Hugo Chávez y América Latina

09/03/2014
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La lucha de clases se activa en todo proceso revolucionario.
 
Un año después de la desaparición física del Comandante Hugo Chávez Frías la sociedad venezolana se halla sacudida por manifestaciones protagonizadas por quienes se oponen a la Revolución Bolivariana pero también por los que la defienden con entusiasmo. Esta polarización, caracterizada por una violencia creciente, con su secuela de muertos y heridos, ha sido definida por el Presidente Nicolás Maduro como un golpe de Estado progresivo, instrumentalizado por la derecha política nacional e internacional, mientras la oposición insiste en que se trata de la expresión del descontento del pueblo venezolano por la inflación, el desabastecimiento y la inseguridad ciudadana. Como ha ocurrido en todo intento genuino de modificar las estructuras de la sociedad, la lucha de clases aparece como uno de sus rasgos característicos. En Venezuela, dada su importancia estratégica en la configuración de las relaciones de poder regional y global, Chávez ha sido transformado en un demonio por las transnacionales de la comunicación y en un personaje mítico por los sectores que enfatizan en su papel transformador.
 
Hugo Chávez y la derrota del neoliberalismo
 
Este artículo intenta mirar, con la mayor objetividad posible, la contribución de Hugo Chávez Frías a lo que podríamos denominar el despertar de América Latina después de “la larga noche neoliberal”, así como también los límites de ese proyecto. En primer lugar es evidente que nadie podrá arrebatarle el mérito de haber propinado, hace 15 años, la primera derrota electoral al neoliberalismo - o capitalismo salvaje - para dar inicio a un complejo proceso de transformaciones que hicieron de América Latina la región del mundo en que se respiraba, al cabo de muchos años de oprobio, un ambiente de libertad, soberanía, creatividad y esperanza.
 
Reposicionar el concepto del socialismo
 
Ese ambiente intelectual y político fue abriéndose paso no sólo por el cuestionamiento radical de las falacias del neoliberalismo y su teología de mercado, sino también por el valor moral y la audacia que implicaba, a comienzos del siglo XXI, atreverse a reposicionar el concepto del socialismo, cuya degeneración burocrática en Europa Oriental y la URSS, la había llevado a una de las derrotas más espectaculares en la historia de la humanidad. Chávez se atrevió, el 27 de febrero del 2005, a llevar las discusiones intelectuales y políticas sobre el futuro de la humanidad a un planteamiento que implicaba una ruptura en las ideas dominantes en la medida en que proclama la necesidad de “seguir alejándonos del capitalismo” y de “inventar el socialismo del siglo XXI”. Como advierte Dieterich está posición de vanguardia, como todas las de su género, le expuso a la incomprensión, en unos casos, a la inercia mental, en otros, y a la resistencia de los intereses afectados del lado de la burguesía y el Imperialismo.
 
El combate a la pobreza
 
Coincido con  el criterio del ex Presidente de Brasil, Lula da Silva, quien  señaló que si sólo fuera por los resultados obtenidos en el combate a la pobreza el Presidente Chávez tiene asegurado un lugar de honor en el panteón de los grandes de América Latina. Según lo reconoce la CEPAL Chávez logró reducir la pobreza del pueblo venezolano del 54 % en el 2003 al 27.4 % en el 2011 y simultáneamente abatir los índices de pobreza extrema del 25.1 % al 7.3 %. Ese combate, impulsado por profundos sentimientos de amor a los explotados y excluidos de su pueblo, le llevó, en el ámbito de la política económica, a tomar una decisión que nunca perdonarán los potentados de la burguesía nativa y el Imperialismo, redistribuir el excedente petrolero entre los pobres de la ciudad y el campo, que habían sido sistemáticamente excluidos y olvidados.
 
 
 
 
 
 
 
Fundir el militarismo bolivariano con los intereses de los trabajadores
 
Al provenir Chávez de las filas militares había desarrollado, desde su época de cadete, un trabajo ideológico que le permitió contar con la adhesión y simpatía de un militarismo patriótico, bolivariano, que no le temía a la idea del socialismo. Ya en el gobierno se orientó a buscar el apoyo de los sectores populares y de sus organizaciones sindicales y políticas, proceso que culminó con la construcción del Partido Socialista Unificado de Venezuela Hubo incomprensiones y discrepancias con la vieja izquierda, pero le queda el mérito de haber perseverado en la búsqueda de la unidad de los explotados y de sus organizaciones políticas.
 
La decisión de recomendar el nombre de un dirigente sindical de los transportistas, como es Nicolás Maduro, para que le suceda en la jefatura del gobierno, decisión adoptada en las dramáticas circunstancias de un cáncer terminal, demuestra la fe de Hugo Chávez en los trabajadores, cuyos intereses históricos pueden garantizar la construcción de un socialismo renovado, aunque ahora los que evalúan a los estadistas desde la academia pongan en tela de duda la pertinencia de esa decisión.
 
Hugo Chávez y la nueva integración latinoamericana
 
Chávez fue además leal a una de las ideas centrales del legado bolivariano: la integración Latinoamericana, probablemente más importante hoy, en la era de la globalización, que ha inicios del siglo XIX. Como lo han reconocido varios de los Jefes de Estado que fueron coprotagonistas de esos procesos los avances que se han operado en los nuevos procesos de integración del ALBA, la UNASUR,  y la CELAC, se nutrieron y germinaron con el entusiasmo y la perseverancia del Presidente Chávez.  Sin Hugo Chávez probablemente habría sido impensable la derrota del proyecto neocolonial del ALCA y el virtual archivo del panamericanismo y la OEA.
 
Chávez: la cooperación sur – sur y el multilateralismo
 
Como lo sabe todo ser humano medianamente culto y progresista la derrota del socialismo real significó también un revés para las corrientes más avanzadas de la socialdemocracia internacional y los foros en los que se debatían los graves problemas del mundo subdesarrollado, en tal circunstancia, Hugo Chávez actuó con una integridad sin dobleces al vincular su proyecto al ejemplo de dignidad del socialismo cubano y al advertir, con una enorme perspicacia, que también el capitalismo global estaba gestando una crisis de la que emergerían nuevas potencias que podían frenar la arrogancia tradicional del imperialismo. Esas circunstancias fueron aprovechadas por Hugo Chávez para tejer un sistema de cooperación efectiva con las naciones más deprimidas, la cooperación sur – sur  y/o para dar impulso a la configuración de nuevas coaliciones de poder que frenen la unipolaridad y promuevan un multilateralismo en el que las relaciones de fuerza y destrucción sean reemplazadas por la colaboración y la ayuda mutua.
 
Los límites del proyecto chavista
 
He comenzado este artículo señalando los genuinos aportes de Hugo Chávez al proceso emancipatorio de América Latina y el Mundo, pero, fiel a la dialéctica marxista, creo de mí deber tratar de entender las contradicciones que están presentes en el proceso venezolano y latinoamericano y cuyas soluciones no constan en ningún manual de teoría política:
 
¿Cómo hacer compatible el impulso de una transformación socialista, es decir, estructural de la sociedad, con los límites impuestos por la democracia representativa. He leído la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, reconozco que hay un esfuerzo por debilitar los aspectos más perversos de la institucionalidad liberal democrática para construir en su lugar un Estado que se ponga al servicio de los intereses de las mayorías. Reconozco la profunda significación y creatividad de las políticas sociales, llamadas en Venezuela “misiones”, que buscan redistribuir el excedente petrolero. Pero, el sistema económico, social y político vigente sigue siendo el capitalista y, las políticas económicas y sociales realmente aplicadas demuestran que el modelo de desarrollo venezolano representa más continuidad que originalidad, pues desde el 2003, se ha privilegiado el control del Estado sobre la economía y la dependencia del petróleo. Sus políticas económicas se asemejan a las mantenidas durante el auge del modelo de industrialización por sustitución de importaciones de los años 60 y 70, sólo que ahora el auge petrolero tiene una magnitud y duración mayor dado que coincide con la fase de agotamiento mundial del petróleo fácil y barato a nivel planetario.
 
Como era previsible, por la propia experiencia histórica latinoamericana, en Venezuela la vigencia del modelo estructuralista no ha logrado superar el carácter extractivista de su economía, así como las dinámicas rentistas que genera ese modelo y lo que es más grave no se advierten planteamientos políticos  que permitan utilizar el “pacto social” vigente entre un sector de la burguesía nativa, los mandos militares y los sectores populares organizados en el PSUV para encontrar una estrategia que permita diversificar e incrementar la producción, generar trabajo y mejorar las remuneraciones, como únicos mecanismos que superen la crisis económica y social y con ello las pretensiones de Capriles que apuesta a la derrota electoral del “chavismo” y/o la más extremista -  de Leopoldo López – que, con financiamiento norteamericano, estima puede crear un clima de caos e ingobernabilidad que justifique un golpe de Estado que pongan fin de la Revolución Bolivariana.
 
El feriado de carnaval fue una tregua en el conflicto, en medio de la cual Maduro logró imponer la mesa del diálogo que busca encontrar una solución negociada y pacífica. La correlación de fuerzas a nivel internacional no favorece los intentos golpistas pues hasta la OEA ha condenado la violencia.  Sin embargo, la no concurrencia de los principales voceros políticos de la oposición a la mesa del diálogo hace difícil anticipar la evolución probable del conflicto, en cuyo desenlace jugarán un papel determinante la capacidad de reinvención y negociación del equipo de gobierno, la organización y movilización popular y la cohesión y disciplina de los mandos militares en torno a lo que es un importante proceso de transformación que parece no descifrar los secretos de la creación de la riqueza y el desarrollo. Advierto que, a más de dos siglos de la Independencia, ningún sector social latinoamericano y mucho menos la burguesía, puede oficiar de maestro en esa tarea, pues en Venezuela se condensa la trágica ironía a la que nos ha conducido un capitalismo dependiente y subdesarrollado: vivir en una región del mundo sobreabundante en recursos naturales y dotadas de pueblos trabajadores en las que impera la desigual, la pobreza, el desempleo y un clima de creciente inseguridad.
 
Ojalá el pueblo y el Gobierno de Venezuela encuentren la posibilidad de construir un pacto social que evite la violencia y haga una siembra fructífera de sus enormes recursos naturales en la construcción de una economía y sociedad que sea ejemplo de independencia, justicia, libertad y democracia política y económica.
 
En cualquier caso, es evidente, que en América Latina, se empiezan a evidenciar los límites de los gobiernos progresistas, cuyo ciclo histórico lo inició precisamente Venezuela, que apostaron por buscar soluciones a los problemas nacionales y regionales dentro de los límites de un capitalismo sumido en una crisis de larga duración, tanto en las metrópolis como en una parte de la periferia del sistema.
 
Quito, 5 de marzo del 2014
 
Manuel Salgado Tamayo
Profesor de la Universidad Central del Ecuador

Ex Presidente Nacional del Partido Socialista-Frente Amplio.

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