El sistema económico que la humanidad ha adoptado - por inercia histórica - privilegia ante todo, las máximas ganancias en las inversiones, relegando toda consideración ética.

Por tal motivo enfoca su energía hacia cualquier objetivo viable que rinda los más altos dividendos, sin importar las consecuencias ni los daños colaterales que tales acciones impliquen.

Los más bajos y deleznables instintos humanos son explotados en aras de la utilidad económica, todo está justificado bajo la óptica del capital.

Se fomenta todo aquello que es susceptible de venderse en los mercados, se promueve la demanda de males y servicios, sin considerar los perjuicios al hombre.

Así el mercado de las armas es muy prometedor, confiando en que las guerras futuras demandarán ataques cada vez más letales, las industrias militares se frotan las manos cuando los conflictos proliferan en las distintas regiones del planeta. Parece que no hemos salido de la barbarie primitiva a pesar de tantos avances en el campo de la ciencia y la tecnología.

Las enfermedades son fuente de ingreso para la industria farmacéutica y para servicios médicos y hospitalarios.

Todo se vale en el afán de enriquecer los valores bursátiles de las empresas en beneficio de sus accionistas, sin tomar en cuenta para nada la ética; se pueden santiguar y hacer filantropía para presumir de altruismo; pero existe un irreconciliable antagonismo entre al capitalismo y la ética.