirando rejas por todos lados y con tanto desespero, que a veces hasta tendrían que improvisar poniendo basura y ramas.

 

Cada domingo, de misa en misa, de noticiero en noticiero, de pánico en pánico se dejaron convencer y un día, por allá, en el 2014, sacaron su basura, pusieron señas en las casas de los vecinos, se taparon las caras y se fueron proclamando el cese de las actividades económicas y sociales. Era tiempo de un cara a cara contra esas autoridades que indiferentes a las amenazas, habían pasado más de una década ignorándolos, sin llevarse a los chamos, sin quitarle las casas, llamando a una elección al menos una vez por año…

 

Llamaron represión que fueran juzgados quienes decidieron o ejecutaron que la confrontación debía hacerse quemando, disparando y cerraron escuelas, negocios y universidades. Algunos hasta justificaron que el sistema de justicia se cambiara por el avanzado sistema del linchamiento, otros llamaron a tirar materos o botellas de agua, a matar con cortaúñas, a quien fuera, como fuera…

 

En el 2015, tuvieron una sensación de democracia pero no muy fuerte, fueron a elecciones con candidatos que nadie conocía –ni conoce- que hicieron diputados con los mismos sistemas y responsables que los habían sometidos a una dictadura que por pereza no cumplía sus amenazas.

 

Ganaron y declararon, frente a la embajada gringa, en una Asamblea Nacional de donde se sacó el cuadro de Bolívar y se deshilacharon los afiches de Chávez que en una Constituyente acabarían con la bicha y con una seña tumbarían al chavista de Maduro en menos de seis meses. Sin acatar nada que dijera el Tribunal Supremo.

 

Hicieron entonces paredones, páginas web, clasificaciones, muñecos que colgaron de puentes y árboles, vestidos de rojo, con letreros de sus nombres. Con bots que anunciaban los planes individualizados o masivos con los que borrarían esa “plaga” que aún no les cumplía.

 

En medio de calles en fuego, donde desde la soberbia los diputados se indignaban que los militares no dieran un golpe, donde anulaban las leyes y los nombramientos de la anterior Asamblea Nacional y negando créditos y presupuestos que necesitaba la Nación decidieron al mismo tiempo dictar una ley que limitaba las alocuciones presidenciales porque habla demasiado y lo sancionaron por abandonar su cargo.

 

Pasó el tiempo y se sentaron confundidos. Ni la dictadura cumplía, ni lograban ellos cambiar la realidad con amenazas y amargamente consideraron que podría funcionar usar alguna fórmula legal pero no podía ser tan simple.

 

Nada puede ser legal y simple en una dictadura que denuncian, yendo y viniendo al extranjero o convocando a los medios. Por eso no se trataba de cumplir los requisitos y pasar la página.

 

Esa actitud modesta y coherente no amenaza. Se convencieron que eran mucha más gente, toda la gente y se inventaron las firmas que no necesitaban.

 

Se reeditaron como especialistas de firmas planas y juraron la parcialidad del órgano auditor que se dio cuenta. Ser imparcial es no saber si existe o no, si vive o no, el que elige, dicen ellos…

 

Molestos, salieron a descargarse como les dijo Capriles, se inventaron que cuando la gente quería podían adelantarse las elecciones, todas, todas, al mismo tiempo para sacar para siempre y de todo a esos dictadores incapaces que solo les daban la opción de secuestrarse ellos.

 

Se les olvidó, sin embargo, con tanto humo y puputovs, que cuando decidieron que no tenían manera de ganarle a Chávez lo mejor era no dejarse elegir, les fue bien mal y así, cuando todo lo que desearon: la Constituyente que defendía Tintori y Guevara, las elecciones presidenciales, decidieron concentrar todas las cosas que los hacían sentir en dictadura: se encerraron, rezaron, rogaron que los otros se encerraran, no hicieron campaña y no fueron a votar.

 

Para palear esa sensación de autoexclusión se inventaron unas elecciones paralelas, con hojitas en fotocopia, supervisadas por una rectora de universidad que nadie recuerda en qué año alguien la eligió y la hicieron así, abiertamente, en las iglesias y en las escuelas y aunque nadie los reprimió, sintieron que la dictadura estaba allí cuando no les hacía caso porque ellos habían dicho que no a todos los no, hasta a la forma de nuestra democracia.

 

Habían rogado que si, en las elecciones de verdad, ellos no iban a votar, los chavistas se auto extinguirían, no que fuesen menos sino que de una vez por todas desaparecieran y murieron de rabia al ver, que no fue así, que allí estaban, vivitos y votando.

 

¿Muchos? ¿Pocos? ¿Casi nadie? ¿Facilitos de vencer con todo el gentío que son ellos? ¿O ganaron, porque se han logrado cumplir lo que les prometieron? Si Chávez no les quitó las elecciones, se las quitaron ellos. Si Maduro no les quitó los negocios, aceptaron que bloquearan los ingresos y las exportaciones, de modo que la escasez y la especulación se los vienen quitando, y los niños que nadie se llevó a La Habana se hicieron grandes y se fueron solitos a Santiago.

 

Allá se toman la foto gritando no a la dictadura y se la explican a los extranjeros diciendo: ya mi madre no vota, no abre la puerta, ya ni se une a tocar cacerolas…

 

Y como si fuera poco, recién electo Maduro expulsó a los de la Embajada gringa y en acto de reconocimiento de su autoridad, Estados Unidos anunció que respondería recíprocamente.

 

Amargados, así van viviendo una autoprofesia que al fin se cumplen y tienen su dictadura a la carta autoimpuesta.

 

 

 

 

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/193142
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