¿Qué se cree Donald Trump?
- Análisis
Gobernar Estados Unidos no debe equivaler a sentarse frente a una pantalla y con sendos controles colmados de teclas comenzar a borrar del mapa ciudades y pueblos al antojo, y trazar nuevas fronteras a un mundo que en la ficción de un sueño de poder se pretende manejar como a un balón de fútbol.
Donald Trump, quien había planeado ir a Lima donde ciertos presidentes latinoamericanos durante una cumbre borrascosa les besarían sus manos, decidió de pronto anunciar al mundo que tendría que enviar a su vicepresidente al insignificante encuentro en tierra inca porque había priorizado bombardear con cohetes, por segunda vez, a una parte de Siria.
Su inteligentísima y persuasiva secretaria de Prensa, Sarah Sanders, fue muy específica al anunciar que a petición del presidente, el vicepresidente viajará en su lugar a Perú, pues Trump permanecerá en Estados Unidos para supervisar la respuesta estadounidense a Siria y monitorizar el desarrollo de reacciones en el mundo.
El mandatario hizo gala de su sensibilidad mediante twitter, su idioma favorito. Es una cuestión de humanidad y Estados Unidos no puede permitir que ocurran atrocidades como esa, dijo en referencia a un supuesto ataque químico en la localidad siria de Duma el cual ha sido imposible de verificar porque lo más probable es que ni siquiera haya ocurrido.
Los expertos le han dicho al mandatario al respecto que es un sin sentido, por no decir estúpido, creer que Siria se pondría a sí misma la soga al cuello con hechos de ese tipo cuando el Estado Islámico está derrotado y el gobierno recupera de forma sostenida todos los territorios ocupados, al extremo de que el propio Trump anunció que retiraría a los soldados que aún mantiene en ese país.
Por el contrario, Damasco se ha mostrado dispuesto a tender en Guta y Duma puente de plata al enemigo que huye.
Hay muchas especulaciones acerca del por qué Trump busca lanzar por segunda vez en forma masiva cohetes a Siria, y algunas de ellas apuntan a una necesidad imperiosa de desviar la atención a los serios problemas internos que lo acosan, desde un caos brutal en la Casa Blanca, demandas de mujeres ofendidas hasta el tema migratorio o los multimillonarios déficit financiero y comercial y su incapacidad de resolverlos.
Lamentablemente el poder de Estados Unidos todavía es tan grande y su democracia tan violablemente imperfecta que Trump puede multiplicar desde una poltrona iPhone en mano las cientos de toneladas de escombros a lo que han reducido gran parte de Siria sin que el aire de muerte de inocentes le mueva el peluquín, como Irak no conmovió a Bush ni lo incitó a reconocer su mentira sobre las armas de destrucción masiva, ni Hiroshima y Nagasaki a Truman que sabía era innecesario lanzar las bombas atómicas para hacer rendir a Japón.
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