Lucidez y sentimientos
01/08/2004
- Opinión
Las ceremonias fúnebres realizadas el sábado y el domingo ante
Líber Seregni han sido tan plenas de significación ética,
sentimental y política que merecen ser analizadas con
detenimiento. Intentaremos una primera aproximación.
La izquierda entrando por la puerta grande .
Izquierda en el Uruguay existía desde, por los menos, 1874 y
75. Sociedades de resistencia, sindicatos, grupos anarquistas
gallegos, italianos y rusos, centros socialistas y marxistas.
Después, ya en el siglo XX se organizaron en los partidos
clásicos, socialistas y comunistas. Durante decenios lucharon,
obtuvieron representaciones parlamentarias mínimas, organizaron
huelgas y denunciaron al fascismo y sus crímenes. Así fue
durante años, sin que los efectos de estas sacrificadas luchas
se reflejaran en las instituciones representativas.
Todavía en 1966, toda la izquierda junta, incluyendo a las
corrientes cristianas inspiradas en el Concilio Vaticano II, no
sobrepasaban el 10% del electorado. La representación, bien
calificada, por cierto, era pequeña porque además la izquierda
concurría a las urnas dividida. Pero en esos años, sobre todo
desde el 13 de junio de 1968, con Pacheco presidente, la
democracia uruguaya iniciaba su naufragio. El despotismo se fue
entronizando. Se afirmó un autoritarismo corporativo, colorado y
blanco, en el que no había lugar para los que todavía creían en
la democracia. Y así se fueron, Enrique Erro, el primero, Alba
Roballo, Zelmar Michelini, Francisco Rodríguez Camusso, de sus
respectivos lemas históricos, dispuestos a ensayar otro camino.
La vieja izquierda, hasta los sesenta más bien raleada y
dividida, creció, maduró, dio sus primeros pasos en la unidad
sindical con la CNT y dio su sangre en los enfrentamientos
"entre la libertad y el despotismo". Hasta marzo del 71, el
escenario político había sido monopolio de blancos y colorados.
El bipartidismo parecía eterno.
Entre febrero y marzo de 1971 se acordaron las bases del Frente
Amplio, sobre las que algunas personalidades y algunas fuerzas
políticas, como Carlos Quijano, Héctor Rodríguez y entre los
partidos especialmente el PCU, venían trabajando desde hacía un
tiempo. El telón de fondo era la lucha contra la oligarquía, y
el programa de la CNT y Congreso del Pueblo.
Fue a ese conglomerado, al principio débil y heterogéneo, que
presidió Seregni. Y ese día, empezó el fin, el demasiado largo
fin, del bipartidismo conservador y engañoso.
Presentado en sociedad el 26 de marzo, el FA ingresó a la vida
política del país por la puerta grande. Llegó para quedarse. Se
quedó para crecer, para cumplir con su destino de instrumento
para los cambios. Con Seregni a la cabeza, en la disputa "por el
gobierno y el poder", como se decía entonces.
El general prestigioso, que rompía con el despotismo de Pacheco,
al frente de la izquierda excluida, de los rebeldes de los
viejos partidos, de los simpatizantes de la guerrilla.
La gente de izquierda abrió su corazón a aquel militar valeroso
y desafiante, lleno de energía y también dispuesto a construir
la unidad política de todas las izquierdas.
El odio contra los justos
En los años que siguieron, a las derechas revanchistas, que no
se resignaron al paso dado por el General, les llegó la hora de
la venganza, y sobrevino la prisión, el juicio grotesco y el
largo encarcelamiento de aquel hombre de orden y de paz.
A esa altura había miles de presos y decenas de miles que ya
habían pasado por las prisiones o por los cuarteles convertidos
en cárceles. De todas las injusticias de aquellos años, junto
con el asesinato de Zelmar y el Toba, la perpetrada contra
Seregni fue la que más disgusto e indignación suscitó, la que
adquirió mayor fuerza simbólica. Su martirio condensaba el de
toda la izquierda uruguaya. Su lealtad a la causa
frenteamplista, en las horas más duras, selló la adhesión
inmensa que le brindó su gente.
Por ser presidente del Frente Amplio, por el coraje de haber
enfrentado, junto con Licandro, Zufriateguy y otras decenas de
oficiales frentistas, el atropello a las instituciones que
consumaban los mandos militares golpistas.
Su prisión fue vivida por el pueblo como una injusticia
intolerable y la lucha por su libertad como una de las primeras
tareas de las acciones de resistencia a la dictadura. En eso
hubo cientos o miles de uruguayos militando. Circulando papeles
prohibidos, gritando desde los muros. Arriesgando prisión y
castigo por hacerlo.
Intentando "recuperar" a Seregni.
Hacia el final de la dictadura y en el período de transición,
algunos políticos no digo inteligentes sino experimentados
(fríos, descreídos, pragmáticos) del coloradismo, como
Sanguinetti, Marchesano y otros, se hicieron ilusión que podrían
arrancar a Seregni y a otros compañeros del FA de sus
solidaridades históricas con la izquierda.
Y hubo un intento prolongado de "cooptarlo", de tentarlo a
experiencias que lo condujeran a distanciarse de la izquierda
más radical y más peleadora, los "marxistas y los subversivos"
que formaban (y formamos hasta hoy) parte del FA.
Hubo algunos, en ese momento electoralmente fuertes, que
creyeron en eso y salieron del FA para fórmulas de gobierno con
el coloradismo de Sanguinetti.
Ya entonces, segunda mitad de los 80, Seregni insistía en la
necesidad de un gobierno de la izquierda, "el FA como opción de
gobierno y de poder" y con esa estrategia y sus viejas lealtades
se quedó del lado de adentro del FA, ayudando a construir sus
victorias.
En el corazón de los humildes
Cuando por entonces Seregni caminaba por Montevideo, mucha gente
humilde se acercaba a saludarlo y a mostrarle a sus hijos, niños
o adolescentes. Después de ese abrazo los niños o los muchachos
ya no se sentirían igual, habían visto y los había besado
Seregni. Tampoco sus padres, abarcados en la sonrisa y en la
cordialidad del General. Pero tampoco Seregni permanecía igual.
Cuando cada día, a cada hora, de año en año, se acercaban los
hijos o los nietos de aquellos que habían salidos a escribir
"libertad para Seregni" y que ahora celebraban conocerlo, verlo
libre y sonriente, su presidente y su candidato, más se
estrechaba y se soldaba el sentimiento de pertenencia, de los
unos, los frenteamplistas y del otro, su conductor.
Reconocimiento, fraternidad, respeto, orgullo mutuo, del líder y
de su gente. ¿Cómo deshacer esa fusión?
Estuvieron años intentando. Pero el militar que, a
contracorriente, había jurado defender la libertad y estuvo 10
años preso por hacerlo, había jurado también su unión
indisoluble con la izquierda. Y allí estuvo hasta el final,
agitando su bandera, la de Otorgués, desde el balcón de su casa
en la calle 18 de julio, hace apenas unas semanas. Antes, en el
Congreso del Frente, firme y sonriente, en breve y magistral
discurso había dado su apoyo irrestricto a la candidatura de
Vázquez y Nin.
El legado ético
En el velatorio y el cortejo que lo llevó a su tumba, el dolor y
la serenidad de la multitud, el sentimiento de orgullo por la
gallardía moral del hombre que se marchaba, mostró otro rostro
del pueblo uruguayo. De los frenteamplistas y también de los
otros que se acercaron a despedirlo: el sentimiento de una
comunidad moral y sentimental, de una mutua y prolongada lealtad
y una confiada certidumbre política.
No solo la de que los frenteamplistas no defraudaremos a Seregni
ni a los otros nuestros muertos. Sino que, además, vamos serenos
a una victoria, por el gobierno y por el poder, que lo tuvo
entre sus principales constructores, en la alegría de la
fundación, los dolores del calvario y en las complejidades y
vaivenes de la lucha que se reinicia cada día. Y que lo hacemos
con la herencia de integridad, de altura moral y de firmeza
calma en la que vivió y que nos legó Seregni.
* Hugo Cores es dirigente del PVP/Frente Amplio. Publicado en
La República -lunes 2 de agosto-2004
https://www.alainet.org/es/active/6508
Del mismo autor
- Por nuevos avances en verdad y justicia 04/12/2006
- Una ley injusta, heredada de un pasado siniestro 27/11/2006
- Opiniones latinoamericanas contra los TLCs 20/11/2006
- Ecos de la Cumbre 06/11/2006
- La derecha realizó un ensayo general 28/10/2006
- La derecha sube la apuesta 22/10/2006
- Los que en Punta Cala aplaudían, hoy dicen que es dictadura 15/10/2006
- Elecciones internas de la izquierda: los logros y los desafíos 12/10/2006
- Las tensiones que afloran convocan al debate y a la movilización 08/10/2006
- La experiencia del PT de Brasil: enseñanzas para frenteamplistas 01/10/2006