Alarma ecológica, desafío mundial

13/03/2011
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La irresponsabilidad social de las empresas es un postulado fundamental del Neoliberalismo, esa absurda “teoría” económica que desconoce los más elementales principios del capitalismo clásico expresados en la Economía Política, como el del combate a la concentración de la propiedad en monopolios y oligopolios, pues representa una clara negación de la “libre competencia”.
 
 Actualmente, son éstos los que dirigen la economía mundial no tradicional, y su gran esfuerzo es por acabar con las demás formas de producción, avaladas por su permanencia.
 
 La capacidad para mantener una economía sostenible caracteriza esas formas de producción despreciadas por el capitalismo tanto como por el socialismo marxista inspirado en este sistema depredador, como bien lo ha entendido Rafael Correa al plantear una vía de desarrollo diferente, orientada al “buen vivir”.
 
 Además, la economía tradicional riñe con la visión cortoplacista y absolutamente contraproducente del capitalismo salvaje, que sólo se interesa en el aumento del PIB anual, en términos de países, y de la utilidad corporativa, en términos del interés de los individuos privilegiados que han subyugado a toda la Humanidad poniéndola al servicio de algunos potentados cuyo gran orgullo es adquirir o exhibir fortunas inconmensurables surgidas de la destrucción del Mundo.
 
 La obsesión por aumentar el PIB cada año significa reproducir lo del año anterior pero incrementado en el porcentaje que los sabios vitandos de la economía establezcan. Según sus absurdas políticas depredadoras, tal aumento sería el más preciso indicador de éxito en esos escenarios mortales.
 
 Si arrasan 100 hectáreas este año, el próximo deberán arrasar más de 100 para reclamar progreso. Y así, año tras año.
 
 Cualquiera (menos los economistas neoliberales) entiende que eso agota los recursos no renovables, incluyendo las especies que continúan desapareciendo porque, aunque se reproducen, la tasa de depredación es superior, o la agresión es invencible, como les pasó a los peces en California este marzo, y se ha manifestado con muertes masivas de aves, cangrejos y otras especies en el comienzo de 2011 sin que se haya aclarado el motivo.
 
 Pero el petróleo, que no se reproduce sino en términos de millones de años, están decididos a agotarlo lo más rápido y radicalmente que puedan. Tal obsesión refleja el anhelo de matar a la madre privándola de su sangre; por anemia extrema.
 
 Es una locura interesante. Conviene conocerla y evaluarla para apreciar el aporte de los potentados y su superior designio de acabar con todo, que es incomprensible para las mayorías aficionadas a la Vida.
 
 La desastrosa explotación de la biosfera se justifica como una expresión legítima del sagrado derecho a enriquecerse, que sería la gran promesa y el dogma fundamental del capitalismo y de las sociedades mercantiles que giran alrededor del dinero.
 
 Para los ambiciosos, enriquecerse a toda costa constituye un mandato divino y una predisposición vital que demuestran de manera irrefutable su superioridad genética y su predestinación social como líderes y guías de los simples carentes de ambición.
 
 La indiferencia ante los desastres fruto de esta actitud canalla -que algunos consideran la más sublime que puede alcanzar un ser humano “sanamente” ambicioso-, nos involucra a todos como cómplices del Geocidio causado por la codicia de los más miserables y detestables seres humanos, absolutamente inescrupulosos y amorales.
 
 Si no reaccionamos con dignidad y contundencia, la destrucción planeada por los potentados será inevitable, y no podremos inculparlos, pues sus mosqueteros nos señalarán como enemigos de la empresa privada, lo cual es gravísimo a la luz del sionismo y los planes de destrucción que tan avanzados llevan.
 
 Los frentes de destrucción son abundantes, y muchos de los más nocivos giran alrededor del suministro energético, pero las inversiones mineras y la destrucción de nichos ecológicos que conllevan son gravísimas (de verdad) tanto como los cultivos arrasadores de selvas para producir combustibles o alucinógenos perversamente prohibidos y que “justifican” las posteriores fumigaciones con venenos altamente peligrosos para la Vida.
 
 Además de las propuestas de Nicola Tesla, quien sostenía que la energía se podía distribuir como las ondas de radio inalámbricas, sabemos que desde fines del siglo pasado existen fuentes de energía limpia capaces de eliminar el consumo de petróleo, carbón y gas, tanto como los agro combustibles que arrasan las tierras fértiles, reduciendo su disponibilidad para producir alimentos, lo cual se ajusta a los planes de extender la hambruna, que es parte de los recursos para diezmar la población.
 
 La energía proveniente de fuentes autónomas como el viento, el sol, el litio, el hidrógeno y hasta la misma agua, ha sido suficientemente probada, pero las autoridades hacen todo lo posible por ocultarlo.
 
 Las farsas de Obama, presuntamente interesado en promover la investigación y el desarrollo de esas fuentes limpias, son inadmisibles cuando sabemos que la misma General Motors dispone de patentes para producir autos eléctricos.
 
 Ante una tecnología tan poderosa, disponible y barata, como la del hidrógeno -que no sólo mueve vehículos sino que les da autonomía energética a todos sus posible usuarios en los hogares y las empresas y, además, les suministra agua potable-, son claros el crimen y la perversidad con que se ejecuta, cuando se insiste en la construcción de grandes represas para hidroeléctricas; en el uso de combustibles fósiles y de los provenientes de la agricultura, y, sobre todo, en la proliferación de una amenaza prácticamente eterna: las instalaciones nucleares cuyos desechos son radiactivos y amenazan la vida durante millones de años.
 
 Por tanto, el uso de la energía nuclear “con fines pacíficos” es un eufemismo que oculta una de las amenazas más serias y persistentes para la conservación de la Vida, de modo que cualquier aplicación de la energía atómica debe prohibirse sin atenuantes.
 
 El terremoto en Japón, el 11 de marzo, siete años después de los ataques al Metro en Madrid, ha mostrado la fragilidad de estas instalaciones nucleares que pretenden hacer pasar como una solución civilizada, presuntamente limpia, a las necesidades energéticas de la población.
 
 El mal está hecho, de modo que es necesario enfrentarlo y buscar la manera de mitigarlo. Pero aumentarlo parece una estupidez que bien puede reflejar al absurdo sistema económico imperante, dispuesto a dejarnos sin futuro para que algunos potentados puedan tratar de superar la fortuna de Carlos Slim, algo que consideran más importante que asegurar la continuidad de la Vida en la Tierra.
 
 Realmente, su propósito es acabar con todo en tanto ellos creen estar a salvo en sus refugios mientras hallan algún planeta viable para irse a envilecerlo.
 
 Por eso siguen adelante con sus planes de destrucción de la biosfera, disfrazados con el imponderable deseo de acumular fortuna, que consideran el principio más sagrado de todos y el verdadero sentido de vivir demostrando que son superiores a tantos millones de fracasados, nacidos para admirar a los potentados y servirles de todo corazón aunque muertos de la envidia.
 
 Los desastres ambientales son normales para la madre Tierra, de modo que los causados por la actividad humana pueden no afectarla realmente, aunque aceleren sus ciclos de transformación.
 
 Pero la Vida y la existencia humana sí están en grave peligro debido a las estupideces del Neoliberalismo, de modo que los seres sensatos y honestos no tienen derecho a seguir engañando a la especie restándoles gravedad a las amenazas apocalípticas que tan entusiasmados tienen a los herederos de Abraham.
 
 La Humanidad está obligada a desmantelar las explotaciones petroleras y los complejos nucleares a fin de evitar el acabóse al que nos están conduciendo aceleradamente.
 
 Las tragedias del golfo de México y la seria amenaza de radiación por daños en las centrales nucleares japonesas, son advertencias claras del “no futuro” que nos espera si continuamos la senda de “desarrollo” que nos tiene al borde del abismo y que sólo podemos intentar evitar asumiendo medidas radicales que los potentados no aceptarán de ninguna manera.
 
 Pero no podemos permitir que la aterradora tragedia en el Japón, que reclama la solidaridad y la atención de la Humanidad, nos haga olvidar el drama humano, políticamente definitivo, de la insurgencia de los países africanos y del Medio Oriente.
 
 La perversidad de los potentados y la capacidad del proyecto HAARP y demás geniales monstruosidades dirigidas a acelerar la extinción de las mayorías (como los chemtrails) son de tal magnitud que no es descartable que hayan provocado deliberadamente el terremoto (como se dice que hicieron en Haití en enero de 2010) para desviar la atención mundial a fin de masacrar a los libios y demás díscolos… ¡Así son los pataleos de los agónicos!
 
 La insurgencia de los pueblos, que incluye a Honduras y en este 2011 tanto ha avanzado en África y el Medio Oriente, está gestando una nueva forma de ejercicio del poder que, realmente, puede ser llamada democrática, de modo que tiene la obligación de desechar las absurdas teorías del imperialismo sionista y del capitalismo decrépito, que han llegado a destruir a la Unión Soviética.
 
 Mediante ellas lograron convertir a Rusia en el destino favorito de los multimillonarios tanto como en el país que más produce esos especimenes insensibles y genocidas. También han convertido a China en la proveedora (a crédito) de la metrópoli usana y en uno de los principales destructores del medio ambiente, al tiempo que olvida su grandeza milenaria y la fortaleza de sus métodos productivos respetuosos de la Naturaleza.
 
 Es irónico ver cómo los supuestos sepultureros del capitalismo son su mayor sostén en su crisis definitiva, frustrando los anhelos de los pueblos y despreciando las vidas de tantos luchadores ejemplares que las rindieron en vano al terminar siendo sus herederos quienes revivieron el capitalismo en sus países en su expresión más mortal: el Neoliberalismo.
 
 Una muestra de las agresiones que están en curso tanto como de las que tienen programadas si los pueblos no levantan sus cabezas y dejan que los vendepatria negocien el patrimonio común por comisiones y palmaditas que les permitan superar su miserias humanas, debe ser útil para quienes desean contribuir a que el Apocalipsis no alcance su cúspide mortal, de modo que las mayorías humanas y las especies condenadas a la extinción tengan alguna oportunidad.
 
 Al efecto, hago una selección de documentos que conviene tener en cuenta para saber qué nos espera y cómo podemos contribuir a que no se haga realidad, al tiempo que emprendemos la construcción de un futuro deseable.
 
 La oportunidad puede servirnos para definir y aclarar cursos de acción capaces de derrotar a los criminales potentados, impidiendo que salgan adelante con sus planes de destrucción, de modo que podamos construir el paraíso que nos merecemos para disfrutar de una vida digna y gratificante, vivida en medio del respeto y las garantías para todos. 
https://www.alainet.org/es/articulo/148297

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