Miradas desde abajo

La Transformación Social en el Siglo XXI: ¿Camino de reformas o de revolución?

13/06/2004
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Nuestros muertos viven en NOSOTROS, por eso hoy somos más sabios, más fuertes y sonreímos; y ELLOS lo saben.

I. Un nuevo modo de concebir la transformación

(A modo de recuento reflexivo)

1.

Pensar las alternativas es tarea y responsabilidad que trasciende con creces el plano de lo económico; va mucho más allá de las búsquedas de propuestas que intentan racionalizar el capitalismo. La magnitud del problema planteado la resume claramente la contradicción principal de nuestros días: vida-muerte, y enfrentarla no es una cuestión técnica, ni mucho menos una problemática cuya solución pudiera depender de técnicos o especialistas. Estamos ante un problema que reclama una solución revolucionaria (radical), pues ha sido engendrado y reproducido ampliada y crecientemente por el propio funcionamiento del capital, en su lógica incontrolable (irracional) y crecientemente destructiva que, para ser superada, debe ser erradicada de raíz.

Para lograr tal objetivo es necesaria la acción consciente y organizada de los pueblos [auto]constituidos en sujetos, quienes  en calidad de tales , resultan también responsables de pensar y definir las alternativas y los caminos a seguir para lograrlas.

Nada de ello se logrará mágicamente ni de la noche a la mañana. Es necesario construirlo pacientemente –aunque sin descanso—, y todo ello indica la necesidad –en lo inmediato  de pensar los actuales procesos de resistencia-transformación-construcción, como parte de una larga transición que nace y se desarrolla en el seno del sistema del capital, y que podrá ser realmente tal transición si se transforma y construye desde abajo, es decir, radicalmente orientada al socialismo y al comunismo.

2.

Es necesario traspasar desde la raíz los límites impuestos por la irracionalidad orgánica del funcionamiento del capital para poder construir lo nuevo sobre nuevas bases, fuera de su tramposa lógica.[1] Dentro de los límites del funcionamiento de la lógica del sistema del capital es imposible construir la nueva sociedad socialista; estaría atrapada y sin salida en la telaraña de su destructiva lógica omnipresente y envolvente. Ir más allá del capital –como demuestra Mészáros[2]  resulta vital, pues en caso contrario su cadena verticalista, subordinante, autoritaria, de organización y control del metabolismo social quedará intacta, reproduciendo su lógica alienante en las nuevas formas y estructuras de las sociedades que “hereden” el capitalismo, como ocurrió con el socialismo del siglo XX.

Para romper el círculo vicioso del sistema orgánico del capital y adentrarse en la aventura del proyecto socialista, la palanca estratégica fundamental que hay que sostener no es el poder represivo del estado –que puede ser derrocado bajo circunstancias favorables-, sino la superación de la postura defensiva del trabajo con respecto al capital. El capitalismo puede ser derrocado y, sin embargo, sobrevivir el orden metabólico del capital –como ocurrió con las experiencias revolucionarias del siglo XX.[3] Para que el trabajo resulte hegemónico en relación con el régimen del capital tiene que erradicar completamente al capital del sistema metabólico social, y ello es, además y articuladamente, una tarea local y global.

3.

La revolución no es un acto; es un proceso de transformación permanente y múltiple, articulado y yuxtapuesto, que parte de las raíces y que, en su decursar, envuelve y transforma a las raíces mismas. Es un proceso articulador de infinitas resistencias al poder destructivo y excluyente del capital, de infinitos y simultáneos actos cuestionadores-removedores de lo viejo, muchos de los cuales resultan, a la vez, fundantes y constructores de lo nuevo.

La transformación social –cualesquiera fueran los caminos concretos que adopte , supone un proceso (resultante de la inter-articulación de múltiples, simultáneos y yuxtapuestos procesos sociales sectoriales) de resistencia, transformación, creación y construcción integral de lo nuevo[4] en todos los planos de la producción y reproducción de la vida social, desde abajo, desde adentro, y de manera cotidiana y permanente. Es el modo concreto de creación-anticipación-construcción de lo nuevo  la sociedad socialista que buscamos , que no “llegará” nunca si no comienza a construirse desde ahora en todos los ámbitos de nuestra vida, entrelazando pensamiento-emoción-acción.

El planteo estratégico de construir poder propio desde abajo resulta tan importante precisamente porque supone su transformación desde la raíz y desde el interior de los procesos, los fenómenos, las organizaciones, y las personas. Y esto es particularmente importante porque la transformación social solo será posible si parte desde el interior de nosotros mismos y se fundamenta en nuestras propias condiciones. “Tiene que ver con la actitud de cada uno en su hogar, en su barrio, en su lugar de trabajo, en su organización social, en su organización política.”[5]

El poder no se reduce poder político, ni al aparato estatal como expresión concentrada de los intereses de clase de los capitalistas. Supone ante todo una relación social de fuerza, enraizada en la relación estructural entre el capital y el trabajo en el proceso productivo (propiedad sobre los medios de producción, organización del proceso de producción y reproducción del capital y el trabajo, de la distribución y el consumo). Vale decir que es omnipresente y omnisciente en toda las manifestaciones de la vida social e individual de los seres humanos.[6] Los fluidos de esas relaciones de fuerzas, la búsqueda permanente de su regulación, y los modos concretos de existencia y funcionamiento del poder, ocurren a través de la política, es decir, de la guerra permanente entre las clases y sectores sociales enfrentados en sus distintos modos de manifestarse en la disputa por la hegemonía-contrahegemonía de intereses radicalmente irreconciliables.

4.

Para pensar y llevar adelante el proceso de transformación social –que solo puede ser tal si es a la vez un proceso de transición al socialismo , resulta fundamental que éste tenga como objetivo y brújula constantes la perspectiva de ir más allá de los límites que impone la lógica del funcionamiento del sistema del capital, desde la raíz. Esto resume el sentido mismo de la transformación y de la transición. Por eso, entre otras consideraciones, la revolución socialista no puede ser concebida como un acto único, aunque éste fuera muy radical, sino –como lo anticipara Marx  como un proceso revolucionario social permanente, profundamente autocrítico, capaz de profundizar constantemente el modo de control autónomo del orden socialista en camino al comunismo.

Desde esta perspectiva, la transición supone y se asienta en la articulación (o re-articulación, según sean los casos) del movimiento socialista desde abajo, capaz de sostener la lucha en todos los planos, dentro de una perspectiva autodeterminada construida colectivamente desde abajo por los protagonistas, negando cada tentativa de inventar atajos por medio de la verticalidad y la consiguiente suplantación de los sujetos. Estos atajos pudieran parecer efectivos y cómodos en su momento, pero al final, en relación con los objetivos buscados, resultan contraproducentes.

5.

Lo nuevo, la sociedad del futuro que buscamos no llegará mágicamente ni de modo externo a los seres humanos que la anhelamos; es (o debe ser) construida cotidiana e integralmente en todos los ámbitos de nuestras vidas, desde abajo, desde la raíz de los fenómenos y procesos de la vida social, fundando y construyendo a la vez, nuevas relaciones sociales (y familiares, y personales) cuyo funcionamiento rompa radicalmente con la lógica del funcionamiento del capital y resulte, por tanto, fundante y constituyente de nuevas relaciones sociales (económicas, políticas, culturales, éticas, etc), de un nuevo poder popular revolucionario (democrático, participativo, horizontal, plural, múltiple, diverso, articulador... ).[7] Se trata de construir un modo de vida radicalmente diferente del modo de vida impuesto y acuñado por el capital en su lógica de funcionamiento productivo y reproductivo de relaciones sociales, cultura, pensamiento, identidades... Es decir, se trata de construir –desde abajo (desde la raíz)- un poder diferente, desenajenante y humano, y ello solo puede ser obra de los sujetos mismos.

6.

Para la construcción de un nuevo tipo de poder resultan vitales el cuestionamiento y la transformación radical de las actuales relaciones de género que producen y reproducen de un modo aparentemente “natural” la desigualdad, la discriminación y la exclusión desde sus formas primarias hacia toda la sociedad. No puede hablarse de democracia popular revolucionaria (radical), si se mantiene la opresión de género.[8]

7.

El nuevo orden metabólico-social socialista –altamente condicionado por el grado de destrucción del hábitat mundial  requiere sentar las pautas estratégicas –y partir de su realidad  para la construcción de una nueva racionalidad productiva y reproductiva que se fundamente en la coherencia de las racionalidades productivas y socioreproductivas. La protección y el cuidado de la naturaleza, la atención a problemas graves para la sobrevivencia de la especie humana, como los del abastecimiento del agua potable, las crecientes sequías, la deforestación, etc., y la atención a problemas lacerantes como el hambre, la desnutrición crónica y el crecimiento de enfermedades curables o prevenibles en amplios sectores de la humanidad, junto a la propagación del analfabetismo y la explotación infantil, no pueden aceptarse como el único futuro para la mayoría de la humanidad. Actuar sobre estos problemas, transformándolos de modo radical no solo para erradicarlos sino para impedir su reaparición, hace también a los elementos centrales constitutivos de lo que será el nuevo modo de vida de las sociedades socialistas venideras.

8.

Esto habla de la necesaria coherencia entre propósitos, medios, fines, y  propuestas, coherencia que se resume y expresa en la concepción estratégica. La unidad ética y lógico práctica que es sustrato y a la vez resultante de esa interarticulación radical, es la base para la construcción de la unidad política entre los distintos actores sociopolíticos (y no a la inversa). No puede haber contradicción de principio (oposición) entre medios y fines.

Resulta imposible, por ejemplo, construir (y educar en) protagonismo y participación democrática plena de todos y cada uno de los actores sociopolíticos colectivos e individuales, sobre la base de relaciones autoritarias y jerárquico subordinantes de capacidades, funciones y roles individuales, colectivos y sociales. Esto supone también un replanteo de la relación entre lo táctico y lo estratégico, entre lo inmediato y los fines considerados últimos, entre la transición al socialismo y la formulación del proyecto socialista-comunista, teniendo siempre presente que no hay más estrategia que aquella que se construye y concreta en las tácticas y viceversa.[9]

La nueva sociedad anhelada está en todo ello, en el modo en cómo se construye, en quiénes lo hacen y cómo. Los para qué no pueden estar en antagonismo con las vías ni con los instrumentos empleados en alcanzar los objetivos propuestos. Desde este punto de vista, el socialismo que se busca empieza a construirse y existir desde la primera resistencia; una parte del futuro está contenido, como avance, en el proyecto alternativo, de ahí la trascendencia de que sean los propios actores-sujetos protagonistas los que participen de su diseño y definiciones. Esta constituye una diferencia esencial respecto del dogmatismo vanguardista y del reformismo socialdemócrata.

Esta perspectiva supone una reconsideración –entre otras  acerca del sujeto social y político de las transformaciones, que va más allá del reconocimiento de la ampliación de su composición (clase, pueblo(s)); apunta claramente a resignificar el carácter pleno (político, social, económico, cultural, etc.), de cada uno de los actores sociales que lo integran, reconociéndolos como actores sociopolíticos en proceso de [auto]constitución en sujetos, condición no individual, sino resultado de la articulación orgánica colectiva del conjunto de actores sociopolíticos constituyentes del sujeto popular.

9.

La lucha contra la enajenación de la clase (y de la humanidad oprimida) no se libra solo en lo económico, ni se resuelve mecánicamente transformado la base económico-material de la explotación capitalista; comprende integralmente la vida de la clase (y los seres humanos oprimidos) en las sociedades en que viven.

Desde la dimensión político social la lucha contra la alienación reclama un nuevo modo de articulación –radical- entre lo social y lo político, entre lo reivindicativo y lo político, así como también, la democratización (apertura, ampliación) de la participación de los protagonistas en ambos espacios. Y todo ello se anuda al cuestionamiento radical respecto de los modos de representación y organización políticas.  Esto es así porque

La reconstrucción de la unidad de la esfera material reproductiva y política es la característica esencial definitoria del modo socialista de control del metabolismo social. Crear las mediaciones necesarias es tarea que no puede ser dejada para un futuro distante.[10]

10.

No hay sujetos a priori (constituyentes) de los acontecimientos sociales concretos en los momentos concretos. Existen sí, sujetos potenciales [negados, Hinkelammert], que pueden llegar a constituirse en sujetos sobre la base de su propia intervención en los procesos de resistencia, lucha y transformación de lo viejo y construcción de lo nuevo. En tanto se articulen estas actividades y tendencias sociohistóricas, este proceso deviene a su vez, proceso de autoconstitución y autodeterminación de los actores sociales en sujeto popular (en su articulación constructiva interconstituyente de poderes y proyectos orientadores-definidores del sentido de su actividad y del modo de ese su ser sujetos).

11.

La concepción acerca del sujeto resulta radicalmente interarticulada a la del poder y la del proyecto alternativo, y viceversa.[11] Sujeto, poder y proyecto se interconstituyen articuladamente condicionándose y determinándose unos a otros. Construcción de proyecto, de poder y constitución de actores-sujetos, resultan elementos estructuralmente interdependientes e interconstituyentes, con un eje vital que se condensa sin duda en los actores sujetos en tanto actores sociopolíticos, en su capacidad para interarticularse y constituirse en sujeto popular y, por tanto, en su capacidad de construir poder, de definir proyecto y –a la vez , de dotarse de las formas orgánicas y organizativas que el proceso de transformación vaya reclamando para ello (autodeterminación).

12.

Esta nueva sociedad socialista, el proyecto alternativo, deben ser re-pensados, re-diseñados y construidos colectivamente con la participación plena y protagónica de todos los interesados y las interesadas en la transformación. Se trata de un proceso abierto y en constante construcción, de aproximaciones y rectificaciones constantes. El proyecto alternativo liberador colectivo no puede pensarse como un todo terminado y cerrado, como una planificación del futuro elaborada (y escrita) en su totalidad y para todos los tiempos, por un grupo de intelectuales de vanguardia (partidaria o no), al margen de los sujetos, los acontecimientos y las coyunturas concretos de los procesos de luchas y construcciones reales de los pueblos.[12]      
Buscar caminos para ir más allá (de la lógica) del capital, supone también pensar la transformación y la construcción de las nuevas sociedades desde y con una lógica diferente, y actuar en consecuencia. Esto habla de la necesidad de continuar con la construcción y desarrollo de los nuevos pensamientos
[13] para la transformación revolucionaria de las sociedades, y también de la imprescindible coherencia entre medios y fines.

13.

Si el paso del capitalismo al socialismo requiere de un proceso de construcción transformación desde abajo y desde el interior del sistema del capital y de los actores-sujetos que imaginarán, decidirán y realizarán las transformaciones, puede afirmarse que el proceso de transformación–construcción acumulación (de poder, conciencia, organización, proyecto, identidad, cultura, de hombres y mujeres nuevos) es, a la vez, un proceso de transición hacia las nuevas sociedades socialistas. Transformar la sociedad supone, por tanto, un prologado e interarticulado proceso de transformaciones sistemáticas y permanentes en todas las manifestaciones de la vida social, que –a la par que crítico  necesita ser profundamente autocrítico, es decir, capaz de profundizar el control del metabolismo social socialista que hacia su transformación comunista (revolución permanente).

II. Supuestos que reclaman nuevas miradas[14]

Hoy resulta obligado replantearse cuáles serían los elementos a tener en cuenta para definir los pasos de la transformación encaminados estratégicamente hacia una ruptura radical con el capital. ¿Un camino de reformas o de revolución? La búsqueda de respuestas a esta interrogante lleva a re-pensar el viejo problema acerca de la necesidad o no de un período de transición entre el capitalismo y el socialismo, y las características del mismo. Y esto se anuda con otras preguntas igualmente centrales: ¿Las premisas para la sociedad socialista pueden generarse dentro del capitalismo?, ¿cuáles? ¿Esto ocurre de modo espontáneo, por el propio desarrollo del funcionamiento metabólico del capital, o es necesario un proceso de construcción creación consciente y multilateral, integrador-articulador desde abajo? Si es así, ¿quiénes y cómo lo harán?

Esto, a su vez, encadena las interrogantes planteadas con otras, entre las que destacaría: ¿La sociedad capitalista se transforma o se destruye? El poder, ¿se toma o se construye? ¿Los seres humanos nuevos, son “resultados” (mecánicos) de transformaciones económico-estatales estructurales, o una obra en constante auto-construcción (y auto-transformación) por su propia intervención en el proceso revolucionario transformador y constructor social e individual de lo nuevo?

Más que intentar definir cuál sería el (único y verdadero) camino a seguir, hoy resulta pertinente y beneficioso abrir las opciones de salidas y los caminos posibles, y pensar en distintos escenarios, a sabiendas de que este ejercicio reflexivo deberá realizarse de modo permanente y sistemático, teniendo en cuenta la rapidez de los cambios en la correlación internacional, continental y regional de fuerzas, y las adecuaciones de los planes estratégicos de saqueo (y militarización) de los sectores imperialistas en los distintos territorios, particularmente, en nuestra realidad latinoamericana, según los cuales diseñan palmo a palmo su política en el continente y organizan las campañas de formación y manipulación de la opinión pública a través de los medios de comunicación masiva nacionales e internacionales.

1. Que la abundancia es premisa

Que el caudal de riquezas posibilita –como avance  el modo social comunista. Que la contradicción entre una producción cada vez más social y una apropiación cada vez más individual de las riquezas, evidencia concentradamente tanto el problema y parte de la solución: cambiar radicalmente –revolución social mediante  la relación de propiedad sobre los medios de producción (invertir la tortilla), para poner fin a la explotación capitalista (y alienación de la clase obrera y todos los oprimidos), y a la vez liberar las fuerzas productivas y lograr un gran impulso de la producción y distribución –hasta entonces capitalistas  bajo las nuevas circunstancias y formas políticas.

Marx –quien propuso y sostuvo esta hipótesis , no llegó a conocer la destructividad irremediable del capital, puesto que ella no se manifestaba aún claramente como tendencia inevitable. Tampoco conoció la polarización social creciente que la incesante reproducción ampliada del capital traería aparejada en los ámbitos local y mundial [Samir Amín]. Ha pasado más de un siglo desde entonces y en el curso de este tiempo el despliegue de la lógica destructiva del funcionamiento del capital se ha mostrado en múltiples dimensiones. Coincido por tanto con Mészáros en que mantener hoy aquellas posiciones sería, cuando menos, apuntalar una ilusión peligrosa.[15] Porque

a)      El capitalismo (entendido más exactamente como sistema del capital) no puede  en ningún ámbito de la vida social  crear las condiciones (preparar el terreno) para eliminar la escasez y desarrollar la abundancia en beneficio de todos. Todo lo contrario.

b)      La tecnología y la ciencia no son antídotos “naturales” al respecto, ni el basamento para un despegue socialista de abundancia ilimitada para todos. En su modo real de articulación y funcionamiento, ellas están involucradas a fondo en un tipo de desarrollo que es simultáneamente productivo y destructivo y esto no puede superarse sin una transformación radical de la base económica que permita restablecerlas como formas de la práctica social.

c)      El empleo de los medios técnicos para resolver producciones de gran escala no es solo una cuestión de cantidad. El problema está en el empleo irracional y derrochador de los recursos humanos y materiales: Al servicio del capital, la ciencia y la tecnología resultan ellas mismas productoras de un derroche incontrolable. Lejos de ofrecer, espontáneamente, la solución, ellas mismas forman parte del problema que hay que superar porque están totalmente subordinadas a los imperativos reproductivos del capital. (No puede pensarse por tanto que ellas podrían constituir las bases productivas de un orden reproductivo socialista.)

d)      Las necesidades nuevas (desvirtuadas) creadas por los requerimientos alienados de la autoreproducción ampliada del capital no pueden ser superadas sin una radical reestructuración de cada dominio y dimensión particular del orden reproductivo establecido (que será heredado por cualquier forma de socialismo posible).

e)      Sin romper de raíz con las prácticas productivas y reproductivas dominantes, el futuro de la humanidad será la dominación de una u otra forma de escasez. El círculo vicioso de la escasez creada e impuesta artificialmente por el capital solo puede ser roto mediante la reorientación cualitativa de las prácticas productivas y reproductivas. (Superación radical de la lógica de funcionamiento del capital.)

f)        En su práctica reproductiva, el capital ha pasado de la llamada “destrucción productiva”  tolerada por algunos como para inseparable del progreso , a una etapa en la que el rasgo predominante y creciente es la “producción destructiva”.

g)      La cuestión de la creación de las bases o premisas para una nueva sociedad no se limita a la esfera de lo económico-productivo, sino que abarca todas las dimensiones de la vida social.

h)      La transformación social socialista es un proceso consciente de las masas populares, es decir, reclama la participación protagónica plena de la mayoría de hombres y mujeres del pueblo que, en el proceso mismo, van auto-transformándose y constituyéndose en sujetos.

i)        Este proceso es, a su vez, un proceso simultáneo y yuxtapuesto, de construcción-acumulación de conciencia, organización, propuestas, de fuerzas, de poder, basado y estimulado permanentemente por grandes dosis de creatividad y energía colectivos, de voluntad, deseo y pasión en la búsqueda de la felicidad. Es decir, es también un proceso de construcción colectiva de un proyecto de futuro para la humanidad.

2. Que el capitalismo desarrollado sienta las bases para el socialismo

Dicha premisa sostenía (y para algunos aún sostiene) que el desarrollo del capitalismo en su máxima expresión, sienta las bases materiales objetivas para la revolución socialista. Pero estrechando la lupa analítica puede observarse que el planteamiento encierra al menos dos lecturas diferentes (con sus consiguientes propuestas), acerca de las cuales resulta de interés reflexionar aquí:

¨Una, se desprende de los planteamientos de Lenin. En su apuesta a la ruptura revolucionaria del “eslabón más débil”, aceptando como requisito válido la premisa en cuestión, Lenin confía en que es posible (y obviamente necesario) encontrar un atajo al socialismo, forzando –desde el poder centralizado del estado  el desarrollo capitalista, pero sin los capitalistas.[16] Para ello era requisito indispensable tomar el poder político. A partir de ese momento se abriría un período muy especial para el derrotero revolucionario –no previsto por Marx  en el que sería imprescindible “sentar las bases materiales” –que se consideraban una precondición  del socialismo. Es ese periodo, precisamente, el que él define como de transición al socialismo, aunque políticamente, a modo de garante ideológico de su orientación estratégica, lo denomina socialista.

“Forzar” es uno de los términos que –en gran medida  hace explícita la lógica leninista y, a la vez, pone de manifiesto su incomprensión respecto de los fenómenos de la conciencia humana, particularmente aquellos que hacen a la formación de la conciencia política de los interesados en los cambios y responsables de protagonizarlos. Para Lenin no solo el desarrollo económico podía (y debía) ser políticamente forzado, sino también la formación del sujeto de la revolución y de su conciencia. Esta fue la puerta de entrada a un camino de sustitución autoritaria y creciente de la clase obrera y el pueblo por los cuadros del partido, autoconsiderado su organización de vanguardia.[17] Según esta concepción la conciencia “atrasada” de la clase obrera, el campesinado, y el pueblo rusos, se desarrollaría también de modo “forzado”: de una parte, por los avances en las transformaciones económicas y, de otra, por la introducción  desde fuera  de los elementos de la conciencia de “clase para sí”, a cargo de los intelectuales y elementos pequeño burgueses. [18]

De ahí dos problemas centrales para el pensar y actuar revolucionario presentes en lo que fuera ese marxismo leninismo: Por un lado, que la organización política, el partido de vanguardia, puede (y debe) suplantar el desarrollo de la conciencia de la clase obrera para forzar el desarrollo de los acontecimientos más allá de las posibilidades de la madurez alcanzada por ésta. Para ello se separa de la clase real y la sustituye erigiéndose desde entonces como su representante y vocero político. Por otro lado, que la conciencia político-ideológica del proletariado necesariamente debe serle suministrada desde fuera de su propia experiencia de lucha y organización de clase.[19]

Estos presupuestos resultan profundamente cuestionados e impugnados por las experiencias históricas de lucha y construcción de lo nuevo de los pueblos durante el siglo XX, y hoy reclaman ser sustituidos. Hoy resulta claro que todo proceso de transformación social de orientación estratégica socialista debe proponerse ir más allá del capital, rompiendo su lógica de funcionamiento y dominación desde el inicio, en todas las dimensiones del movimiento socio-transformador y de un modo permanente. ¿Cómo hacerlo? No existen fórmulas sino lógicas de pensamiento acción-construcción que llaman a emprender los cambios desde ahora, desde la raíz, y en todos los ámbitos de la vida social, mediante la construcción de poder propio desde abajo, construcción que supone  a la vez y en primer lugar , un proceso de autocontitución de los actores-sujetos, quienes en el proceso mismo, en su maduración de conciencia y protagonismo organizado, irán definiendo y delimitando el proyecto alternativo a imagen y semejanza de sus aspiraciones, necesidades, deseos y sueños.

¨Otra(s) lectura(s) que se desprenden de la premisa en cuestión, encuentran allí, supuestamente, la justificación para emprender caminos de reformas graduales. Mucho se ha escrito y argumentado a favor (y en contra) de la posibilidad de un camino de reformas, pacífico y gradual que, dentro del capitalismo y sin proponerse la ruptura radical con el sistema del capital, permita algún día “pasar” al socialismo sin confrontaciones de clases ni conflictos antagónicos de intereses. Pero la experiencia demuestra que no hay caminos de transformaciones y crecimientos graduales, ni en lo económico, ni en lo político, ni en la conciencia. La prueba más evidente es el caso de los partidos socialdemócratas europeos y también de gran número de los partidos comunistas tradicionales que se han reducido a ser parte del sistema y no se plantean –si es que alguna vez lo hicieron  romper las reglas del juego, coincidiendo en lo estratégico con la creencia de que nada se puede hacer fuera del sistema del capital. (Pensamiento y acción únicos regidos por la lógica del capital).[20]

En este momento de despliegue del capital, en el que las necesidades de su funcionamiento lo ha llevado claramente a la fase de “destrucción productiva”, como señala Mészáros, es imposible mantener la vieja ilusión gradual-reformista y, más aún, esperar que del seno del capitalismo emerjan manantiales de riqueza que serían –supuestamente  la base material para la transformación socialista.

Este modo de concebir la transformación, además de tener problemas de enfoques en relación con la necesidad de superar de raíz la lógica reproductiva y productiva del capital, tiene la desventaja del reduccionismo que supone que un cambio respecto de los dueños de la administración de los bienes: Distribución de la riqueza, equidad en los derechos civiles ciudadanos, etc., resultaría suficiente para considerar superados los problemas culturales, ideológicos y políticos que la lógica del capital (autoritaria, verticalista, subordinante, individualista, competitiva, explotadora, utilitaria, opresiva, discriminante, injusta y excluyente) ha inculcado por siglos en los modos de vida de hombres y mujeres. El dominio del capital es objetivo material-subjetivo, y es en esos terrenos donde su dominio y hegemonía debe ser disputado, contrarrestado y destruido, y también construido lo nuevo. Los seres humanos concentramos en nuestros cuerpos vivos, a diario, todas las esferas de la vida social, y es desde la vida cotidiana en todas los ámbitos de actividades, desde donde debemos disputar también la hegemonía de la lógica del sistema del capital y construir la propia, la de la liberación y construcción de hombres y mujeres nuevos, la del socialismo anhelado.

3. Que la conciencia se transforma “automáticamente” a partir de los cambios en la base económica

La lucha contra la enajenación social humana abarca todos los órdenes de la vida socio espiritual de las personas en una sociedad dada. Las revoluciones socialistas realizadas hasta ahora fueron un intento de eliminación de la enajenación económica, y en cierta medida aunque limitadamente, en algunos aspectos lograron avances. En otros, como en lo cultural social, por ejemplo, esta tendencia fue disminuyendo cada vez más en la misma medida en que se alejaba de lo económico material. En el ámbito político los intentos no rebasaron el momento inicial del fervor revolucionario, y luego desaparecieron llegando incluso a convertirse en su negación o antítesis, es decir, afirmando y aumentando la alineación de la ciudadanía en relación con –lo que debió haber sido apropiación conciente y creciente de  su proceso revolucionario.

En ello influyeron fuertemente concepciones mecanicistas automatistas que se apoyaron en la concepción leninista del papel de las transformaciones económicas y de la organización política –de vanguardia  en el proceso revolucionario. En virtud de ellas, el desarrollo espiritual de las clases y los sectores sociales protagonistas del proceso transformador, que debió haberse asentado en un proceso creciente de auto-transformación, quedó anulado de hecho, pues se suponía que alcanzaría automáticamente, como una suerte de reflejo, resultado de la acción de los mecanismos económicos (desarrollo de la base material).[21]

En las declaraciones el ser humano ocupaba el centro de la revolución, pero en los hechos reales lo hacía la economía, el conjunto del plan, la planificación y las metas por cumplir. Los seres humanos “nuevos”, en vez de construirse con protagonismo y participación consciente y creciente en las transformaciones (auto-constitución y autotransformación), serían supuestamente un “resultado” (¿efecto?) de las transformaciones económicas, logradas a partir de la existencia de la propiedad social-estatal sobre los medios de producción.

Los resultados de tal concepción mecanicista emergieron a la vista del mundo al ritmo de la caída de las piedras del muro de Berlín: Ni hombres ni mujeres nuevas, ni sistema socialista de producción material y espiritual de la vida social. El estatismo, con las consiguientes cadenas de estatizaciones de los diversos ámbitos de la vida social lo había invadido todo, incluso el desarrollo de la de la vida doméstica cotidiana, tergiversando el postulado originario de liberación.

Donde ello resultó más notorio, quizá –por ausencia , fue en la participación política de los ciudadanos y las ciudadanas. Con métodos político autoritarios, centralistas, verticalistas y subordinantes que  basados en un sinfín de argumentos  clausuraban la más mínima opinión discordante o el más mínimo aporte surgido desde las bases, y que no toleraban tampoco la más mínima crítica o diferencia, se fue ensanchando cada vez más la brecha inicial entre el partido (la vanguardia) y el resto del pueblo revolucionario, hasta tornarse insalvable.

Poco a poco, las decisiones sobre las transformaciones, los pasos a seguir, los esfuerzos a entregar, le fueron arrebatadas al pueblo de sus manos y de su conciencia. Se produjo un creciente extrañamiento, un alejamiento, un ajenamiento de lo que debió haber sido apropiación y con ello, le fue arrebatado al pueblo el proceso revolucionario mismo. Por ese camino, la alienación política heredada, lejos de disminuir tendió a incrementarse, llegando en algunas realidades del campo socialista a provocar un quiebre total entre el régimen político, la vida de los dirigentes, y el conjunto del pueblo, sus aspiraciones, anhelos y necesidades (por ejemplo, en el caso rumano).[22]

Situaciones como aquellas deben ser irrepetibles, pero para que lo sean, hay que estar atentos y actuar consecuentemente. Un paso imprescindible es incorporar la lucha contra la enajenación, particularmente contra la enajenación política (de amplio espectro socio cultural), como eje fundamental rector (brújula) de todo el proceso transformador en sus múltiples dimensiones, y de la transición hacia la sociedad futura. Esta se construye a cada paso, en cada resistencia, en cada lucha y organización social, política, reivindicativa, etcétera. En ese empeño resulta central asumir la democratización, la participación consciente y creciente (cuantitativa y cualitativamente) de los distintos sectores y actores sociales en cada etapa del proceso. Porque son los actores sujetos los que va a marcar –en interacción con las circunstancias socioeconómicas nacionales e internacionales , la marcha del proceso, el ritmo y los alcances de la transición.

4. Que en el seno del capitalismo es imposible crear las bases de la sociedad socialista

Según el modo cultural predominante entre las filas de la izquierda en el siglo XX, el socialismo no podía gestarse en el seno del capitalismo.[23] Paradójicamente, sin embargo, se consideraba –como expuse anteriormente  que el alto desarrollo de éste constituía una premisa central –casi condición- para el socialismo. Precisamente, por ello, la ausencia de tal condición  el escaso desarrollo económico o el subdesarrollo , justificaba la necesidad de un período de transición. Su objetivo era sentar las bases materiales del socialismo, es decir, terminar la tarea económica inconclusa por el capitalismo, y para ello era central tomar el poder político. A partir de ese momento –estatización mediante de los medios fundamentales, y también de los no fundamentales, de la producción , comenzaría la etapa de desarrollo del capitalismo sin capitalistas, capitaneada por la “vanguardia política” de la clase obrera y el pueblo.

De ahí que la toma del poder constituyera –para tal posicionamiento histórico-lógico  el objetivo central de toda lucha revolucionaria en el tercer mundo, países periféricos o dependientes. Se consideraba que –en cualquier caso, a diferencia de las sociedades burguesas , el socialismo era imposible de construirse en las entrañas del sistema capitalista. Según Samir Amín, esto descansaba en dos pilares fundamentales:

1] La visión de un contraste tajante entre las sociedades capitalistas y las sociedades socialistas, y de paso, el rechazo absoluto y total de la idea de que los elementos de la nueva sociedad podían desarrollarse en el seno mismo de la sociedad capitalista.

2] La concepción subsiguiente de que la transición al socialismo a escala mundial tomaría la forma de un conflicto entre el campo de los países socialistas y el de los países que seguían siendo, por un tiempo, capitalistas, en la medida en que este conflicto se habría inscrito en el marco de la coexistencia competencia pacífica.

El hundimiento de los sistemas soviéticos, por un lado, y el abandono del proyecto maoísta de construcción socialista en China y su reemplazo por un proyecto de desarrollo capitalista nacional, por el otro, interpelan los dogmas del marxismo leninismo sobre la transición y el carácter supuestamente irreversible de la construcción socialista.[24]

Hoy se hace impostergable repensar aquellos planteamientos y  al menos , relativizar

(...) la teoría según la cual el socialismo no puede desarrollarse en el seno del capitalismo, como éste lo había hecho en el seno del feudalismo. // En consecuencia, de la misma manera en que los tres siglos de mercantilismo (1500 1800) representan una larga transición del feudalismo al capitalismo, durante la cual los dos sistemas coexisten conflictivamente, nosotros podríamos tener que ver con una larga transición del capitalismo mundial al socialismo mundial, durante la cual las dos lógicas –la que rige la acumulación de capital y la que procede de necesidades sociales incompatibles con ella  coexistieran en forma conflictiva.[25]

III. La transición nace en las entrañas mismas del capital

La propuesta de transformación de la sociedad [Poder] desde abajo, coloca en primer lugar la noción de proceso  como medio de la construcción estratégica alternativa , y se anuda directamente a la revalorización del concepto de transición.

Sobre esta base, supone:

  1. No dejar las tareas propias de la transformación de la sociedad para después de la toma del poder político; transformarla construyendo lo nuevo desde ahora, en proceso autocrítico permanente.

  2. La obligatoriedad –por esto mismo  de ir más allá de la lógica del funcionamiento metabólico social del capital, y aventurarse a lograrlo construyendo lo nuevo (la nueva sociedad, el nuevo poder, el nuevo ser humano) desde abajo, desde la raíz y desde adentro del sistema del capital. Esto conforma un proceso de transición caracterizado por las dinámicas de la disputa permanente de dos lógicas: la del capital y la de lo nuevo que se construye colectivamente en las resistencias y las luchas de los pueblos (que a su vez supone un proceso interno yuxtapuesto, caracterizado por la de-construcción y auto-despojo de la sobrevivencia interior de la hegemonía de la lógica del capital).

Es por ello que la propuesta de transformación social a partir de la construcción de poder propio desde abajo reclama pensar la transición como parte de todo el proceso de transformación del sistema del capital desde el interior mismo del sistema, y viceversa. En él, la disputa por la hegemonía se expresa a través del “conflicto entre lógicas –capitalista y anticapitalista  que operan efectivamente en el seno mismo del mundo capitalista realmente existente (...),”[26] construyendo y acumulando contrahegemonía, conciencia, organización y poder en el proceso de luchas populares. Para esta concepción, la transformación de la sociedad y la construcción de lo nuevo no es “una etapa” que se inicia con la toma del poder, sino parte de todo el proceso sociotransformador que se construye desde el interior del sistema del capital, y que –precisamente por ello  tipifica lo que denominamos proceso de transición al socialismo.

Dicho proceso nace en las entrañas mismas del capital, pero no “de” ellas. No se produce espontáneamente (de modo “natural”) ni por acumulación de reformas parciales. Se trata de un proceso predominantemente consciente porque la lucha contra la lógica del capital, la construcción de una lógica propia, socialista revolucionaria, y la conformación de un proceso social articulado y orientado al socialismo no se produce mágica, espontánea ni mecánicamente. Requiere de la voluntad organizada y la participación consciente de todos los actores sociales cuya actividad cuestionadora y transformadora hace al proceso mismo.

Y es importante tener presente que la participación y la conciencia de los pueblos no pueden alcanzarse instantáneamente ni por decreto[27]. Es imposible decretar transformaciones o inyectar saltos de conciencia. Hay que construir el actor colectivo –su conciencia, organización y propuestas , en cada momento (al menos en las fases iniciales del proceso de transformación, cuando no existe aún un actor colectivo –sujeto popular   configurado, articulado y organizado de forma estable). Y esto lleva tiempo, poco o mucho, eso es muy relativo en política, lo importante es entender que el suceso colectivo social ocurre en todo el proceso de construcción, de articulación de actores sociopolíticos hacia la (auto)constitución del actor colectivo capaz de pensar y realizar esa acción, o suceso, o manifestación, o fenómeno político social.

De ahí el contenido y alcance revolucionario de la concepción que plantea construir el (nuevo) poder, la nueva sociedad, desde abajo: no hay un después en cuanto a tareas, enfoques y actitudes se refiere; lo nuevo se va gestando y construyendo desde cada resistencia y lucha enfrentada al capital, y se desarrolla y profundiza en todo el proceso de transformación de modo permanente.[28]

Hemos aprendido que nada cambiará al final del camino si no comienza a cambiar desde ahora, desde la raíz y desde el interior de lo que se quiere transformar; hemos aprendido que no hay final distinto del inicio y del curso del proceso, sobre todo en cuanto a métodos y vías se refiere; que no hay ser humano nuevo y nueva cultura si no hay acumulación de nuevas prácticas democráticas, participativas y equitativas, de nuevas conductas éticas, acuñadas y asimiladas en las prácticas continuas y constantes durante años. Esto anuncia también que la transformación social es parte de una transformación ético cultural que, a la vez que la promueve, se asienta en ella y avanza sobre sus avances. Se trata, por tanto, de una larga transición.[29]

Lo nuevo se construye desde abajo

Para proponerse transformar la sociedad en la perspectiva de la construcción del socialismo, resulta indispensable cuestionar de modo integral la supervivencia de la lógica de funcionamiento del capital en todos los planos de la vida social. Esto supone transformar las sociedades actuales desde la raíz y desde el interior de ellas mismas y, a la vez, también desde la raíz construir las nuevas. Este empeño abre caminos que hacen posible romper con la lógica metabólica social del capital desde el comienzo, y construir las alternativas desde abajo y desde adentro sobre nuevas bases, en todos los ámbitos de la vida social e individual, en lo interno y lo externo, sin oposiciones antagónicas entre ellos, sin seres humanos fragmentados de modo esquizofrénico entre el pensar, el hacer, el querer y el poder. La coherencia es también parte de los fundamentos éticos indispensables para construir el futuro de libertades, justicia y felicidad anhelado.

El concepto desde abajo[30] resulta el sustrato teórico-metodológico que fundamenta  coherente con sus propios planteamientos , los diversos procesos de transformación de las sociedades controladas por el funcionamiento del capital, desde una lógica radicalmente diferente a la de este, planteando la construcción de lo nuevo desde la raíz de los fenómenos y desde el interior (de los procesos, las organizaciones, las personas...), abriendo procesos de intervención crítica en la realidad que transforman sobre la base de la participación conciente de las mayorías. Estos caminos resultan abiertos a procesos de creciente empoderamiento de sus protagonistas,[31] y de acumulaciones diversas (de conciencia, organización, proyecto, voluntades, saberes y poder), encaminadas a rupturas radicales y crecientes con el funcionamiento del capital, rupturas que suponen a su vez, la creación construcción de diversos caminos de transición hacia lo nuevo, el socialismo, la utopía buscada. Es precisamente por ello, porque cuestiona de raíz la lógica del poder dominante y simultáneamente se propone construir una nueva lógica de construcción, acumulación y poder, que esta propuesta tiene un alcance y una significación estratégica insoslayables hoy para los procesos de transformación social.

Nuevo posicionamiento respecto a la cuestión del poder

El punto de partida de esta propuesta pasa por entender que el Poder se constituye como síntesis articuladora político-social de las relaciones sociales levantadas a partir de la oposición estructural capital trabajo, que instaura desde los cimientos mismos el carácter de clase de las interrelaciones entre ellos, de las luchas por la hegemonía y la dominación y las de resistencia y oposición a ello, que conforman una determinada situación y correlación de fuerzas (de clase) a escala social. Esta relación hegemónica dominante y de dominación se expresa concentradamente –sobre la base de una múltiple e intrincada madeja cultural, ideológica y política que atraviesa todo-, en la constitución de un determinado tipo de poder político y su aparato estatal. El Estado, entonces, es solo una parte del poder político, y del Poder (de la relación de poder de la clase del capital sobre la del trabajo y –a partir de allí  a toda la sociedad.

Esto habla también de la necesidad de atender a los diferentes modos de producción de la hegemonía dominante y de dominación y, a la vez, a los diversos modos posibles de construcción de contra hegemonía popular. En el momento actual, en Latinoamérica, esto supone, en la mayoría de los países, la necesaria reconstrucción de un proyecto nacional, que rescate las identidades y promueva la formación del sujeto popular de la transformación –caso del proceso venezolano . Entonces se trata de,

¿Tomar el poder o construirlo desde abajo?

Desde la perspectiva marxista en la que me ubico, el problema principal de la revolución es cambiar la sociedad en busca de la liberación humana. Y desde esa dimensión, en relación con ese objetivo central, tomar el poder resulta instrumental. Es parte de los caminos de la transformación, en el momento en que la construcción y la acumulación de conciencia, de poder, de voluntad permitan dar el salto, si hay que darlo. Pero hay otros caminos que se articulan y se vinculan con este, por ejemplo, participar de la vida parlamentaria nacional, disputar gobiernos locales (municipales, provinciales, estaduales...) y también el gobierno nacional. En manos del pueblo organizado, participando con propuestas concretas como guía, estas y muchas otras variantes y caminos, pueden ser instrumentos para profundizar la disputa con el poder dominante, para conocer el manejo administrativo del aparato estatal y gubernamental, para avanzar en la acumulación de saberes, poderes, organización y proyecto popular, impulsando el proceso transformador.

Antes –siguiendo el camino trazado por Lenin, acuñado luego como modelo  se pensaba que había que tomar el poder para después la transformar la sociedad. En virtud de ello, los problemas sectoriales e incluso cuestiones de fondo como la discriminación de las mujeres y de los pueblos originarios, de los negros, etc., eran considerados “contradicciones secundarias”, y sus propuestas de atención eran tratadas como paliativos intermedio que distraían la atención de la “cuestión fundamental” y por tanto debían esperar hasta después de la toma del poder. Era como si a partir de allí, las soluciones llegarían en cadena espontánea y mecánicamente desde arriba.[32] Pero la experiencia del socialismo y las revoluciones ocurridas en el Siglo XX han permitido crecer en madurez política y, en virtud de ello, hoy resulta claro que la transformación de la sociedad con sentido liberador y de liberación humana, nunca será posible si no comienza a impulsarse y construirse (realizarse) integralmente desde el presente en las resistencias, las luchas y las construcciones cotidianas de lo nuevo en todos los ámbitos en que ello se lleve a cabo.

La supuesta contraposición entre tomar el poder o transformar la sociedad resulta  desde esta perspectiva  falsa, pues la transformación de la sociedad no excluye la toma del poder; no la posterga para luego de que ello se produzca, no relega la búsqueda de soluciones a los problemas para un mañana que –como sabemos  nunca será diferente del presente si no comienza a transformarse y construirse desde ahora.

La interrogante planteada refleja entonces, de modo antinómico, lo que ha devenido en dos concepciones estratégicas respecto de los caminos de la transformación social liberadora y de liberación.

En realidad, tomar o construir el poder se presuponen mutuamente, puesto que en realidad un camino presupone el otro: transformar la sociedad, transformarnos a nosotros mismos. Es en las prácticas concretas reales, en las metodologías empleadas por quienes asumen una perspectiva u otra, donde afloran sobre todo las huellas culturales de uno u otro pensamiento acerca de la transformación revolucionaria de la sociedad, y las diferencias se ahondan. Fue así, precisamente, como se fueron conformando –la toma o la construcción  como dos caminos políticos contrapuestos y excluyentes entre sí.

Construir poder desde abajo indica un cambio en las formas de la acción política, pero sobre todo, supone un cambio en el contenido de la política, lo político y el poder. Convergentemente con ello, se asume la construcción de poder propio como parte del necesario proceso de de-construcción de la ideología y las culturas dominantes y de dominación, que es simultáneamente también un proceso de construcción de nuevas formas de saberes, de capacidades organizativas y de decisión y gobierno de lo propio en el campo popular. Son nuevas formas que constituyen modos de empoderamiento local-territoriales, bases de la creación y creciente acumulación de un nuevo tipo de poder participativo-consciente –no enajenado  desde abajo, de desarrollo de las conciencias, de las culturas sumergidas y oprimidas, con múltiples y entrelazadas formas encaminadas a la transformación global de la sociedad.

Entre sus conceptos claves, se cuentan los de: articulación, construcción y proceso, junto a los de multidimensionalidad, multilateralidad, diversidad, pluralismo, democracia radical participativa, propuestas abiertas, es decir, en construcción y desarrollo permanente, acorde tanto al desarrollo de los actores-sujetos involucrados en el proceso como a las modificaciones de las condiciones histórico sociales del país, la región y el mundo en cada momento. El concepto articulación resulta nodal pues indica un modo de interrogar a la realidad, de entenderla y, a la vez, de posicionarse para intervenir en ella, para transformarla y construir en todos los terrenos, tanto fuera como dentro de la organización reivindicativo social o de aquellas estrictamente políticas. Tiene un sentido y una importancia estratégicas fundamental dado que apunta a la recomposición del todo social, desaparecido hoy tras su atomización y fracturación profundas ocasionadas por el desarrollo desenfrenado de la producción destructiva (irracional) del sistema del capital.

Se trata de una propuesta integral radical del proceso de transformación social, que solo puede ser tal si es a la vez y en todas sus múltiples y yuxtapuestas dimensiones, un proceso de apropiación por parte de cada uno de los actores sujetos que lo protagoniza (como grupo y como individuo). Por eso tiene una significación estratégica ineludible en la actualidad: es la semilla de la nueva estrategia en gestación, que da cuenta del nuevo y creciente protagonismo conciente, creador, constructor, responsable y participativo de los actores sujetos, a la vez que se apoya en él para proyectarse en su dimensión social transformadora de liberación (desalienación).

IV. Necesidad de un nuevo pensamiento estratégico crítico y autocrítico

Lo expuesto pone en evidencia que es necesario considerar como parte de las tareas estratégicas actuales el desarrollo de un nuevo pensamiento estratégico crítico y autocrítico, capaz de recrear los fundamentos teórico metodológicos articuladores y proyectivos de lo nuevo en gestación. Para ello resulta imprescindible nutrirse de las enseñanzas de la historia de las luchas anticapitalistas y de las experiencias socialistas del siglo XX, profundizar la crítica al funcionamiento del sistema del capital en la actualidad, y –en nuestro caso  rescatar la riqueza de los pensamientos independentistas, de los pueblos originarios, de la teología de liberación, de la educación popular, etc., para cumplir su función orientadora de los movimientos revolucionarios de nuevo tipo que enseñan su fuerte presencia ya desde los albores del siglo XXI.

Esto supone también, asumir la batalla cultural hacia y desde el interior de nosotros mismos, despojándonos de supuestos modos de “saber hacer” que ya no se corresponden con la época, ni con la experiencia y saberes acumulados, ni con las necesidades de los pueblos. En este sentido, resulta metodológicamente recomendable abrir nuestras entendederas e interrogar cada vez a la realidad del mismo modo que ella nos interroga y desafía a nosotros a diario; es indispensable dudar, incorporar la hermenuéutica de la sospecha ante todo lo que se nos presenta aparentemente ordenado y resuelto, ante lo unidireccional y lineal.[33]

En este espíritu van formándose las nuevas generaciones y es importante también, trans-formarnos los ya formados. Tomar conciencia plena de ello e impulsar procesos de formación en todos los ámbitos de las luchas sociales resulta entre las actuales tareas (culturales) estratégicas articuladas a la construcción de nuevo pensamiento, al diseño del proyecto alternativo, y la construcción acumulación de poder propio. Estos son componentes inalienables del proceso de transformación autotransformación cotidiana y permanente, crítica y autocrítica, y –como tales  parte inseparable e infaltable del camino de tránsito hacia lo nuevo.

Un nuevo tipo de intelectual orgánico

La construcción de un nuevo pensamiento estratégico no puede considerarse tarea aislada de intelectuales individuales, en primer lugar, porque una de sus principales vertientes, es partir de la realidad. En esta dimensión hay un pensamiento (latente, fragmentado, inconcluso...) sumergido en la obra colectiva de resistencia, luchas y construcciones de los pueblos, en la cual cada actor sociopolítico colectivo e individual aporta y crea desde prácticas diversas. Y resulta imprescindible hoy rescatar ese pensamiento, conceptualizarlo creativamente, e integrarlo en lo que devendrá proceso de producción de nuevos saberes mediante una construcción teórica colectiva. Esto supone articular las diversas dimensiones del pensamiento reflexivo crítico, es decir, el saber que es elaborado en su dimensión estrictamente teórica, con el saber que emerge de abajo y que mayormente queda contenido (inmerso) en las prácticas –de ahí, entre otras, la importancia de rescatarlas, sistematizarlas y conceptualizarlas . La articulación de estas diversas dimensiones posibilita la integración e interrelación y construcción dialéctico revolucionaria del diálogo entre los saberes científico y “popular” (pensamiento sobre pensamiento), indispensable para la producción de un nuevo pensamiento estratégico (saber-poder).

Esta labor, basada en el diálogo horizontal de saberes y en una construcción articulada de los mismos, resulta hoy entre las nuevas dimensiones del desempeño de lo que hemos acostumbrado identificar como “intelectual orgánico”: ya no es el que “sabe y orienta”, sino el que construye “junto con” los actores-sujetos existentes en una sociedad concreta, y “desde” sus realidades.

V. Escenarios diversos

Lo planteado acerca de la transformación social y la transición, multiplica las posibilidades acerca de los diversos caminos que ésta podría seguir en las distintas realidades, y la capacidad de búsqueda de nuevos caminos en dependencia de las condiciones concretas locales, internacionales, etc. Estos son factores que habrá que considerar en cada caso y situación histórico política específica a fin de identificar y definir en concreto los pasos estratégicos de dichos procesos (tarea permanente).[34] Por ello resulta fundamental trabajar con una mentalidad abierta a la vida, a los cambios y a la creatividad e iniciativa de los pueblos.

No solo es posible sino necesario iniciar el proceso de transición dentro del sistema del capital. La concepción de construcción de poder desde abajo apunta precisamente a esclarecer desde qué bases, hacia donde, quiénes, y cómo es posible llevar adelante la transición hacia la transformación socialista de la sociedad desde dentro del sistema del capital. La toma del poder, ni es “condición para” desencadenarla, ni es consecuencia de su desarrollo (gradualismo). Se trata de proceso de revolución permanente, no de etapas delimitadas y separadas en el tiempo.

¿Cómo entender los saltos?

Las experiencias acumuladas enseñan que la vida social nos ofrece esa especie de huecos negros que –según afirman   existen en las galaxias, que los saltos son inherentes al movimiento, al desarrollo. Pero también que, cuando se saltan determinadas fases del proceso, después resurge el desafío de transitar (construir) las fases saltadas, en una nueva dimensión, claro está, pues para entonces habrán variado las condiciones, la situación, etcétera. Sobre este punto considero que la experiencia actual del proceso venezolano puede arrojar bastantes luces, pues evidencia, al menos y a grandes rasgos, dos elementos:

Uno: que no hay gradualidad ni linealidad, que es posible saltar y avanzar a zancadas por la historia, colarse por el ojo de la aguja, llegar, por ejemplo, a posiciones de gobierno nacional y emplearlo como privilegiado instrumento de transformación en manos de corrientes populares transformadoras. Estas pueden emplearlo como plataforma inmejorable para construir las fuerzas sociales necesarias para dar la disputa por radicalizar el proceso y ganarle la pulseada al poder hegemónico y dominante del capital. No hay garantías de éxito, pero tampoco en otros casos hay garantías; eso lo aprendimos.

Otro, que si los caminos del cuestionamiento al poder de dominación y la construcción de poder propio desde abajo no se recorren antes de ocupar posiciones de poder medianamente fuertes (llegar a constituir gobierno nacional, tomar el poder), estos deben recorrerse después, simultáneamente con las nuevas situaciones creadas, o resultará imposible consolidar lo logrado y avanzar más allá.

La experiencia venezolana resulta un antídoto evidente para quienes pretenden reducir mecánicamente la apuesta estratégica de la construcción de poder desde abajo a un supuesto camino de modificaciones graduales y acumulativas que –como un método puzzle , permitiría “pasar” de un sistema social a otro, sin conflictos, ni saltos, ni rupturas, ni marchas y contramarchas.

Reconocidos o no los saltos ocurren; la dialéctica interactiva y compleja que articula la intrincada interrelación entre lo consciente y lo espontáneo en el movimiento social existe porque hay vida social y por mucho que se desee planificarla y ordenarla, ella caprichosamente –menos mal  vuelve a decirnos de repente, asaltándonos sorpresivamente: ¡aquí estoy!, cuando, por ejemplo, ocurren cacerolazos que tumban gobiernos, cuando el pueblo en las calle repone a un presidente derrocado por un golpe de estado, cuando un pueblo invadido y ultrajado por el poder destructivo del imperialismo erige con la fuerza de su espíritu las banderas de la dignidad, la independencia y la libertad.

Las ideas de transición y proceso que expongo fortalecen la capacidad transformadora de los actores sociopolíticos, a partir de esclarecer y ubicar nítidamente, desde dónde, quienes y cómo pueden llevar adelante cambios sociales radicales. Los escenarios para desarrollarla pueden ser –y de hecho son- muy variados e insospechados, la diversidad de posibilidades y alternativas de transición que presentan las realidades de Cuba, Venezuela, Brasil, Ecuador y Argentina, así nos lo enseña. En cualquier caso, para impulsar, radicalizar y consolidar el proceso transformador, entre sus tareas estará también la de construir el nuevo poder desde abajo.

En conclusión, ¿reforma, revolución o transformación?

Como hemos analizado, el debate actual sobre las alternativas trae consigo el resurgimiento de viejos dilemas ahora recreados y presentes en las reflexiones y búsquedas de alternativas por parte de movimientos sociales, políticos y sociopolíticos. Sin embargo, los enfoques de hoy no pueden considerase como simple reediciones de planteamientos del pasado. En muchos casos, éstos plantean problemáticas concretas y soluciones radicalmente transformadoras y fundantes de lo nuevo revolucionario liberador.

Para avanzar en este sentido, considero importante fortalecer –y articular  las reflexiones acerca de las experiencias socialistas vividas en el siglo XX [poscapitalistas, según Mészáros], acerca de la realidad geopolítica mundial del poder del sistema del capital en el siglo XXI con sus modalidades de ampliación sin límites de su capacidad de producción destructiva, y acerca de las crecientes resistencias y luchas sociales (locales y globales) que buscan y construyen alternativas diversas capaces de hacerle frente al avance de la voracidad y hegemonía destructiva del capital. Todo esto indica la necesidad de nuevas miradas sobre el funcionamiento y la capacidad de dominio real del sistema del capital, y también acerca de las diversas posibilidades y caminos para su transformación-superación radical.

Esto constituye la base para explorar y descubrir –en cada realidad y circunstancia histórico-concreta , las aristas y posibilidades que una u otra vía –desde la perspectiva del poder desde abajo  abren a los actuales procesos de transformación de la sociedad: ya sea mediante un camino de reformas que se proponga (y tenga posibilidades de) radicalizar la transformación social apoyado en la participación democrático electoral, ya sea un proceso directo de revolución permanente en la perspectiva socialista impulsado desde el poder político.

Esto podría considerase la base para la búsqueda de caminos diversos. Brinda amplios horizontes –con la flexibilidad necesaria : no solo apela a aquellos caminos que puedan anticipadamente avizorarse y preverse, sino también a los que seamos capaces de inventar y construir colectivamente.

Cualesquiera sean los caminos concretos que sigan los distintos procesos de transformación social hacia el socialismo, su construcción y desarrollo desde abajo será posible sobre la base de la formación y organización-articulada de mayorías conscientes capaces de protagonizar su historia. El pueblo (rearticulado y organizado) como sujeto popular es el protagonista fundamental, y es tarea política colectiva de primer orden promover su organización y participación cada vez más completa y multimensional en el proceso transformador, de modo que esté presente  y a la vez sea un resultado  de su empoderamiento creciente-. Esto es, porque –como dice Badiou- son los acontecimientos los que constituyen o no, según su participación en ellos, a los seres humanos en sujetos de sus actos; es a partir de la intervención en los acontecimientos que los actores sociales pueden constituirse como sujetos y no a la inversa. El proceso de transformación deviene entonces un proceso práctico pedagógico transformador constituyente (empoderante) de la clase obrera y el pueblo en sujeto popular.

Nuestra utopía y brújula es la del socialismo que aún debemos inventar y reinventar colectivamente. Y como parte de la humanidad que insiste en su búsqueda, he aventurado un granito de arena en estas reflexiones, conciente de que el dilema fundamental de nuestra época se condensa cada vez más en la disyuntiva vida-muerte, anticipada y definida por Rosa Luxemburgo como la alternativa entre socialismo o barbarie.

* Isabel Rauber es Licenciada en Filosofía; Directora de Pasado y Presente XXI; estudiosa de los movimientos sociopolíticos latinoamericanos; especialista de UNESCO para cuestiones urbano-ambientales y género; asesora de la Central de Trabajadores de Cuba.
VI. Bibliografía empleada

  Amín, Samir, Los desafíos de la mundialización, Siglo XXI, México, 1997.

      Crítica de nuestro tiempo, Siglo XXI, México, 2001.

  Guevara, Ernesto, El socialismo y el hombre en Cuba, Ediciones Revolucionarias.

  Harnecker, Marta, Reflexiones acerca del problema de la transición al socialismo, Alfa y Omega, Santo Domingo, 1985.

  Houtart, Francois, Mercado y religión, Editorial DEI, San José, 2001.

  Lenin, Vladimir., “La enferemedad infantil del ‘izquierdismo’ en el comunismo”, Obras Completas en 54 Tomos, T 41, Editorial Progreso, Moscú, 1986.

 Luxemburgo, Rosa, “Cuestiones de organización de la socialdemocracia rusa”, en Lecturas de pensamiento marxista, Edición Revolucionaria, La Habana, 1971.

  Mészáros, István, Más allá del capital, Vadell Hermanos, Caracas, 2001.

      The alternative to capital’s social order, KP Bagchi & Company, Kolkata, 2001.

  Rauber, Isabel, Proyecto, sujeto y poder, Ediciones Debate Popular, Santo Domingo, 1992.

      Construyendo poder desde abajo, Ediciones Debate Popular, Santo Domingo, 1994.

      Género y poder, UMA, Buenos Aires, 1998.

      Claves para una nueva estrategia, construcción de poder desde abajo. Santo Domingo, junio 2000.

      “Transformarnos para transformar”, Revista Pasado y Presente XXI, año 2001.

      Movimientos sociales y representación política, CTA, Buenos Aires, 2003.

  Sojo, Ana, Mujer y Política, Editorial DEI, San José, 1988.



[1] Según Mészáros, hay tres constituyentes inextricablemente entrelazados del sistema orgánico del capital, en sus variantes capitalistas y poscapitalistas:

 el capital: las condiciones de producción alienadas, la subjetividad que se enfrenta al trabajo y ejerce mando sobre él.

 el trabajo: estructuralmente privado de control sobre las condiciones de producción necesarias. Reproduce el capital a escala ampliada y a la vez –en tanto sujeto real de la producción y la personificación del trabajo- se le enfrenta defensivamente.

 el estado: estructura de mando política general del sistema antagónico del capital que proporciona las garantías definitivas para la contención de los antagonismos irreconciliables y para el sometimiento del trabajo (que pese a la compulsión característica del sistema, conserva el poder de la “recalcitrancia potencialmente explosiva”). (Ver Más allá del capital, Vadell Hermanos, Caracas, 2001, pp. 908-909.)

[2] Ver Op. Cit.

[3] “...como la evidencia histórica del siglo XX lo demostró, los sistemas poscapitalistas nacieron gracias al derrocamiento de sus respectivos estados capitalistas, pero continuaron, no obstante, bajo el dominio del capital, porque el trabajo poscapitalista mantuvo su postura defensiva/reactiva en el proceso de control del orden socioeconómico y político postrevolucionario.” Mészáros, István, Op. Cit., pp. 908-909.

[4] Conciencia, organización, saber, poder, actores-sujetos, identidad, cultura, proyecto...

[5] Rauber, Isabel, “Transformarnos para transformar”, Revista Pasado y Presente XXI, año 2001, p. 7.

[6] El concepto “correlación de fuerzas” se ha empleado frecuentemente para referirse a aspectos cuantitativo operativos de la relación entre sectores políticos opuestos en enfrentamientos sociales diversos. Aspectos fundamentales y determinantes de los fluidos y posibilidades no-lineales del desarrollo de esta correlación, como por ejemplo y centralmente los referidos a la conciencia y subjetividad de los actores-sujetos involucrados en la contienda, fueron prácticamente dejados de lado en los análisis y planteamientos táctico-estratégicos del quehacer político de los partidos de izquierda en Latinoamérica. La disputa ideológica, la batalla de ideas, resultan imprescindibles y vitales en la guerra actual por la sobrevivencia de la humanidad, sobre todo, teniendo en cuenta que los medios de comunicación –que desempañan un papel central en esta disputa  son un arma fundamental no solo del sostén de la hegemonía del capital, sino para el despliegue de sus desesperados planes agresivos de exterminio y saqueo. La lucha de calles ha sido y será fundamental, pero para que sea de mayorías concientes y activas, debe ser de mayorías informadas y formadas, o mejor dicho: contra-informadas y contra-formadas, con organización y acumulación de poder propio en esta perspectiva.

[7] El concepto “desde abajo” se refiere –en la definición que propongo  al fundamento de lo existente que se quiere transformar o sobre lo que se quiere influir; se refiere a lo que (llega y) parte desde la raíz de todo fenómeno, problema, situación. A la vez, indica que, simultáneamente, “desde abajo” también –en el propio proceso de transformación  va naciendo lo nuevo, construyéndose día a día. La expresión, poco tiene que ver con la ubicación geométrica del problema, de los actores, de las propuestas o las esferas en las que se actúa, aunque cierto es que  en el lenguaje político corriente  se emplea frecuentemente como sinónimo de “desde las bases”, o para indicar que una instancia, sector social o persona está por debajo de otras que estarían “arriba”.

[8] “(...)No hay pensamiento ni propuesta seria sobre la democracia, en lo político, social, ético, económico y cultural, que pueda prescindir de incorporar  atravesando su concepción y su propuesta  la perspectiva de género. Es decir, que pueda prescindir de una profunda revisión del estado en que se encuentran estas relaciones, de cómo éstas han posibilitado la existencia de un poder discriminatorio y marginador de las mujeres y, a su vez, de cómo esto se ha conjugado con la existencia, desarrollo y fortalecimiento de un poder discriminatorio y marginador de otros sectores considerados débiles dentro de cada sociedad. // La mirada de género acerca de las relaciones sociales entre las clases y entre los sexos es profunda y radicalmente cuestionadora del poder que sobre ellas se levanta, se asienta y se refundamenta y reproduce día a día. Este cuestionamiento  condición sine qua non de cualquier intento de modificar con equidad las relaciones entre clases y sexos históricamente establecidas , está en la base misma del enfoque y la propuesta de género. No es posible alterar esas relaciones sin alterar todo lo que sobre ellas y a partir de ellas se levanta. Esto quiere decir que la transformación radical del poder es condición a la vez que objetivo de las luchas de género, y viceversa: las luchas de género son  o deben ser  parte de las luchas por la transformación del poder.” Rauber, I., Género y poder, UMA, Buenos Aires, 1998, pp. 36-41.

[9] “(...) lo inmediato puede ser propiamente perseguido solo si es concebido como lo inmediato estratégico, definido por su inseparabilidad de lo estratégico a largo plazo y orientado por la primacía total de esto último. En otras palabras, esos progresos parciales pueden ser adoptados solamente como objetivos inmediatos viables que no puedan ser revertidos, y por lo tanto son capaces de adquirir un carácter verdaderamente acumulativo. Aquellos que podrían objetar que eso es “maximalismo” deberían abrir los ojos ante el hecho de que el peor tipo de maximalismo es en realidad la vana persecución de las “demandas mínimas” irrealizables –solamente compatibles temporal y tácticamente dados los límites estructurales del capital.” Meszaros, István, Prólogo al libro Movimientos sociales y representación política, CTA, Buenos Aires, 2003, p. 9.

[10] Mészáros, István, The alternative to capital’s social order, KP Bagchi & Company, Kolkata, 2001, p. 77. [En inglés]

[11]. Cuando hablamos de sujeto hablamos de actores-sujetos plenos, es decir, nos referimos a la liberación de los explotados y oprimidos por el capital, a la construcción de un nuevo Poder (sociedad economía–Estado) sobre la base de la transformación radical, desde abajo, del Poder existente, y de la definición y creación colectiva del proyecto que la articulará estratégicamente.

[12] Es necesario establecer diálogos de saberes teórico-prácticos, reflexionar acerca de las experiencias recientes de los llamados “socialismos reales” y asumir sus enseñanzas, tomar en cuenta los aportes de las nuevas experiencias de resistencia, lucha, organización y propuestas de la clase obrera, los sectores populares y los pueblos originarios en cada país, y en sus articulaciones regionales, continentales y mundiales en curso.

[13] El empleo del plural tiene un sentido y un contenido político claves en Latinoamérica, pues hace explicito el reconocimiento de la diversidad de actores sujetos con sus identidades, sus culturas y sus pensamientos propios. Lejos de ser aplastados por la revolución, deberán encontrar en ella –en todo el proceso- un ámbito de florecimiento y esplendor por excelencia.

[14] Expondré aquí –ateniéndome a que se trata de un artículo , cuestiones mínimas acuñadas y aceptadas culturalmente como presupuestos válidos para pensar la transición al socialismo, presupuestos que considero indispensable revisar y remover desde la raíz.

[15] Ver, Mészáros, István, Más allá del capital, Op. Cit., pp. 210-214.

[16] Esto por un lado, porque, por otro, también influyó en esa decisión el hecho cierto de que Lenin consideraba que era necesario tomar el poder político para iniciar la transición al socialismo. Estaba convencido de que era imposible desarrollarla en el seno del capitalismo, iniciar desde su interior el proceso socio-transformador. (Supuesto que, como expondré más adelante, también es necesario repensar.)

[17] Expresión que invisibiliza la fractura originiaria entre la clase y “su” organización política, confundiendo la necesidad de la dirección política de las luchas por la transformación de la sociedad, con el hecho histórico-concreto –muy discutido en su momento  del partido de “cuadros”, vanguardias de la clase en conciencia, organización y representación políticas

[18] Estos planteamientos fueron contradictoriamente cuestionados por el propio Lenin en su práctica de construcción revolucionaria, si repasamos El Izquierdismo... podremos encontrarlo con facilidad, pero sin embargo, la tendencia que predominó y que- más allá de sus intenciones últimas-, se impuso como doctrina marxista leninista fue la que acuñó en las prácticas políticas del siglo xx, dentro y fuera del sistema socialismo mundial, tanto la suplantación permanente de las masas por las decisiones del partido “de vanguardia” siempre por decreto trascendental a los hechos históricos mismos, y la convicción de que la ideología estaba en alguna parte separada de las prácticas de la masas obreras y populares, contenido en un conjunto de libros escritos ya consagrados como textos sagrados. No es de extrañar que, en consecuencia, debatir temas concretos de la construcción socialista o de la lucha revolucionaria, desde tal perspectiva, significaba apelar a los libros de Marx, Engels y Lenin, y hacer un recuento de sus planteamientos mediante citas más o menos hilvanadas entre sí. Memorizarlas e interpretarlas correctamente supuestamente conduciría a resultados prácticos “correctos”. La fidelidad a la letra de lo expuesto por las “autoridades” era, además, lo único no peligroso para quienes se esforzaban permanentemente por no tener “manchas” debido a señalamientos ideológicos.

[19] Ver mi libro Movimientos sociales y representación política, Op. Cit., pp. 69-72.

[20] En cualquier variante, tampoco se trata de “un camino”, sino de varios –quizá en un momento, todos , articulados entre sí y con prioridades en diferentes en momentos también diferentes, según ello resulte conveniente a la consolidación, acumulación y avance estratégicos (acorde con la estrategia elaborada).

[21] En la experiencia cubana, por ejemplo, el período llamado de “institucionalización” que siguió al caracterizado como de “los errores de idealismo” que culminó con el fracaso de la zafra de los diez millones, estuvo fuertemente impregnado de estas concepciones importadas, principalmente por la “copiadera” del modelo socialista esteuropeo. En 1984 85, el Partido Comunista de Cuba inicia un período autocrítico centrado en la “rectificación de errores y tendencias negativas”, entre los que se contaba, primordialmente, el de las concepciones automatistas de la construcción del socialismo y el relegamiento del ser humano como centro y motor de la misma.

[22] Y esto está presente en la concepción misma del partido de vanguardia, en su decisión de suplantar a las masas y, en consecuencia, construirse separado de ellas. Ver Luxemburgo, Rosa, “Cuestiones de organización de la socialdemocracia rusa”, en Lecturas de pensamiento marxista, Edición Revolucionaria, La Habana, 1971, pp. 544-545.

[23] Para una consulta sobre el particular, puede revisarse, Reflexiones acerca del problema de la transición al socialismo, de Marta Harnecker, Alfa y Omega, Santo Domingo, 1985, pp. 108-118.

[24]. Amín, S., Los desafíos de la mundialización, Siglo XXI, México, 1997, p. 263 264. (Subrayados míos).

[25]. Idem, Op. Cit., p. 290.

[26]. Idem, Op. Cit., p. 291.

[27]. Resulta inconcebible –desde esta perspectiva de transformación social y liberación humana   que un grupo de miembros de una organización política (o social) decreten unilateralmente una acción colectiva, más aún cuando esta aspira a involucrar a sectores sociales diversos, con identidades e intereses variados. Ya no puede pensarse (o esperarse) que los sectores populares van a “obedecer”  llamados realizados por  supuestas vanguardias [necesariamente autoproclamadas], porque ellos se movilizan cuando entienden que van a participar de una lucha o de un proceso de luchas para transformar sus condiciones de vida, cuando entienden y visualizan que ese su accionar no caerá en saco roto ni será manipulado por intereses de terceros, cuando tienen claro que su presencia y propuestas serán realmente parte de un proceso de resistencias, luchas, y cambios. En este sentido, la “misión” de aquellos que se sienten vanguardia, no será ya la de decretar la realización de una acción determinada, sino, en todo caso, la de ser capaces de despertar y convocar la participación creadora de las mayorías, promoverla, desarrollarla y orientarla en intercambio y diálogo conjunto con los protagonistas directos.

[28] Si se logra construir (constituir) un sujeto colectivo que actúe conciente, organizadamente (articuladamente), y con un proyecto unificado para impulsarla. Teniendo presente siempre que, ni aún en el mejor de los casos posibles, la victoria está garantizada; se trata de una guerra política de clases con intereses enfrentados y ambos bandos están interesados en ella, independientemente de los tiempos y las condiciones para obtener los objetivos propuestos.

[29] “El requerimiento de una superación radical tiene implicaciones de largo alcance no solo para todas las dimensiones productivas y distributivas de orden material y cultural de la división social del trabajo jerárquica establecida hace largo tiempo, sino también para la totalizadora estructura de mando heredada del capital, que después de la revolución encarna el estado poscapitalista. En tal sentido, ir más allá del capital significa sustituir el modo de control del capital como sistema orgánico: una tarea solamente factible como empresa local.” Mészáros, István, Más allá... Op. Cit., p. 908. (Negritas en el original)

[30] Para profundizar en este tema, puede consultarse el libro de mi autoría: Claves para una nueva estrategia, construcción de poder desde abajo. Santo Domingo, junio 2000.

[31] Apropiación de la transformación por parte de los actores sociales en proceso de (auto)constitución en sujetos; procesos concretos de des-alienación.

[32] Aquello respondía a la lógica del todo o nada, y ya sabemos lo que ocurrió.

[33] El movimiento social –el más complejo de todos  es la resultante de múltiples articulaciones yuxtapuestas y entrelazadas de los modos más sutiles e imprevistos de existencia de fenómenos objetivos-subjetivos que se intermodifican e intercondicionan unos a otros constantemente; tiene como parte de su motor a lo espontáneo que constantemente se constituye, de-constituye y reconstituye en diversas direcciones, empujado por esas múltiples articulaciones que se cruzan y yuxtaponen, y tiene como potencial de su determinación a la conciencia de los seres humanos. Esto conforma una lucha constante entre lo espontáneo y lo consciente con acumulaciones invisibles permanentes, las que –en determinadas coyunturas o condiciones , dan lugar a los saltos irregulares e imprevistos –aunque muchas veces intuidos , aparentemente inexplicables para la razón lógico-formal predominante. Es en este proceso que se hace posible la autodeterminación de los seres humanos. Constituidos en clases sociales, forman fuerzas sociales que disputan por defender sus intereses, en primer lugar, y –a partir de allí  por imponer al curso de la historia el signo de su de [auto]determinación (voluntad [auto]concientemente organizada y orientada).

[34] Desde esta perspectiva, la definición de los objetivos buscados es también parte del camino, pues estos se van conformando, afirmando, modificando y proyectando en él (o en ellos) en cada momento.



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