V Congreso del Movimiento Sin Tierra (MST), de Brasil

Embajadores del futuro

17/06/2007
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  • Opinión
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El pasado 11 de junio el amanecer en Brasilia fue especial: una gigantesca acampada de dieciocho mil personas en las inmediaciones del Gimnasio Nilson Nelson, ubicado en el corazón de Brasilia, marcaba la proximidad de un acontecimiento extraordinario: la realización del V Congreso del MST.

Ese día, en horas de la tarde-noche, se iniciaban las jornadas del V Congreso. La apertura marcó un punto de aceleración del ritmo cardíaco que se mantendría con intensidad toda la semana. Desde ese momento las emociones llenaron el aire y acompañaron los coros de cada consigna, los cánticos y saludos de las delegaciones estaduales presentes. Así, fundiéndose con el crepúsculo del 11 de junio se formaba el clima “místico” que anuncia inequívocamente la presencia de los sin tierra.

Corazones vibrantes y cabezas abiertas dieron vida a las sesiones del V Congreso de un modo también muy especial: previosno hubo “comisiones” de trabajo, todo se realizó en plenario de 18 mil participantes. No hubo instalación de presidencia ni grupo directivo especial acomodado el palco central; la realización del Congreso fue –como todas- una obra participativa y colectiva. Cada sesión estuvo guiada por dos representantes estaduales del MST -siempre un hombre y una mujer-, y se inició con las presentaciones del tema específico del día a cargo de dos conferencistas. A partir de ellas se abría la participación, el intercambio y el debate de ideas. Los temas abordados fueron: Coyuntura internacional y latinoamericana; coyuntura brasileña; la situación del a agricultura, los agronegocios: el proyecto de la clase dominante; reforma agraria: historia y proyecto del MST; los desafíos organizativos del MST y, finalmente, el proyecto del MST y los valores humanistas y socialistas.

Los ponentes presentaron sus ideas sin presiones, sin “roscas” ni acuerdos previos acerca de lo que se podía o no plantear, y esto habla a las claras de la construcción de conciencia colectiva y la confianza que en ella tienen todos y cada uno de sus miembros, desde la base hasta la coordinación nacional.

Lo que habitualmente entendemos como realización del Congreso, en realidad es la realización de un acto que comunica la culminación de un largo proceso de reflexión, debates y elaboración de propuestas por parte de la militancia. El Congreso fue haciendo todos los días, desde abajo, en cada toma, en cada asentamiento… En esta perspectiva, la mayor trascendencia del acto radica en encontrarse y compartir, en exponer e intercambiar las ideas ante y entre todos, en compartir ese ámbito común donde es posible tocarse a través de las miradas, donde los latidos surcan el aire y, con emoción y compromiso, anuncian la entrada al tiempo subsiguiente.

Momentos especiales se vivieron cuando se leyó una carta enviada por Fidel con un saludo a todos los congresistas, en la velada internacionalista, y cuando se recibió la visita de una delegación muy especial: los sin tierriñas. Fue ahí que miles de niños de todas las edades invadieron el lugar y mostraron su determinación de continuar la obra de sus padres. Peculiar manifestación de identidad y trascendencia que puso de pie por largo tiempo a todos los presentes.

Una singular muestra de disciplina y organización:

En la mañana y en la tarde, hombres, mujeres, adultos, jóvenes y niños -sin tierras pero con mucho corazón-, en una impresionante lección de disciplina y organización desde abajo, batían palmas, entonaban cánticos, bailaban y coreaban consignas de lucha mientras hacían filas para ingresar a ocupar sus lugares en el estadio, a la mañana y a la tarde. Igualmente ocurría al momento de tomar los alimentos, por la mañana, al mediodía y a la tarde-noche.

La visión mostraba en todo momento una multitud organizada; no había nadie conduciendo ni dando voces de mando; la organización era conciente. No pude menos que pensar en Toni Negri, ¿qué diría si presenciara semejante acontecimiento?, ¿si viera en acción a una multitud organizada y consciente? Indudablemente debería al menos reflexionar críticamente acerca de algunos de sus puntos de vista. Me sonreí y seguí caminando…

Los hombres y las mujeres del MST son conscientes de la dimensión de su lucha, no buscan colocarse en puestos de gobierno, no buscan prebendas personales, no se contentan con presionar para conseguir cosas, su práctica es profundamente revolucionaria, es decir, removedora de los escombros que la cultura del capital coloca sobre sus hombres, sobre nuestros hombros. De ahí su espíritu inquebrantable y la fuerza volcánica de su ejemplo, para Brasil, para la región, para el continente y el mundo. Más de un millón de miembros reafirman día a día por ello, junto a todos los excluidos del planeta: ¡Se puede cambiar el mundo; se puede. Nosotros lo estamos cambiando!

Están convencidos, a partir de sus experiencias concretas que otro Brasil, otra Latinoamérica, y otro mundo son posibles. Por eso, en su intervención, Gilmar Mauro, uno de los coordinadores nacionales del MST, afirmaba con énfasis y energía que emana de las entrañas del movimiento: ¡La lucha es necesaria, el triunfo es posible!

Conscientes de la necesidad de la acción y la organización políticas, no las confunden con lo partidario ni con lo institucional; en la disputa por el poder, saben –como subrayó Joao Pedro Stédile, otro de sus coordinadores nacionales-, que es necesario ir más allá: transformar integralmente la sociedad (y el poder), empezando por ellos mismos y el conjunto de los actores sociales del pueblo. Por eso se empeñan en la construcción del sujeto colectivo en Brasil, y también en América latina.

Ellos luchan por la tierra y desde la tierra, es decir, desde las entrañas de nuestra América, por la vida. De ahí su conciencia acerca de la necesidad de articulación con otros sectores sociales: trabajadores rurales, pueblos indígenas, fabelados, sin techo, desempleados y trabajadores todos. La construcción de un actor colectivo es necesaria y posible, y el MST abre espacios en esa dirección: la diversidad inter articulada es la posibilidad de la construcción de un todo unitario pero no uniforme; la unidad con diversidad es el camino cierto, y en eso avanza también el MST. Ese es su perfil político más profundo: empeñarse en la construcción del sujeto transformador. Mas de 20 años de luchas, resistencias y organización lo acreditan.

Se trata de un movimiento que hizo de su organización, de la metodología de su construcción y su práctica cotidiana un solo proceso pedagógico-político-cultural e ideológico de transformación. Saben ellos, herederos y actualizadores creativos de la propuesta de Paulo Freire, que solo es posible transformar la sociedad si uno empieza transformándose a si mismo, que es posible educar si se es capaz de comenzar educándose a sí mismos.

Impresiona siempre constatar que este no es el pensamiento ni la palabra de un reducido grupo de dirigentes, sino el pensamiento, la conciencia y la práctica cotidiana de cientos de miles de hombres y mujeres que dan vida e impulsan al MST. Por eso cuentan ya con más de 20 años haciendo de la práctica del movimiento una pedagogía del cambio y para el cambio, articulada a la escolarización y preparación profesional de su membresía y a la formación política sistemática de toda su militancia. Esto hace posible el “milagro”.

El milagro consiste precisamente, en que ellos comprendieron que no hay ningún milagro, que no hay ni habrá soluciones por arte de magia, sino aquellas que sean construidas por todos aquí y ahora, con las propias manos, con nuestras vidas, con nuestras conciencias y nuestras prácticas. Saben que el paraíso soñado es posible si se construye entre todos, cada día y desde el presente. Por eso, al retirarme del Congreso tuve la certeza de haber visitado y compartido una insólita dimensión que adelantaba parte del futuro en el presente, MST. Quizá por ello, sentí que –más que en un congreso de campesinos sin tierra-, estuve en una peculiar convención de los embajadores del futuro.


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