Colombia y Perú: ¿xenofobia o anti-bolivarianismo?

La migración venezolana de estos últimos cinco años está irremisiblemente unida a las secuelas de la guerra multiforme aplicada por EEUU y sus lacayos regionales, especialmente Colombia, contra Venezuela.

18/03/2021
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Introito

 

La alcaldesa de Bogotá y candidatos presidenciales peruanos han esgrimido el antivenezolanismo como bandera política. No es casual que en Colombia y Perú pulule el acérrimo antibolivarianismo. Pareciera que un complejo histórico de envidia y odio arrastraran las elites de esos países por deber a un venezolano su existencia como Repúblicas. Pero además, fue en esas dos naciones -hermanas nuestras- donde el naciente imperialismo estadounidense destacó sus más connotados agentes en los albores de la Independencia, con el propósito expreso de impedir la consolidación del Proyecto Bolivariano de unidad, integración y autodeterminación.

 

Personajes como William Tudor en Lima y William Henry Harrison en Bogotá, se encargaron de entretejer el complot antibolivariano continental, contando con la sumisa pero diligente complicidad de Santander y sus matones José María Obando, José Hilario López, y cagatintas como Lorenzo María Lleras y Francisco “Pacho” González, en alianza con la oligarquía peruana representada por el campeón de las derrotas militares José de La Mar y el ultra intrigante cura Luna Pizarro. (No debo olvidar al sub campeón peruano Marqués de Torre Tagle y al medalla de cobre José de la Riva Agüero, que de tan cobarde, traicionó a su propio país, y escondido en el anonimato –como la mayoría de quienes calumniaban al Libertador- se dio el lujo de escribir una bazofia contra Bolívar en su escondite, ampliamente difundida por los gringos y las oligarquías criollas)

 

Desde aquellos oscuros tiempos del atentado contra Bolívar en Bogotá, la campaña de falsedades acusándolo de quererse coronar rey, la invasión traicionera de Perú contra Guayaquil (provocando una guerra absurda entre hermanos), el asesinato de Sucre, y el desmembramiento de la Colombia original, viene la venezolanofobia rumiante de politiqueros al estilo de Claudia López y Daniel Salaverry.  

 

Si queremos entender el modus operandi de la transnacional antibolivariana dirigida por Estados Unidos, sólo refresquemos este reporte del agente Harrison en Bogotá a mediados de 1829: “Obando se encuentra en el campamento de Bolívar seduciendo a sus tropas. Córdova ha seducido al batallón que está en Popayán y se ha ido al Cauca y Antioquia, las cuales están maduras para la revuelta…Se distribuye dinero entre las tropas, sin que el gobierno tenga todavía conocimiento de estos movimientos”

 

I

 

Lecciones de historia en cartas que El Libertador Simón Bolívar se cruzó con el General en Jefe Rafael Urdaneta.

 

Desde Caracas, le escribía el 14 de abril de 1827, refiriéndose al alzamiento de las tropas granadinas (colombianas) acantonadas en Perú contra los oficiales venezolanos, con el falso pretexto de defender la Constitución, donde “Lara, Sandes y veinte y tantos…han sido remitidos presos a Bogotá a disposición del gobierno”.

 

El espía gringo Tudor, tuvo en sus manos todos los papeles de estos sucesos que serían útiles a Santander, es decir, a la conspiración antibolivariana que ellos mismos dirigían. Al frente de la insubordinación, “un teniente coronel Bustamante, oficial muy oscuro”, agente del bando santanderista cumpliendo órdenes yanquis.

 

Según Bolívar, el móvil de esta insubordinación fue “el odio a los venezolanos”, advirtiéndole a Urdaneta que “tome cuantas medidas de precaución le sugieran sus cálculos y buen juicio”. Le aconsejaba: “Vuelvo a decir a Usted, mi querido general, tenga Usted mucha vigilancia: Usted está a la vanguardia de Venezuela y pudiera suceder que a usted le hicieran la misma que a Lara dé cuenta de venezolano”.

 

Bolívar ya sabía que estaban robando y adulterando sus cartas: “temo que en estas circunstancias mis cartas sean sorprendidas”. Así lo sabían claramente los enviados norteamericanos que las tenían en su poder, y ya habían enviado copias al gobierno en Washington.

 

Sobre el involucramiento de Santander en esos hechos, afirma Bolívar que la administración de éste había “sembrado todas las semillas del crimen y del mal: En Bogotá se han quitado las máscaras y aplauden los crímenes más atroces”.

 

Pese a la congoja e indignación que le causaban estas revelaciones de la más rastrera miseria humana, guardaba esperanzas: “La Providencia misma no puede permitir que el robo, la traición y la intriga triunfen sobre el patriotismo y la rectitud más pura. En vano se esforzará Santander en perseguirme: el universo entero debe vengarme porque no hay un punto donde no hayan llegado las noticias de nuestros servicios y sacrificios, que no tenga partidarios de nuestra reputación y de nuestra causa…Si los traidores triunfan, la América meridional no será más que un caos, pero, a la verdad, yo no concibo tal triunfo. Unos viles ladrones no pueden formar masa capaz de combatirnos”.

 

Estas dos hipótesis se cumplieron en paralelo. El universo entero ha reivindicado la grandeza del hombre a quien bautizó como Libertador, mientras al traidor nadie lo recuerda, a no ser para acusarlo por sus ruines tropelías. En cambio, el triunfo de la traición consumó el caos opresor en Nuestra América; aunque nunca pudieron combatirlo, menos derrotarlo, si lograron imponer su predominio con la dirección del enemigo histórico de nuestra emancipación: los Estados Unidos.

 

Un momento clave en la destrucción del plan bolivariano y de la vida misma de Bolívar, lo fue sin duda la puñalada tramada en Lima de invadir Bolivia y Guayaquil. Conociendo el carácter vertical del guerrero venezolano, su altísima moral militar y su infinito amor por la libertad, los gringos y Santander alentaron a los títeres Luna Pizarro y La Mar a embestir contra la Colombia bolivariana. Esto motivó la separación abrupta del Libertador de las tareas gubernativas que apenas había asumido en su Caracas natal, y que apuntaban a cumplir su máxima política de la Unidad y el Buen Gobierno.

 

Desde esa capital, le escribe a Urdaneta el 19 de junio de 1827: “Las últimas noticias que me han llegado del Sur de la república me han obligado a variar de plan y de posición. Ya usted sabrá cómo las tropas rebeldes de Lima han invadido Guayaquil y amenazan desde allí y desafían a Colombia entera. ¿Puede saberse esto sin sentir la más viva indignación? Usted me ha visto indiferente a todas las intrigas de Bogotá, aguardar tranquilo el resultado del Congreso sin tomar parte en nada, pero cuando el ultraje ha ido hasta invadir la República y emplear las armas para imponer a los pueblos y oprimir la voluntad nacional, no es posible resistir a los impulsos del patriotismo y del deber”.

 

Estando en Cartagena, el 18 de julio de 1827, le dice a Urdaneta: “Ya no queda duda acerca de lo que tanto hemos dudado con respecto a Santander. Ya está visto que Venezuela y yo somos su blanco…Usted conoce las cosas y ha penetrado, desde muy temprano, las intrigas y perfidias de Bogotá…veremos por tierra el edificio de la patria derribado por la envidia”.

 

Luego desde Turbaco, en 30 de julio del mismo año: “acabamos de recibir un oficial con pliegos de Bogotá de 19 del corriente, por los cuales hemos sabido que se tramaba allí una conjuración contra mí y mis amigos”. Los planes de magnicidio no fueron improvisados en 1828, ni tuvieron que ver con alguna reacción a supuestas pretensiones monárquicas como han querido justificar algunos historiadores pro Santander.

 

Merece un paréntesis este diálogo de camaradas, para destacar en este punto la sagacidad de la coronela quiteña Manuela Sáenz, quien tiene una mirada directa y clara de la conspiración en Perú y con sobrada intuición logra prevenir el atentado que se venía preparando contra El Libertador. Estando en Guayaquil, a 7 de febrero de 1827, le escribe a Bolívar: “Muy señor mío: Pensé no escribir a usted este correo por lo de Colombia, créame que me apena mucho. Por mi intuición sé que Santander está detrás de todo esto y alentando a Páez. ¿Se fija usted? Cuide sus espaldas. Voy rumbo a Quito por haber sido expulsada junto con el cónsul Azuero y el general Heres desde Lima. En el viaje a Guayaquil, Córdoba se mostró displicente para conmigo, aunque no necesito demostraciones de afabilidad, pero si con usted y con todo lo que tenga que ver en su autoridad como Presidente de la República. En Lima apresaron al General Heres el 26 de enero pasado, junto con los otros jefes militares y en contra de la Constitución Boliviana. Bustamante encabezó esta sublevación, negándome que vea a Heres. Acudí a un amigo suyo, cosa que resulta infamatoria por el temor de éste, de que lo descubrieran. Al día siguiente (el 27) me aparecí vestida con traje militar al cuartel de los insurrectos, y armada de pistolas, con el fin de amedrentar a éstos y librar a Heres. Mi intento fracasó por falta de apoyo y táctica (que bien que usted hubiera estado allí); fui apresada y mantenida por varios días, incomunicada totalmente, en el monasterio de las Carmelitas. Sin embargo, varias veces pude lograr escaparme hasta la sacristía y entrevistarme con las personas que le son fieles a su autoridad de usted”.

 

¡Cuánta calidad humana y revolucionaria reunió esta extraordinaria mujer!

 

No es de extrañar que fuese el adicto santanderista Lorenzo María Lleras (¿les suena el apellido?), que en las tinieblas concebía panfletos difamatorios contra Bolívar, el mismo que redactó la orden de expulsión de Manuela Sáenz del territorio colombiano.

 

El intragable Vargas Lleras, experto en ofender a Venezuela, desciende de aquél bicho, y es lógico que tenga sus genes; pero Claudia no. ¿Será que algo de aquél espíritu misterioso reside en el alma de la alcaldesa? ¿O, definitivamente el santanderismo es un virus tan contagioso y letal?

 

II   

 

Saldo de la balanza migratoria: este nuevo concepto lo pongo a la orden de la ciencia demográfica, de las agencias multilaterales OIM, ACNUR y otras interesadas en temas de movilidad humana, para que sinceremos lo que de verdad ocurre con los intercambios poblacionales en el territorio mundial. No basta el “saldo migratorio” o “migración neta”, como operación algebraica simple, porque no se encierra lo humano en unos fríos números de buró; es necesario considerar los procesos socioeconómicos y geopolíticos en los que se producen los movimientos humanos significativos y sus impactos en el desenvolvimiento de la sociedad nacional o regional según sea el caso. Es decir, considerar la condición multidimensional de fenómenos migratorios complejos, con flujos mixtos y causas determinadas históricamente, que pueden implicar la acción de factores externos perturbadores del país emisor, más allá de sus capacidades productivas endógenas y el tamaño de su mercado interno, para absorber su población económicamente activa.

 

La metodología de análisis nos exige la definición de matrices multifactoriales que incluyan variables cuantitativas y cualitativas, más la precisión de categorías pertinentes para explicar la complejidad de los flujos migratorios.

 

En el caso venezolano, sin lugar a dudas, la migración de estos últimos cinco años está irremisiblemente unida a las secuelas de la guerra multiforme aplicada por Estados Unidos y sus lacayos regionales, especialmente Colombia que se ha prestado como portaviones del imperialismo contra la República Bolivariana de Venezuela.

 

Parte del plan injerencista y desestabilizador implica la instrumentalización del fenómeno migratorio en varias direcciones: a) se estimula en una primera fase con fines de desprestigio de la imagen país, para “robar cerebros” y reducir la demanda interna para hacer caer el PIB más drásticamente, b) luego se utiliza para captar dineros del sistema de Naciones Unidas y otros donantes internacionales para robárselos la clase política, y c) se estigmatizan como subproducto político para engrosar réditos electorales en los sectores más atrasados espiritualmente.  

 

III

 

¿Quién mata a quién?

 

Masacres semanales, asesinatos cotidianos de líderes sociales, ejecuciones extrajudiciales de jóvenes por parte de la fuerza pública, bombardeo de niñas y niños indefensos, narcopolítica generalizada en un gobierno inepto y criminal. Es un boceto de Colombia.

 

En el último censo poblacional realizado en 2018, se contabilizaron menos de un millón de personas no nacidas en territorio colombiano. Este dato desmerita la dispersa estadística que a capricho han declarado distintos actores políticos de ese país, sobre todo al referirse a la migración venezolana.

 

Para septiembre de ese año Migración Colombia registró 1.032.016 personas provenientes de Venezuela, de las cuales dos terceras partes lo hacía para estadías breves y pronto regresaba a su lugar de origen o seguía hacia otros países. Colombia no tenía experiencia como país receptor de migraciones, muy por el contrario, históricamente fue un expulsor neto de su gente, con nueve millones de expatriados desde la década del ochenta; sólo en Venezuela se estimaban en más de cinco millones con su descendencia.

 

El balance migratorio -visto como aporte demográfico- entre Colombia y Venezuela, siempre ha tenido un saldo excedente de ciudadanía colombiana en territorio venezolano hasta el día de hoy. Esto fue así desde la década del sesenta del siglo XX y creció exponencialmente en los ’70 cuando Nelson Pinedo popularizó el Chevrolito.

 

Este fenómeno se reproduce a escalas más pequeñas (pero significativas como saldo de la balanza migratoria) en países de la región como Ecuador, Chile, Argentina, Brasil, Panamá, entre otros. Sólo en Ecuador durante el registro ampliado de refugiados llevado a cabo por la Revolución Ciudadana en el primer Gobierno de Rafael Correa, la cifra de personas colombianas regularizadas llegó 520.000, que en términos relativos a la población nacional es una cifra muy alta y con impacto severo en términos presupuestarios.

 

El 23 de agosto de 2019 el instituto de medicina forense colombiano hizo público un informe según el cual: “entre enero y julio de 2019, fueron asesinados 233 venezolanos en territorio colombiano, de los cuales doscientos seis eran hombres y veintisiete mujeres”.

 

Al final del año, los venezolanos, por cuenta de Migración, encabezaban el listado de extranjeros asesinados con 418; de este total, 28 fueron menores de edad (23 hombres y cinco mujeres). El total de homicidios acumuló 10.468 casos en 2019 hasta el 30 de noviembre, según Medicina Legal.

 

La mentalidad del derechista promedio siempre incluye dosis de xenofobia, aporofobia, chovinismo, racismo; pero esta verborrea peyorativa contra la migración venezolana lanzada por elites que influyen en la opinión pública, amplificada por la transnacional mediática antibolivariana que busca el linchamiento de la venezolanidad, está creando un peligroso ambiente de violencia que ya ha traspasado el umbral de los crímenes de lesa humanidad.

 

Datos del cierre: lo más cruel y paradójico es negarle la nacionalidad a las criaturitas que bendicen la humanidad con su advenimiento, siendo que el 67% de esas personas son realmente colombianas retornadas al país de sus padres y abuelos, por causa de la guerra económica que Estados Unidos y Colombia, junto a otros gobiernos podridos (literalmente putrefactos), le hacen al pueblo venezolano, el mismo que les acogió solidariamente como solemos ser.

 

Ah, pero no se soben las manos, canallas. No es cuento que quien se mete con Venezuela se seca. Pregúntenle al gringo William Henry Harrison.

 

 

 

 

 

 

https://www.alainet.org/pt/node/211435
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