Petróleo, guerra y paz
12/08/2003
- Opinión
Una política petrolera nacional y redistributiva, debe ser el
resultado de un gran acuerdo político y social de los colombianos
en el marco de un sólido proceso de paz
La posesión de hidrocarburos tiene un carácter estratégico en la
geopolítica mundial actual. El petróleo se está agotando y el
cambio tecnológico con energías alternativas esta lejos todavía. El
motor del imperio necesita petróleo. La tendencia es la de
controlar las fuentes de recursos carboníferos, gasíferos y
petrolíferos por parte de los grandes consumidores y las
multinacionales del negocio energético, aplicando una perversa
combinación de presiones económicas, políticas y militares, además
de las conocidas maniobras del saqueo de los recursos a través de
la clientelización y corrupción de las oligarquías locales en los
países clientes como Colombia.
La antipolítica colombiana
En Colombia la renta petrolera ha servido como un especie de caja
mayor de la dictadura presidencial (un pequeño grupo de tecnócratas
bajo la férula del presidente deciden como feriar nuestro recurso),
que periódicamente libera de los aprietos fiscales al régimen, a
tal punto que sin ser un país petrolero, el 35 % de las
exportaciones pertenecen a este rubro, y las transferencias anuales
de ECOPETROL a la nación superan los 5 billones de pesos. No
obstante, los designios del Consenso de Washington, aplicados en
Colombia a través de las imposiciones del Banco Mundial y del FMI
exigen la privatización de la renta petrolera y energética.
De tal forma hemos asistido a un proceso de liberalización
camuflada a través de la privatización de las rentas energéticas.
Se modificaron los contratos de asociación para beneficiar a las
multinacionales mediante resoluciones de la Junta Directiva de
ECOPETROL, se privatizó la distribución minorista de refinados y
parte del sector del gas natural y se reformó la ley de regalías
perjudicando a las regiones, concentrando mucho más el manejo de la
renta petrolera, otra vez a favor de las multinacionales.
Lo anterior quiere decir que en un contrato de asociación, según
los términos actuales, para un proyecto como el de Cusiana, con la
participación de tan solo el 30 % para ECOPETROL, el país pierde
utilidades por US$1.570 millones. Para el mismo ejemplo, con la
reforma de regalías las regiones pierden US$110 millones durante
todo el tiempo de vida del contrato. Esto quiere decir menos
distribución de nuestra riqueza, más expoliación y más pobreza.
Uribe destruye ECOPETROL
Con la llegada de AUV al poder se concretan las aspiraciones del
capital multinacional energético en Colombia, mediante el decreto
1760 del 2003 se empieza a "reestructurar" a ECOPETROL con el fin
de acabarla, se le quitan actividades que definen la política
petrolera y por lo tanto ingresos para el país, se le
descapitaliza, pues se le despoja de sus activos más valiosos
incluyendo el inventario de información geológica. ECOPETROL deja
ser una empresa industrial y comercial del Estado y pasa a ser una
sociedad de acciones, lo que en la práctica es el abrebocas para su
privatización.
A la nueva ECOPETROL S.A. le quedan los viejos yacimientos, con
altos costos de producción, refinerías en muy mal estado y la
imposibilidad de explorar por falta de presupuesto. El manejo de la
empresa seguirá en las manos de la presidencia y del ministerio de
Minas. El ministerio de hacienda continuará tapando el hueco fiscal
estructural con las utilidades de la empresa sin invertir en su
modernización. Será difícil que logre competir con la
multinacionales, no habrán nuevas reservas, habrá exceso de costos
y sin nuevos ingresos la estatal petrolera finalmente será vendida
con coima de por medio, como vendieron lo que le quedaba a Colombia
de la mina del Cerrejón, por 380 millones de dólares, cuando esa
participación vale actualmente más de US$ 1.500 millones.
La recién creada Agencia Nacional de Hidrocarburos – ANH, bajo el
mando del presidente, será otra nueva institución clientelista del
régimen, que asegurará los intereses de las multinacionales y el
aumento de sus beneficios, se teme que por esta vía los términos de
los contratos de asociación desmejoren todavía más de los actuales
70 % para la multinacional y 30% para la nación y que incluso se
regrese a la práctica colonialista de la concesión, que significa
la entrega de nuestros recursos al imperio a cambio de una pequeña
"regalía". En tal sentido ya empezó una campaña mediática sobre la
inminente importación de petróleo, promoviendo a su vez nuevos y
mejores incentivos para las multinacionales. Se dice que el país
dejará de recibir US$ 6.500 millones por la pérdida de la
autosuficiencia petrolera durante los próximos 10 años y que la
caída de las reservas es del orden del 37 % en tan solo 6 años,
hasta contar con 1.600 millones de barriles, con una producción
anual a la baja de 578.000 barriles en el 2002.
De lo expuesto hasta el momento la cuestión que nos asalta es ¿en
qué ha beneficiado la renta petrolera a las clases populares del
país? ¿Quién se ha adueñado de esta renta y quien se quedará con
ella durante los próximos años? La política petrolera colombiana
hasta el momento ha tenido un carácter antinacional y un nivel
precario de redistribución de la renta, lo que se expresa
contradictoriamente en el aumento de la pobreza y la pauperización
en regiones ricas en recursos como Casanare y Arauca. Esta política
ha excluido y marginalizado, ha polarizado mucho más el conflicto
político y social; y lo que es más grave aún, ha propiciado la
intervención político militar de los estados Unidos en el conflicto
colombiano. El Plan Colombia después de envenenar a todo el país
con glifosato, entra progresivamente a cumplir con su objetivo
fundamental, el de asegurar el flujo de recursos energéticos
estratégicos hacia los Estados Unidos y Europa.
Sangre por petróleo
Una política petrolera nacional y redistributiva, debe ser el
resultado de un gran acuerdo político y social de los colombianos
en el marco de un sólido proceso de paz, solo de esta manera el
petróleo dejará de ser la inyección de la explosión de la guerra y
pasará a ser un importante recurso para la construcción de la paz.
En el Arauca petrolero, pese a la militarización con 7.000 hombres,
los millones de dólares y la asesoría de militares y mercenarios
del Imperio, la espiral de la guerra no se ha contraído, sino que
por el contrario se ha expandido, las guerrillas han logrado crecer
y mantenerse militarmente, se combate a diario con muchos muertos,
en su mayoría soldados, sin que apenas lo sepamos. La política de
"seguridad democrática" persigue a civiles, los encarcela y los
hace ver como guerrilleros, el paramilitarismo ha asesinado a más
de 150 personas en el casco urbano del Municipio de Tame durante
este año.
Durante su reciente visita a Arauca AUV expresó, que "ningún
territorio está vedado para el Estado" y anunció las fumigaciones y
la derrota militar de la guerrilla. Mientras se escuchaban sus
palabras por televisión, Saravena se estremecía por el estallido de
las granadas y de los cilindros bomba, el traqueteo de los fusiles
llegaba desde las afueras del pueblo, tres torres de energía habían
sido voladas y más colombianos derramaban su sangre,
paradójicamente, por su petróleo. Mientras tanto en las zonas
rurales de Tame, Fortul y Saravena se concluía un proyecto de
exploración petrolera contratado por la multinacional española
Repsol, en el bloque San Miguel – Capachos. ¿Una esperanza o una
nueva tragedia?
* Cesar Jerez / Prensa Rural
https://www.alainet.org/es/active/4272
Del mismo autor
- La violencia política y la administración distrital de Bogotá 06/09/2006
- Estado panóptico 04/05/2004
- Petróleo, guerra y paz 12/08/2003
- El revés de los Derechos Humanos 11/05/2003