La "Ley Abascal": contra el trabajo

29/03/2005
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La anarquía económica de la sociedad capitalista
tal como existe hoy es, en mi opinión,
la verdadera fuente del mal.

“¿Por qué el Socialismo?”, Albert Einstein. El neoliberalismo medra a costa de los trabajadores Las cifras de los evaluadores y consultores coinciden en decirnos que todo va bien mientras se mantengan "sanos" los indicadores macroeconómicos: déficit primario, balanza comercial, inflación. No importa si eso se logra refrenando el afán de acumulación del capital o castigando el ingreso de los trabajadores; lo que cuenta es que se pague puntualmente la deuda externa. Presumen los neoliberales la estabilidad: no hay conflictos laborales visibles, lo que sugeriría satisfacción entre los asalariados. No dicen que las huelgas han sido fieramente reprimidas o artificialmente alargadas para dejar sin empleo a sus protagonistas. También fanfarronean los cultivadores del neoliberalismo que han traído la modernización; que las dificultades del mundo globalizado han sido sorteadas con éxito. No aclaran que han cedido girones de soberanía, a cambio de que el capital transnacional los deje participar - como socios minoritarios - en las ganancias. El perdedor neto es el trabajo. Su participación en el producto de la economía global ha descendido sensiblemente. Los niveles de vida de los asalariados se debilitan en la medida en que los dueños del capital atesoran mayor riqueza. Los gobiernos priístas y panistas se acomodan muy bien a las imposiciones neoliberales. Su vocación individualista y proempresarial los hace sentirse muy cómodos con las directrices del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional, que son los operadores de las grandes compañías que gobiernan al mundo. Por eso promueven la profundización de la "reforma del Estado" mandatada por el capital global. Una pieza fundamental es la reforma de las leyes protectoras del trabajo. Las órdenes vienen del imperio Los gobiernos obedientes a los dictados de los poderosos niegan su dependencia y continúan manejando un discurso de soberanía y autodeterminación. La verdad es que son fieles cumplidoras de órdenes. Seguramente habrá quién se extrañe de que Vicente Fox se ostente como continuador de lo hecho por su antecesor Ernesto Zedillo. No parece lógico que hable de 10 años de "buena política económica" (6 de Zedillo y 4 de él), cuando en su campaña afirmó que combatía a un régimen corrupto y saqueador del presupuesto público, plagado de víboras y tepocatas. La respuesta a este acertijo está en la relación con los bancos que mandan en el planeta. En efecto, en la Carta de Intención que firmaron el 15 de junio de 1999 Guillermo Ortiz Martínez como gobernador del Banco de México y José Angel Gurría, en su calidad de Secretario de Hacienda del Zedillismo, formalizaron una serie de compromisos que ratificaron los de Miguel de la Madrid y Carlos Salinas, y que se mantienen con Vicente Fox. A esa Carta anexaron un “Memorándum de Políticas Económicas y Finacieras”, que precisa las obligaciones del gobierno para con los organismos crediticios (y con el imperio norteamericano):”mantener políticas financieras sanas y continuar con las reformas estructurales...”. Esto se traduce, en el propio documento, en reducir los gastos distintos a intereses (los cuales se consideran sagrados) y avanzar en la privatización de entidades públicas. Cumplió la administración de Zedillo al entregar al capital extranjero las líneas ferroviarias y los servicios de puertos y aeropuertos. También conserva los salarios en condiciones infrahumanas, para “mantener la ventaja competitiva del país”. Asimismo, avanzó en el proceso de extranjerización de la banca, que ya pertenece en alrededor del 90 por ciento a consorcios transnacionales. Entre los pendientes que Zedillo heredó a Fox, están la entrega de la energía eléctrica a Estados Unidos, la liquidación de los sistemas de pensiones y las contrarreformas laboral y educativa. Las propuestas de Abascal Aunque el secretario del Trabajo de Fox lo niega, la cola de su propuesta de Ley laboral se le asoma por debajo del pantalón. Las principales “aportaciones” del censor de “Aura”, de Carlos Fuentes, son: 1.- Flexibilizar la jornada de trabajo, para que no sea necesariamente de ocho horas en el turno diurno, siete en el nocturno y siete y media en el mixto. Con ello, desaparecería el tiempo extra y sería factible que las partes en la relación laboral convinieran horarios acordes con las necesidades de la empresa. 2.- Los salarios deben depender de la productividad del trabajador y la competitividad de la empresa. Podría seguirse con mínimos absolutamente insuficientes como los actuales, pero el grueso de la percepción del trabajador debiera estar relacionada con os citados conceptos. 3.- Crear dos nuevos tipos de contrato, el temporal (por ejemplo, para el período navideño) y el por contratación inicial. Con ellos, se posibilitaría a los patrones mantener indefinidamente como aspirantes o aprendices a sus trabajadores. 4.- Hacer realidad la “polivalencia” del trabajador, al hablar de sus “labores o tareas conexas”. El patrón podría también establecer criterios de diferenciación entre los particulares, atendiendo a su presentación. 5.- Trasladar del patrón al trabajador la obligación de capacitarse. 6.- Sería causa de despido el maltrato del trabajador a los clientes del patrón. 7.- El trabajador ya no podría aportar todo tipo de pruebas en un juicio, según lo considerara necesario para su defensa. En lo sucesivo, las pruebas deberían corresponder al conflicto, a juicio de la Junta de Conciliación. 8.- En caso de despido, el trabajador deberá probar que es injustificado. 9.- Se daría paso a la calificación previa de la huelga y se suprimiría la huelga por solidaridad. 10.- Se suprimirían los sindicatos de oficios varios. En resumen, la “Ley Abascal” atenta contra los derechos de los trabajadores, que son considerados “excesivamente rígidos”. Se trata de favorecer la circulación y la reproducción del capital, sin importar que se dañe a los que venden su fuerza de trabajo y tienen cada vez menos certezas en la vida. Si a lo anterior sumamos el intento de acabar con las pensiones y jubilaciones a cargo de instituciones públicas, para pasarlas al régimen privado, nos daremos cuenta cabal de que el actual gobierno panista considera al trabajador como un enemigo.
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