Tras la emergencia sanitaria la economía mundial busca nuevas alternativas para su recuperación y América Latina no es la excepción, pues ha sido la región más afectada, debido a la recesión existente antes de la pandemia, por la caída en los precios del crudo, que se produjo por la disminución de la demanda externa por parte de los países industrializados como uno de los principales canales de transmisión de la crisis internacional lo que afectó aún más las economías dependientes.

Esto porque históricamente los países de la periferia han sido economías proveedoras de materias primas por el incipiente desarrollo industrial, ello provoca que los términos de intercambio se vean afectados por exportaciones baratas e importaciones caras generando un beneficio a los grandes grupos importadores que solo se dedican a la comercialización de bienes, como consecuencia se frena el despunte homogéneo de los sectores económicos lo que ahonda más la crisis, lo cual provoca desequilibrios macroeconómicos a nivel del sector fiscal y monetario lo que se observa en el comportamiento de la Balanza de Pagos. Esta cadena de causas y consecuencias deja secuelas negativas notorias desde el punto de vista socioeconómico.

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