Infiltrados
23/07/2008
- Opinión
“Infiltrado, da: 1. adj. y s. [Persona] que se ha introducido subrepticiamente en un lugar o en una organización para llevar a cabo una acción encubierta…”
Las luchas por cambiar radicalmente a este país, se forja en varias décadas junto con la madurez política del Ecuador. Nace de las reivindicaciones sociales, lideradas por el movimiento indígena, como lo reconocen analistas y académicos y es una respuesta a la nociva arremetida neoliberal.
En este marco, la Asamblea es el punto a donde se ha llegado gracias a esas luchas; es un proyecto de la izquierda y de los sectores progresistas que pretenden responder a los anhelos de todo un país. No es por tanto, un proyecto que ayer nació o que sea exclusivo del presidente, aunque haya ganado con las tesis históricas de los sectores sociales e indígenas. No es su patrimonio, ni el proyecto de cambio se limita a su gobierno. El presidente es parte de este proceso.
Por eso mi extrañeza sobre el uso del término infiltrados. Si los infiltrados somos los que desde hace mucho tiempo atrás defendemos tesis históricas del pueblos, los que pensamos en el proceso social más allá de los cálculos políticos y los que trabajamos por convicciones, que nos digan si es ser infiltrado o tener agenda de derecha el reivindicar los derechos humanos, la seguridad social, la libertad de expresión, la naturaleza, la justicia y la comunicación, la agenda de mujeres, los derechos de los campesinos y las aspiraciones del movimiento indígena.
El cambio más que un remozamiento de las instituciones del Estado, para la gran mayoría de ecuatorianos, que no comprenden las abstracciones de la institucionalidad y la juridicidad como elementos constitutivos de un poder delegado, para quienes ” no comen Constitución”, como dice la sabiduría popular, esta esperanza se afincaba más en términos de acabar con las iniquidades.
Los conflictos por el desigual acceso al agua y a la tierra; en créditos accesibles para el pequeño productor, en justicia para los indígenas, afros y campesinos despojados. Esperaban que finalmente la justicia fuera exigible para terminar con las centenas de leyes constantemente burladas; esperaban el freno al atropello a las conquistas laborales.
Las agendas que reflejan las aspiraciones de amplios sectores sociales que han votado reiteradamente en contra de la derecha, al reconocerla como la causante de los graves problemas ambientales, sociales y económicos que vivimos, esas son ahora las agendas que se satanizan y causan polémica al interior de la Asamblea.
Más allá de que este se llame o no un proceso de la izquierda, hemos creído en un espacio democrático y hemos pensado que en él tendrían cabida las legítimas aspiraciones de las mayorías, olvidadas de las políticas públicas, tras el desmantelamiento del Estado en el neoliberalismo.
Nos empeñamos en recoger las demandas de los millones de migrantes, los miles de jubilados, los millones de indígenas, montubios y afros, de la mitad de la población de mujeres, de los niños y los adolescentes, porque sabíamos que eran ellos quienes nos apoyaron en las urnas, identificándose con slóganes de la izquierda, con discursos ardientes y símbolos de la izquierda. Recordemos que la “Murga del Che” fue entonada por los líderes de este proceso ante el entusiasmo masivo.
Cuando fuimos convocados a este proceso constituyente la hoja de vida de cada uno de los presentes se hizo pública. Se conocía cuáles eran nuestros nexos con las luchas populares. Pensamos incluso que ese era nuestro valor agregado, nuestro potencial por el que fuimos convocados a ser parte de la Asamblea.
En contraste con todo esto, el concepto de infiltrado supone la “…introducción subrepticia en un lugar u organización para llevar a cabo una acción encubierta…”
Nosotros NO entramos por una puerta oculta, ni en forma subrepticia. Venimos de procesos sociales con identidades bien definidas y trayectorias políticas abiertamente de izquierda y en mi caso, vengo del movimiento indígena y esa información es pública. Por tanto no hay acciones encubiertas, sino contacto y relación con los movimientos sociales que expresaron sus demandas a lo largo del proceso, sean estos mujeres, jubilados, campesinos, estudiantes, indígenas entre otros. En consecuencia no me llega el mensaje de “infiltrados”.
Mantener principios tiene un nombre: coherencia. Coherencia política es tener claro que al único al que debemos lealtad es al pueblo que nos eligió y a las ofertas de cambio que las asumimos como un compromiso. El Norte era muy claro, por eso hemos preferido ser deliberantes cuando creímos que la obediencia no era lo correcto.
En este proceso creo haber sido ecuánime. He aplaudido y felicitado al presidente cuando sus actuaciones fueron positivas, ha tenido mi respaldo en su actitud digna ante la agresión de Colombia, pero me reservo mi derecho a ser crítica cuando hay equivocaciones. Eso no es ser de oposición ni hacerle el juego a la derecha, sino mantener principios y defender valores y sobre todo ser responsable con el proceso histórico de cambio. Reconozco su liderazgo y capacidad de trabajo, pero eso no le da patente de corso para descalificar y anular al otro, al que piensa distinto, menos aún cuando el peso de los argumentos nos da la razón.
La nueva izquierda y el sector indígena, sobre todo, somos respetuosos, creemos en el diálogo y lo practicamos, creemos en la posibilidad de los consensos. Por eso desde una actitud constructiva y por todo lo antes expuesto quizás se el momento de saber, de que el gobierno nos diga ¿Quiénes son los que han entorpecido con posiciones de derecha el funcionamiento de la asamblea? ¿Quiénes son esos infiltrados? Por el bien del país exijo saber los nombres de quienes entraron en forma “subrepticia en un lugar u organización para llevar a cabo una acción encubierta…” .
Este baño de verdad nos lo deben nuestros líderes, se lo deben al país que los eligió, nos lo deben a quienes hemos sido muy frontales, hemos sido coherentes y hemos luchado con las armas de la democracia, aún contra corriente en este que creimos era nuestro proceso, el proceso de un pueblo ecuatoriano digno y altivo.
Yo soy parte de los que hemos sido críticos, frontales, transparentes y no nos sentimos infiltrados en un proceso que es nuestro que lo hemos forjado en la historia, que es del pueblo y no se circunscribe al proyecto de una persona o de un gobierno
Mónica Chuji Gualinga
Asambleísta de Alianza País. Nació en el año 1973 en la comunidad de Sarayaku, provincia de Pastaza, hija de padre Shuar y madre Kichwa. Es la sexta hija de una familia numerosa. Actualmente es miembro activo de la comunidad Sarayaku de Sucumbíos y a su vez está asociada a la Federación de Organizaciones de la Nacionalidad Kichwa de Sucumbíos-FONAKISE
Las luchas por cambiar radicalmente a este país, se forja en varias décadas junto con la madurez política del Ecuador. Nace de las reivindicaciones sociales, lideradas por el movimiento indígena, como lo reconocen analistas y académicos y es una respuesta a la nociva arremetida neoliberal.
En este marco, la Asamblea es el punto a donde se ha llegado gracias a esas luchas; es un proyecto de la izquierda y de los sectores progresistas que pretenden responder a los anhelos de todo un país. No es por tanto, un proyecto que ayer nació o que sea exclusivo del presidente, aunque haya ganado con las tesis históricas de los sectores sociales e indígenas. No es su patrimonio, ni el proyecto de cambio se limita a su gobierno. El presidente es parte de este proceso.
Por eso mi extrañeza sobre el uso del término infiltrados. Si los infiltrados somos los que desde hace mucho tiempo atrás defendemos tesis históricas del pueblos, los que pensamos en el proceso social más allá de los cálculos políticos y los que trabajamos por convicciones, que nos digan si es ser infiltrado o tener agenda de derecha el reivindicar los derechos humanos, la seguridad social, la libertad de expresión, la naturaleza, la justicia y la comunicación, la agenda de mujeres, los derechos de los campesinos y las aspiraciones del movimiento indígena.
El cambio más que un remozamiento de las instituciones del Estado, para la gran mayoría de ecuatorianos, que no comprenden las abstracciones de la institucionalidad y la juridicidad como elementos constitutivos de un poder delegado, para quienes ” no comen Constitución”, como dice la sabiduría popular, esta esperanza se afincaba más en términos de acabar con las iniquidades.
Los conflictos por el desigual acceso al agua y a la tierra; en créditos accesibles para el pequeño productor, en justicia para los indígenas, afros y campesinos despojados. Esperaban que finalmente la justicia fuera exigible para terminar con las centenas de leyes constantemente burladas; esperaban el freno al atropello a las conquistas laborales.
Las agendas que reflejan las aspiraciones de amplios sectores sociales que han votado reiteradamente en contra de la derecha, al reconocerla como la causante de los graves problemas ambientales, sociales y económicos que vivimos, esas son ahora las agendas que se satanizan y causan polémica al interior de la Asamblea.
Más allá de que este se llame o no un proceso de la izquierda, hemos creído en un espacio democrático y hemos pensado que en él tendrían cabida las legítimas aspiraciones de las mayorías, olvidadas de las políticas públicas, tras el desmantelamiento del Estado en el neoliberalismo.
Nos empeñamos en recoger las demandas de los millones de migrantes, los miles de jubilados, los millones de indígenas, montubios y afros, de la mitad de la población de mujeres, de los niños y los adolescentes, porque sabíamos que eran ellos quienes nos apoyaron en las urnas, identificándose con slóganes de la izquierda, con discursos ardientes y símbolos de la izquierda. Recordemos que la “Murga del Che” fue entonada por los líderes de este proceso ante el entusiasmo masivo.
Cuando fuimos convocados a este proceso constituyente la hoja de vida de cada uno de los presentes se hizo pública. Se conocía cuáles eran nuestros nexos con las luchas populares. Pensamos incluso que ese era nuestro valor agregado, nuestro potencial por el que fuimos convocados a ser parte de la Asamblea.
En contraste con todo esto, el concepto de infiltrado supone la “…introducción subrepticia en un lugar u organización para llevar a cabo una acción encubierta…”
Nosotros NO entramos por una puerta oculta, ni en forma subrepticia. Venimos de procesos sociales con identidades bien definidas y trayectorias políticas abiertamente de izquierda y en mi caso, vengo del movimiento indígena y esa información es pública. Por tanto no hay acciones encubiertas, sino contacto y relación con los movimientos sociales que expresaron sus demandas a lo largo del proceso, sean estos mujeres, jubilados, campesinos, estudiantes, indígenas entre otros. En consecuencia no me llega el mensaje de “infiltrados”.
Mantener principios tiene un nombre: coherencia. Coherencia política es tener claro que al único al que debemos lealtad es al pueblo que nos eligió y a las ofertas de cambio que las asumimos como un compromiso. El Norte era muy claro, por eso hemos preferido ser deliberantes cuando creímos que la obediencia no era lo correcto.
En este proceso creo haber sido ecuánime. He aplaudido y felicitado al presidente cuando sus actuaciones fueron positivas, ha tenido mi respaldo en su actitud digna ante la agresión de Colombia, pero me reservo mi derecho a ser crítica cuando hay equivocaciones. Eso no es ser de oposición ni hacerle el juego a la derecha, sino mantener principios y defender valores y sobre todo ser responsable con el proceso histórico de cambio. Reconozco su liderazgo y capacidad de trabajo, pero eso no le da patente de corso para descalificar y anular al otro, al que piensa distinto, menos aún cuando el peso de los argumentos nos da la razón.
La nueva izquierda y el sector indígena, sobre todo, somos respetuosos, creemos en el diálogo y lo practicamos, creemos en la posibilidad de los consensos. Por eso desde una actitud constructiva y por todo lo antes expuesto quizás se el momento de saber, de que el gobierno nos diga ¿Quiénes son los que han entorpecido con posiciones de derecha el funcionamiento de la asamblea? ¿Quiénes son esos infiltrados? Por el bien del país exijo saber los nombres de quienes entraron en forma “subrepticia en un lugar u organización para llevar a cabo una acción encubierta…” .
Este baño de verdad nos lo deben nuestros líderes, se lo deben al país que los eligió, nos lo deben a quienes hemos sido muy frontales, hemos sido coherentes y hemos luchado con las armas de la democracia, aún contra corriente en este que creimos era nuestro proceso, el proceso de un pueblo ecuatoriano digno y altivo.
Yo soy parte de los que hemos sido críticos, frontales, transparentes y no nos sentimos infiltrados en un proceso que es nuestro que lo hemos forjado en la historia, que es del pueblo y no se circunscribe al proyecto de una persona o de un gobierno
Mónica Chuji Gualinga
Asambleísta de Alianza País. Nació en el año 1973 en la comunidad de Sarayaku, provincia de Pastaza, hija de padre Shuar y madre Kichwa. Es la sexta hija de una familia numerosa. Actualmente es miembro activo de la comunidad Sarayaku de Sucumbíos y a su vez está asociada a la Federación de Organizaciones de la Nacionalidad Kichwa de Sucumbíos-FONAKISE
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