Contra un tratado inconveniente
06/08/2006
- Opinión
El gobierno frenteamplista vivirá en estos días un clima de especial significación.
El gobierno de un partido de fuerte tradición antiimperialista deberá afrontar el sistema de presiones de las derechas nativas, de la diplomacia norteamericana y de sus propias vacilaciones.
Un tema, entonces, para medir pasos y palabras.
Es cierto que siempre se puede apelar a la brocha gorda. El muestrario exhibe pluralidad de ofertas.
Las derechas quieren un TLC ya
Las más toscas de estos días aparecen en El País, la derecha desvergonzada. En la edición de ayer domingo no faltan los argumentos más desagradables, textos infamantes que uno lee conteniendo las nauseas.
Con el Tratado de Libre comercio, se dice, se podría importar ropa usada desde los EE.UU. Sí, también ideas y objetos usados así como palabras grasosas y sobadas por su uso norteamericano, no descartándose la posibilidad que, justamente, a causa de ese manoseo, hasta se coticen mejor en los mercados del snobismo y la tilinguería.
Otro suelto de El País sostiene que, en este tema, al Presidente de la República le falta autoridad, le tiembla el pulso, se está dejando llevar por algunos de sus ministros. ¿Pero no era que Vázquez representaba un peligro para la democracia por su autoritarismo?
El editorial principal colma la medida. Propone, descaradamente, la conveniencia de una alianza con Bush en vista de nuestro diferendo con Argentina. O sea con Bush contra Kirchner. Un mensaje descarnado que, bien mirado, habla de la desesperación y la chifladura de las elites tradicionales.
Aliados con Bush. ¿Será por lo respetuoso que es con los acuerdos y el derecho internacional? ¿O por su defensa de los derechos humanos en Guantánamo? ¿O por su actitud respetuosa en Irak? ¿O por su párate al Estado de Israel en su ataque criminal al Líbano?
¿Será por el respeto que Bush exhibe hacia gobiernos amigos de Uruguay como Cuba o Venezuela?
Finalmente, la información que El País trasmite en los titulares también falsea los hechos. Titulan que, ante la llegada del negociador norteamericano, Everett Eissenstat ‘llaman a un concentración los radicales’. La letra chica explica después que al TLC se oponen el Partido Socialista, el Movimiento de Participación Popular, el Partido Comunista.
Se podría agregar que también se opuso, casi por unanimidad, el Plenario Nacional del Frente Amplio, la máxima instancia de decisión de nuestra fuerza política. Con una moción explícita y con una sucesión de discursos de representantes de prácticamente todas las corrientes internas del FA, que apuntaron en el mismo sentido enfatizando la inconveniencia para Uruguay de un TLC con EE.UU.
¿Será que casi todos los frenteamplistas se han vuelto radicales? ¿O El País está intentando caricaturizar una posición política legítima y representativa del pensar y del sentir histórico de la izquierda?
Gobierno y protesta
Decía más arriba que el momento político es delicado. Lo es, no por los esfuerzos de las derechas por confundir sino por lo que pueden ser nuestras limitaciones, nuestra ausencia de reflejos o falta de elaboración y discusión política.
El acto convocado para el miércoles en la Plaza Libertad es expresión de ideas y valoraciones que existen en el Frente Amplio. Ideas y valoraciones que no siempre aparecen reflejadas con claridad en las expresiones públicas de algunos integrantes del Poder Ejecutivo, donde no todos parecen sintonizar con las resoluciones de los organismos.
El estilo, de algunos compañeros del gobierno, de discurso público inalterable, tipo piloto automático, que no escucha, que no da validez a las opiniones distintas, está lejos de ser la forma adecuada de conducir un frente con las características del FA.
El autismo monocorde, el repetir el mismo argumento como si no se hubiera oído la objeción, está llamado a desmovilizar cívicamente a la población. Desmoraliza el diálogo, el cotejo de opiniones que es inherente a la democracia política.
Hay opiniones que son diferentes, tienen una existencia legítima y, por tanto, deben ser cotejadas.
Algunos compañeros sostienen: “tengamos confianza en el gobierno, ellos son nuestros compañeros, ¿por qué poner en duda sus valoraciones?”
Con todo respeto, sostener que el necesario cotejo de opiniones inherente a la democracia política debe ser sustituido por “la-confianza-en-los-compañeros” es un error. Pareciera que nos hemos olvidado de cuál es nuestra forma de entender la democracia.
La izquierda no es una religión. Es un compromiso político basado en una ética. La ética de servir al país y al pueblo. Tengo una confianza irrestricta en los atributos morales de los compañeros que están en el gobierno, con muchos de los cuales nos unen muchos años de lucha. Pero la izquierda no es una organización confesional. No se basa en la fe sino en la continua elaboración de un pensamiento propio, una línea racionalmente fundada para trasformar la realidad y superar los escollos al programa, que nacen a cada paso. Y una acción apuntada a la ampliación constante de la participación de los ciudadanos y, por esta vía, de su compromiso efectivo para resolver los problemas del país.
Nadie puede pensar que tiene en sus manos una guía infalible. Todos los compañeros precisar cotejar sus opiniones. Entre ellos y con los ciudadanos todos. Pero ¿si no se coteja dentro del FA, se estará en condiciones de hacerlo con el resto de la ciudadanía? Y la desmovilización cívica tampoco ayuda al necesario relanzamiento nacional que Uruguay requiere.
Un tratado inconveniente
Un tratado de Libre Comercio con los EE.UU. es mucho más que un acuerdo bilateral para incrementar el comercio. El ejemplo propuesto -el tratado suscrito por EE.UU. con Perú- muestra las enormes dificultades que acarrearía para sectores importantes de la industria, para áreas claves de nuestras empresas públicas y para la economía en su conjunto.
Las exigencias de Washington acerca de la propiedad intelectual, su política de subsidios y aranceles y su actitud frente a las empresas públicas de los otros Estados, generan perjuicios irreparables a los países más débiles. Muchos expertos del FA han venido trabajando sobre esta materia y sus severas advertencias no han sido respondidas.
Asociarse comercial y económicamente con el ‘Estado-Prototipo’ del capitalismo salvaje es un paso sumamente riesgoso. Asociarse con el Estado-Insignia de la presión militar va contra nuestra manera de pensar las relaciones internaciones, la búsqueda de la paz y el trato respetuoso y digno entre las naciones.
Uruguay acaba de dar pasos decisivos en otra línea de integración. En Córdoba el proyecto MERCOSUR, con todas sus insuficiencias y sus pequeñas trapacerías, mostró que es una propuesta firme que está lejos de estar clausurada. Se ha incorporado efectivamente Venezuela. Bolivia, con un presidente combativo y de izquierda, está muy cerca. Y un TLC con EE.UU. es incompatible con el MERCOSUR.
Finalmente, en estos días, el Estado-agresor-prototipo ha reiterado sus amenazas, entre otros, a Venezuela. Es un país hermano. Un gobierno amigo. Me atrevo a decir nunca un gobierno uruguayo, en toda nuestra historia como país independiente, ha recibido las muestras de solidaridad que el gobierno bolivariano de Hugo Chávez ha dado a este gobierno.
Desde el proyecto Sucro-alcoholero de Bella Unión a las refinería de La Teja. Desde Canelones hasta Maroñas. Desde la Ciudad Vieja hasta el Polo Industrial del Cerro, incluyendo al glorioso hospital universitario, el de los pobres, nuestro Hospital de Clínicas. Ahí están, en estado visible y tangible, los resultados de un concepto de la integración. Bien distinto por cierto al que se endiosa en Washington.
- Hugo Cores PVP-567 Frente Amplio, La República, lunes 7 de agosto de 2006
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