El “efecto Chifflet”
12/12/2005
- Opinión
Aunque prefiero dedicar estas notas a un solo tema, más de una vez la importancia de algunos asuntos hacen insoslayable el pronunciarse aunque sea brevemente, casi como una constancia pública, acerca de cuál es nuestra opinión. Aunque se salde con argumentos débiles, una expresión de compromiso también puede ser de interés para los lectores.
A menudo se critica a la izquierda – y a los marxistas más precisamente- de pretenderse “los dueños de la verdad”. Me consta que en esa pretensión se ha incurrido. Pero en los tiempos que corren el credo sectario de que “la verdad es sólo la nuestra” tiene exponentes que nos tiran el chico lejos.
La ausencia de reconocimiento –que suele ir de la mano con la convicción de que el que tiene mayoría o el más grande tiene siempre razón - es inconveniente en todos los terrenos.
En los debates políticos el asunto tiene una significación especialmente interesante.
Reflexiones, por ejemplo, acerca del significado y las consecuencias de la renuncia del compañero Guillermo Chifflet a su banca en la Cámara de Diputados.
Su decisión nació de una discrepancia. Uno en cincuenta y uno. Numéricamente, minoría sin atenuantes. Y sin embargo, todos sabemos que Chifflet es uno de los compañeros más representativos, más respetados y más influyente de la bancada frentista. Y no de ahora sino desde hace mucho tiempo. Quizás de pocos se pueda decir con tanta razón que es un representante del pueblo, un diputado en quien, conciente y expresamente, se ha depositado la representación popular.
La renuncia de GCH provocó una conmoción intensa en muchos frenteamplistas. Paradójicamente, al hablar en el momento y lugar adecuado (si no se parla en el Parlamento, ¿dónde? Si no se habla cuando se vota un envío de tropas uruguayas, ¿cuándo?). A partir que el compañero G.Ch. se expresa de acuerdo a su pensamiento, en forma distinta a los demás legisladores, está abriendo un debate interesante.
Al exponer su opinión divergente G.Ch. da cuenta y hace visible que se está en “estado de debate”, un momento nuevo, un estado de gracia, que muestra, por contraste, el ciclo (pernicioso, perdido) de la ausencia de intercambio de opiniones. Vivido el estado augural de debate, se vio que no sentaba mal, al contrario. Producía un alivio y una mejoría en el transcurrir de la vida del FA.
Paradójicamente, en su intervención postrera como diputado, al hablar, GCH mostró la pertinencia saludable de la discusión. Quebró el maleficio del silencio por el disciplinamiento malentendido.
La actitud del ex diputado socialista no fue un exabrupto inesperado. No solo por sus actitudes anteriores sino porque dentro del Frente Amplio existe, desde hace bastante tiempo, una demanda insatisfecha de discusión interna, un anhelo de conocer cuáles son los fundamente de algunas iniciativas de fondo, que luego resultan determinantes para el gobierno y para el país y que no son ni conocidas ni discutidas por los organismos estatutarios de conducción de la fuerza política.
En ese sentido, una larga militancia de los Comités de Base y de las Coordinadoras de Montevideo ha luchado por instancias de participación previstas en los documentos oficiales y que luego en la práctica no tiene campo de realización.
Contrariamente a las simplificaciones groseras que se hacen a nombre de las ciencias políticas, las opiniones dentro del FA (y más ahora que se han incorporado a su vida orgánica cotidiana otras fuerzas como el Nuevo Espacio, el PDC y la Alianza Progresista) se mueven y articulan en formas más complejas que el simplismo de una suerte de torta para infradotados que parcela las opiniones de izquierda en “radicales”, “moderadas” y “centristas”.
En ese sentido la acción de los delegados de la Coordinadoras de Montevideo, el llamado Grupo de los 36, integrado por compañeros de todos los partidos y tendencias del FA, ha actuado unido y con firmeza reclamando una mayor participación de los organismos políticos estatutarios, con presencia de delegados de las bases, en la discusión y toma de decisiones del Frente Amplio. Recogía también de este modo un sentimiento bastante extendido en la sensibilidad popular frenteamplista
Los argumentos y sobre todo la gravedad de la decisión de renunciar de Chifflet, mostró hasta qué punto se puede llegar cuando se actúa por convicción. Y a la vez qué necesario se hacen los trabajos de elaboración política y cotejo de opiniones en el seno de la izquierda.
En la actualidad hay casi una treintena de partidos que forman parte del FA. ¿A qué responde esta diversidad de opiniones? ¿Cómo alcanza una validez actual, activa y pertinente tan grande número de identidades políticas si no hay procesos colectivos de debate y decantación? ¿O la existencia de tantos grupos sin opinión y grupos con más de una en su seno obedecería a otras razones?
Los días siguientes, en los que un sector parlamentario importante resolvió votar negativamente el Tratado de Protección de Inversiones con los EEUU, mostraron que “el efecto Chifflet” encontraba un eco que iba más allá de los militantes independientes que inicialmente se solidarizaron con su conducta instalándose inclusive en el seno de las organizaciones. Había extendida voluntad de discutir y también de hacer presente rasgos de la identidad frenteamplista que hasta ahora no habían aparecido con la claridad deseada.
Al mismo tiempo, por primera vez en mucho tiempo en la Mesa Política del FA se pasó a discutir en serio sobre el proyecto de ley de fuero sindical. Norma destinada a tener una gran importancia para los trabajadores y que se viene discutiendo desde hace meses.
También por primera vez, y por consenso de los caricaturizados como “radicales” y “moderados”, se decidió que la discusión, franca y fecunda, iniciada el lunes habría de continuar dos días después. Y así, con intercambios y modulaciones en las que participan todas las corrientes, se dio otro paso decisivo en el fortalecimiento de la conducción del FA. Hecho auspicioso nacidos, entre otras causas, a raíz de actitud franca y justa de Chifflet.
La censura sobre La República
No quisiera terminar estas anotaciones desordenadas sin referirme a la insólita situación que padece el diario La República que, como es notorio se ve impedido de llegar a sus lectores en función de la actitud asumida, no por el conjunto del gremio de los canillitas, sino por los empresarios responsables del reparto en las sucursales montevideanas.
La rebaja del diario a $15, más allá de sus aspectos comerciales, es un hecho democrático. Como a principios del siglo XX lo fue “El Día” a vintén promovido por José Batlle y Ordóñez.
Todo cambio en las reglas comerciales puede originar tensiones y forcejeos. Pero lo que resulta un acto democráticamente inadmisible es que por vía de la supuesta defensa de algunos intereses comerciales se bloquee la salida de la única voz diaria de la izquierda uruguaya y el único cotidiano que comparte y apoya los lineamientos progresistas del gobierno.
Se trata, nada más ni nada menos, que la defensa de una libertad fundamental en la lucha política democrática, la libertad de prensa, la libre circulación de las publicaciones nacionales. Vulnerar ese principio es un acto de agresión a un medio de prensa. Ya con eso alcanza.
Se trata además de la decisión impresentable por parte del mando de los empresarios de negarse a repartir un periódico tomando como pretexto un artículo contenido en la edición. Es una forma de censura y ‘política de hechos consumados’ inadmisible.
Aplicada, además, a un medio de prensa que, históricamente, ha estado del lado de las causas populares, en la lucha en defensa de los derechos humanos y contra la impunidad.
- Hugo Cores- PVP567-Frente Amplio
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