Con un gobierno de izquierda: sin obediencia debida a las recetas neoliberales
17/05/2004
- Opinión
Pese a la cantidad de dilemas que pronto tendremos que
enfrentar, como uruguayos y como gente de izquierda, no
son muchos los debates que se han ido desarrollando y a
menudo cuesta establecer desde dónde ordenamos nuestros
puntos de vista.
En general procuro opinar sobre aquellas cuestiones que,
desde la acción política, se pueden abordar.
En la orden del día, entre otras, están las elecciones
internas. Imposible pensarlas separadas de las elecciones
generales de octubre pues las internas se desarrollan
bajo la interrogante que hará el Frente Amplio y sus
aliados en caso de ganar, como aplicará su programa, qué
puntos tendrán prioridad.
Ahora bien, ¿cómo es vista la elección de octubre? ¿En
que terreno intenta ponerla la derecha?
De acuerdo a ciertas miradas, parecería que la primera
vuelta de la elección presidencial es algo así como un "
examen de admisión". Una prueba para acceder al derecho a
ser examinado por distintos tribunales.
¿Cuáles serían esos tribunales? Las instituciones
internas e internacionales que tienen un poder propio,
sea económico o político, no porque sus autoridades hayan
sido elegidas democráticamente sino por el lugar que
ocupan de facto en la sociedad globalizada.
Son, por ejemplo, el Fondo Monetario, el Banco Mundial,
las consultoras internacionales, los posibles inversores.
En el plano interno, las cúpulas de la burocracia
estatal, los mandos militares, los encargados de
determinar el contenido de los informativos en la
televisión.
Ahora bien esos seudo tribunales, esas "mesas de examen"
no nos son desconocidas.
De acuerdo a lo que sabemos, esas instituciones, aunque
tienen una importancia que no se puede desconocer, si
miramos el papel que pretenden jugar, concluimos que
carecen de la legitimidad que se arrogan.
No están facultadas para cumplir ningún rol con relación
a las decisiones que quiera adoptar el pueblo uruguayo a
través de un gobierno elegido democráticamente. Sobre eso
no debemos tener la menor vacilación, por mucho que la
derecha, y los vacilantes, intenten convencernos que es
de "sentido común" someterse a esos "poderes fácticos"
existentes.
En realidad, todo lo que en Latinoamérica se ha hecho a
favor del pueblo se hizo, seamos concientes,
desobedeciendo esas recetas, enfrentando la lógica de
adaptación a lo que pide y exige el gran capital y sus
socios.
Lo que ha hecho Chávez en Venezuela y Kirchner en
Argentina ha sido así. Lo que ha hecho -y hace Fidel.
Y al hacerlo han tenido una conducta no solo defensa de
los intereses nacionales de sus pueblos sino una práctica
auténticamente democrática, a favor de los intereses y de
la voluntad de las grandes mayorías.
De lo contrario, si los factores de poder externo
pudieran bloquear o torcer la voluntad expresada en las
elecciones, si eso ocurriera, estaríamos asistiendo a un
despojo, nos estarían estafando nuestro destino.
¿Por qué decimos que esos pretendidos arbitrantes carecen
de legitimidad?
Por que no son neutrales. Son los tribunales amigos del
caballo del comisario.
Son los que en Argentina apostaron por Menem, en Brasil
por Collor de Melo y en Venezuela quisieron y quieren
desplazar a Hugo Chávez mediante un golpe de estado.
Son los amigos del gobierno de Jorge Batlle. Los que lo
respaldan y lo usan.
El pasado jueves, una avanzadilla del FMI vino a
Montevideo a entrevistarse con economistas del Frente
Amplio. No deja de ser un reconocimiento. Se hizo bien en
recibirlos y hacer que ellos, que habían pedido la
entrevista, concurrieran a nuestro local partidario en la
calle Colonia.
Y se hizo bien, de acuerdo a la crónica de La República,
cuando los economistas del FA no adelantaron ningún
criterio acerca de cómo hará un gobierno progresista para
enfrentar la herencia insondable que dejan los
neoliberales.
Pero si los frentistas estuvieron parcos, los del FMI no
tanto. Explicaron a la prensa algunas cosas que vienen a
cuento con lo que decíamos más arriba: los funcionarios
del Fondo están locos de contento con la política seguida
por el este gobierno. A ellos no se les mueve un pelo que
la producción industrial haya caído un 40% en los últimos
cinco años. Que en Uruguay haya 100 mil empleos menos. Y
que el ingreso en los hogares trabajadores haya
descendido un 30%. No les preocupa que la deuda pública
haya alcanzado un volumen que supera la producción de
todo el año y que los intereses de esa deuda se coman el
20% del Presupuesto General de Gastos e Inversiones del
país.
Nada eso es asunto de ellos. Como tampoco fue
preocupación de los últimos gobiernos colorados y
blancos.
Las cuentas del Estado cierran, la miseria popular
arrecia. Por razones obvias, ese paradigma no será el de
un gobierno progresista. Y esa opción supone asumir,
desde ahora, una línea que incluya entre las previsiones
todas las consecuencias de no aceptar la "obediencia
debida" a los que detentan el privilegio, a la diplomacia
norteamericana, a los organismos internacionales
mencionados. A los trasnochados pero aun poderosos
jerarcas militares que todavía en los actos patrióticos
defienden la Doctrina de la Seguridad Nacional, que
defienden el golpe de Estado.
Batlle ha dicho que seguirá "gobernando" hasta el 1º de
marzo del 2005, que para eso fue elegido. A partir de ahí
se siente que puede desconocer, entregando nuevas bandas
de telefonía celular, el plebiscito contra las
privatizaciones del 13 de diciembre de 1992 y las más de
700 mil firmas contra los artículos 612 y 613 del
Presupuesto nacional que abrían paso a nuevas
privatizaciones en Antel. Tampoco se da por enterado que
algo quiso decir el pueblo uruguayo el 7 de diciembre
cuando rechazó la ley de Ancap.
Formalmente su gobierno tiene legitimidad constitucional
hasta el 1 de marzo de año próximo. Por un mínimo de
responsabilidad y honestidad política, Batlle y su
gobierno debieran abstenerse de adoptar resoluciones que
pesarán, sobre todo, en la gestión de la nueva
administración. No debieran seguir engordando la herencia
maldita con más nombramientos de altos sueldos
gerenciales o diplomáticos. Ni con más privatizaciones.
En sentido contrario, el ejercicio constitucional de la
soberanía hace que debamos rechazar desde ya cualquier
intento por recortar, con imposiciones de la índole que
sea, el ejercicio del gobierno por las fuerzas políticas
del cambio.
El nuevo gobierno, nacido del pronunciamiento democrático
del pueblo uruguayo, no aceptará otra obediencia que a la
que se comprometa con la ciudadanía.
¿Qué otra cosa sino eso es la democracia?
No estamos diciendo nada nuevo. Simplemente algo que,
actualmente, no se dice demasiado. Como gente de
izquierda tenemos una larga historia de lucha contra las
fuerzas que se oponen a los cambios y a las mejoras
sociales.
Este debate está presente en los contenidos y los estilos
que exhiben las distintas fuerzas de izquierda que
participan en las elecciones internas de los partidos.
Cortar amarras con el pasado de sumisión va a requerir
energías. Energías que solo pueden crearse y madurar a
partir de la movilización democrática. La marcha del
próximo jueves por Verdad y Justicia, será una de ellas.
Pero en el firmamento social y político del país están
planteadas otras confrontaciones con el inmovilismo y la
resignación, esos enemigos solapados y silenciosos. Ese
inmovilismo y esa resignación que a veces se disfrazan
con los trajes de calle del "realismo" o la "madurez
política".
* Hugo Cores es dirigente del Partido por la Victoria del
Pueblo-Unión Frenteamplista. Uruguay
https://www.alainet.org/es/active/6153
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