Las diferencias del desarrollo
28/11/2004
- Opinión
Ochos países del sureste asiático fueron asolados por un
devastador terremoto y tsunami. Miles de muertos, miles de
desaparecidos, millones de hombres y mujeres condenados
antes y ahora a la miseria, al hambre, al terror.
Acaso las pequeñas comunidades de pescadores, dentro de lo
dantesco de la tragedia, hayan sido las más golpeadas por
la proximidad en la zona costera. Ciertamente se trata de
un sufrimiento que va mucho más allá por sus alcances y
dimensiones, pero no es menos cierto que son los pobres de
la costa los que primero (y siempre) sufren los efectos más
terribles de estos cataclismos que desde siempre han
acompañado a la humanidad. Me pregunto si estos efectos
hubieran sido los mismos en la otra parte del mundo que sí
tiene sistemas de alarma temprana, que sí tiene hospitales
y caminos, electricidad y sistemas de comunicación, agua y
medicinas. Por supuesto que no es un problema Norte-Sur y
que en sentido humano la pérdida de la vida tiene el mismo
valor en cualquier parte del planeta, pero es claro que la
pobreza estructural que afecta a las zonas más deprimidas
del planeta tiene un margen decisivo a la hora de medir los
efectos de estos desastres sobre las personas.
Podrán decir que un tsunami no es producto del sistema
político mundial y que un terremoto no obedece a los
designios de la mano humana y aquellos tendrán toda la
razón en su afirmación, pero el hambre, la miseria, el
abandono estuvieron antes del terremoto y seguramente
continuarán presentes después que el tiempo vaya cubriendo
con un manto de olvido esta tragedia que nos convoca a
todos; después de la ayuda humanitaria, después de la
emergencia, después que muchas conciencias estén a buen
recaudo porque sacaron de su bolsillo uno o dos dólares.
Escribo, sin conocer, las manos y los rostros de los
hombres y mujeres de la pesca y los niños que ya no están y
las familias que nunca volverán al mercado con sus peces.
Ellos son los verdaderos héroes antes de esta tragedia
porque en condiciones absolutamente desfavorables con su
trabajo, con sus pequeñas embarcaciones, con sus redes
tejidas en pacientes horas, llevaron los peces a la mesa de
los pueblos. Sé que en esta hora los homenajes no sirven y
que en lo más práctico es ayudar a resolver los problemas
que se avecinan, pero la vida moderna y precisamente el
sentido siempre de lo práctico, casi nos ha quitado el
sentido de lo humano, el estar al lado del otro con el
afecto y con la ternura, con nuestras risas y con nuestros
llantos, eso a veces tiene el mismo valor que un dólar y en
muchas ocasiones, lo sobrepasa su valor.
Ahora hay que comenzar todo de nuevo, reconstruir el
sistema pesquero, reconstruir los pueblos de la costa y
posibilitar que otra vez la alianza entre el mar y la
tierra traiga la comida para millones de personas. Por eso
hemos hechos un llamado a la comunidad internacional para
que al menos esta tragedia traiga nuevas esperanzas sobre
los pueblos de la costa y no sólo sea la ayuda para la
emergencia, sino una real preocupación por hacer los
urgentes cambios que la humanidad necesita para restablecer
la divinidad de los seres humanos tan atropellada por estas
manifiestas desigualdades.
* Pedro Avendaño. Director Ejecutivo, Foro Mundial de
Pescadores y Trabajadores de la Pesca
https://www.alainet.org/es/articulo/111116
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