Talantes de fidelidad neoliberal

02/06/2011
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La ofensiva neoliberal es constante desde el asesinato de Salvador Allende por la lacra hipócrita, camandulera, traidora y repugnante, Augusto Pinochet, auténtica meretriz del Neoliberalismo que ha arruinado a nuestros países y ya ha alcanzado a infectar al Mundo entero.
 
Hasta que, con una constancia letal, el Neoliberalismo las derrotó, las políticas de la CEPAL (Comisión Económica para América Latina) abogaban por un desarrollo independiente de los países mediante las políticas de sustitución de importaciones y de protección a la producción interna.
 
Con su aplicación lograron un desarrollo relativo que ya es pasado, pues la dependencia ha crecido, llevando a sus víctimas a la condición de países fracasados o parias, en la medida en que las soberanías son desconocidas y pisoteadas con la complacencia y la complicidad de los vendepatrias que olvidaron la sana política económica recomendada por Raúl Prebisch.
 
La remplazaron con las estupideces del premio Nobel de Economía (que Alfred Nobel no creó), Milton Friedman, absolutamente reñidas con el espíritu científico que animó a los clásicos, pero revestidas de una jerga incomprensible, apta para descrestar tontos sumisos e irreflexivos, que creen más en lo percibido que en lo real.
 
La absurda doctrina anticientífica que ahora dirige al Mundo entero, calificó de retrógrada, ineficiente, costosa y restrictiva la política soberana que le atribuía al Estado claras responsabilidades
 
      - sociales (educación, salud, vivienda, suministro de agua potable y energía, defensa de la vida, la honra y los bienes de los ciudadanos, etc.);
 
     - económicas (fomento del empleo, control de las empresas privadas, protección de los recursos naturales, establecimiento y recaudo de impuestos, monopolio del manejo financiero, etc.), y
 
    - políticas (vigilancia y defensa de las fronteras, garantía de los derechos civiles, administración de justicia, custodia de los presos, planeación del territorio y los usos de sus recursos, etc.)
 
A cambio ha impuesto su inadmisible tesis de que el Estado no debe interferir con la economía.
 
Por su lado, las empresas carecerían de responsabilidad social porque su único objetivo legítimo sería maximizar las utilidades de sus dueños, según sostiene la sionista atea y delirante, Ayn Rand, absolutamente ignorante de la disciplina económica, como Reagan y otras lacras dedicadas a los lavados de cerebro de las personas y a la destrucción del Mundo.
 
John Perkinsi lo describe claramente en su artículo “¿ES UN FRACASO EL MODELO ECONÓMICO DE LOS EE.UU.?”:
 
“Yo lo denomino "capitalismo depredador", modelo que ganó popularidad internacional en 1980 cuando el Presidente Ronald Reagan y otros líderes mundiales abrazaron las teorías defendidas por el economista Milton Friedman. Los tres principios fundamentales de esta teoría son:
 
1) La única responsabilidad de la empresa es maximizar la ganancia, sin importar los costos sociales o ambientales asociados.
 
2) Las empresas no deben ser reguladas porque las regulaciones interfieren con la generación de ganancia, y
 
3) Todo debe ser privatizado.
 
Todos los presidentes estadounidenses a partir de Reagan, tanto Demócratas como Republicanos, han comulgado con esta forma mutante de capitalismo, incluso el presidente Obama. El sistema resultante ha sido un mundo peligroso e insostenible”. (Enviado el sábado, 20 de febrero a las 05:39:00 por emancipación. Subrayado por DBP)
 
Según semejantes dislates, el Estado neoliberal no sólo debe renunciar a desarrollar actividades productivas y de servicios sino que debe promover la privatización de todas las que los monopolios transnacionales resuelvan apropiarse, como el saqueo de los recursos mineros que Adam Smith homologaba a una lotería, pues es una actividad depredadora absolutamente antieconómica.
 
Al respecto, en “La riqueza de las naciones” el maestro afirmó que “las empresas mineras, en vez de reponer el capital invertido en ellas, junto con los beneficios corrientes, generalmente absorben tanto el capital como los beneficios. En consecuencia, son unas empresas que el legislador prudente que desea incrementar el capital de su país nunca seleccionará para concederles ningún estímulo extraordinario o para desviar hacia ellas una cuota mayor de capital que la que naturalmente recibirían de forma espontánea” (Citado por Fernando Londoño, diferente a su homólogo chanchullero apologista de paracos, en “Acerca de la minería y del ánimo de las conquistas europeas en América”, revista El Robledista No. 39, julio-agosto de 2011. Subrayado por DBP).
 
2.
 
La absurda teoría que agobia a las naciones actualmente, ignora la naturaleza eminentemente pública de esas actividades de carácter monopólico ajeno al espíritu empresarial, pero capaces de enriquecer a cualquiera que se le permita explotarlas en su beneficio particular.
 
Dado su manejo de necesidades básicas (que incluyen las lúdicas que tanto espantan a los mojigatos dedicados a obstruir las vidas ajenas con falsos valores morales y fingidos recatos), no requieren mayor esfuerzo por parte del propietario para proporcionarle un mercado cautivo y seguro, altamente rentable, como (para ampliar el abanico de ejemplos) el que les garantizan los alcohólicos a las fábricas de licores.
 
La mortal “desregulación” que impuso el mediocre actor pistolero, Ronald Reagan, acabó de un tajo con los mecanismos institucionales desarrollados por el capitalismo desde sus comienzos para protegerse de la ambición desmedida de los capitalistas individuales.
 
Esa sociedad del capitalismo incipiente tenía muy claro que los burgueses sólo se guían por su egoísmo miope, enfermizo e híper desarrollado, que los convierte en enemigos de los intereses comunes, indiferentes al beneficio colectivo y al bienestar social.
 
Su instinto los transmuta en amenazas para el resto de la sociedad. Por eso habría que controlarlos con el poder del Estado. Aunque Marx a éste lo identificó como una máquina de opresión al servicio de las clases dominantes, en el capitalismo clásico era considerado superior a cualquier persona, por muy rica y poderosa que fuese, pues le correspondía desarrollar funciones que trascienden cualquier interés individual.
 
Pero es que, en ese entonces, la racionalidad del liberalismo esgrimido por la burguesía naciente para descalificar ideológicamente al feudalismo y los reyes, presidía la especulación económica intentando darle algún carácter objetivo que permitiese considerarla una ciencia.
 
Eso fue la disciplina económica, conocida como “Economía Política”, cuando no se había manifestado abiertamente como una ideología elaborada para privilegiar los intereses de los potentados sobre cualquier otra consideración social, filosófica, científica, ecológica, económica, política o ideológica.
 
Su carácter de ideología es típica del discurso de los llamados “economistas vulgares”, más interesados en ocultar y justificar las injusticias sociales -con interpretaciones suerficiales, novedosas y descrestadoras de la actividad económica- que en explicar los mecanismos reales de su funcionamiento o en develar los intereses que favorece. Repudia los descubrimientos que, tan lúcidamente, exploraron y lograron captar los tres grandes maestros, Adam Smith, David Ricardo y Carlos Marx.
 
Pero el Neoliberalismo ha llegado al extremo de abominar abiertamente de la razón y el sentido común, imponiéndose con la fuerza de una creencia mesiánica, y causando daños irreparables y crecientes.
 
Es lo propio de una postura sionista con su convicción de que los judíos son superiores a toda la creación, de modo que tienen todo el derecho a destruir lo que se les antoje.
 
Y así lo hacen desde que Moisés los sacó de Egipto y los convenció de que las tierras ocupadas por los palestinos se las había asignado Yahvé a los judíos, de modo que los autorizó para arrasar con los pueblos, despojarlos de sus bienes materiales y despreciar sus creencias particulares.
 
3
 
Con el Neoliberalismo –inspirado, como sabemos, en las absurdas tesis de la sionista atea Ayn Rand, y secundado por el ideólogo seudo científico, Milton Friedman-, el Estado y las leyes antimonopolios y antioligopolios han perdido cualquier prevalencia y relevancia. Hasta su vigencia está amenazada.
 
Los gobernantes se han convertido en lacayos dóciles de los potentados dueños de las multinacionales que, ahora, subyugan, arruinan y convierten en fracasados a los países manejados por mediocres, genuflexos con el Imperio y genocidas de sus pueblos.
 
Para “triunfar”, no sólo se apropian de las riquezas naturales y de las empresas nacionales de los países dependientes (tanto las públicas como las privadas), sino que fomentan el crimen indiscriminado tanto como el selectivo. Con éste se elimina expresamente a los indeseables que no se dejan subyugar y buscan contagiar su fiebre de libertad a los sumisos.
 
Las macabras políticas neoliberales, como una de sus deplorables consecuencias, sumen a la población en un estado de guerra causado por la delincuencia común, organizada alrededor de negocios como el narcotráfico y aliada a las autoridades.
 
Buscan mantener las aguas revueltas mientras los vendepatria aplican las recetas neoliberales con absoluta abyección y sin oposición ilustrada, pues el economista que desee medrar tiene que declararse defensor de tan letal e inconsistente doctrina.
 
Muchos vendepatria lo hacen de frente, reconociendo su admiración por las ridículas y absurdas tesis que han degenerado gravemente la disciplina académica dedicada a entender la faceta económica del trasegar humano.
 
Otros, en cambio, posan de independientes y soberanos. Hasta critican públicamente las mortales recetas. Pero, en privado y bajo cuerda, compiten por aplicarlas al pié de la letra, ya sea por perversidad o por mera mediocridad, pues la ignorancia ya no es excusa cuando contamos con Internet, ese pasaporte a la Sociedad del Conocimiento disponible para todos.
 
Es el Ágora Virtual que, al fin, permite que la democracia verdadera sea posible, de modo que la torticera y falaz, llamada “representativa”, ha perdido cualquier justificación.
 
Es cierto, aunque les duela a los políticos profesionales de todas las ideologías, en particular a los que se consideran civilizados y demócratas porque saben organizar elecciones fraudulentas que legalizarían su asalto al poder.
 
Éste se lo han arrebatado a los pueblos desde los inicios mismos de la democracia liberal con las fórmulas de Montesquie, Rousseau y los enciclopedistas, por lo menos.
 
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Los gobernantes lacayos son incapaces de concebir una economía ajena al consumismo y superior a la actual. Además, carecen de criterio para medir el progreso, de modo que aceptan el ruinoso aumento incesante del PIB como la gran prueba de que avanzan y se civilizan.
 
Quieren ignorar que la simple proyección lineal del falaz desarrollo que representa el PIB, garantiza, a corto plazo, la destrucción total de las condiciones requeridas para que la Vida se conserve y progrese.
 
Sin embargo, el motivo del vendepatria no es tan importante para la sociedad y su futuro como las aterradoras consecuencias de esas bestialidades que los potentados idiotas y sus corifeos pretenden defender como resultado de la aplicación de una ciencia seria, adusta y útil.
 
Pero su bagaje teórico no es más que los sueños de una imaginativa novelista anticomunista, atea y sionista, una filósofa de academia bastante ignorante de las materias económicas, que, paradójicamente, ha inspirado la mortal doctrina del Neoliberalismo.
 
Éste posa de gran sabiduría económica para los desvergonzados que lo imponen sin ser capaces de ofrecer explicaciones coherentes sobre sus motivaciones ni sobre las consecuencias de sus bestialidades. Pero, en la realidad, está destruyendo el Mundo entero a un ritmo súper acelerado que tenemos que detener urgentemente.
 
Es evidente que lo único que puede ofrecernos el contraproducente sistema es la ruina definitiva de la civilización, si no impedimos que siga boyante, destruyendo todo lo que toca, para superarlo estableciendo una sociedad respetuosa de la Vida y la Naturaleza.
 
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En Colombia, víctima temprana de la letal doctrina y de todas sus desastrosas recetas, la privatización de la salud y de la educación ha sido una obsesión de los gobiernos vendepatria casados incondicionalmente con el Neoliberalismo.
 
El antidemocrático propósito se puede rastrear desde el gobierno de Carlos Lleras Restrepo, en el caso de la educación pública.
 
Este macabro y rabioso personaje (que le robó al pueblo la elección de Rojas Pinilla, dando lugar a la creación de la guerrilla del M-19 y a la dictadura de Pastrana, quien no fue el elegido en la justa electoral), aprovechó la formación, la actividad y la habilidad de Joaquín Vallejo Arbeláez, para crear las “zonas francas” que, andando el tiempo, sirvieron para convertir en multimillonarios a “Tom” y “Jerry”, en un santiamén.
 
Pero también se puede rastrear el nuevo frente de agresión neoliberal -el ataque al sistema público de salud y al movimiento sindical que lo defendía- desde el gobierno de su sucesor, Misael Pastrana.
 
Desde luego, al impulsar el acoso al sistema de salud, el “papi” de Andrés no abandonó, sino que agudizó, el ataque al movimiento estudiantil, acudiendo al señuelo del carismático ministro de educación, Luis Carlos Galán Sarmiento.
 
Este joven periodista santandereano, hijo de un presidente de Ecopetrol, impulsó las políticas educativas decretadas por el Imperio, acatando y asimilando la fidelidad de su jefe al incipiente Neoliberalismo, que durante su período (1970-74) estaba imponiendo Nixon en Chile.
 
Posteriormente, Galán se convirtió en un líder carismático al denunciar y enfrentar la penetración de las clases emergentes en la vida nacional, sobre todo en la política.
 
Por su campaña, que lo llevó a expulsar a Pablo Escobar y a Jairo Ortega del Nuevo Liberalismo (el partido que fundó para deslindarse de la podredumbre del Liberalismo tradicional), cayó acribillado por la mafia neoliberal.
 
Sucedió cuando aspiraba a ser presidente del país en reemplazo del petrolero “flemático”, Virgilio Barco Vargas, quien era el comandante de la policía en Bogotá cuando mataron a Jorge Eliécer Gaitán en 1948, y presidente de 1986 a 1990, durante el cuatrienio de los magnicidios (Pardo Leal, Bernardo Jaramillo Ossa, Carlos Pizarro León Gómez y numeroso líderes sociales más).
 
La orden la dio Pablo Escobar, azuzado o careado por el chanchullero y ambicioso Alberto Santofimio Botero, un peligroso y demagógico político que tiene la capacidad para “perorar durante horas sin decir nada”, según afirmó acertadamente alguien agudo.
 
El tolimense chanchullero y cínico goza de libertad inmerecida (impunidad), pues sabe que en Colombia “la ley es para los de ruana”, y no está dispuesto a dejársela montar de nadie. Procede igual que el esquizofrénico Álvaro Uribe Vélez quien por nada responde a pesar de haber ejercido un control, que pretendía hacer ver como absoluto, sobre todos los detalles de su desastroso desgobierno.
 
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Como lo pueden confirmar ahora la mayoría de los países, ambos frentes sociales, la salud y la educación, son objetivos del Neoliberalismo privatizador y mortal.
 
La población victima lo siente porque lo vive en carne propia, de modo que la mentira, reiterada por los medios de manipulación de masas, pierde capacidad de control porque no convence al negar lo evidente.
 
Sin embargo, los “mass media” siguen rindiéndoles frutos a los enemigos comunes, de modo que la defensa a través de la comunicación directa de los ciudadanos de la Aldea Global debe sostenerse y aumentar, superando cualquier organización piramidal, tanto como cualquier de monopolio mediático
 
El ablandamiento ideológico mental de los sectores populares que realizan los emporios de las comunicaciones, es una condición para implantar con éxito las políticas de privatización de la salud y la educación, tanto como para adelantar impunemente la entrega de nuestros recursos y monopolios públicos a las multinacionales.
 
Igualmente, facilita la aceptación del creciente endeudamiento externo de los países que aplican las redes del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Mundial (BM), con su consecuente déficit fiscal, entre tantas canalladas más que nos están convirtiendo en el país paria que soñó el “pollo” López como futuro para la patria.
 
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El deterioro de la situación social debido a los sostenidos y cada vez más agresivos embates del Neoliberalismo, empeoró con López y llegó a extremos críticos con Julio César Turbay Ayala, quien nombró a Álvaro Uribe como jefe de la Aeronáutica Civil, dándole un gran respaldo al cartel de Medellín frente a su rival del Valle.
 
También fue Turbay quien profundizó el endeudamiento externo (contagiándole el mal ejemplo a Belisario Betancur, quien lo sucedió en el “solio de Bolívar”) y se constituyó en el padre intelectual del “Estatuto de Seguridad”. Éste puede considerarse un antecedente de la “Seguridad Democrática”, pero carente de la demagogia y el populismo furibistas.
 
Turbay, entre otras proezas neoliberales y despóticas, fue inspirador de la “doctrina Ñungo” que postuló que “todos son culpables mientras no demuestren los contrario”, también formulada como “es preferible condenar a cien inocentes que permitir la libertad de un culpable”.
 
Estos dos portentos de la doctrina jurídica, desde luego, se refieren a los delincuentes políticos, que tanto crecieron durante el atroz cuatrienio, hasta poner a dudar sobre la viabilidad del régimen.
 
Pero los delincuentes comunes -que también se expandieron a un ritmo inverosímil, sobre todo los organizados alrededor del tráfico de estupefacientes abusivamente prohibidos, en particular, la “coca”, pues la “marihuana” había hecho su gran debut en el gobierno de Misael-, disfrutaron del apoyo y la simpatía del presidente corrupto, como lo demuestra el mencionado nombramiento de jefe para la Aeronáutica Civil, encargada de conceder licencias para pistas de aterrizaje y matrículas para aeronaves.
 
Turbay también fue el padre biológico del Contralor General de Uribe Vélez en su dictadura. Se trata del homónimo de su padre, que tantos delitos económicos permitió que cometieran los allegados al “asco de gobierno” de Uribe, como lo llamó César Gaviria Trujillo en 2010, y que ahora, finalmente, están saliendo a la luz. Pues “todo se paga en esta vida”, como sostenían los abuelos supersticiosos y experimentados. Es un aforismo que parece seguir vigente a pesar de las astucias del intocable (o todavía intocado) José Obdulio Gaviria Vélez.
 
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Realmente, las repugnantes y nocivas políticas adoptadas por los gobernantes vendepatria, desde que aceptaron la imposición imperial y el rechazo al proteccionismo, no son más que objetivos mundiales del Neoliberalismo depredador y mortal.
 
Ideológicamente alienados, no comprenden que ese proteccionismo -presuntamente causante de supuestas “ineficiencias” en la asignación óptima de los recursos, lo que dizque frena el mayor desarrollo que propiciaría la libre ingerencia de los monopolios transnacionales al derrumbar cualquier barrera arancelaria soberana,- lo ha practicado el Imperio para proteger su propia producción mientras obliga a sus neocolonias a rechazarlo, para apoderarse de sus mercados tanto como de sus recursos naturales, y arruinar sus empresas nacionales.
 
Perversamente, las agencias que asumen la dirección de las economías subyugadas sostienen que abandonar la protección es una medida acertada que traerá progreso a quienes la adopten abriendo sus mercados a los productos de la Metrópoli, que pronto quedan a merced de las multinacionales gracias al dumping y a los subsidios que les otorgan los estados ricos a sus productores.
 
Inexplicablemente, los cipayos les creen sus mentiras, y se baten por defenderlas. ¡Es algo casi inverosímil! Pero sucede a la vista de todos sin que los gobernantes se inquieten o teman sus efectos.
 
¡Quizás no los entienden debido a su estupidez y la de sus asesores, cultivada en las grandes universidades del Imperio y certificada con títulos de postgrados y doctorados que conmueven a los mediocres incapaces de utilizar autónomamente sus cerebritos!
 
Tan nocivos efectos ya los están sufriendo los países europeos, anteriormente considerados una alternativa a la brutal arrogancia de USA, cuando no habían caído bajo la férula de los gobiernos de derecha recalcitrante, algunos disfrazados de izquierdistas, como el desapacible PSOE con su títere lacayo del club de Bilderberg, Rodríguez Zapatero (supuestamente socialista), o los abiertamente reaccionarios, como el de Nicolás Sarkozy en Francia, y el de Silvio Berlusconi en Italia.
 
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En Colombia la ofensiva contra la salud es nítida desde el gobierno del “pollo” López, quien remplazó a Misael Pastrana y agudizó su ataque a la educación pública y al movimiento campesino de la ANUC (Asociación Nacional de Usuarios Campesinos), que Misael también había golpeado.
 
López no tuvo inconveniente en agredir al Instituto Colombiano de los Seguros Sociales (ICSS), introduciendo reformas para debilitarlo a fin de propiciar su quiebra y justificar su privatización.
 
Con este fin, se volvió costumbre nombrar gerentes ladrones cuyos saqueos y malos manejos de todo orden se querían presentar como consecuencias de la voracidad sindical, pues destruir los sindicatos es uno de los primeros objetivos del Neoliberalismo para dominar a los países y reducir las protestas sociales que podrían impedirlo.
 
Lo cierto es que el ISS (conocido como ICSS hasta la ofensiva lopista) obedecía a un modelo exitoso que les ofrecía buena atención en salud a los trabajadores colombianos y a sus familias, como lo hacen (o hacían) en otros países instituciones similares inspiradas por la misma doctrina cepalina.
 
Pertenecía a patronos y trabajadores, quienes eran los que lo financiaban. El gobierno jamás aportó lo que le correspondía, de modo que su desmantelamiento es un despojo (o robo de frente) de una propiedad privada de carácter colectivo, bastante respetable y socialmente útil, por el cual tendrá que responder Uribe Vélez cuando la justicia le pierda el miedo.
 
Pues Uribe fue quien culminó su desmantelamiento, como parte de la privatización acelerada de todo el sistema de salud. Su neoliberal medida causó una crisis en la salud pública que actualmente tiene escandalizada a la población.
 
Por fortuna, el conocimiento de su nefasta política ha contribuido aceleradamente a desenmascarar al insistente culebrero, poniendo a sospechar a sus incondicionales que no es ese noble, gallardo, valiente y honrado personaje que jura ser. Pues sus hechos lo desmienten, siempre que salen a la luz.
 
Todavía está relativamente joven (para la política, al menos) y demasiado untado como para tener la suerte de sus mecenas Misael y el “pollo” López, que murieron impunes.
 
Incidentalmente, dada su provecta edad, es posible que igual suerte tenga el ex presidente que ordenó asar a los guerrilleros del M-19 y a los magistrados de la Corte Suprema de Justicia en 1985, y que antes, cuando fue ministro de Guillermo León Valencia, había aplastado a los obreros de cementos el Cairo para sabotear su huelga.
 
Se trata del inefable Belisario Betancur, otro buen amigo y protector del dictador mafioso en decadencia, al entierro de cuyo padre mafioso asistió a pesar del escándalo de la “gente bien” de Medellín. El amagueño también es un partidario incondicional del Neoliberalismo, que, durante su gobierno, tuvo a bien nombrar a Uribe Vélez como alcalde de esta ciudad tan golpeada por la ilegalización de los narcóticos.
 
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Mientras le llega el turno a Uribe, es indispensable llamar a rendir cuentas a otro ministrito falaz y taimado, Diego Palacio, encargado de la “cartera” de salud.
 
Se trata de un personaje bastante parecido a Andrés Uriel Gallego, el ministrito de transportes que tantos chanchullos acumula, no sólo con la tramposa contratación de obras públicas, como las de los Nule; o con los negociados del INCO (Instituto de Concesiones) que el jefe nombrado por Pastranita, un señor Ordozgoitia, refundador de la patria, tanto ensució. También con los contratos ruinosos del INVIAS, y quien sabe con cuántos más desaguisados en tantas partes e instituciones.
 
El caso del prevaricador y corrupto ministrito de agricultura, Andrés Felipe Arias, merece trato aparte, pues no sólo ha empezado a ser desenmascarado con el escándalo de los subsidios para multimillonarios mediante el programa de Agro Ingreso Seguro. Más grave aún es que pretendió ser el sucesor de Uribe.
 
Naturalmente, de haber sido elegido, no sólo ocultaría los crímenes de ocho años de dictadura mesiánica y semiteocrática -impidiendo que los engañados se enterasen y pudiesen juzgar el engaño y repudiar a sus engañadores-, sino que elevaría el nivel de sus delitos a cumbres siderales, con mayor cinismo que el del chalán de Salgar, su héroe, a quien no sólo admiraba e imitaba. También estaba resuelto a superarlo. ¡Que miedo!
 
Por tanto, a nombre de los “furibistas inocentes” -que cayeron ingenuamente en las redes pérfidas de José Obdulio, el cerebro y manager de Uribe Vélez, engañados por quienes tienen una evidente catadura de bandidos-, debemos darle gracias a Juan Manuel por su astucia, que tanto les ha dolido a los “furibistas delincuentes” (tan diferentes a los engañados).
 
Están frustrados y temerosos de la persecución de la justicia, que tanto pisotearon durante sus ocho años de dictadura.
 
Pero, también, debemos agradecerle al Corazón de Jesús. Parece seguir protegiéndonos de impostura y de las mortales traiciones que nos propinan las clases dominantes, a pesar de que no le han renovado la consagración de Colombia.
 
Dicha consagración la impusieron los godos como costumbre nacional para superar las recurrentes crisis causadas por la mediocre “clase política” que siempre hemos padecido y que es tan corrupta, politiquera y clientelista, y tan aficionada a enriquecerse de cuenta del erario.
 
Aunque neoliberal sionista, Manolito (o Juanma) ha impedido la instauración de un régimen que podría ser mucho más asqueroso, porque abiertamente pisotearía las conquistas santanderistas que nos han permitido alcanzar cierto grado de convivencia objetiva, guiada por leyes, algo que tanto defendió su tío abuelo, Eduardo Santos.
 
En cambio, Uribe desvirtuó el “estado de derecho” con maniobras impresentables, como el inconstitucional decreto de sesión permanente, impuesto en diciembre de 2005 al ilegítimo Congreso de bolsillo conformado con parapolíticos, por Fabio Valencia Cossio en su condición de ministro del interior, para autorizar la reelección presidencial de quien le arrebató a puño limpio la gobernación de Antioquia, que ambos notables clientelistas politiqueros y corruptos, se disputaron en 1994.
 
En ese entonces, con la creación de las Convivir fue evidente el mesianismo del gurú, quien hizo todo lo posible -aprovechando el descrédito causado a Samper por el proceso 8.000- para legalizar a los encargados por el régimen de adelantar el trabajos sucio, propio de los llamados “escuadrones de la muerte” que suelen fortalecer a las dictaduras en su afán de subyugar y esquilmar a los pueblos.
 
En cuanto a Palacio, se trata de quien les robó de frente a los trabajadores su aparato de salud, para privatizarlo, mediante espeluznantes maniobras corruptas que no dejan dudas sobre la catadura del régimen y sus funcionarios, comenzando por la cabeza, ahora sin teflón.
 
Palacio fue uno de los ministritos (con Sabas Pretelt de la Vega, quien ocupaba el ministerio del interior) que protagonizó el asombroso “cohecho unilateral” que tan duro le han cobrado a Yidis Medina, y que tanto colaboró para la reelección inconstitucional de Uribe.
 
También, con el negociado de la zona franca en Mosquera, fue el generoso padrino del enriquecimiento de sus vástagos (o “hijos del ejecutivo”), los insípidos Tomás y Jerónimo, inspirados en el hijo de Marroquín, el presidente que recibió un país y entregó dos, ejecutando una proeza que Uribe desearía replicar.
 
Y, como en todos estos casos, ¡quién sabe cuántas barbaridades y delitos más prohijó el ministrito servil!
 
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El personaje vitando, ex jefe de las joyitas nombradas, es el más famoso de los culebreros paisas. Fue socio político y patrocinador de Pablo Escobar Gaviria. Es el hijo de don Alberto, hermano de Santiago y Juan Carlos, y preferido de don Fabio Ochoa.
 
Encantado con su orgía neoliberal, confió en que establecería una dictadura vitalicia que le evitaría pagar sus delitos de todo tipo aprovechando el respaldo incondicional de los simples que cautivaba religiosamente en los “consejos comunales”.
 
Éstos se los inventó para mantener un proselitismo permanente que la Constitución no postula como una función del presidente en ejercicio. O sea, configuran un prevaricato a favor propio del gurú, que confirma su desprecio a la Constitución de 1991.
 
En cuanto a su pésimo manejo económico, son demasiadas las empresas públicas que les regaló a los potentados extranjeros. Igual de numerosos son los desastres ambientales que dejó contratados para que Santos los culminara.
 
Afortunadamente, éste no es el incondicional títere que habría podido ser “Uribito”, el clon de Uribe que está a punto de pagar sus delitos, abriendo el camino que le permitirá a la amedrentada justicia llegar hasta el mentor del cínico ex soldado que se puso de ruana (o se pasó por la faja) el ministerio de agricultura.
 
Santos está sacando a la luz los contratos vergonzosos que dejó suscritos Uribe, ilustrando la catadura del Mesías de Salgar, a fin de crear las condiciones para recuperar el ejercicio del poder por los herederos de los “libertadores”. Éstos lo han monopolizado desde la tal independencia, y Santos es uno de sus más directos y preclaros descendiente, pues uno de sus ancestros (Antonia Santos) fue una destacada colaboradora de la gesta “libertadora” de Bolívar.
 
Es notable la diferencia social con el arribista Uribe Vélez, cuyos ancestros son domadores de caballos y mayordomos.
 
Pero Uribe terminó privatizando el ISS, despedazándolo a la vista y ante la impotencia de sus dolientes, valiéndose de la vileza de Palacio, su instrumento para estos menesteres que, se dice, también terminaron salpicando a doña Lina Moreno, la esposa del gurú rabioso, como accionista de alguna EPS, quizás la ostentosa y cuestionada Saludcoop.
 
El dictador mafioso neoliberal es culpable indiscutible de los graves escándalos que están saliendo a la luz pública y que ningún furibista puede negar, por mucho que le duelan y desee ocultarlos para no desdorar a su ídolo carismático, perverso e inescrupuloso, que -cuando no asume la máscara de la furia y la dignidad ofendida- se gasta y ejerce esa convincente pinta de seminarista pobre y desamparado a quien provoca creerle y apoyarlo, y cuya honestidad es casi un pecado poner en tela de juicio.
 
Al menos, es lo que queda claro al escuchar a los histéricos que lo exculpa(ba)n de cualquiera de las innumerables canalladas cometidas bajo su gobierno, cuya responsabilidad le cabe íntegra por su condición de cabeza del doble y corrupto cuatrienio, aunque por nada, ni de ninguna manera, esté dispuesto a responder.
 
Al fin y al cabo, es un Mesías, pero falso y cobarde, de modo que no le interesa imitar al Cristo en su sacrificio.
 
Curiosamente, parece que todavía hay quien le crea sus mentiras y se deje seducir por sus maneras de tigre patriarcal y caprichoso, protagonista de estupideces sin fundamento que pretende hacer pasar como decisiones de gran estadista, incomprensibles para las mayorías que carecen de tan enaltecedora condición.
 
Tal es el caso con la inconcebible amnistía concedida a la asesina despiadada conocida como Karina. Igual sucede con la libertad de un importante guerrillero de las FARC (conocido como su canciller) para congratularse con Nicolás Sarkozy, el cabrón derechista que funge de presidente en Francia. Éste pretendía hacerle el favor a un amigo político, abogando por la libertad de la casquivana Ingrid Betancur, amante de juventud de su amigo.
 
Como es sabido, se trata de una ambiciosa aspirante a la presidencia de Colombia, antes de su secuestro, pero decidida a exigirle a la patria una cuantiosa indemnización, después de liberada por Santos cuando fue ministro de defensa del gurú, en la “operación perfecta”, según la afirmación de esta aventurera al terminar el operativo de rescate del que tanto presumió el “desteflonado” caudillo del dictatorial gobierno.
 
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Por desgracia, en la misma tónica despojadora de los pobres y protectora de los ricos de verdad que se apoderan de los Estados, se ubica la inminente quiebra de los fondos privados de pensiones y cesantías.
 
Han sido puestos al servicio de los potentados especuladores que obligan a sus administradores a invertir en las bolsas de valores, ahora fusionadas en los tres países más neoliberales de Suramérica, Chile, Colombia y Perú.
 
Como quedó claro con la crisis especulativa desatada en Wall Street, las tales “bolsas de valores” son auténticos casinos donde los jugadores menos pudientes siempre pierden y salen arruinados, a la larga.
 
Así lo garantiza la llamada “ley de los grandes números” postulada por la estadística, esa herramienta matemática que tan útil les ha resultado a los potentados para manipular a los pueblos con encuestas, por ejemplo, que deducen tendencias a partir de muestras relativamente pequeñas.
 
Y también inducen tendencias y convicciones aprovechando la solidaridad gregarista que inclina al individuo corriente hacia lo más popular, a fin de no sentirse aislado de su prójimo, lo cual satisface su necesidad de pertenencia.
 
Prefiere mimetizarse con los demás, creer en la mentira compartida, en vez de retar la mediocridad imperante que tiende a anular al diferente despreciándolo e ignorándolo, para perpetuar la asquerosa sociedad que así procede y que encaja muy bien con la concebida por el Neoliberalismo.
 
Por eso, los potentados y manipuladores de pueblos, apertrechados con la estadística y sus encuestas, se sienten superiores y se creen inteligentes y capaces de controlar a las multitudes.
 
Siguen considerándolas masas inconscientes fáciles de manipular, sobre todo a quienes les han negado una educación formal, cuya ignorancia y baja escolaridad les impediría contemporizar con los demás en términos de igualdad y respeto.
 
No entienden que los humanos, aunque no sean potentados ni sus siervos, tienen la capacidad de pensar y de rectificar cuando comprueban que se han equivocado o que los han engañado.
 
Tampoco le reconocen méritos a la llamada “universidad de la vida”, de modo que se consideran invencibles, pues suponen que controlan todos los hilos.
 
Los perfiles sicológicos que la abundancia de información personal difundida por Internet les permite elaborar, los consideran suficientes para monopolizar el control de todos y ejercer su gobierno mundial en la sombra sin oposición seria y capaz.
 
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Retornemos a “Locombia”, la despreciada amante incondicional del Neoliberalismo que, no obstante, no le ha querido aprobar un TLC a los lacayos vendepatria.
 
A pesar de contar con el inspirado asesor José Obdulio Gaviria Vélez, abogado de Pablo Escobar en su momento y hermano de un par de capos reconocidos, el domador de Salgar prefirió no provocar al estudiantado impulsando la privatización de la educación pública mediante la receta neoliberal de los recortes presupuestales que le impiden financiar el sostenimiento de su calidad, o su crecimiento, o ambos.
 
Pero, como sabemos, la privatización es un objetivo claro desde el gobierno de Carlos Lleras, como mínimo, según lo ilustra la crónica de nuestras tragedias nacionales.
 
No obstante, Uribe también afectó el sector educativo privilegiando la formación técnica que suministre la mano de obra calificada requerida por las multinacionales. Abiertamente prefirió y promocionó ésta, en detrimento de la educación humanista que puede servirles a los pueblos para despojarse de las cadenas de la ignorancia y la opresión.
 
Indudablemente, tiene toda la razón Simón Pérez Londoño, un lúcido representante de esa juventud que el gurú no entiende porque es ajena a la mentalidad campesina medieval que se han esmerado en conservar en el sector rural, y que quieren extender al urbano, como si aún estuviésemos en la época de Radio Sutatensa, la emisora que le permitió crecerse como populista al abuelo de los Moreno Rojas.
 
En la revista El Robledista, ya citada y que es publicada por el colegio Jorge Robledo, donde Uribe Vélez terminó su bachillerato; en artículo que denominó “Reverencias destronadas”, sostiene el joven estudiante que “... cuando ahora se debaten temas de la más alta abstracción en ciencias y filosofía, nosotros estamos pensando en la cultura de ser emprendedores y dominar los idiomas que marcan el mercado”.
 
El joven Pérez Londoño, condenado a esa instrucción alienante a partir del año entrante, cuando, ya graduado de bachiller, le llega la hora de ingresar a la educación “superior”, da en el calvo al interpretar la política educativa impuesta por el Neoliberalismo y adoptada por el régimen, en particular por el dictador mafioso, quien apoyó decididamente al Sena y promovió y privilegió en las universidades públicas las profesiones utilitarias.
 
Pero la afirmación es todavía más cierta al considerar la política educativa de su sucesor, quien no tuvo inconveniente en nombrar como ministra de educación a una destacada defensora del Neoliberalismo, íntimamente comprometida con los potentados a través de su cargo en la Cámara de Comercio de Bogotá.
 
Como se colige, se trata de una persona ajena a la academia. Su ejercicio profesional ha sido el de fervorosa neoliberal al servicio de los potentados, en detrimento de quienes no lo somos.
 
Emula con los políticos, funcionarios y empresarios favorecidos por el desigual y desastroso régimen imperante, que amenaza con extinguirnos convirtiendo la patria en un desierto yermo, como lo augura la explotación minera desaforada, contratada por Uribe, que Santos no sabe como ocultar y que las multinacionales se niegan a repudiar, según se colige de la actitud de la canadiense GreyStar.
 
Esta multinacional depredadora insiste en usar sus influencias para envenenar a los santandereanos a cambio del mayor enriquecimiento posible de la neoliberal egresa extranjera. Desconoce abusivamente el multitudinario rechazo a sus pretensiones por parte de los santandereanos afectados, quienes cuentan con la solidaridad de la gente decente que aún queda en este destrozado país, pero siguen corriendo el riesgo de que las autoridades lacayas los traicionen para favorecer a sus amos extranjeros.
 
La mejor formación del pueblo les importa un higo a la ministra de educación y a su patrón nacional, el converso Juan Manuel, a no ser que se refiera al adiestramiento de los jóvenes como serviles y productivos lacayos de los amos potentados, enemigos comunes de la Humanidad decente.
 
Es que Santos también es un ferviente lacayo del Neoliberalismo. Pero no son tan evidentes sus vínculos con la mafia narcotraficante de derecha ni con la parapolítica, a pesar de que su primo ex vicepresidente, el candoroso “Pachito” Santos, haya sido nombrado jefe del bloque Santa Fe por Carlos Castaño, el fenecido comandante supremo de las AUC.
 
El último, en reemplazo de su hermano Fabio Castaño, fue comandante supremo de esa organización criminal. En lo operativo, al menos, pues el malogrado bandido -ejecutado a quemarropa y en indefensión por orden de su hermano mayor, Vicente, también bandido, desde luego- estaba subordinado a los “cacaos” dueños del país, quienes lo encargaron de ejecutar parte del trabajo sucio, como él mismo lo reconoció y publicó antes de caer en desgracia por bocón.
 
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En vista de su condición de converso y potentado lacayo, el compromiso de Juan Manuel con el sionismo es mucho más profundo que el del mayordomo detestable que fue dictador y sigue actuando como tal, disfrutando de una impunidad absolutamente injustificable dada la gravedad y la extensión de los delitos y crímenes que proliferaron durante los ocho años de la ruinosa dictadura uribista, en todos las instancias y a todos los niveles.
 
Uribe fue rotundo al promover la privatización de la salud para convertirla en un negocio extraordinariamente rentable para quien se lo apropie (como todos los que promueve el Neoliberalismo), y dolorosamente costoso para sus víctimas.
 
Su traición a los intereses de la población la completó durante su doble período dictatorial. Pero la había iniciado años antes, durante el régimen aperturista del también neoliberal César Gaviria Trujillo, quien llegó a la presidencia como reemplazo del asesinado Galán. La prematura proeza neoliberal la comprueba el hecho de haber sido el novel senador que en 1993 hizo aprobar la ley 100, lo cual le ganó el calificativo de “senador estrella”.
 
Esa nefasta ley fue copiada -por el misteriosa y prematuramente helicopterizado ministro de la dictadura mafiosa, Julio Londoño de la Cuesta quien, en esas calendas, era asesor del senador Uribe Vélez- de la del régimen impuesto en Chile al detestable Augusto Pinochet, como ya sabemos, por Richard Nixon y su macabro secretario de estado, el sionista Henry Kissinger, todavía sobreviviente y haciendo daño por todo el Mundo.
 
Ahora Santos quiere emular con su anterior y detestado jefe domador de caballos, intentando ser igualmente contundente con las víctimas nacionales (en este caso, el estudiantado) e incondicional con los potentados del “Nuevo Orden Mundial”, como lo fue aquel con el sector salud y muchos más.
 
Como que no entiende que las consecuencias serán hasta peores, pues se juega el futuro de toda la sociedad -no sólo de quienes van cayendo enfermos o viejos- al subordinar la formación de la juventud a las exigencias e intereses de las multinacionales y los potentados del “gobierno mundial en la sombra”.
 
Es irónico que lo haga cuando las aterradoras consecuencias de la privatización de la salud hieden por todas partes, involucrando a numerosos funcionarios públicos y a personajes de las EPS y demás criaturas abominables creadas por la tal ley 100, demostrando que las políticas neoliberales son desastrosas y antieconómicas.
 
Pero es que Santos es más neoliberal que el mismo Uribe, si cabe.
 
Por eso escogió como su ministro de hacienda a Juan Carlos Echeverri, un académico difusor y defensor del “capitalismo salvaje”, reconocido internacionalmente, comprometido hasta la médula con la letal e irracional doctrina, y proveniente de la Universidad de los Andes.
 
Ésta, desde el gobierno de Gaviria Trujillo y su flamante ministro Rudolf Hommes, desplazó de los altos cargos oficiales a los egresados de la Universidad de los jesuitas, la Javeriana, que solía proporcionar los funcionarios de alto nivel en los gobiernos previos, sobre todo en los comprometidos con la teocracia católica que tantos desastres sociales y políticos causó en su momento.
 
La ideología religiosa sustentó una persecución constante al liberalismo que no se arredraba ante las guerras civiles que le planteaba su rival, el partido conservador, cuando no eran los liberales quienes iniciaban el agarrón, disfrazados todo ellos de asesinos respetables, prácticamente héroes de la patria, de acuerdo a sus ruines nociones éticas, desdibujadas por una moral equívoca, excluyente y pacata.
 
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Esa fue nuestra historia republicana hasta que los oligarcas de los dos partidos se pusieron de acuerdo y decidieron dejar de atacarse entre ellos para poder enfrentar unidos al pueblo que ya se les había insubordinado ideológicamente, hasta el punto de ser capaz de crear guerrillas de carácter revolucionario. Inicialmente, todavía de ideología liberal con tintes populares, como las de Guadalupe Salcedo en los Llanos Orientales, quien cayó víctima de la traición y el engaño propiciados por Gustavo Rojas Pinilla.
 
Después, en vez de ser vencidas, a pesar de la eliminación selectiva de sus jefes, fueron superadas por las de orientación marxista con la sólida dirección de Tirofijo y Jacobo Arenas, sobrevivientes de tantas guerras, en particular de las promovidas por Álvaro Gómez Hurtado contra las “repúblicas independientes” (conformadas por 50 campesinos mal armados, escondidos en Marquetalia, Guayabero y Río Chiquito).
 
Pero no fueron solamente guerrillas marxistas, pues surgieron de otras de ideologías, como la indigenista (Quintín Lame), o la católica (ELN) por cuya causa murió el respetado jesuita y sociólogo de gran prestigio internacional (pero no por arrodillado al Imperio como el minhacienda actual, sino por independiente, consecuente y lúcido), el “cura guerrillero” por excelencia, Camilo Torres Restrepo.
 
Este singular burgués, quien terminó ejecutado por su compañero aristocrático, el general Álvaro Valencia Tovar en Patio Cemento (Santander), hizo parte de un número significativo de verdaderos apóstoles entregados a convertir el mensaje cristiano en una guía auténtica para la transformación del Mundo y la defensa de los pobres, víctimas de los ricos desde los inicios del período que fenece y que hemos llamado “Historia”.
 
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Pues bien, Santos está resuelto a demostrar su talante de vendepatria arrodillado al Imperio sionista, mucho más comprometido que el mismo Uribe, su decadente predecesor y detestado ex jefe.
 
Con ese propósito adelanta la privatización de la educación pública a fin de poner el aparato educativo al servicio de las multinacionales que preparan los cuadros requeridos por el Neoliberalismo para reproducirse, perpetuarse y consolidarse en el Mundo entero.
 
Quiere otorgarle a la educación pública un carácter eminentemente comercial, pragmático y utilitario, adaptando su actividad y sus frutos a la supuesta “objetividad” de la atea sionista Ayn Rand, expresada en su novela La Rebelión de Atlas con postulados como:
 
      "Lo merecido pertenece al universo egoísta y comercial del provecho mutuo"
      "Quienes niegan el incentivo capitalista quieren como recompensa la nada"
      El culto al cero –símbolo de la impotencia- busca eliminar de la raza humana al héroe, al pensador, al inventor, al productor, al persistente, al puro. Para los apóstoles DEL CERO es como si sentir fuera humano y PENSAR NO. Como si fracasar fuera humano y no triunfar, como si fuera humano la corrupción pero no la virtud".
      "¿Qué constituye el monumento al TRIUNFO del espíritu humano sobre la materia?...Las chozas roídas de insectos a orillas del Ganges o la silueta de los rascacielos Nueva York sobre el Atlántico?".
      "No hay valor MAS ALTO que la propia estima"
 
(Tomado de © Ernest Milà – Infokrisis – Infokrisis@yahoo.es – INFOKRISIS, el blog personal de Ernesto Milà – Prohibida la reproducción de este texto sin indicar origen)
 
En su ambición desmedida, el Neoliberalismo quiere convertir la educación en una actividad económica directamente lucrativa para quienes la exploten con esa visión comercial.
 
No acepta que sea considerada una labor “altruista” sin ánimo de lucro que, en vez de ganancias, tradicionalmente está orientada a producir defensores de la ideología que la presida y del régimen que la sostenga, a fin de reproducirlo.
 
La elemental ambición por ganancias, que enceguece a los mediocres potentados, primitivos, violentos y represivos, les impide aceptar que el lucro social que produce la educación sea fundamentalmente ideológico.
 
Exigen utilidad tangible, tal como les enseña la inspiradora de
 
      “Sandor LaVey, fundador de la Iglesia de Satán, [quien] consideró a Ayn Rand como su principal fuente de inspiración.
         Vladimir Putin [quien] ha reconocido que en su mesilla de noche se encuentra “La Rebelión de Atlas”, una de las más famosas novelas de Ayn Rand.
 
     Alan Greenspan, “señor del crecimiento económico”, el hombre más poderoso de la economía norteamericana, [quien] fue amigo suyo y compartió todas sus ideas... como millones de lectores” (idem)
 
Al menos, rechazan el derecho a educarse para quienes han condenado como siervos del sistema, privados del disfrute de sus placeres personales, pero encargados de contribuir a que la sociedad de los potentados funcione lo mejor posible.
 
El propósito de su absurda doctrina es la máxima gratificación de los jerarcas en la organización social piramidal, que se replica en todas partes como una característica inherente a las sociedades que han triunfado sobre las más decentes y dignas en la Historia.
 
Pero, a pesar de los exabruptos neoliberales, tradicionalmente las instituciones de educación de carácter superior (las universidades), tanto públicas como privadas, han sido consideradas expresiones de una actividad altruista, interesada más en la perpetuación y defensa de aspectos ideológico sociales que en obtener ganancias constantes y sonantes, como las que se esperan de cualquier negocio.
 
Su lucro consiste en el adoctrinamiento o la alienación de quienes caen en las instituciones encargadas de reproducir y perpetuar los valores de la sociedad que las alberga.
 
El papel social de las universidades, en vez de enriquecer a supuestos maestros pero reales mercaderes del conocimiento, sería defender los intereses estratégicos de las clases que ejercen el poder, formando los cuadros que lo garantizarían.
 
Pero eso no representa suficiente rentabilidad para los más mediocres y rudos potentados inspirados en el Neoliberalismo.
 
Para esta singular e irracional doctrina, toda actividad humana debe producirles dinero a los capitanes de la sociedad, los potentados, pues el destino de la Humanidad sería servirles a tan grandes y distinguidos señores.
 
Y ese es un honor que cuesta, de modo que sólo podrían disfrutarlo quienes tengan dinero para costearlo, o una inteligencia superior para merecerlo. Al fin y al cabo, el grado educativo que alcanza el individuo le daría acceso a privilegios negados a las mayorías.
 
En consecuencia, el filtro “objetivo” constituido por el costo garantiza que los pelagatos no podrán colarse a la universidad ni adquirir los valiosos conocimientos que allí se imparten. O sea, garantiza que cada tejo vaya con su aparejo, e impide que surjan carangas resucitadas con pretensiones de posar de gente “bien”, distinguida o adinerada.
 
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Ante tantos prejuicios tan arraigados, que explican la exclusión de numerosos seres humanos del sistema educativo, también es claro el papel de derecho fundamental que adquiere la educación a medida que la sociedad progresa.
 
Por tanto, es criminal convertirla en un negocio acatando las estúpidas recetas neoliberales que están acabando aceleradamente con el Mundo y la Vida para mantener la prevalecencia de quienes promueven el fin y se convierten en enemigos de todos.
 
Históricamente, para evitar los lavados de cerebro unilaterales propiciados por los déspotas gobernantes y por otros grupos sociales que anhelan el poder, las sociedades con pretensiones democráticas han defendido la libertad de enseñanza.
 
Pero también han reconocido la necesidad de ofrecer educación pública gratuita para que los despojados de fortuna aunque poseedores de talento, no se desperdicien irremediablemente, tanto como para garantizar la adquisición de una habilidades cognoscitivas básicas por parte de las mayorías. Se busca sacarlas del analfabetismo que las anula y las vuelve inservibles para su explotación provechosa por los potentados.
 
En consecuencia, la burda pretensión de convertir la educación en un negocio rentable en términos de lucro monetario, se ha considerado repugnante e indigna de una sociedad civilizada.
 
Sin embargo, es justamente lo que la degeneración teórico práctica constituida por el Neoliberalismo ha hecho en la Metrópoli. Y se empeña en imponérselo a las neocolonias que subyuga, aprovechando el servilismo de los gobernantes vendepatria.
 
Tal es el caso con Chile que, hace 38 años, fue constituido, abruptamente, en el país modelo del Neoliberalismo, tras el asesinato el 11 de septiembre de 1973 del médico socialista Salvador Allende, quien había llegado al gobierno por decisión popular, repudiando los métodos violentos debido a irrestricto compromiso con la paz que es la verdadera prueba de la civilización atropellada por los gorilas (como el asesino Pinochet).
 
Tras casi cuatro décadas intentando demostrar la “superioridad” neoliberal -mientras la vilipendiada y “atrasada” Cuba es ejemplar en la materia-, la lamentable situación de la educación para el pueblo en Chile ha ampliado las diferencias entre las elites y el pueblo, y tiene a éste protestando en las calles. Incidentalmente, su situación social, caracterizada por una brecha cada vez mayor entre ricos y pobres, demuestra el carácter contraproducente, enemigo del progreso, que reviste el Neoliberalismo.
 
La realidad supera los discursos falaces y las promesas infundadas. Comprueba las indeseables consecuencias de la orientación elitista y perversa que le imprime a la educación la mortal doctrina del Neoliberalismo, frustrando los anhelos de conocimiento de las mayorías al establecer la malvada correlación comercial entre calidad y costo.
 
Con la conquista social de la universidad pública -que es la máxima expresión de la educación sufragada por el Estado-, el rígido filtro constituido por los altos costos, gracias a la financiación con el erario se logró reducir a tarifas accesibles para los diferentes estratos de la población.
 
Pero el ideal es que sea gratuita y de la mejor calidad, pues los talentos son la mayor riqueza de un país en la época de la Sociedad del Conocimiento a la que hemos ingresado.
 
Hasta ahora, a pesar de su limitada cobertura, en Colombia la universidad pública ha disfrutado de un nivel alto que le ha dado prestigio y le ha permitido emular con las mejores y más encopetadas universidades privadas, con mucha solvencia y en todas las profesiones de verdadero carácter universitario, no sólo en las de acervo tecnológico.
 
Acabar con esa oportunidad de acceso a la universidad por talento más que por dinero, es la intención perversa, discriminatoria y antipopular que ha demostrado Santos al atacar la universidad pública. La desnaturaliza al autorizar la ingerencia de capitalistas interesados en orientarla hacia su beneficio empresarial.
 
Realmente, la osadía descarada de proponer abiertamente concederles el carácter de empresas con ánimo de lucro a las instituciones de educación, constituye su sentencia de muerte.
 
Es algo que las nacionales nunca han solicitado, al menos las que son serias y tienen prestigio. Se lo han reservado las llamadas universidades de garaje y las variopintas escuelas y academias que funcionan abiertamente como negocios aprovechando, hasta ahora, la vista gorda que fingen las autoridades.
 
Para Santos, autorizar la intromisión de los monopolios internacionales de la enseñanza globalizada, tal vez constituye un compromiso con el Imperio para que apruebe el leonino TLC con Colombia, que tanto daño le causará a tanta gente, despojándola de sus fuentes propias de subsistencia para dejarla desempleada, o como obrera a merced de las multinacionales.
 
De todos modos, es un reclamo y una orden dada al lacayo por parte de los negocios neoliberales dedicados al entrenamiento, la capacitación y la calificación de mano de obra a la medida de las necesidades de las multinacionales, en todos los niveles.
 
Producen desde los “alfas” y “betas” que egresan de las universidades privadas más rancias, bien dotadas y costosas, hasta los “gamas” que se encargarán del trabajo administrativo tanto como del control de los “deltas” y “epsilónes” que se preparan en instituciones como el Sena.
 
Es el “Mundo feliz” que planeó Aldous Huxley para los potentados, agrupados en ese entonces en la famosa “Escuela de Frankfurt” que tan desatacados intelectuales produjo.
 
Por todos los medios buscan alejar la educación pública de veleidades humanistas, filosóficas y estéticas que no producen dinero sino rebeldes e inconformes insumisos.
 
Eso explica que cuando Santos fue ministro de hacienda de Andrés Pastrana Arango, haya pretendido recortar gastos, dizque para reducir el déficit fiscal, cerrando la Biblioteca Pública Piloto establecida por la UNESCO en Medellín desde comienzos de la década del cincuenta, y que tanto ha contribuido a que el rudo pueblo se desasne.
 
Sin duda, las mayorías decentes tienen que denunciar el propósito santista, rechazarlo e impedir que lo realice, pues es algo que afecta a toda la sociedad, robándoles el futuro y la libertad a las actuales y a las próximas generaciones, condenadas a la ignorancia entrenada. O sea, a la nada que postula Ayn Rand para quienes no son esclavos de la codicia.
 
Es lo más absurdo y contraproducente que se puede hacer, cuando la “Sociedad del Conocimiento” es indispensable para los pueblos que aspiran a sobrevivir tras el fin de la Historia, ya inminente e inevitable.
 
Alcanzar la derrota de la mortal política neoliberal va mucho más allá de la tradicional pedrea estudiantil, porque la ofensiva del gobierno y sus amos extranjeros es contundente y arrolladora.
 
Afecta a todo el pueblo, de modo que todo el pueblo tiene la obligación de reaccionar y oponerse a la vil política que nos condena a la ignorancia calificada y a la esclavitud sumisa.
 
O sea, los potentados que agobian a la Humanidad nos reducen a la abyección individual y al fracaso como pueblo, en un país que va aceleradamente para paria o fracasado a causa del mal manejo que le han dado los políticos, fieles a la doctrina neoliberal que el sionismo ha impuesto en todo el Mundo.
 
La veleidad lacayuna de Santos con la educación pública, ataca y desvirtúa directamente el carácter y la naturaleza del concepto de Universidad como campus del saber y la investigación.
 
Pasa a convertirla en un instituto de formación y entrenamiento técnico y seudo científico, orientado a la calificación laboral de personal ajeno al humanismo y despojado de cualquier capacidad crítica, para que les sirva incondicional y sumisamente a las multinacionales, y para que idolatre al Imperio y a su instigador, el sionismo asesino y depredador.
 
Deteriora profundamente nuestro futuro al subordinar cualquier aspiración cultural e intelectual a los mezquinos intereses de los enemigos comunes de la Humanidad, la Vida y el Planeta, interesados en perpetuar la Historia agonizante cuya muerte tenemos que apurar si aspiramos a sobrevivir.
 
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La indispensable calamidad antropológica que puede ser la Historia, debemos remplazarla por una sociedad digna, de ámbito mundial, que cada individuo podrá disfrutar sin renunciar a su identidad, su cultura ni sus costumbres, rechazando la empobrecedora homogenización del “globalismo neoliberal”.
 
Éste, con su estrategia de consumismo uniforme, intenta adueñarse de la globalización. Busca desvirtuar su carácter de conquista de la especie para convertirla en un mecanismo de opresión al servicio del “gobierno mundial en la sombra” que impulsan los potentados del club de Bilderberg.
 
En cambio, la alternativa de globalización que ofrecen los pueblos ejerciendo la Democracia Directa que materialice la Sociedad Democrática Mundial, respeta las costumbres individuales y colectivas.
 
Las protege siempre y cuando acaten los Derechos Humanos. Aunque muchas prácticas primitivas los violan (como las que mutilan a sus niños), la Sociedad Global Democrática no las puede tolerar, y las repudia y prohíbe, a pesar de ser tan ancestrales, porque atentan contra la dignidad de las personas.
 
Es que la dignidad individual es una conquista de la civilización occidental a la que la Humanidad no puede renunciar, si aspira a considerarse civilizada y vivir en armonía. Pero las sociedades opresoras se empeñan en negarles su dignidad a las mayorías.
Las condenan a subordinarse a los jerarcas, los únicos a quienes les reconocen dignidad esas detestables y caducas sociedades que estamos inventando la forma de superar.
 
El propósito común es construir una de ámbito mundial y talante paradisíaco, que a todos nos respete y nos garantice la realización como personas únicas, pues todos lo somos, no sólo los estúpidos, arrogantes, megalómanos, desalmados y ambiciosos potentados que expropian y subyugan a las mayorías.
 
La sociedad de la época posterior a la Historia, que estamos construyendo, rompe las fronteras y reconoce como hermanos a todos los humanos, por encima de cualquier ideología y creencia particular.
 
Pero respeta las manifestaciones individuales y locales, pues considera la diversidad como una riqueza que hay que fomentar.
 
En consecuencia, postula que ninguna práctica cultural merece una consideración de superioridad respecto a otra, ni debe ser perseguida ni proscrita mientras no pretenda descalificar o combatir a las demás.
 
Procede al contrario del sionismo que se auto proclama como la verdad absoluta.
 
Según estos enemigos de la Humanidad, la Vida y el Planeta, todos tenemos que admitir que nos impongan sus delirios excluyentes, pues se creen “pueblo elegido por dios” y nos miran a los demás como sus esclavos naturales.
 
En ese sentido, más que utilidades en dinero, aunque no las rechazan los mercachifles, lo que buscan los ideólogos del Neoliberalismo con sus absurdas y contraproducentes recetas, en términos estratégicos, es adocenar la educación, domesticar a los estudiantes e impedir el advenimiento de la Sociedad del Conocimiento que remplazará las violentas y primitivas, típicas de la Historia que fenece.
 
Éstas han sido impuestas por los potentados decadentes, perversos e ineptos, cuyo imperio llega a su fin para darle cabida a la Sociedad Democrática Global que surgirá del ejercicio mundial de la democracia auténtica o verdadera, la única que puede llamarse legítimamente gobierno del pueblo.
 
O sea, la que permite y fomenta la participación de cada ciudadano en las discusiones y determinaciones sobre los asuntos que le incumben, pero que los políticos se atribuyen y pretenden resolver en nombre de los demás.
 
Éstos se limitan a elegir a aquellos en las “democracias representativas”, y carecen de cualquier capacidad real para intervenir en la definición, discusión y solución de los asuntos públicos.
 
O sea, estas falaces democracias no pasan de ser expresiones de grupos de poder ajenos al interés común, como los partidos políticos o las empresas transnacionales o las iglesias o religiones o las ideologías de cualquier jaez, que tan rentables suelen resultar al poner a los creyentes (o a los prosélitos) a trabajar por el pastor (o por los caudillos).
 
Supuestamente serían presuntos voceros (o designados), autorizados por dios para orientar a los demás hacia la salvación (o para gobernarlos en la Tierra).
 
Pero esas patrañas no pueden esgrimirse para construir una sociedad que a todos nos respete, sin discriminaciones diferentes a la prohibición de violar los derechos de los demás.
 
Si no despertamos, nos fregamos. Así de sencillo.
https://www.alainet.org/es/articulo/150225?language=es

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