La lucha política no es un juego de ajedrez

27/04/2004
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  • Opinión
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Los frenteamplistas estamos preocupados. Muchos nos preguntamos si no se nos estarán escapando de las manos las posibilidades de nuestra merecida victoria En la edición del domingo de El Observador, Oscar Bottinelli realiza algunas consideraciones interesantes acerca de cuál sería el factor determinante en la lucha por el gobierno en las próximas elecciones. Sobre la base de una cita del "maestro de ajedrez Eugenio Znosko-Borovsky" sostiene que "el que gana la partida es el que comete menos errores". La nota de Bottinelli es más rica que esta metáfora y él es un analista serio cuyo pensamiento siempre es bueno conocer De todos modos, como el razonamiento basado en la analogía con el ajedrez lo he oído en boca de algunos frenteamplistas, creo que vale la pena realizar algunas reflexiones sobre el asunto Empecemos por decir que cuando el aparato mediático en un país está en manos de un grupo reducido de adversarios, cualquier iniciativa política, cualquier expresión de pensamiento puede ser caricaturizada y obligar por tanto a gastar energías en rectificar, dando siempre la impresión que se vacila o que la incertidumbre será el signo de nuestro accionar futuro. Sin ningún recato, a ese procedimiento acuden los presidentes más inseguros que ha tenido el país, los que juraron no poner más impuestos y llovieron y los que privatizaron y desmantelaron el Estado y la industria nacional después de haber prometido defenderla, como Sanguinetti Aplicando la ecuación del ajedrecista lo mejor sería flotar en silencio o si hablamos manejar consideraciones generales de escasa capacidad persuasiva. Pero hay otra razón por la cual la metáfora del ajedrez no me parece adecuada. En la tabla, cada pieza tiene asignadas unas posibilidades de acción fijadas en reglas inamovibles convenidas de ante mano. El alfil cruza y el caballo salta, los peones avanzan de a uno y la dama todo lo alcanza. Las piezas no tienen memoria. Carecen de estado de ánimo. No sufren desalientos ni las debilitan las confusiones. Los alfiles no rivalizan ni las torres se desgastan por haber sido jaqueadas. La lucha política no es así, en ella los datos cambian, el corazón y la cabeza de la gente cambia, de acuerdo al peso de las circunstancias. Circunstancias que nosotros mismos, con nuestra acción, podemos generar. A mediados del 2002, cuando se inició la recolección de firmas contra la ley de Ancap, la acción militante de quienes promovían el recurso del referéndum era débil. Con Astori jugando del lado del gobierno, contra todos los blancos y todos los colorados y con casi todo el oligopolio mediático contra, las chances parecían peliagudas. Y aunque el número de firmas crecía, siguió siendo débil durante muchos meses. Después vino la crisis financiera, la devaluación y el corralito La constatación reiterada de adónde lleva el neoliberalismo ululante de los partidos conservadores A partir de entonces, la iniciativa del FA cobró mayor significación; cada vez más la acción de los frentistas aliados a las organizaciones sociales se convirtió en un punto de referencia para la protesta cívica A mediados del 2003, el crecimiento del apoyo cívico al voto rosado tomó un ritmo acelerado. Decenas de dirigentes intermedios de los partidos tradicionales se sintieron convocados por la iniciativa frentista y se sumaron a la correntada. El FA y el PIT- CNT eran representativos del interés popular y nacional frente al neoliberalismo inflexible de Lacalle, Batlle y Sanguinetti El pueblo frenteamplista, los trabajadores o ex, convocados por sus sindicatos, por los cooperativistas de FUCVAM, no eran los mismos en el 2001 que a fines del 2003. La movilización había aumentado el número de los políticamente activos y había acrecentado el entusiasmo por obtener firmas y ganar el referéndum Este cambio lo vimos transcurrir ante nuestros propios ojos. De la apatía a la militancia. De la resignación a la organización y la lucha cívica. De ser pocos, a ser la gran mayoría que luego mostraron las urnas el 7 de diciembre Esta experiencia no es nueva. Siempre ha sido así. Cómo se explica la bravura con que se peleó en las guerras por la independencia. ¿Con la apatía política de los criollos, los mulatos y los indios en el siglo XVIII? O porque hubo un proceso por el cual ese demos se fue transformando a sí mismo, ganando confianza en sus fuerzas y en las posibilidades de hacer nacer repúblicas independientes y soberanas. Si fuera por la lógica del ajedrez todavía viviríamos bajo la corona de España Lo mismo se podría decir de todos los movimiento populares que lograron las mejoras sociales en el país en otros tiempos. Finalmente, Znosko-Borovsky, el maestro citado por Bottinelli es un especialista en finales, en finales de ajedrez. Nuestra lucha política como frenteamplistas no se termina en el triunfo electoral del 31 de octubre. Ese es apenas el principio. Luego vendrá el buen gobierno, para lo cual serán más necesarios que nunca los hombres y mujeres que componen la parte activa, crítica y militante de nuestro Frente Amplio. Esos a los que la apatía política neutraliza y en cambio crecen y se multiplican con las iniciativas y la lucha democrática. * Hugo Cores es secretario general del PVP.
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