El abismo entre las ilusiones y los efectos del ALCA
21/03/2002
- Opinión
El acuerdo de libre comercio para América Latina (ALCA) es un proyecto
estratégico de Estados Unidos dirigido a consolidar su dominio de la
región, a través de nuevos mecanismos de penetración comercial, mayores
controles de la inversión y refinadas formas de supervisión de los
flujos financieros. Pero la puesta en marcha de este plan se aceleró
abruptamente en los últimos meses por tres necesidades coyunturales de
la gran potencia: atenuar los efectos de la inminente recesión
económica, detener el avance europeo en la zona y reforzar las alianzas
militares frente al deterioro de muchos regímenes políticos
latinoamericanos.
El ALCA comenzó a diseñarse hace siete años, pero estuvo congelado
hasta 1998. La iniciativa tomó un nuevo impulso bajo la presidencia de
Bush y en las recientes cumbres de Buenos Aires y Quebec apareció la
propuesta de adelantar la fecha de inicio del convenio al año 2003. La
motivación inmediata de Estados Unidos es la búsqueda de un desahogo
comercial externo frente a la desaceleración de su economía. A
diferencia de Asia y Europa, la región constituye un nicho exportador
para las compañías norteamericanas, que podrían incrementar
sensiblemente sus exportaciones si el dólar comienza a declinar en el
próximo período [2].
El ALCA apunta a frenar a la competencia europea trabando las
negociaciones de otros acuerdos libre comercio, que particularmente
promueve España a través de las cumbres iberoamericanas. Frente a este
desafío las 500 corporaciones estadounidenses más vinculadas a
Latinoamérica presionan por acelerar el ALCA tomando como modelo la
legislación del NAFTA norteamericano, las cláusulas comerciales de la
OMC y la disciplina financiera del FMI. Las negociaciones inicialmente
secretas ya han tomado estado público y enfrentan una fuerte oposición
dentro de Estados Unidos por parte del sector no internacionalizado de
la industria, que perdería posiciones con el acuerdo. Sus
representantes lograron impedir que el Congreso le otorgara a Clinton
(y hasta ahora también a Bush) el "fast track" que se necesita para
suscribir aceleradamente los convenios.
El peso de la motivación político-militar para firmar el ALCA es menos
visible, pero más decisiva. Desde hace varios años una escalada de
rebeliones populares, rurales y urbanas, con alto nivel de organización
y nítidas demandas sociales conmueve a muchos países de América Latina.
Estos movimientos acentúan la erosión de distintos sistemas políticos,
que han perdido legitimidad por su incapacidad para satisfacer los
reclamos populares. El descreimiento en los regímenes vigentes
precipita la interrupción de mandatos (Perú), la disgregación de
gobiernos (Ecuador), el colapso de estados (Colombia) y la
desintegración de partidos tradicionales (Venezuela, México).
"Preservar la estabilidad" frente a estas convulsiones es una prioridad
del gobierno norteamericano, que identifica estas crisis con el
debilitamiento de su "responsabilidad en la seguridad continental". A
través del ALCA intenta reforzar su intervención militar encubierta en
Colombia, el rearme regional asociado a la "lucha contra el
narcotráfico", los ejercicios bélicos tipo Vieques y la presión
diplomática para alinear a los gobiernos latinoamericanos en sanciones
contra los países diabolizados por el Departamento de Estado (Cuba,
Irak, Libia, Corea del Norte). Estados Unidos logró desactivar el
desarrollo nuclear independiente de Brasil y Argentina y ahora pretende
generalizar internacionalmente estos ejemplos de disciplinamiento, para
avanzar con el proyecto armamentista del escudo antimisiles.
Los viejos argumentos del neoliberalismo
Nadie cuestiona en la actualidad que el ALCA es un proyecto hegemónico
de Estados Unidos. Pero al cabo de una década de preeminencia
ideológica neoliberal existen algunas voces que idealizan esta
dominación. Si tradicionalmente la supremacía de una gran potencia era
objeto de crítica inmediata y de acusaciones de imperialismo y
colonialismo, actualmente se escuchan argumentos que reivindican la
conveniencia de esta dominación. Las justificaciones antropológicas,
geográficas o raciales son esgrimidas por quiénes afirman que el ALCA
servirá para contrarrestar "la falta de espíritu emprendedor de los
latinoamericanos". Presagian que si la región pierde la oportunidad de
encolumnarse detrás del liderazgo norteamericano, no podrá escapar a su
destino de pobreza y decadencia [3].
Pero es muy difícil demostrar que América Latina estuvo alguna vez
disociada de este padrinazgo y especialmente durante la última década
de regresión económica y social.
Los cuatro grandes desequilibrios que ha sufrido la región en este
período -endeudamiento externo, especialización exportadora,
intercambio desigual y contracción del poder adquisitivo- no son
consecuencia de su distanciamiento de Estados Unidos. Más bien
expresan los efectos del estrechamiento de las relaciones de
subordinación con esta potencia. Las crisis económicas padecidas por
la región no obedecen a taras endémicas de los latinoamericanos, sino a
la inserción crecientemente dependiente de la zona en el mercado
mundial [4].
Otros analistas argumentan que ya "no alcanza con los mercados internos
para salir del subdesarrollo" y puntualizan que el ALCA contribuirá a
perfeccionar "nuestra competencia exportadora" y favorecerá el ingreso
de la región en "el mayor mercado del mundo" [5]. ¿Pero cuáles son los
síntomas de agotamiento de los mercados internos? ¿La opulencia del
poder de compra y los niveles de consumo de la población? ¿Y cómo harán
los productos latinoamericanos para penetrar en el mercado más
competitivo y exigente del mundo? ¿De qué forma revertirán las
abismales diferencias de productividad que hasta ahora frustraron este
ingreso? Cualquiera de estos interrogantes cuestiona las creencias
ingenuas en un despegue regional sostenido en el ALCA. Pero los
"formadores de opinión" no contrastan sus ilusiones con el curso real
de los acontecimientos, sino que simplemente reiteran su confianza en
el incremento de las exportaciones y la afluencia de las inversiones.
Muchos promotores del ALCA son también partidarios de la dolarización,
aunque no aportan evidencias de su conveniencia para las economías
centroamericanas que adoptaron esta política cambiaria (Guatemala, El
Salvador). Tampoco registran que en Ecuador este rumbo fue
implementado como un recurso de emergencia frente al colapso
financiero. El único país que ha experimentado su vigencia durante un
período prolongado (Panamá) no puede ser presentado como un modelo de
erradicación de la pobreza y el desempleo. En las últimas décadas esta
nación debió someterse -cómo cualquier otro deudor regional- a 17
programas de estabilización del FMI [6].
Es indudable que la dolarización está asociada con el proyecto del ALCA
pero no es su condición, ya que en el gobierno estadounidense existen
fuertes divergencias en torno a la utilidad de esta alternativa. Por
eso hasta ahora las naciones latinoamericanas que renuncian al
señoreaje de su moneda no obtienen, a cambio, ningún compromiso de la
Reserva Federal de actuar como prestamista de última instancia frente a
las crisis bancarias.
Si en las economías pequeñas y comercialmente integradas a Estados
Unidos el impacto de esta asimetría puede ser tolerable, para la
Argentina o México semejante desigualdad tendría consecuencias
devastadoras. Por el momento, el interés norteamericano en el ALCA es
primordialmente comercial y no está sujeto a un avance de la
dolarización.
Como toda iniciativa empresarial el lanzamiento del ALCA fue rodeada de
un gran operativo de marketing. Mediante esta campaña de ventas se
intenta renovar las fantasías que acompañaron en los 90 a los planes de
privatización. Pero como siempre ocurre con el neoliberalismo, el
bienestar que se augura constituye una promesa a futuro, mientras que
los sacrificios requeridos para su implementación son exigencias
inmediatas.
Nueve áreas de concesiones sin contrapartida
A medida que la negociación avanza se escuchan menos alegatos a favor
de la "hermandad" y la "integración" de los americanos y más reclamos
de las corporaciones estadounidenses en distintas áreas de la economía.
En el plano de los servicios, las corporaciones estadounidenses
pretenden ingresar en los negocios previsional, educativo y sanitario.
Son actividades particularmente lucrativas porque la clase media alta
de la región tiende a recurrir a la prestación privada ante la debacle
de los servicios públicos. En el campo de las inversiones se debate
una legislación que otorgará a las compañías extranjeras el derecho de
recurrir a tribunales internacionales con mayores atribuciones que los
sistemas jurídicos nacionales. Estos regímenes ya rigen en el NAFTA y
han convalidado indemnizaciones a favor de varias empresas que
litigaron contra los estados de Canadá y México [7].
En el terreno de las compras del sector público se discute eliminar los
mecanismos de adquisición preferencial de bienes entre los proveedores
locales. Especialmente en el campo de la construcción los consorcios
norteamericanos podrán barrer a cualquier competidor que no cuente con
un acceso equiparable al crédito internacional [8].
En el plano aduanero, los negociadores estadounidenses apuntan a lograr
la total apertura de las economías latinoamericanas sin aceptar a
cambio un mayor flujo de importaciones. Las barreras para-arancelarias
de Estados Unidos abarcan el 34% del nomenclador y funcionan mediante
un discriminatorio sistema de denuncias de dumping. Con este régimen
fueron recientemente penalizadas, por ejemplo, las exportaciones
argentinas de miel con un gravamen del 60 %.
La agricultura es el área clave del convenio, porque mientras avanzan
en la destrucción de las regulaciones protectoras del pequeño campesino
latinoamericano, las corporaciones del "agro-bussines" obstruyen
cualquier atisbo de la libre competencia en su propio terreno. El
secretario de comercio D. Evans ya declaró, que los subsidios al agro
por 97.000 millones de dólares al año que rigen en Estados Unidos "no
entrarán en la discusión del ALCA" [9]. Esta decisión no depende,
además, de las negociaciones con América Latina, sino de tratativas con
la Comunidad Europea para que reduzca subvenciones equivalentes. Si
esta pugna se mantiene irresuelta quedarán frustradas todas las
expectativas de los exportadores argentinos en el ALCA. Algunas
estimaciones ya anticipan que el saldo final de este convenio para la
Argentina sería un aumento del 30-35 % de las importaciones y una
reducción del 4 % de las exportaciones [10] El ALCA consagrará
definitivamente los derechos de patente, que tantos beneficios
proporcionaron. Finalmente, el ALCA autorizará a Estados Unidos a
continuar violando los convenios de protección al medio ambiente.
El NAFTA convirtió a varias zonas fronterizas de México en cloacas
tóxicas y se estima que el 40 % de los bosques en el estado de Guerrero
fueron destruidos como consecuencia del avance de la contaminación
[11]. El ALCA también promoverá una mayor flexibilidad salarial,
siguiendo el modelo implantado en las maquilas mexicanas.
Si se observan globalmente los efectos del acuerdo en todas las áreas
es indudable que el ALCA potenciará la dependencia del ciclo económico
regional de la evolución del PBI norteamericano acentuando la
vulnerabilidad de la actividad productiva zonal. EL FRACASO DEL
MERCOSUR.
De la forma en que está planeado actualmente el ALCA implica la
desaparición del Mercosur, porque la unión aduanera sub-regional no
puede subsistir dentro de una zona general de libre comercio. Para las
corporaciones norteamericanas el Mercosur constituye un terreno de
disputa con los rivales europeos y un marco ya obsoleto para la
protección de sus actividades con aranceles y subsidios nacionales o
regionales.
La intención estadounidense de fracturar la asociación sudamericana se
expresa nítidamente en las propuestas de acuerdos bilaterales con
Chile, que recientemente fueron extendidos a la Argentina. Pero la
situación de ambos países es muy diferente, porque Chile tiene una base
fabril estrecha y ha desarrollado un comercio complementario con
Estados Unidos a través de ventas mineras, frutícolas y madereras. En
cambio la Argentina todavía conserva cierto desarrollo industrial
propio, que sufriría un tiro de gracia con el ALCA [12].
Pero es indudable que toda la artillería de Estados Unidos está
dirigida contra Brasil, que detenta el mercado más apetecido y el
conglomerado industrial más autónomo de las corporaciones
norteamericanas. A diferencia de otras naciones, Brasil no puede
acomodarse al ALCA sin renunciar a las posiciones que ha conquistado en
todos los mercados. Por eso su gobierno rechaza adelantar el inicio
del acuerdo y busca en Venezuela un aliado estratégico.
Estas presiones disolventes acentúan la tendencia disgregadora interna
del Mercosur.
En su décimo aniversario el deterioro de esta asociación es reconocido
por todos sus promotores. No pudo avanzar en la formación de una
moneda común, ni en la creación de instituciones políticas y jurídicas
regionales.
Tampoco se afianzaron los acuerdos aduaneros porque el arancel común
nunca llegó a implantarse, no se forjó una instancia de arbitraje de
los conflictos y las divergencias en torno a los subsidios y sistemas
de compra gubernamentales no se resolvieron [13].
Pero estas diferencias se profundizaron con la reacción de cada país
frente a la crisis de su deuda. Mientras que Brasil optó por devaluar
el real y subir los aranceles, la Argentina apostó a la convertibilidad
y a la apertura. Toda la gama de economistas y políticos [14] que
continúan proponiendo "ingresar al ALCA desde el Mercosur", no logran
explicar como podría articularse esta negociación conjunta, si al cabo
de una década no se lograron acuerdos mucho más elementales.
Propuestas para el "otro mundo posible"
A diferencia de la Comunidad Europea el ALCA no crea zonas homogéneas,
porque ningún país retrasado tiende a aproximarse a la economía motriz
del acuerdo. No están previstas transferencias presupuestarias del
norte al sur y las brechas de nivel de vida que separan a cualquier
país latinoamericano de Estados Unidos se mantendrán. La causa de las
diferencias entre la Comunidad Europea y el ALCA son obvias: la primer
asociación se proyecta como un bloque dominante que desafía a Estados
Unidos, mientras que la segunda es una pieza de la dominación
norteamericana para enfrentar esta batalla. Por eso es muy adecuado
caracterizar a esta iniciativa como un proyecto imperialista y
recolonizador de América Latina. Si este proceso se consuma cambiará
por completo el carácter de la burguesía regional y quedará zanjada la
actual discusión teórica en torno a su naturaleza dependiente o
transnacional [15].
Lo que está a la vista es la incapacidad de la clase dominante
latinoamericana para encarar un proyecto integrador propio. Los pactos
andinos y centroamericanos experimentaron el mismo fracaso que ahora
protagoniza el Mercosur. Si durante todo el siglo XX las burguesías
regionales no pudieron desarrollar el programa bolivariano, en la
actualidad han perdido el interés en este objetivo porque su nivel de
asociación con el capital metropolitano es sustancialmente mayor.
Los diez años del Mercosur estuvieron también signados por atropellos
sin precedentes a las condiciones de vida de los trabajadores. En
lugar de regulaciones laborales comunes y medidas de protección a los
asalariados, en los países involucrados se multiplicó la precarización
laboral y el aumento del desempleo. Esta experiencia permite concluir
que un proyecto de integración genuina de los pueblos deberá partir de
otros principios.
En primer lugar deberá basarse en la satisfacción de reivindicaciones
básicas como el aumento del salario mínimo, el seguro al desempleo y la
gratuidad de la educación y la salud. Coordinar políticas para
alcanzar estos objetivos implica apuntalar la solidaridad y no la
competitividad, alentar la estabilidad laboral y no la movilidad del
capital, promover el mejoramiento del nivel de vida y no la eficiencia
de los negocios.
En segundo término no hay integración genuina sin remover el obstáculo
que interpone la deuda externa para el desarrollo sostenido como lo
demostraron las crisis mexicana de 1995, brasileña de 1998 y Argentina
de 2000-2001. La cesación de pagos destruye cualquier esfuerzo de
progreso regional y los interminables ajustes del FMI impiden una
reconstrucción complementaria de las deterioradas economías
latinoamericanas.
Finalmente, la integración debe estar concebida en perspectiva como
parte de un proceso de transformación socialista, porque el capitalismo
constituye un obstáculo insalvable para la superación de la condición
periférica de los países de la región. Existe una ligazón directa
entre el viejo sueño de la unidad latinoamericana y el establecimiento
de nuevas formas de propiedad y gestión colectiva de la economía.
El debate de estas propuestas se inserta en el nuevo clima político
internacional creado por las protestas contra la globalización. Los
negociadores del ALCA ya experimentaron directamente esta hostilidad
callejera en Buenos Aires y Quebec. Lo novedoso es que muchos
manifestantes ya no se limitan a proclamar que "otro mundo es posible",
sino que definen cuál es ese universo deseable y como puede ser
alcanzado.
-------
Notas
[2]Ver Bilbao Luis. "Democracia amurallada". Le Monde Diplo, mayo
2001, Buenos Aires.
[3]Ver Oppenheimer Andres. "Qué se espera para América Latina" (La Nación, 2 de enero de 2001, Buenos Aires), "La posible partición de las Américas" (La Nación 6 de agosto de 2000), "Geografía y cultura: ¿factores de progreso?" (La Nación 1 de agosto de 2000).
[4]Desarrollamos este tema en Katz Claudio. "Las nuevas turbulencias de la economía latinoamericana". Revista Periferias n 8, 2 do semestre de 2000, Buenos Aires.
[5] Grondona Mariano. "América Latina: ¿se salvará con el ALCA?" La Nación, 12 de abril de 2001.
[6] Edwards Sebastian. "El dólar no es la cura mágica" (Clarin 13 mayo de 2001).
[7] Barlow Maude. "Area del libre comercio y la amenaza para los programas sociales" The Councill of Canadians, www.canadians.org, abril 2001.
[8] IDEP. "Los capitales únicos ciudadanos del ALCA". Nosotros-ATE, marzo 2001, Buenos Aires.
[9] D.Evans. Página 12 , 10 de abril de 2001.
[10]Lucita Eduardo. ALCA un proyecto hegemónico. Realidad Económica 178, febrero- marzo 2001.
[11]Documento del "Comité Argentino contra el ALCA", marzo 2001, Buenos Aires.
[12]Cual será la posición definitiva de la Argentina es un misterio, porque el país se encuentra al borde de la cesación de pagos y de un eventual colapso deflacionario. Hasta tanto no se emerja de este caos perdurará la indefinición del gobierno en favor del Mercosur o del ALCA. En la crisis actual se adoptan medidas que parecen apuntalar una u otra opción, pero en realidad son medidas improvisadas que no persiguen ningún objetivo claro.
[13] Ver: Bouzas Roberto "El bloque puede desaparecer". Página 12 de abril de 2001.
[14] Bordenave Marcela. "Mercosur o ALCA". Pagina 12, 10 de abril de 2001 y Guadagni Alieto. "El ALCA desde el Mercosur". La Nación, 29 de marzo de 2001.
[15] James Petras sugiere que este cambio ya se ha producido. Rebelión 17 de marzo de 2001 y Página 12, 13 de mayo de 2001. --------------- Claudio Katz es economista, investigador y docente de la Universidad de Buenos Aires y del Conicet. Revista Realidad Económica Bs.As. (Arg)
[3]Ver Oppenheimer Andres. "Qué se espera para América Latina" (La Nación, 2 de enero de 2001, Buenos Aires), "La posible partición de las Américas" (La Nación 6 de agosto de 2000), "Geografía y cultura: ¿factores de progreso?" (La Nación 1 de agosto de 2000).
[4]Desarrollamos este tema en Katz Claudio. "Las nuevas turbulencias de la economía latinoamericana". Revista Periferias n 8, 2 do semestre de 2000, Buenos Aires.
[5] Grondona Mariano. "América Latina: ¿se salvará con el ALCA?" La Nación, 12 de abril de 2001.
[6] Edwards Sebastian. "El dólar no es la cura mágica" (Clarin 13 mayo de 2001).
[7] Barlow Maude. "Area del libre comercio y la amenaza para los programas sociales" The Councill of Canadians, www.canadians.org, abril 2001.
[8] IDEP. "Los capitales únicos ciudadanos del ALCA". Nosotros-ATE, marzo 2001, Buenos Aires.
[9] D.Evans. Página 12 , 10 de abril de 2001.
[10]Lucita Eduardo. ALCA un proyecto hegemónico. Realidad Económica 178, febrero- marzo 2001.
[11]Documento del "Comité Argentino contra el ALCA", marzo 2001, Buenos Aires.
[12]Cual será la posición definitiva de la Argentina es un misterio, porque el país se encuentra al borde de la cesación de pagos y de un eventual colapso deflacionario. Hasta tanto no se emerja de este caos perdurará la indefinición del gobierno en favor del Mercosur o del ALCA. En la crisis actual se adoptan medidas que parecen apuntalar una u otra opción, pero en realidad son medidas improvisadas que no persiguen ningún objetivo claro.
[13] Ver: Bouzas Roberto "El bloque puede desaparecer". Página 12 de abril de 2001.
[14] Bordenave Marcela. "Mercosur o ALCA". Pagina 12, 10 de abril de 2001 y Guadagni Alieto. "El ALCA desde el Mercosur". La Nación, 29 de marzo de 2001.
[15] James Petras sugiere que este cambio ya se ha producido. Rebelión 17 de marzo de 2001 y Página 12, 13 de mayo de 2001. --------------- Claudio Katz es economista, investigador y docente de la Universidad de Buenos Aires y del Conicet. Revista Realidad Económica Bs.As. (Arg)
https://www.alainet.org/es/articulo/106057
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