Es tiempo de replantear el sistema agroalimentario argentino

19/04/2020
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Reflexiones del referente del Movimiento Somos Tierra sobre el día internacional de la Lucha campesina en el año del COVID-19.

 

Cada 17 de abril desde 1996 se conmemora el Día Internacional de la Lucha Campesina, por aquella masacre de campesinos y campesinas sin tierra en el Dorado Dos Carajas, Brasil. Durante más de 20 años, la Vía Campesina logró movilizaciones en todo el mundo durante las jornadas de abril, visibilizando la violencia en el campo y sosteniendo banderas y propuestas como la Reforma Agraria y la Soberanía Alimentaria.

 

Este abril será diferente, pues el COVID-19 cambió el escenario global. La necesidad de cuidarnos entre todos y de comprender que de esto nadie se salva solo exige también nuevas formas de continuar movilizados. Vía Campesina Internacional lanzó la consigna #QuedateEnCAsaNoEnSilencio para abordar la agenda de abril desde las redes sociales. A partir de las experiencias que se van visualizando en todo el mundo, en un contexto donde aparece con mayor nitidez el rol que cumple la agricultura campesina en garantizar alimentos saludables a los pueblos y sortear las lógicas especulativas de las corporaciones. Es por esto que también la campaña internacional busca que los estados visualicen la importancia de la declaración de los derechos campesinos adoptada en Naciones Unidas a fines de 2018 y las políticas públicas que de ella derivan como urgentes. En ese marco se lanzó una publicación ilustrada y didáctica de la Declaración: El llamado de LVC

 

En nuestro país diversas organizaciones de la agricultura familiar campesina indígena avanzaron con propuestas de abastecimiento de alimentos en barrios y domicilios para facilitar la cuarentena, en un contexto de crecimiento sostenido de los precios de alimentos en el mercado consecuencia de los especuladores, las organizaciones concentran esfuerzos en mantener Precios Justos a los alimentos saludables. Con todas las limitantes que eso encuentra en la actual coyuntura, es innegable que es un contexto apropiado para profundizar la reflexión sobre el sistema agroalimentario argentino y las necesarias transformarlo.

 

La cuestión alimentaria ya era uno de los grandes problemas de nuestro país antes de la pandemia: los alimentos fueron el rubro con mayor aumento de precios en la era de la inflación macrista, el hambre fue la epidemia que nos dejó Juntos por el Cambio alcanzando 17 % de la población ( que según la FAO llegaría al 45 % si no cambiaba la política a fines de 2019 ), llegamos a un 30% de obesidad, Agravado, según la encuesta nacional de factores de riesgo de la secretaria de salud de la nación, que en 2019 determinaba que solo el 6% de los argentinos consumían la cantidad de frutas y hortalizas que recomienda la OMS y que somos uno de los países con mayor consumo per cápita de alimentos ultraprocesados.

 

Para no seguir con cifras desesperantes que puedan arreciar nuestra ansiedad en la cuarentena, podemos pasar a analizar algunas causas de esta situación. Por supuesto la principal fue la política de saqueo neoliberal que ejecutaron los CEOs capitaneados por Mauricio Macri, sin embargo, la crisis se montó sobre algunos problemas estructurales que explican además algunas dificultades que el gobierno actual conducido por Alberto y Cristina enfrentan en sus esfuerzos para construir justicia social y crecimiento económico y soberanía.

 

Sin duda la concentración de la cadena agroalimentaria es uno de los principales factores. Según “Radiografía de las corporaciones” de Halliburton: “en relación al sector alimentos y bebidas en su conjunto, que apenas el 1,5% del total de firmas que operan en el mercado concentran el

 

80% de la facturación del sector, el 93% de las exportaciones y menos del 1% del total de compañías representan el 63% de la facturación de las ventas minoristas.” Esa concentración agobiante es el techo de cualquier política que busque consolidar la Soberanía Alimentaria.

 

El mismo trabajo indica que cuatro empresas llegan a casi el 50% de la producción de harina y superan el 55% de la exportación de harina de trigo, en el que Argentina tiene el 73% del mercado latinoamericano, mientras que en arroz el dominio lo ejerce claramente la empresa Molinos Río de la Plata - Grupo Pérez Companc (Argentina) que en este segmento tiene cerca de un tercio de la participación de ventas en el mercado interno. El patrón se repite en casi todos los rubros

 

La tierra también se encuentra concentrada, según OXFAM, en nuestro país, el 83% de las Unidades Productivas Agropecuarias, detentan solo al 13,3% del total de tierras productivas.

 

Según otro estudio la agricultura familiar representa a ⅔ de los productores, pero solo accede al 13,5% de la superficie de tierra agraria.

 

La contra cara de este sistema concentrado es la agricultura familiar campesina indígena en todas sus expresiones, que junto con las Pymes agropecuarias hacen enormes esfuerzos que muchas veces se licuan en la distribución de costos y beneficios a lo largo de la cadena, disputan ser el “pato de la Boda” junto con los consumidores (el pueblo trabajador).

 

De la mano de los “verdurazos” la sociedad argentina pudo ser consciente de que la diferencia de los precios pagados al productor y al consumidor pude llegar al 1500%, apenas asumido Alberto Fernández, el sector concentrado del agronegocio intentó una embestida por apenas una actualización de las retenciones en el marco de un país altamente endeudado y con 40% de pobreza.

 

Si este era el escenario previo al COVID-19 lamentablemente las cosas han empeorado, el poder de ese sector concentrado parece fortalecido. En el medio de la pandemia y los malabares del gobierno que en apenas unos meses de gestión con todas las instituciones desguazadas tuvo que reaccionar frente a la crisis sanitaria global, aparecen diariamente consecuencias de esta estructura hija de violencias radicales. Pues como dice Horowics el poder terrateniente se afianzó como dominio fundante con la campaña del desierto, el exterminio de las montoneras y la guerra de la triple alianza contra el Paraguay, si a esto sumamos la última dictadura militar, podemos sumar un cuarto genocidio que opera en ese sentido concentrador y excluyente

 

Si algo nos permite esta coyuntura es poder dimensionar el problema y visualizar las alternativas, mientras la cuarentena golpea las dinámicas informales de comercialización, mercados de cercanía y ferias, las ventas en los supermercados treparon más de 30% en marzo, y los precios de los alimentos aumentan sin que nadie pueda encontrar conexiones validas en las estructuras de costos, el ministerio de desarrollo social se vio entrampado en la red de intermediarios y antiguas estratagemas burocráticas que condicionan y conducen las compras públicas hacia ese sector altamente concentrado.

 

Por el otro lado surgen diversos esfuerzos de la agricultura familiar campesina indígena y de la economía social para enfrentar solidariamente la situación, manteniendo precios, distribuyendo alimentos, conectándose con los tejidos sociales se van articulando en función de la supervivencia popular.

 

La agricultura familiar con tan solo 13,5% de la superficie agraria, representa el 75% de los productores del país, y produce más del 60% de las verduras, supera el 85% en el sector caprino, más del 50% de porcinos, pollos parrilleros y explotaciones de tambo, y genera el 64% del trabajo permanente en el campo, sin embargo, está subordinada a la agroindustria corporativa y la dinámica de un mercado que lejos de ser libre, es de unos pocos.

 

Es un partido muy desigual, donde el agronegocio no solo cuenta con el capital, sino también con una extensa y compleja trama jurídica y estructural que le permite sacar las ventajas del estado. Además de haber influido maliciosamente, para instalar hábitos de consumo popular según sus necesidades de acumulación y contra la salud de las mayorías.

 

Seguro que en el marco de la cuarentena hay algunas urgencias que necesariamente hay que resolver en las zonas rurales, como el tema de facilitar mecanismos para el acceso a los subsidios de emergencia y asistencias estatales con dinámicas especiales adaptadas a la falta de internet y de acceso a los medios de comunicación tradicionales, o los caminos bloqueados en algunos municipios que impiden a los campesinos su trabajo diario, o los subsidios especiales para los sectores que se ven golpeados como la floricultura, o las familias del sur que vuelven de la veranada y probablemente no puedan vender sus chivos, entre otros.

 

Pero, retomando a nuestra reflexión sobre derechos campesinos y soberanía alimentaria, una pregunta es ¿cómo afrontaremos los cambios que este sistema agroalimentario requiere en la pos cuarentena?  Por eso, a pesar de la situación de angustia que puede significar la cuarentena, es necesario intensificar los esfuerzos por mostrar las dos caras de la moneda, la del capital financiero o la de la agricultura familiar y campesina, La del hambre y la malnutrición o los alimentos saludables al alcance de todos. La FAO advierte que producto del impacto del COVID-19 se avecina una profundización de la crisis alimentaria Global.

 

Como hemos mencionado en otros artículos, la ONU en su declaración de derechos campesinos detalla una serie de políticas públicas para el sector, el acceso a la tierra y el agua de riego, el acceso a los mercados y precios justos para un nivel de vida adecuado, el acceso al agregado de valor, el derecho a las semillas, entre muchos otros.

 

La pandemia nos deja un aspecto positivo en cuanto a la resignificación del rol del estado, y la necesidad de su intervención para garantizar servicios esenciales, reactivar y equilibrar la economía, así como garantizar la justicia social y la salud.

 

La alimentación es un servicio esencial, quienes realmente pueden garantizarlo como tal no son las corporaciones cuyo única lógica es acumular ganancia, el servicio esencial de alimentar a nuestro pueblo puede cumplirse regenerado un entramado que incluya fundamentalmente a la agricultura familiar, campesina indígena y las pymes agropecuarias en una nueva matriz donde el estado cumpla el rol de la planificación, promoción, apoyo, control y garantía de distribución justa de los alimentos.

 

Una buena señal hacia el futuro pos pandemia fue la designación de Nahuel Levaggi de la UTT al frente del Mercado Central de Buenos aires, es un símbolo, que además ya se tradujo en cambios de lógica, primero la alimentación de la gente, después los productores, al final los intermediarios, y ninguno pierde.

 

Otra experiencia a destacar es la iniciativa de la red Respaldar en la provincia de Mendoza, impulsada por la Senadora Anabel Fernández Sagasti, que partiendo de experiencias concretas de comercio solidario entre organizaciones de pequeños productores y consumidores avanza hacia una articulación de la oferta y la demanda solidaria y busca conectarla con el estado nacional para potenciar y encontrar soluciones a las dificultades logísticas y financieras.

 

Es por todo esto que el post corona virus puede ser una gran oportunidad para que la agenda agraria tome centralidad y con ella se dé un fuerte impulso para potenciar la producción campesina, de la agricultura familiar y pymes, apostando a las agroindustrias locales y los mercados de cercanía, promoviendo la agroecología y trabajando nuevas formas de comercio justo y acceso a los alimentos.

 

Nuevas versiones de carnes, frutas y verduras para todxs donde ahora el grueso de la demanda se abastezca con este sector, para potenciarlo y desarrollarlo.

 

El desafío de que la suspensión de desalojos que el gobierno decreto por la cuarentena pueda extenderse hasta tanto se regularice la situación de tenencia de todas las familias campesinas indígenas, así como de un programa de acceso a la Tierra para todas las familias sin tierra que hoy destinan gran parte de su sudor a pagar los injustos porcentajes a los terratenientes que no la trabajan.

 

El gran desafió tal como lo plantea la ONU, de que las políticas para los campesinos y los trabajadores de la tierra sean transversales a todas las áreas de le estado, para de una vez por todas lograr que la salud, la educación, la conectividad y la cultura sean realidades y derechos en todo el territorio y no solo para los habitantes de las grandes ciudades.

 

Por eso, este 17 de abril, recordando a todos los mártires de las luchas campesinas en el mundo, reafirmamos como expresa la Vía Campesina es tiempo de sembrar, labrar y cosechar derechos, así como la campaña lanzada por el MNCI Somos tierra, la UTT, el CELS, el FNC y la Fundación Rosa Luxemburgo bajo la consigna “Con Derechos Campesinos hay alimentos Saludables a Precio Justo”

 

El COVID_19, nos obligó a cubrirnos el rostro, pero también desenmascaró, y expuso con mayor evidencia, los peligros que corremos como sociedad si no modificamos el sistema agroalimentario, así pues, pasada la pandemia es necesario y urgente que la Soberanía Alimentaria sea una prioridad para el gobierno y para el pueblo argentino.

 

18 de abril de 2020

 

- Diego Montón es referente del MNCI Somos Tierra, Colectivo internacional de Derechos Campesinos de la Vía Campesina.

 

https://www.infonews.com/covid-19/es-tiempo-replantear-el-sistema-agroalimentario-argentino-n338330

 

https://www.alainet.org/pt/node/205998

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