La autotragedia del fallo
En el país de Ricardo
07/07/2002
- Opinión
Fue un segundo, sólo un segundo de angustiosa certeza, inevitable a
pesar de pensar repetidas veces y en silencio, como cuando uno es
niño y quiere que los deseos se cumplan, que no vendría el fallo
definitivo, que los escribas de los tribunales, que los habitantes de
Palacio, que los honorables y que por supuesto, Ricardo,
considerarían los miles de días de terror, a los desaparecidos, los
cuarteles clandestinos, los muertos en las calles, las horas perdidas
de varias generaciones, el destierro, acaso uno de los más atroces
castigos. Pero en este país, las más odiosas certezas siempre se
hacen realidad, así como todo fue vendido, cedido o arrendado, así
como Lavín se deshace de los derechos de agua, como si fuera la llave
de su casa, así como Ricardo y sus ayudantes se esfuerzan en negociar
todo lo posible para autojustificar su mano hacia las Corporaciones
industriales, hacia los banqueros, hacia el poder, creyendo que con
ello son partícipes de la modernización del mundo, sin sospechar o
sospechando acaso, que no son sino operetas de un circo cuyos hilos
se manejan a la sombra de la avaricia, de esta misma manera Pinochet
entró a la legalidad una vez más.
Ahora ya no era necesario ni siquiera ser parte de la exclusiva
cámara de los senadores designados que lo protegió mientras fue
necesario. Todo el arte de la política se resumió en un segundo y el
Capitán General en un generoso gesto hacia la patria y la
reconciliación, se fue del senado, no sin antes enviar una carta que
expone sus razones para la siempre codiciada historia.
El Capitán general está demente, es decir, loco, falto de juicio,
débil mentalmente; sin embargo, ¿Cuándo comenzó esta locura? ¿El día
que lo apresaron en Londres?; ¿o cuando preparó la traición?, ¿o
cuando mataron al General Prat bajo sus órdenes y a Letelier? o
¿cuando la DINA y después la CNI torturaba y asesinaba? ¿Cuándo?
Esta locura es parte de la tragedia que vivimos por tantos años y que
ahora se eleva a categoría de sentencia definitiva y legal. Esta
locura del Capitán General formó parte de nuestras vidas, de nuestros
miedos, de nuestros amigos y amigas que un día desaparecieron para
formar parte después del Memorial.
Mi generación y otras fue parte de esa locura, de esa demencia, de
este sin sentido y cuando los años han pasado, todavía nos come la
piel, los ojos, las manos, se nos entra por cada uno de los poros.
Este país perdió el sentido hace más tiempo que el que declara
Pinochet. Pactaron un transición a espalda de todos nosotros, por el
bien de la patria dijeron, se sentaron en los escaños de
representación para conducirnos a este nuevo siglo sin salvajismos y
al amparo del dinero y de la industria, pero olvidaron al hombre y a
la mujer y a los niños y a las nuevas generaciones y lo más
importante, olvidaron que no se puede vivir sin dignidad y que no hay
lugar en este planeta para escapar a la vergüenza.
Pinochet tiene una locura de transición, una locura pactada, una
demencia conveniente. Descansa tranquilo ya a la sombra de sus
guardaespaldas, en el fuero de los ex presidentes, en el reguardo de
las Fuerzas Armadas. Posiblemente, su enjuiciamiento sí hubiera
escandalizado a la clase política, hubiera removido consciencias y
hubiera hecho recordar frases, promesas, consignas que ahora son
parte de un pasado que muchos se esfuerzan por olvidar. ¿Acaso,
Ricardo habrá pensado que esto afectaría el Acuerdo con la UE, que
nos hubiera acercado al desplome una vez más de América Latina ?
La autotragedia consiste precisamente en esto, una profecía
autocumplida, todos sabíamos para dónde iba, todas las ruedas de la
política giraban hacia allá. Chile, es una inmensa rueda que gira al
compás de una música que se inventó en otra parte. Danzamos en un
escenario prestado, cuya realidad sólo aflora cuando de grandes
intereses se trata.
Escribo esta crónica de manera amarga, no puedo y no soy parte del
nuevo hombre global, moderno, rápido, pragmático. Por el contrario,
me voy haciendo viejo lentamente y mis pies no me llevan a la subida
del carro.
Pueden decir que esto es parte de los gritos de siempre, de los que
añoran el pasado, de los ingenuos. No importa, porque a la larga la
historia no se nueve sólo con las certezas de lo concreto, se mueve
también con los sueños, con los imposibles. Que descanse Augusto
junto a los que le ayudaron, que descanse Ricardo y sus asesores, que
descansen los ministros y los diputados y los senadores, que descanse
la derecha y los renovados, que descansen todos los que olvidaron,
porque mientras ellos celebran en sus habitaciones, Nosotros, los
mismos y los Nuevos Nosotros, estaremos tejiendo sueños en la carreta
de la vida. En una de esas, quien sabe, si la justicia se hermana
con la historia y el general se cae de la cama y Ricardo recupera
ese, como decirlo... dedo?
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