En Brasil la ignominia tiene nombre
- Opinión
La Habana.- El espectáculo en el Supremo Tribunal Federal de Brasil parece concluir para satisfacción del juez Sérgio Moro y el golpista Michel Temer. Aún sin secarse la tinta del acta de condena del Supremo Tribunal Federal, el letrado cursó orden para que el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva fuera encarcelado.
Moro y Temer conjuraban así, según su creencia y ánimo, el peligro de un retorno del presidente metalúrgico al Palacio de Planalto, sede del ejecutivo en Brasilia.
Lo ocurrido el miércoles 4 en el Supremo Tribunal recuerda bastante lo acaecido en Jerusalén hace más de dos mil años cuando los fariseos del Sanedrín llevaron a Jesús de Nazaret ante Poncio Pilato para concretar su sentencia a muerte en la cruz aun cuando el propio prefecto romano de Judea admitió que el reo no era culpable de nada de lo que lo acusaban los sacerdotes.
La historia desde entonces hasta nuestros días es conocida de sobras y el devenir ha seguido condenando por los siglos de los siglos con el enorme peso del desprecio y la ignominia, a Caifás, a sus secuaces, a Pilato y Herodes, al imperio romano y a todos los pusilánimes y cobardes que toleraron la intriga y permitieron la tortura y el viacrucis.
En Brasil la ignominia tiene nombres. Se llama Temer, Moro, Rosa Weber, Carmen Lucía Antúnez, los jueces malvados que votaron en su contra y muchos más. Todos, en conjunto, como Caifás y sus fariseos, son el Sanedrín brasileño del siglo XXI y su víctima el pueblo humilde encarnado en Lula, el redentor de los pobres.
Decir que Temer, Moro y comparsa son los principales conspiradores de la injuria que defenestra a un líder popular natural salido de los tornos de la metalurgia, no es justo. El crimen moral, ético, de lesa humanidad y lesa cultura es tan brutalmente consciente y descomunal, que sería necesario inventar nuevas palabras para calificarlo.
Rosa Weber encarna en sí misma el cinismo de un proceso judicial que hizo de la ley y la Constitución limalla inservible, al negar a Lula un hábeas corpus preventivo al que tenía derecho para no permitir que alguien condenado sea llevado a la cárcel antes de recurrir a todas las instancias.
Esa misma señora, dos años atrás, y en ese mismo recinto, había defendido todo lo contrario a lo que hizo en el caso Lula, y fue tan bestialmente impúdica que declaró que si llegase al pleno de la Corte un pedido contrario a la prisión antes de que se agoten todos los recursos de apelación, revertiría esa posición.
Más claro ni el agua. Fue un juicio político, no jurídico, y así lo confirmó con su voto la presidenta de la Corte Carmen Lucía quien se negó llevar al pleno dos pedidos de jurisprudencia en segunda instancia, y se concentró no en la polémica judicial que sabe perdería, sino en la figura de Lula, el hombre que ponía en peligro de extinción a la fauna corrompida y criminal instalada en los tres poderes del gobierno brasileño y apoyada por la Red Globo.
De esa manera, Carmen Lucía y Rosa Weber, se encargaron de concluir la gran conspiración contra el pueblo brasileño iniciada por Temer y Moro casi desde el propio octubre de 2014 cuando la defenestrada presidenta constitucional Dilma Rousseff derrotó en las urnas al candidato de la ultraderecha Aécio Neves, del mismo PSDB del ex presidente Fernando Henrique Cardoso.
Instalada en el poder la mafia de Temer, la cual ha impedido que lo saquen del gobierno por corrupto y que juzguen por iguales delitos a más de medio centenar de parlamentarios, la exitosa campaña electoral desarrollada por Lula no les dejaba duda alguna de que el líder obrero volvería a ser elegido al frente de los destinos del país.
Sin embargo, la derecha corrupta brasileña no debe cantar victoria todavía a pesar del apuro de Moro en ordenar el ingreso a prisión de Lula en violación también de lo establecido pues según la ley tendría que estar en libertad hasta tanto el Supremo Tribunal notifique el fallo a un tribunal federal de Porto Alegre, lo cual no se había concretado.
Condenado en un juicio en el que la acusación jamás presentó alguna prueba y en medio de inocultables irregularidades jurídicas, éticas y morales, la justicia brasileña se lavó las manos como Poncio Pilato y entregó a Lula a la jauría para que fuera deshuesado. El juez Moro se ha entregado a ello con morboso placer.
El capítulo de esta historia no se ha cerrado, ni concluye con la candidatura o no de Lula a la presidencia de la República para las próximas elecciones.
A los abogados defensores de Lula les quedan todavía ciertos recursos que pueden revertir la situación, sacarlo de la cárcel o evitar acciones que lo aparten de la carrera por la primera magistratura, pues conforme a la ley la decisión del máximo tribunal no afecta directamente su candidatura la cual deberá ser decidida por la justicia electoral.
Lula reiteró que las opciones de él están bien definidas: si Moro lo retiene en la cárcel será un héroe, un preso político. Si lo matan, será un mártir. Si lo dejan libre, será el próximo presidente de Brasil.
Ya es un héroe. Nadie quiere que sea un mártir, menos aún sus propios enemigos. En cambio, casi 40 por ciento del electorado brasileño quiere que sea su presidente. Eso sigue siendo muy importante y los Caifás contemporáneos deberían entenderlo.
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