Hermanos contra hermanos
19/09/2012
- Opinión
En cierta ocasión observé a dos hermanos agarrarse a golpes y la pelea que de inicio fue moderada, acabó a cuchilladas hasta provocar llanto colectivo. El dato no sería escandaloso de no ser porque el desdichado observador de esa pelea, era el padre de ambos, quien al ver desangrar a sus hijos, renegó de su mismísima existencia.
En parecida situación nos colocaron los mineros cooperativistas y asalariados a todos los bolivianos. Si bien tenemos una idea del conflicto, es difícil tomar partido por alguno de los grupos, porque a ambos les asiste el derecho de acceder a la explotación de la veta Rosario, que es la aparente causa del conflicto.
El hecho afecta a todo el país porque no estamos hablando de la lucha de una nación contra otra nación ajena o diferente, sino de hermanos que viven en la misma región, viven de la misma actividad y en muchos casos nacieron de un mismo vientre.
Hay que hacer un esfuerzo supremo para entender fenómenos como el que enfrentan los mineros de Colquiri. Dos bandos que pelean por una veta que da, no solo para que vivan cinco poblados, sino cincuenta.
Los dinamitazos de estos días provocan confusión. Entre los años 40 y 80 los mineros vanguardizaron la lucha por los recursos naturales. Esa misma bandera levantaron los cooperativistas entre el 2000 y 2005, pero sucede que años después echan por la borda esos heroicos gestos y los dinamitazos hoy solo sirven para cuidar el apetito sectorial.
Asimilar la naturaleza humana es ardua tarea. Durante todo el ciclo de la minería, 1920-1980, los mineros bolivianos dieron a todo el mundo lecciones de generosidad y solidaridad con los pueblos.
Cuando Santa Cruz o Beni producían muy poco, los mineros dejaron que parte de las ganancias por la venta de minerales, financien el desarrollo de esas descuidadas regiones.
Durante décadas compartieron las ganancias de sus minas con muchos otros pueblos de los valles y el oriente boliviano y por eso la memoria larga indica que ellos tienen un lugar en el corazón de los bolivianos.
Pero sucede que de cuando en cuando los humanos tenemos que luchar contra la propia naturaleza humana. El deseo de acaparar, o agarrar la parte del león es un tanto irrefrenable, pues las reglas mismas de la sociedad en que vivimos estimulan la posesión de bienes.
Por lo que tiene la veta Rosario, no sólo cooperativistas y asalariados deberían estar felices, sino también los habitantes de La Paz y el país, porque el beneficio de uno u otro modo llega a todos, así como para todos los ancianos del país alcanza la riqueza que el país hoy capta por la venta de los recursos naturales.
Es necesario resituar las cosas. Hoy Bolivia es un Estado social, lo que quiere decir que desde el Estado se regula el acceso al empleo, la riqueza y los recursos que emanan de la tierra.
La riqueza y la generosidad de la Madre Tierra ha traído prosperidad a toda la sociedad boliviana, porque de otro modo no se podría entender que el gas que produce Tarija, Cochabamba, Chuquisaca y Santa Cruz , también dé para ayudar con el Juancito Pinto a los niños del área rural de Potosí, Oruro y Pando.
Razonar como idiotas egoístas puede ser lapidario para cooperativistas y asalariados. Si este tipo de reivindicaciones sectoriales se extiende a otros sectores y cada cual se juega por lo suyo, retornamos al terreno de la alta conflictividad, diluyéndose la posibilidad de mirar al futuro.
Sobre la base de una clara noción de lo que es compartir, el gobierno debe realizar los esfuerzos necesarios para extender y profundizar este análisis, primero con los mineros y luego con toda la sociedad boliviana.
Hoy Bolivia tiene en el Estado un árbitro que está realizando todos los esfuerzos para obrar con equidad y justicia.
Con un árbitro de esas características está abierto el camino para generar riqueza pero teniendo claro que no habrá riqueza que se justifique, sino es de modo compartido.
- Grover Cardozo A. es periodista y abogado boliviano. Ex director de la Agencia Boliviana de Información./ABI
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