Las estrategias de las FARC

13/11/2006
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En un reciente reportaje concedido a El Espectador, el general Freddy Padilla de León, Comandante de las Fuerzas Militares, sostuvo que “Tierradentro es la demostración de la incapacidad de las Farc… Atacaron un municipio que está bien lejano de los centros de poder, pero no fueron capaces de tomarse la población, defendida valientemente por menos de sesenta policías”. El alto oficial estima que en el ataque, que dejó 17 policías muertos, participaron cerca de 120 guerrilleros. Esta afirmación, como todas las hechas por las partes en guerra, debe ser tomada en serio pero sin olvidar que es parte de los enfrentamientos.

Es difícil hacerle creer a la opinión que un combate que aniquila la cuarta parte de los efectivos del enemigo es una demostración de incapacidad militar. La tesis se podría sostener más coherentemente asumiendo la exagerada apreciación de los pobladores, según la cual fueron ochocientos los guerrilleros que participaron en el ataque. Un número de esa magnitud representa una asimetría tal en el campo de batalla que el elevado número de bajas sufridas por la Policía aparecería como una victoria de ésta. Sin embargo el General reduce la estimación de los efectivos enemigos a menos de una sexta parte. ¿Por qué? Cuando hace algunos años las Farc atacaron y destruyeron la base militar de Las Delicias, el entonces Ministro de Defensa sostuvo que lo más grave no era el resultado de la acción militar sino el hecho de que se hubieran desplazado centenares de guerrilleros por selvas y ríos sin que la población hubiera advertido de ello a las fuerzas militares. A pesar de que en este caso hubo alertas tempranas, una movilización de efectivos de esa magnitud sin que la fuerza pública fuera efectivamente avisada, es una doble derrota para ésta. Derrota política porque la población, por el motivo que sea, no informó sobre el desplazamiento de los guerrilleros, a pesar de las redes de informantes que se presume existen en una zona hasta hace poco controlada abiertamente por los paramilitares. Derrota militar porque las Farc, que según el mismo general tan solo cuentan con once mil guerrilleros después de haber tenido diecisiete mil al comienzo de este gobierno, estarían demostrando tener la capacidad de concentrar, para una sola acción, cerca del 8% de sus efectivos, en una región en la que no han sido fuertes en los últimos años. Se entiende que para el Comandante de las Fuerzas Militares sea indispensable minimizar la derrota política y militar que esta y otras acciones significan. Derrotas relativas, tácticas, que no varían la correlación de fuerzas, pero que revelan que las Farc no se encuentran tan disminuidas como el gobierno y las fuerzas militares sostienen, ni tan fuertes como ellas presumen.

Las estrategias en las guerras irregulares

El ABC de la guerra de guerrillas enseña que ésta es una guerra asimétrica, en la que los efectivos de las fuerzas irregulares son más reducidos que los de las fuerzas regulares estatales. En esas condiciones, como lo enseñaron los grandes estrategas de la guerra irregular en el siglo XX, el dirigente de la revolución china Mao Tse Tung y el General vietnamita Vo Nguyen Giap, las guerrillas sólo deben combatir cuando las condiciones les son favorables. En caso contrario, deben eludir el combate y preservar sus fuerzas. Eso no significa dejar de combatir, sino hacerlo sólo en condiciones favorables. Y parte de la favorabilidad consiste en no concentrar fuerzas para evitar sufrir golpes contundentes y obligar al enemigo a dispersar sus fuerzas si éste las concentra. Es eso lo que las Farc han hecho en los últimos años, después de la ruptura de las negociaciones de paz en febrero de 2002 y de la ofensiva militar contra su retaguardia mediante el Plan Patriota. Al observar la dinámica de la guerra desde el 2002 se puede apreciar como, luego de una sensible reducción de combates en ese año, la guerra recuperó su intensidad: pasó de 839 combates a 2.414 en el 2003 y 1.975 en el 2004, según datos de la Fundación Seguridad y Democracia. Las Farc, después del repliegue del 2002, iniciaron una especie de “operación avispa”, guerra de desgaste según el general Giap, consistente en realizar muchas pequeñas acciones en diferentes zonas del territorio nacional.

Combates entre la fuerza pública y grupos irregulares

2001

1534

2002

839

2003

2414

2004

1975

Fuente: Fundación Seguridad y Democracia


El registro cartográfico de las acciones de las Farc, que adelanta la Vicepresidencia de la República, ilustra cómo entre el 2003 y el 2004 las acciones de las Farc se intensificaron en el nororiente del país, noroccidente y suroccidente del país, tendencia que se mantuvo en el año 2005, especialmente en el suroccidente, que se ha convertido en uno de los epicentros de la guerra.






Visto el fenómeno en sus dimensiones temporales y espaciales es claro que asistimos a una intensificación de la guerra, con acciones desconcentradas, en algunas de las cuales las Farc movilizan un número relativamente alto de efectivos para dar golpes como el de Tierradentro, cuyo propósito es militar y político. Militar, golpear a la fuerza pública, presionar en zonas distantes a las del Plan Patriota en donde pueden gozar de ventajas y aprovechar la dispersión de la fuerza pública que implica tratar de garantizar su presencia en todos los rincones del país. Político, al demostrar que no están derrotadas y que la política de Seguridad Democrática fracasó en ese objetivo.

Entre la guerra y el diálogo

La intensificación y escalamiento de las acciones, además de responder a la dinámica específicamente militar, parece tener otro objetivo: presionar mediante la acción militar la apertura de espacios políticos. Es la misma apuesta del gobierno. Presionarlos militarmente para llevarlos debilitados o derrotados a la mesa de negociación. “O negocian o los derrotamos” ha dicho el Presidente. Por eso las aproximaciones mediáticas o reales para un encuentro sobre el posible intercambio humanitario no se van a traducir en reducción de las acciones militares por parte del gobierno o de las Farc. Por el contrario, van a estar acompañadas de pruebas de fuerza. Cuando parecían abrirse las posibilidades de un encuentro entre el gobierno y las Farc en los municipios de Pradera y Florida, las Farc anunciaron a los cuatro vientos que ya estaban allí. Y el gobierno corrió a reforzar su presencia militar en la zona. Es el lenguaje de la guerra como espacio de confrontación política. El país debe estar preparado para ello. Lo que no implica que la población a través de sus diversas formas de organización y expresión exijan, como exigen y deben seguir exigiendo, la reducción de las acciones violentas y el no ser convertidas en objetivos militares. Por el momento no ha logrado imponérsele a los guerreros esta lógica, pero no hay que cesar en el empeño.

Atacar un puesto militar o de policía es una acción de guerra, no es un acto terrorista. Colocar bombas en objetivos que no son militares, como las vías públicas por ejemplo, es un acto de terrorismo. Se equivocan las Farc, si es que son ellas las autoras, realizando este tipo de atentados que lejos de fortalecerlas las debilitan políticamente. Y si no son ellas las autoras, debe establecerse con claridad cuáles son las fuerzas que producen este tipo de hechos que, en medio de la guerra, se atraviesan en el camino paralelo que puede conducir a acercamientos para iniciar negociaciones de paz o realizar acciones humanitarias, como el anhelado intercambio, que pueda devolver a sus hogares a decenas de compatriotas víctimas del secuestro o privados de la libertad con ocasión del conflicto.

Todo parece indicar que estamos entrando en una fase de la confrontación armada, en la que las Farc buscan recuperar la iniciativa militar en algunas zonas del país. No será una fase decisiva de la guerra, sino otro momento de intensificación que multiplicará el dolor de la población y las demandas y movilizaciones a favor de los acuerdos humanitarios y las negociaciones de paz. Una fase en la que a partir de pruebas de fuerza, las partes pueden intentar aproximaciones conducentes al intercambio humanitario y a una negociación de paz. Y en consecuencia, los enemigos de la paz agotarán sus esfuerzos para impedir estas aproximaciones. El desafío que enfrentamos es el de propiciar estos acercamientos y neutralizar las acciones de los enemigos, cada menos agazapados, de la paz.

- Jaime Zuluaga Nieto. Profesor Emérito de la Universidad Nacional de Colombia

Fuente: Corporación Viva la Ciudadanía.
www.vivalaciudadania.org

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