La contrarreforma política fracasó ¿y las reformas?
01/02/2007
- Opinión
El intento de la cúpula más conservadora de los partidos Liberal y Nacional por impulsar una contrarreforma política fracasó por la oposición que encabezó un sector representativo de la ciudadanía; sin embargo, pasada la tormenta cabe preguntarse ¿todo terminó? o más bien ¿es la hora de impulsar nuevas reformas democráticas?
Como en el viejo chiste inglés donde el marido que encuentra a su mujer con el amante, termina siendo convencido que era pura imaginación; los políticos ahora niegan que hayan intentado anular el voto individualizado de los electores para volver a la vieja "plancha".
Nadie asume haberlo intentado, ni Pepe Lobo, ni Roberto Micheletti, ni sus colaboradores más próximos. Al mejor estilo vernáculo, el que tiró la piedra, escondió la mano.
El punto fundamental de la contrarreforma era anular el voto individualizado y dejarlo vigente sólo para las elecciones primarias. Ello implicaba sustraerle -literalmente sacarle del bolsillo- al ciudadano común la capacidad de seleccionar a los integrantes del Congreso y pasarle esa potestad a los activistas políticos o, mejor dicho, a quienes estuvieran en control interno de los partidos.
De hecho, de haberse consumado la maniobra, la verdadera elección de diputados se iba a dar en las elecciones primarias de los partidos y no en las generales.
Los defensores de esa propuesta sostienen, como excusa, que el actual sistema atomiza a los partidos políticos puesto que pone a los candidatos a competir entre sí, muchas veces de forma artera y desigual; al mismo tiempo que la candidatura presidencial pasa a segundo plano.
En realidad, como bien sostiene Adán Palacios, uno de los principales expertos en materia electoral del país, que en los comicios de noviembre del 2005 haya competido el "Combo Chorizo" contra el "Combo de Las Lomas" no es culpa de la Ley Electoral, sino de la falta de democracia interna de los partidos políticos.
Adán Palacios puso efectivamente el dedo en la llaga; es la falta de democratización al interior de los partidos políticos -grandes y pequeños- lo que origina prácticas antidemocráticas. El sistema político partidarista del país está en crisis porque los partidos no se han reformado a sí mismos; no por culpa de la Ley, ni por las reformas del 2001, sino porque han cimentado su liderazgo en el atraso, en la manipulación y en las componendas secretas.
Cuando obligados por las circunstancias tocan el tema de la reforma, los dirigentes políticos tradicionales hablan de "modernización" en lugar de "democratización"; y la reducen a informatizar mejor sus registros, tener un censo más operable y actualizado, y una "administración gerencial". En el fondo se trata de ponerle pintura nueva a un carro con motor viejo.
Democratización es otra cosa, y sigue siendo una asignatura pendiente. Lo que hay son argollas que modifican algunos de sus aros, pero para seguir siendo las mismas. Son precisamente esos grupos de poder los que se sintieron perjudicados con los resultados electorales de noviembre. De ahí salen los conspiradores.
Ellos empujaron esta contrarreforma que era la punta de lanza de un paquete de compromisos más ambicioso, incluyendo otras modificaciones a la Ley Electoral y la Constitución de la República que tenían dedicatoria personal. Ahora mismo Micheletti busca con lupa el mecanismo que le permita ser candidato presidencial de su partido, aunque la ley lo prohíba.
También hay poderosos padrinos políticos - que dieron su visto bueno a la maniobra frustrada- que aspiran a modificar los artículos pétreos y hacer posible la reelección presidencial. Su razonamiento es simple: "si se pudo en Costa Rica y Colombia, ¿por qué no en Honduras?".
Los alcances completos de la contrarreforma no llegaron a ser conocidos, ni todos los implicados. Lo que hubo fue un frenazo, no un arrepentimiento. Es muy posible que de no haber sido por el NO beligerante que encabezó el Movimiento Cívico por la Democracia, los políticos involucrados se hubieran salido con las suya.
Sin embargo, la única manera de evitar que este intento de fuga de la democracia se vuelva a dar es propiciando más democracia. Si la coyuntura se abrió, no hay que dejarla cerrar.
La ciudadanía, los políticos honestos y democráticos (que los hay) y la comunidad internacional deben coincidir en el propósito de impulsar las reformas político -electorales que requiere el país. Se trata de no olvidar que en noviembre del 2005 tuvo lugar el peor de los procesos electorales desde el retorno al orden constitucional y que el desencanto de los votantes es creciente y de riesgo. De persistir la tendencia del abstencionismo/ausentismo, Honduras está más cerca del autoritarismo que de la democracia.
En la dirección de fortalecer la democracia hay muchas iniciativas y propuestas ciudadanas en el área político electoral que deben retomarse y negociarse, entre ellas:
- La descentralización administrativa, financiera y fiscal de los procesos electorales
- Elecciones de las corporaciones municipales en fecha separada a la elección presidencial y legislativa
- Mayor control fiscal y legal sobre el financiamiento a las campañas electorales
- Dar estricto cumplimiento a los períodos de propaganda electoral
- Ampliar la propuesta original de equidad de género y pasar de una cuota de 30% a 50% en las candidaturas de mujeres
- Aprobar la figura de revocatoria de mandato, empezando a nivel de alcaldías
- Despolitizar el Tribunal Supremo Electoral y el Registro Nacional de las Personas
- Democratizar las elecciones primarias de los partidos políticos
- Promover la ciudadanización de las mesas electorales
- Crear una Fiscalía de Asuntos Electorales
- Ensayar en algunas regiones el voto electrónico
- Promover la auditoría ciudadana para todo el proceso electoral, no sólo para el escrutinio final
- Hacer un estudio sobre la Constitución vigente, establecer las reformas que hagan falta, especialmente en la búsqueda de la democracia participativa y proponer medidas para el ordenamiento del texto constitucional y sus reformas.
Reformas de ese tipo abrirían un nuevo período de democratización nacional sin precedentes, acercando no sólo los políticos al votante, sino los votantes al poder...que es el trecho más difícil de recorrer. Por eso, esas reformas están tan cerca de concretarse, como lejanas.
Manuel Torres Calderón Periodista
Como en el viejo chiste inglés donde el marido que encuentra a su mujer con el amante, termina siendo convencido que era pura imaginación; los políticos ahora niegan que hayan intentado anular el voto individualizado de los electores para volver a la vieja "plancha".
Nadie asume haberlo intentado, ni Pepe Lobo, ni Roberto Micheletti, ni sus colaboradores más próximos. Al mejor estilo vernáculo, el que tiró la piedra, escondió la mano.
El punto fundamental de la contrarreforma era anular el voto individualizado y dejarlo vigente sólo para las elecciones primarias. Ello implicaba sustraerle -literalmente sacarle del bolsillo- al ciudadano común la capacidad de seleccionar a los integrantes del Congreso y pasarle esa potestad a los activistas políticos o, mejor dicho, a quienes estuvieran en control interno de los partidos.
De hecho, de haberse consumado la maniobra, la verdadera elección de diputados se iba a dar en las elecciones primarias de los partidos y no en las generales.
Los defensores de esa propuesta sostienen, como excusa, que el actual sistema atomiza a los partidos políticos puesto que pone a los candidatos a competir entre sí, muchas veces de forma artera y desigual; al mismo tiempo que la candidatura presidencial pasa a segundo plano.
En realidad, como bien sostiene Adán Palacios, uno de los principales expertos en materia electoral del país, que en los comicios de noviembre del 2005 haya competido el "Combo Chorizo" contra el "Combo de Las Lomas" no es culpa de la Ley Electoral, sino de la falta de democracia interna de los partidos políticos.
Adán Palacios puso efectivamente el dedo en la llaga; es la falta de democratización al interior de los partidos políticos -grandes y pequeños- lo que origina prácticas antidemocráticas. El sistema político partidarista del país está en crisis porque los partidos no se han reformado a sí mismos; no por culpa de la Ley, ni por las reformas del 2001, sino porque han cimentado su liderazgo en el atraso, en la manipulación y en las componendas secretas.
Cuando obligados por las circunstancias tocan el tema de la reforma, los dirigentes políticos tradicionales hablan de "modernización" en lugar de "democratización"; y la reducen a informatizar mejor sus registros, tener un censo más operable y actualizado, y una "administración gerencial". En el fondo se trata de ponerle pintura nueva a un carro con motor viejo.
Democratización es otra cosa, y sigue siendo una asignatura pendiente. Lo que hay son argollas que modifican algunos de sus aros, pero para seguir siendo las mismas. Son precisamente esos grupos de poder los que se sintieron perjudicados con los resultados electorales de noviembre. De ahí salen los conspiradores.
Ellos empujaron esta contrarreforma que era la punta de lanza de un paquete de compromisos más ambicioso, incluyendo otras modificaciones a la Ley Electoral y la Constitución de la República que tenían dedicatoria personal. Ahora mismo Micheletti busca con lupa el mecanismo que le permita ser candidato presidencial de su partido, aunque la ley lo prohíba.
También hay poderosos padrinos políticos - que dieron su visto bueno a la maniobra frustrada- que aspiran a modificar los artículos pétreos y hacer posible la reelección presidencial. Su razonamiento es simple: "si se pudo en Costa Rica y Colombia, ¿por qué no en Honduras?".
Los alcances completos de la contrarreforma no llegaron a ser conocidos, ni todos los implicados. Lo que hubo fue un frenazo, no un arrepentimiento. Es muy posible que de no haber sido por el NO beligerante que encabezó el Movimiento Cívico por la Democracia, los políticos involucrados se hubieran salido con las suya.
Sin embargo, la única manera de evitar que este intento de fuga de la democracia se vuelva a dar es propiciando más democracia. Si la coyuntura se abrió, no hay que dejarla cerrar.
La ciudadanía, los políticos honestos y democráticos (que los hay) y la comunidad internacional deben coincidir en el propósito de impulsar las reformas político -electorales que requiere el país. Se trata de no olvidar que en noviembre del 2005 tuvo lugar el peor de los procesos electorales desde el retorno al orden constitucional y que el desencanto de los votantes es creciente y de riesgo. De persistir la tendencia del abstencionismo/ausentismo, Honduras está más cerca del autoritarismo que de la democracia.
En la dirección de fortalecer la democracia hay muchas iniciativas y propuestas ciudadanas en el área político electoral que deben retomarse y negociarse, entre ellas:
- La descentralización administrativa, financiera y fiscal de los procesos electorales
- Elecciones de las corporaciones municipales en fecha separada a la elección presidencial y legislativa
- Mayor control fiscal y legal sobre el financiamiento a las campañas electorales
- Dar estricto cumplimiento a los períodos de propaganda electoral
- Ampliar la propuesta original de equidad de género y pasar de una cuota de 30% a 50% en las candidaturas de mujeres
- Aprobar la figura de revocatoria de mandato, empezando a nivel de alcaldías
- Despolitizar el Tribunal Supremo Electoral y el Registro Nacional de las Personas
- Democratizar las elecciones primarias de los partidos políticos
- Promover la ciudadanización de las mesas electorales
- Crear una Fiscalía de Asuntos Electorales
- Ensayar en algunas regiones el voto electrónico
- Promover la auditoría ciudadana para todo el proceso electoral, no sólo para el escrutinio final
- Hacer un estudio sobre la Constitución vigente, establecer las reformas que hagan falta, especialmente en la búsqueda de la democracia participativa y proponer medidas para el ordenamiento del texto constitucional y sus reformas.
Reformas de ese tipo abrirían un nuevo período de democratización nacional sin precedentes, acercando no sólo los políticos al votante, sino los votantes al poder...que es el trecho más difícil de recorrer. Por eso, esas reformas están tan cerca de concretarse, como lejanas.
Manuel Torres Calderón Periodista
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