Francisco: Gestos individuales y cambios estructurales

19/03/2013
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La crisis por la que atraviesa un catolicismo romano, integralista y con escándalos públicos es el telón de fondo en la elección del Papa que, como escribió un periodista en el diario de mayor difusión en Argentina, dirimía entre conservadores y ultraconservadores. Los actores ligados al mundo de los pobres y los olvidados de la historia no estaban presentes en el conclave, ya que fueron acusados de malinterpretar el Concilio Vaticano II. Por lo tanto, el elegido debía ser capaz de enfrentar la “dictadura del relativismo, del subjetivismo y constructivismo, especialmente de género” que –se afirma- quiere “destruir los valores del catolicismo”. El Papa Francisco responde estructuralmente a esta lógica.
 
Por otro lado las trayectorias de las personas tienen también influencia. En el caso de Jorge Bergoglio hay una gran discusión sobre su relación con la dictadura militar. En nuestro país las dictaduras fueron civiles, militares y católicas. Catolicismo y militarismo tuvieron –salvo honrosas excepciones- vínculos profundos. Se responsabiliza al superior de los Jesuitas (Bergoglio) de complicidad en la tortura y cautiverio de los sacerdotes Yorio y Jalicks, criterio que comparto. Orlando Yorio y Emilio Mignone me manifestaron su convicción en el mismo sentido. Si bien no hay acusación legal, tampoco hubo arrepentimiento público sobre las complicidades con las víctimas del terrorismo de estado.
 
Como arzobispo de Buenos Aires y presidente de la Conferencia Episcopal ejerció una administración prolija frente a los escándalos de su predecesor. Su comportamiento fue austero y sencillo y varios de sus sacerdotes lo definen como una persona cercana. Su reafirmación identitaria de certezas se manifestó en la ausencia de innovación teológica y pastoral y en un enfrentamiento con las demandas sociales de ampliación de derechos, en especial de mujeres, colectivos de diversidad sexual y nuevas formas de vida familiar. Fue sensible al sufrimiento de las víctimas de catástrofes de fuerte repercusión pública. Su manera de entender la modernidad católica es asociarla con la identidad nacional y lo lleva a establecer fuertes relaciones con el Estado y los grupos de poder para llevar adelante su misión. Es la politización de lo religioso y la catolización de lo político. En esto es bien católico romano.
 
Como Papa tendrá que definir sus prioridades. O ser interlocutor de los estados en el capitalismo globalizado. O resolver los problemas teológico-pastorales de católicos desinstitucionalizados que creen “por su propia cuenta” y exigen cambios en las opciones dominantes con apertura y pluralidad. O hacer cambios estructurales en la curia romana dejando atrás el moderno estado del Vaticano con nuncios, bancos e información confidencial. O todo a la vez.
 
Su humildad, sencillez y ascetismo son signos visibles muy valorados, como lo fueron en Juan Pablo II. Son gestos individuales que pueden o no traducirse en los necesarios y urgentes cambios en la estructura eclesial.
 
La figura de Francisco, el primer Papa argentino y latinoamericano, crea un nuevo escenario en la región. Las posturas rígidas respecto de temas controvertidos pueden crear nuevos conflictos entre la sociedad, el Estado y la institución católica. Un signo alentador de compromiso con los derechos humanos sería abrir los archivos y ordenar a todos los miembros de la Iglesia que informen todo dato relativo a la represión, en particular sobre los niños desaparecidos. También que el Papa Francisco visite la casa de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, testimonios vivos de las víctimas en Argentina.
 
- Dr. Fortunato Mallimaci es profesor de la UBA e investigador del CONICET.
 
 
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