Benedicto XVI: ¿Ruptura o continuidad?

26/04/2005
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El cónclave cardenalicio reunido en la Capilla Sixtina del Vaticano ha elegido y no precisamente en largas y extenuantes jornadas al sucesor de Juan Pablo II. Sólo bastaron 26 horas y cuatro votaciones para que una pequeña cortina de humo blanco saliera por la chimenea de esta emblemática capilla y se levantara anunciando al mundo la escogencia de Joseph Ratzinger, otrora decano del Colegio Cardenalicio como el nuevo Papa, es decir, como el nuevo soberano en materia de fe cristiana y todo lo que ella envuelve. Su rápida escogencia, contra todos los pronósticos, -sin duda, pues se pensaba que la definición del sucesor de Karol Wojtyla no sería nada fácil-, pone al descubierto que el grueso del cónclave hizo una apuesta inmediata y sin dilaciones por la continuidad del proyecto de fe de Juan Pablo II. Con la escogencia de Benedicto XVI, la Iglesia vaticana envía un claro y rotundo mensaje al mundo y en especial a sus feligreses: ha preferido la inmovilidad, el conservadurismo y la doctrina continuista. Las otras apuestas, la centrista y si acaso la renovadora, al colegir por los hechos, naufragaron en el espeso caldo del inmovilismo eclesiástico. A manera de sorna podemos decir que, el ala derecha del espíritu santo se impuso. Dado el grado de conservadurismo que hoy se expande por diversos espacios geográficos del mundo, difícil era pensar que el Vaticano fuera apostar por una opción de cambio. Así, el Vaticano ha actuado en consonancia con los “signos de los tiempos” y que más coherencia con tal hecho que elegir al cancerbero de la doctrina y el dogma cristiano en su versión más ortodoxa. El ayer Cardenal Joseph Ratzinger, actual Papa Benedicto XVI tenía todas las de ganar, seguro, pues pocos emulan su conservadurismo en materia de fe y de doctrina al interior de la iglesia. Un ejemplo claro de ello lo constituye la homilía impartida hace tan sólo unos días atrás, la cual parece haberse constituido en su programa de cara a su elección, y en donde se fue lanza en ristre contra el comunismo, el liberalismo, el secularismo, y quienes constituyen, según su opinión, la oprobiosa dictadura del relativismo. Su homilía reconvertida en proclama política anuncia las claves de su reinado - que se presume corto dada su mayoría de edad—, las cuales se muestran en sintonía con revivir viejos fantasmas y tiempos felizmente olvidados. Su reinado se me antoja y como muchos otros en el tiempo, de espalda a la modernidad política y a los avances en materia científica. La apuesta del cónclave cardenalicio por Joseph Ratzinger al ungirlo como nuevo Papa no es fortuita. Su elección comporta una inigualable y excluyente intencionalidad, y también el deseo de blindar a la iglesia de posibles e imprevisible cambios, para lo cual parece no estar preparada esta milenaria institución. El conservadurismo paciente y patentizado del hoy Benedicto XVI, entrenado en el inmovilismo y como no podía ser de otro modo, da buena cuenta de los fines y propósitos del Vaticano al preferirlo a él y no a Claudio Hummes o a Gerardo Majilla, por ejemplo, versiones más amplias y más liberadoras dentro del espectro de la institución cristiana. Nada presagia que habrá una apertura en el seno de la Iglesia Católica teniendo a Benedicto XVI como máximo jerarca del cristianismo mundial. Sus antecedentes al interior de Vaticano y fuera del mismo poco invitan a pensar en lo contrario. Las ejecutorías en materia de fe que ha llevado durante estos 27 años al lado del Papa Juan Pablo II lo convertían, en la línea de salida, en el natural sucesor de éste y en la punta de lanza en la perspectiva de garantizar la continuidad doctrinal de esta confesión que reúne a más de 1100 millones de creyentes en el mundo. El sucesor de Juan Pablo II Así y de este modo podemos señalar que, la escogencia de Benedicto XVI, brazo derecho del Juan Pablo II se constituye, sin equívoco alguno, en un plebiscito del accionar de este último y de las ejecutorías propias del actual Papa. Así, el Vaticano premia a quien se fue y a quien queda como monarca de la Iglesia Católica y sobre todos por acciones tales como: oponerse fieramente a los curas y teólogos proclives a la teología de la liberación, a la utilización del preservativo como medio para evitar las enfermedades de transmisión sexual y del VIH, condenar las relaciones sexuales prematrimoniales, no permitir la comunión a las personas divorciadas, no tolerar el matrimonio entre personas del mismo sexo, no permitir la investigación con células madres, no permitir la eutanasia y, en fin, un largo y proscrito etc. Al decir de lo anterior, me temo que muchas cosas por fuera del círculo referencial y doctrinal del papa Benedicto XVI, de su cosmogonía quiero decir, tengan algún grado de validez, aceptación y reconocimiento. Al parecer ni siquiera el liberalismo escapa a sus ataques y que conste que este pensamiento político hace mucho tiempo que dejó de ser anticlerical. Dado sus antecedentes, no exagero si digo que, con el nuevo Papa, la verdad sólo estará en la Iglesia Católica y fuera de ella y de su fe lo que existe es el pecado. Me parece que con el nuevo pontificado asistimos a un sectarismo de nuevo cuño y a una negación del pluralismo religioso que, aunque no potenciado ni aceptado del todo por Juan Pablo II, sí abrió un resquicio para instruir al menos un diálogo. Este natural resquemor hoy lo expresan algunos sectores del judaísmo y también del islamismo. A manera de colofón, espero que las diatribas del nuevo Papa contra todos los ismos: secularismo, liberalismo, marxismo, etc., sean reorientadas al interior de su institución y le ponga freno y de una vez por toda a sus propias disfuncionalidades, clamorosamente repudiables y entre las que cabe señalar, pedofilia, homofobia, misoginia, las cuales configuran un auténtico apartheid y una espantosa violación de los más elementales derechos de los individuos, que suman millones de feligreses víctimas del improceder de la Iglesia y contra quienes actúa esta institución de manera contraria a lo que profesa como doctrina eclesial. De mi parte no espero nada del actual pontífice. El tiempo me dirá cuánto estoy o no equivocado. Por ahora, me basta saber que fue reclutado por los Nazis para integrar su Ejército, del cual desertó en la primavera de 1945, y que un tiempo antes tuvo un escarceo con las juventudes nazis. La suerte está echada, nos toca ver el pontificado de Benedicto XVI, yo no quería a éste ni a ningún otro, sin embargo, entre este y uno reformista y sin sus antecedentes, seguro que hubiera preferido otro. Mi apuesta es que Benedicto XVI es más de lo mismo: antirock, antiaborto, antieutanasia, antigay, antilesbianas, antipreservativo, en fin, puro y duro conservadurismo. Amanecerá y veremos. Hugo Paternina Espinosa cursa un doctorado en Antropología social y cultural en la Universidad Autónoma de Madrid.
https://www.alainet.org/es/articulo/116654
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