Trump: empedrar el camino al diálogo Cuba-EEUU
La acción contra Cuba es un pago de promesas y compromisos con la élite anticubana radicada en Miami.
- Opinión
Evidentemente estamos frente a otra de las atrocidades acostumbradas del presidente de Estados Unidos Donald Trump y de su secretario de Estado Mike Pompeo al reinstalar a Cuba en la unilateral y caprichosa lista de países que, según ellos, patrocinan el terrorismo.
Se trata de una aberración ideológica e inmoral de dos personas que hace apenas unos días protagonizaron en su propio país y contra la institucionalidad, un brutal acto de terrorismo al ordenar el asalto del Congreso de la Unión, de forma muy violenta, con ánimo de invasión y ocupación, como antesala de un golpe de Estado al igual que hacían con sus cañoneras en las repúblicas bananeras de Centro y Suramérica.
La acción contra Cuba no se trata de solamente un pago de promesas y compromisos con una élite anticubana radicada en Miami, sino sobre todo la concreción de un guion fílmico programado desde hace tiempo para dejar empedrado el camino de un presunto reacercamiento entre los gobiernos y pueblos de Estados Unidos y Cuba.
No es que los cubanos se hagan muchas ilusiones con el nuevo gobierno que se inaugurará el día 20 de enero con Joe Biden, pero a la luz de los acontecimientos en el mundo y en los propios Estados Unidos, es de pensar que el nuevo gobierno estadounidense, que formó parte del equipo del expresidente Barack Obama, retome de alguna manera aquellas negociaciones bilaterales para mejorar unas relaciones difíciles y, como mínimo, bajar el nivel de enfrentamiento y asperezas tradicionales que conduzcan a un nuevo escenario más acorde con los tiempos.
Esto es precisamente lo que busca obstaculizar el presidente Donald Trump a sabiendas de que el tema del bloqueo a Cuba es un asunto codificado desde la época de Bill Clinton y su desmontaje requiere mucho tiempo y más voluntad política que cualquier otra cosa.
Todo lo que abone en empedrar ese camino es lo que hace y podrá seguir haciendo hasta el mismo 20 de enero la cuadrilla de supremacistas y racistas que han dominado estos cuatro años la Casa Blanca y ha hecho tanto daño al mundo, pero sobre todo a Estados Unidos que, en contrario a lo proclamado por Trump de devolverle su grandeza de antaño, lo que ha hecho es empequeñecerlo y debilitarlo ante la historia.
Con esas acciones contra Cuba, al igual que todavía puede hacer contra Irán, Trump está tratando también de ocultar bajo los escombros de su ideología fascista aplastada, la tremenda derrota electoral que lo ha enloquecido.
Sus actuales zarpazos de última hora son potencialmente muy peligrosos y de ello ha dado buena cuenta la demócrata Nancy Pelosi, quien muy acertadamente exige, y con urgencia, se le quite de la mano a Trump el botón nuclear. Querámoslo o no, quienes siempre hemos estado amenazados por ese troglodita y voluntarioso presidente, debemos estar preparados en todos los terrenos para enfrentar victoriosamente e impedir, cualquier locura militar de un personaje desesperado, herido en su ego, que todavía es el comandante en jefe de la nación más armada del mundo.
Cuba está preparada para enfrentar cualquier desatino de la naturaleza que sea, como también lo está para reiniciar negociaciones honestas, sin precondiciones, a pie de igualdad y de forma racional, con el nuevo gobierno que se instalará el 20 de enero.
Agobiado por la pandemia, por una crisis económica global más profunda que la del crack bancario de 1929, el mundo no está en condiciones de soportar tensiones como las que desearía desatar Trump, y eso incluye también a Estados Unidos cuyo nuevo gobierno está obligado a reconstruir todo lo destruido por su gobierno y restablecer con prontitud los factores de equilibro mundial irresponsablemente liquidados por la administración republicana como el Acuerdo de París sobre el Medio Ambiente, los acuerdos sobre armas nucleares, y muy en particular los logrados con Irán sobre su desarrollo nuclear con fines pacíficos a los que Trump dio una puñalada trapera con el claro objetivo de allanar el camino para cualquier acción mortal contra la revolución iraní.
Quienes se merecen el calificativo de terrorista y además ser juzgados penalmente por ello, son Donald Trump, Mike Pompeo y aquellos legisladores que los apoyaron en este acto contra la institucionalidad en Estados Unidos y otras latitudes, una grave amenaza para la paz mundial.
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